El recuento de votos amansa incluso a las democracias más salvajes
Estados Unidos ha necesitado cinco largas semanas para contar todos los votos emitidos. En otros lugares este proceso es bastante más rápido; en Suiza, por ejemplo, muchos votos ni siquiera se cuentan, sino que se pesan.
Tan claro ha sido el cambio en la Casa Blanca por el que al final se han pronunciado los estadounidenses -con la mayor participación electoral en la historia del país-, como controvertidas y exigentes han sido estas últimas semanas para la democracia moderna más antigua del mundo: “Este año [2020] estaba tan nerviosa antes de las elecciones que me inscribí como contadora de votos”, dice Denise LeGree, agente de seguros de Atlanta. Esta mujer, de 58 años de edad, forma parte del casi medio millón de colaboradores electoralesEnlace externo que en 2020 han contado en total más de 30 mil millones de votos individuales; de media, cada ciudadano estadounidense ha podido votar veinte veces en elecciones y referendosEnlace externo. LeGree y sus colegas han tenido que contar no una sino cuatro veces los cinco millones de votos emitidos en su estado natal de Georgia, debido a las quejas presentadas por los abogados del candidato perdedor sobre la legalidad de los votos emitidos.
Pero también hay otra manera de hacer los recuentos. Hoy día, la mayoría de los países del mundoEnlace externo celebran elecciones y votacionesEnlace externo regularmente. Hay normas y principios claros para celebrar elecciones y votaciones «libres, justas y democráticas», por ejemplo, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la ONUEnlace externo (Art. 25, 1966) y en el Convenio Europeo de Derechos HumanosEnlace externo (Art. 3 Prot, 1952). En muchos lugares los resultados se pueden anunciar pocas horas después de que se hayan cerrado las urnas, sin tener que cuestionar la seguridad del recuento. Entre ellas se encuentran democracias ágiles y dinámicas como Malta, Taiwán o Suiza.
Malta: el día de las elecciones es un caso de emergencia para las fuerzas armadas nacionales
En Malta, Estado miembro de la UE, las fuerzas armadas de este país insular se despliegan siempre (aunque rara vez entran en acción) en votaciones y elecciones. En Taiwán cada voto es contado públicamente y en Suiza algunas papeletas nunca se cuentan, sino que simplemente se pesan empleando aparatos de precisión.
Comparados con EE. UU., los tres países mencionados difieren en que son mucho más pequeños en superficie y población. Pero también hay similitudes interesantes: al igual que en EE. UU., en Malta y Taiwán algunos grupos políticos, dispuestos a usar la violencia, han determinado el acontecer político. Suiza, por su parte, es muy similar a Estados Unidos en su estructura estatal federalista.
«Hasta hace pocas décadas, aquí todas las elecciones venían acompañadas de enfrentamientos sangrientos», recuerda Arnold Cassola, ciudadano con doble nacionalidad ítalo-maltesa que ha ocupado escaños en dos parlamentos nacionales y que ha representado a Malta en el Parlamento de la UE: «Hoy día todas las papeletas de voto son llevadas a un lugar central, escoltadas por militares, y allí son contadas públicamente bajo una fuerte vigilancia”. La participación en las últimas elecciones parlamentarias fue del 92%.
Taiwán: un sistema rápido, preciso y transparente al mismo tiempo
Taiwán también cuenta con un proceso de control público, sólido y consistente, del proceso de escrutinio: en ese Estado insular cada papeleta de voto es mantenida en alto por un colaborador electoral, después de lo cual un representante de la comisión electoral nacional anuncia en voz alta y clara para quién o para qué debe ser contado ese voto. En ese momento los observadores pueden formular objeciones, tras lo cual el voto se asigna con una marca a un candidato, a un partido o a una opción electoral determinada.
