El poder de los ‘lobbies’ en el país de Heidi
Suiza cuenta con una de las democracias más desarrolladas del mundo. Sin embargo, figura entre los países que menos controlan y reglamentan la influencia de los grupos de interés en la política. Las relaciones que se tejen entre políticos y el sector económico son a veces opacas.
“Desgraciadamente, así es. Hay demasiados parlamentarios que se limitan a representar intereses económicos específicos, en lugar de defender valores o intereses comunes”, sostiene el joven diputado del Partido Liberal Radical, Andrea Caroni, miembro de la cámara baja desde 2011. “Algunos están dispuestos a apoyar cualquier causa, a vender a su madre, con tal de obtener a cambio votos cuando están en juego sus propios intereses”.
El poder del lobby económico se refleja cada vez que el Parlamento debate temas que conciernen, por ejemplo, los bancos, las aseguradoras, el seguro médico, el sector energético o las empresas agroalimentarias. Entonces, los representantes de este grupo monopolizan el micrófono para defender su causa.
Según la ex diputada del Partido Demócrata Cristiano, Chiara Simoneschi-Cortesi, que dejó su mandato en 2011, “una de las cosas más escandalosas era ver a colegas leer en la tribuna textos que habían recibido de su lobby, incluso sin entenderlos”. Quien paga el precio de estos vínculos demasiado estrechos entre algunos parlamentarios y el sector económico es a menudo una mayoría de la población cuyos intereses están subrepresentados en el Legislativo, como los consumidores, los asegurados, los pacientes.
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¿Amenazan los grupos de interés la democracia?
Parte integrante de la democracia
En sí, los lobbies –incluidos los económicos- desempeñan un papel importante y hasta útil en un sistema democrático, y aún más en una democracia de larga tradición como la suiza, que se basa en buscar consenso entre los principales partidos, tanto en el Gobierno como en el Parlamento.
Antes de debatirse en el pleno del Legislativo, todo proyecto de ley importante se somete a un proceso de consulta en el que participan todas las partes interesadas.
“Los lobbies son parte integrante de la democracia suiza. Nuestro sistema está concebido para evitar un eventual referéndum. A la hora de elaborar una ley, se intenta involucrar a todas las partes y tener en cuenta todos los intereses que están en juego. Por ende, ejercer presión puede considerarse como un medio para integrar todos los intereses y todas las informaciones que pueden servir a adoptar una decisión respaldada por una amplia mayoría”, explica Fritz Sager.
Para el docente de Ciencias Políticas de la Universidad de Berna, la utilidad de los lobbies se justifica en un Parlamento de milicias como el suizo, ya que muchos de sus miembros no son políticos de profesión. “Los parlamentarios no pueden tener un conocimiento profundo de todos los expedientes. Necesitan información que reciben de sus grupos legislativos, pero también de los lobbies. En ese sentido, el lobby constituye una actividad respetable que forma parte del sistema”.
La influencia de los lobbies en el sistema político suizo es evidente, sobre todo, en el ámbito del seguro médico. Casi todos los miembros de la Comisión de Sanidad de las dos cámaras están vinculados a los grupos de seguro médico, la industria farmacéutica, los hospitales, las asociaciones médicas o de pacientes.
Los divergentes intereses representados en el Legislativo han conseguido bloquear reiteradas veces una reforma del seguro médico, mientras las primas de seguros se disparan.
El poder de los lobbies ha frenado, además, la ley sobre cárteles y las importaciones paralelas, mientras los parlamentarios han respondido propiciamente a las solicitudes de los bancos, las aseguradoras y las cajas de pensión.
Además de presionar para lograr la adopción de leyes favorables a sus intereses y evitar que se aprueben otras contrarias, los lobbies intentan influir en el Parlamento para conseguir subvenciones y desgravaciones.
Según un estudio de la Administración Tributaria Federal, las arcas del Estado ingresan cada año entre 17.000 y 21.000 millones de francos menos debido a deducciones fiscales.
Velo antidemocrático
Según el experto, si hoy el lobbying se asocia con una imagen negativa, es debido a la falta de transparencia en las relaciones que sostienen los grupos de presión y los parlamentarios. “El hecho de que no todo salga a la luz pública no significa que haya algo podrido. Los lobbies deben su mala reputación a la falta de transparencia: la gente los asocia con cambalaches y actividades cubiertas por un velo antidemocrático, sobre todo cuando están en juego intereses económicos”.
Hasta ahora han fracasado casi todas las tentativas promovidas, en su mayoría, por la izquierda para reglamentar y controlar el lobbying. Desde hace pocos años, los diputados y senadores tienen que hacer públicos los vínculos de interés que les unen a empresas, asociaciones económicas, fundaciones y otros lobbies.
El Legislativo, sin embargo, ha rechazado las peticiones que exigían transparencia sobre los ingresos que perciben sus miembros y la financiación de partidos. Cree en la honestidad de los parlamentarios, por lo que estima innecesarias las injerencias en la esfera personal y en la actividad de los partidos.
“En general, reina la impresión de que el proceso político funciona bastante bien en este país y que existen medios suficientes para evitar abusos desmesurados. Quizás somos unos ilusos. Creemos que vivimos en el país de Heidi y no nos percatamos de los problemas reales”, declara Felix Uhlmann, profesor de Derecho Público en la Universidad de Zúrich.
El Legislativo helvético es bicameral: el Consejo Nacional (cámara baja) representa al pueblo y tiene 200 escaños, mientras el Consejo de los Estados (cámara alta) representa a los cantones y cuenta con 46 escaños.
Generalmente, las dos cámaras se reúnen cuatro veces al año en sesiones ordinarias de tres semanas cada una.
En Suiza se habla de un Parlamento de milicias, ya que sus miembros pueden ejercer una profesión al margen de su actividad política.
Muchos parlamentarios mantienen estrechas relaciones con el sector económico: defienden los intereses de las empresas para las que trabajan, son miembros de numerosos consejos de administración o empresarios.
Desde hace unos años, los diputados y senadores tienen la obligación de comunicar a la Cancillería Federal sus relaciones de interés externas, pero no existen controles.
El año pasado, la diputada liberal radical, Isabelle Moret, lanzó una iniciativa en la que solicita que los parlamentarios revelen si sus vínculos de interés corresponden a una actividad remunerada o a un compromiso cívico.
Zonas grises
Varios países europeos, así como la Comisión de la UE y el Parlamento Europeo adoptaron medidas en los últimos años para delimitar el poder de los lobbies que van desde un registro hasta códigos de conducta o directrices sobre la financiación de partidos. Estados Unidos tiene las reglas más estrictas: quienes se dedican al lobbying deben inscribirse en el registro correspondiente y hacer públicas sus aportaciones económicas, así como sus contactos con congresistas y miembros de la administración.
¿Un ejemplo a seguir? El profesor Felix Uhlmann se muestra escéptico: “Regular las actividades de lobbying, como en Estados Unidos, requiere un inmenso esfuerzo, un gran aparato de regulación y un sistema de control eficaz. Y esto implica cambios profundos que en Suiza son prácticamente inimaginables”.
Además, la adopción de normas estrictas no significa que “se eliminarían las zonas grises, formas de hacer lobbying capaces de escabullirse de la reglamentación. Incluso en un país como Estados Unidos, con reglas muy severas, el dinero tiene una influencia muy grande en la política nacional”.
Una de las mayores asociaciones de lobbying profesional es partidaria de que se reglamenten claramente las actividades de los grupos de interés.
En 2012, la Asociación de Agencias de Relaciones Públicas en Suiza (BPRA) se declaró a favor de un registro de lobbies, que además deberán firmar un código de conducta y hacer públicos los mandatos que reciban de empresas o federaciones.
Según sus miembros, solo una mayor transparencia puede mejorar la imagen de estos grupos y favorecer que se les reconozca como un elemento legítimo del sistema democrático.
Gemelos siameses
Aun así, no todos los parlamentarios han tirado la toalla. Andreas Caroni, por ejemplo, ha lanzado una nueva iniciativa para reglamentar las actividades de los lobbies en el interior del Palacio Federal. Los lobbistas que quieran acceder a la antecámara del Parlamento tendrán que inscribirse en un registro correspondiente, revelar sus mandatos y firmar un código de conducta.
“No pretendo ni puedo limitar sus actividades. Sencillamente quiero que estén sujetos a ciertas normas, por lo menos aquí, en la cuna de nuestro sistema democrático”, explica Caroni. “Se trata también de luchar contra esa imagen que tienen hoy muchos ciudadanos que asocian los fuertes lazos entre los lobbies y los parlamentarios con gemelos siameses”.
(Traducción: Belén Couceiro)
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