A pesar de este recuento transparente y minucioso, los 23 millones de taiwaneses casi nunca tienen que hacer uso de la paciencia para conocer el desenlace. Y si los resultados -como en el caso de la reciente supervotación con diez proyectos de ley nacionales- no pueden darse a conocer inmediatamente la misma noche de la votación, el director electoral responsable tendrá que presentar su dimisiónEnlace externo.
Suiza: confianza en las balanzas de precisión
Mientras que, tanto en Malta como en Taiwán, las autoridades electorales centrales son responsables de todo el proceso de votación, en Suiza, al igual que en EE. UU., son las circunscripciones locales las que, en gran medida, lo llevan a cabo; a pesar de ello, el servicio de información de la Cancillería Federal -a través de una aplicación- pudo hacer el siguiente anuncio a primeras horas de la misma noche en que se celebraron las últimas votaciones del 29 de noviembre de 2020: “Se han contado todos los votos”.
Una razón importante de esta celeridad es el uso de balanzas de precisión, cuya utilización está permitida en todo el país desde 2003Enlace externo. En otras palabras: en Suiza muchos votos no se cuentan, sino que se pesan. «Estos dispositivos son mucho más precisos que los contadores y contadoras de votos», asegura Roger Andermatt, secretario municipal de Arth, en el cantón de Schwyz. Andermatt, como responsable de elecciones y votaciones de esa localidad, debe saberlo, porque los aproximadamente 10 000 vecinos de Arth votan a menudo y con fluidez: desde 2015 han expresado su voto en más de 88 elecciones y votacionesEnlace externo sobre diferentes cuestiones.
Según la Cancillería Federal (la autoridad electoral federal de Suiza) la calidad del proceso está garantizada de la siguiente manera: “Las balanzas de precisión que son utilizadas para el recuento de votos deben ser probadas y aprobadas por la Oficina Federal de Metrología y Acreditación, según dispone la Ley Federal de Metrología. Las oficinas cantonales de pesos y medidas son las responsables de controlar y calibrar los equipos de medición”.
Y hay una cosa más que contribuye al rápido anuncio de los resultados de las votaciones: “En Suiza hay demasiadas votaciones y demasiadas disputas en cuanto al contenido de esas votaciones como para ser rencoroso», dijo la ministra federal de Justicia, Karin Keller-Sutter, el 29 de noviembre, tras anunciar el resultado extremadamente ajustado de la reñida iniciativa sobre responsabilidad empresarial.
Aunque al final solo 6 000 votos inclinaron la balanza, nadie exigió un recuento de votos, como es costumbre en Estados Unidos.
Estados Unidos es una «democracia salvaje»
En Estados Unidos predominan el nerviosismo y la agitación cuando se llama al pueblo a las urnas. Se invierten miles de millones en campañas y en casos judiciales. Para la historiadora Tracy Campell, esto no es casual: «Nuestra historia también incluye cosas como la compra de votos, la destrucción de urnas, el falseamiento de centros electorales, la inclusión fraudulenta de votantes ilegales, así como la privación de derechos y la opresión sobre electores», afirma Campell, que es profesora de la Universidad de Kentucky en Lexington. A esto hay que añadir que el sistema electoral estadounidense consta de más de diez mil entidades jurídicas, en gran parte independientes.
Si bien este intrincado poder compartido hace que un fraude electoral organizado en todo el territorio de Estados Unidos, como Trump ha afirmado repetidamente, sea casi imposible, dificulta no obstante la superación de las deficiencias locales en el proceso electoral, como, por ejemplo, la discriminación de ciertos grupos de votantes.
A esto se suma la imagen que Estados Unidos tiene de sí mismo, como dijo el sociólogo Charles Tilly después de las controvertidas elecciones de Florida en el año 2000 (cuando el Tribunal Supremo concedió finalmente la presidencia al republicano George W. Bush, a pesar de haber perdido en número de votos), de una «democracia salvaje y descuidada». Según Tilly, los estadounidenses prefieren «una lucha por el poder librada por todos los medios» a una «tiranía pacífica».
Traducción del alemán: José M. Wolff
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