«En muchos países, los migrantes justo desaparecen»
Mientras Suiza se prepara para restringir el número de extranjeros que ingresan al país, el relator especial de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos de los Migrantes, François Crépeau, invita a reconsiderar nuestra comprensión sobre el fenómeno migratorio.
El 9 de febrero, una ligera mayoría de los votantes suizos aceptó una propuesta para introducir cuotas de inmigración, en detrimento de un acuerdo de libre circulación con la Unión Europea.
La iniciativa pide restricciones debido a que sus principal promotor, el derechista partido Unión Democrática del Centro (UDC), consideró que demasiados extranjeros entraban al país, con lo que se afectaban diversos rubros como el del transporte público, la disponibilidad de viviendas, amén del registro de abusos a los sistemas de apoyo para el desempleo y la salud. El partido también considera que es mejor que Suiza pueda gestionar la inmigración de forma independiente.
Sin embargo, Crépeau desestima que la solución esté en poner límites a la inmigración. Considera que si los migrantes tuvieran voz e impacto en la política, sus necesidades y contribuciones tendrían un reconocimiento y una aceptación mucho más amplios.
Entre las principales funciones del relator especial de la ONU están las de estudiar métodos y medios para superar los obstáculos existentes para la plena y efectiva protección de los derechos humanos de los migrantes.
swissinfo.ch: ¿Es razonable considerar restricciones como establecer cuotas para la migración?
François Crépeau: La migración siempre ha existido y siempre existirá. Es parte del ADN de la humanidad. Nunca ha sido realmente frenada, excepto por las guerras. Las fronteras siempre han sido porosas y la gente siempre ha encontrado la manera de cruzarlas.
Las discusiones sobre las cuotas en Suiza y en otros países muestran que hay partidos políticos que tienen una agenda en materia de migración, pero también la comunidad empresarial, los sindicatos y las organizaciones internacionales tienen algo que decir.
Estos debates son necesarios porque las sociedades tienen que asimilar que la migración es un hecho de la vida. No es una excepción, es la norma.
Pero en la actualidad, las políticas de migración solamente son discutidas sobre los migrantes, pero nunca con los migrantes.
En los últimos 20 años, las discusiones relativas a los extranjeros en Suiza han sido alimentadas en gran parte por el derechista partido Unión Democrática del Centro (UDC).
Se han focalizado en el asilo, al pedir una legislación más severa, y sobre la integración europea, al luchar contra cualquier relación más estrecha entre Suiza y la Unión Europea (UE).
Sin embargo, hasta la votación de febrero pasado, la UDC había fracasado en todos los intentos que llevó a las urnas para contrarrestar los acuerdos bilaterales con la UE, incluido el de la libre circulación de personas. La creciente afluencia de trabajadores de la UE impulsó al partido a lanzar su primera iniciativa para limitar la inmigración de los trabajadores extranjeros.
La propuesta es acorde con las políticas de la UDC en los últimos 20 años. Sin embargo, durante la década de 1970, el partido había criticado iniciativas contra “un exceso de extranjeros”, al calificarlas como “inaceptables desde el punto de vista humano y económico”, y había celebrado su claro rechazo en las urnas.
swissinfo.ch: Parece que hay una gran sentimiento antiextranjero, antiinmigrante en el discurso político actual. ¿Cómo explica esa preponderancia si la migración debería ser considerada normal?
F.C.: Principalmente, porque los inmigrantes no votan y no son elegidos, por lo que sus necesidades no son tenidas en cuenta. Los políticos no tienen ningún incentivo para defender a los inmigrantes y no pueden ser castigados por ello. Y algunos políticos han dicho cosas estúpidas sobre los inmigrantes durante 30 años sin dar ningún paso atrás.
Jean-Marie Le Pen (fundador del derechista partido Frente Nacional, de Francia) dijo hace 30 años: “dos millones de extranjeros, dos millones de desempleados”, queriendo decir que si todos los inmigrantes fueran obligados a partir, habría empleo para todos los franceses. Es ridículo en términos de la economía o las ciencias sociales, pero todavía hoy la mayoría de la gente en la calle cree que hay una correlación, cuando no la hay.
Los políticos pueden salirse con la suya porque los migrantes no tienen voz. La mayoría de los inmigrantes cree que la mejor estrategia es dejar pasar y seguir adelante. No hacer escándalo, no ver ni oír. En muchos países, los inmigrantes justo desaparecen.
swissinfo.ch: ¿Los inmigrantes también tienen dificultades para luchar porque la migración es a menudo asociada a la delincuencia y la ilegalidad?
F.C.: La migración ha sido pintada como una anomalía, como algo que no debería suceder. Los migrantes han sido pintados como una amenaza desde el exterior. Es el miedo ancestral a los invasores. Los migrantes son presentados a menudo como un grupo. La gente dirá que hay demasiados musulmanes en el país, pero Mahoma es un buen tipo.
La dicotomía entre la masa y el individuo es algo contra lo que las mujeres, los gays y las lesbianas han trabajado. Han dicho que no son un colectivo, sino individuos. Los migrantes son presentados como un grupo que se queda con los puestos de trabajo o aumenta la inseguridad, por ejemplo.
Ese perfil, esos mitos, estas fantasías, no se ven contrarrestados, debido a que los más afectados por este debate no se movilizan. Y nosotros, como ciudadanos, no nos movilizamos por los inmigrantes.
De nacionalidad canadiense, François Crépeau es profesor de Derecho Internacional Público en la Universidad McGill de Montreal. En 2011 fue nombrado relator especial de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos de los Migrantes. Es miembro de la Real Sociedad de Canadá desde 2012.
El foco de su investigación actual incluye mecanismos de control de la migración, derechos de los extranjeros, conceptualización de la seguridad que se aplica a los migrantes, y Estado de derecho en el contexto de la globalización.
Crépeau habló a swissinfo.ch a finales de abril en el marco de un evento centrado en los derechos de los migrantes organizados por el Instituto de Comercio Internacional de la Universidad de Berna.
swissinfo.ch: ¿Cuáles serían las soluciones para aumentar la aceptación de la inmigración? ¿Una mejor integración? ¿Una naturalización más expedita?
F.C.: Lo importante es escuchar a los propios inmigrantes. ¿Qué quieren hacer? ¿Quieren establecerse en un país? En tal caso, debemos proporcionarles las herramientas para instalarse, es decir, las herramientas para su integración, asegurando que hablen el idioma correctamente, que estén integrados en el mercado laboral. Si son seleccionados porque su experiencia profesional corresponde a las necesidades del país, hay que darles algún tipo de residencia permanente que conduzca rápidamente a la obtención de la nacionalidad.
También tenemos que desmitificar el tema de la nacionalidad. ¿Qué es nacionalidad? Para muchas personas, ser de un país del norte de Europa significa ser blanco y cristiano, y esa fue la concepción durante mucho tiempo. Eso está cambiando y creo que las generaciones más jóvenes han estudiado en escuelas multiétnicas. No tienen la misma idea de lo que es ser suizo o sueco o danés que tenían sus abuelos. Ese cambio de actitud significa que la idea de ciudadanía evoluciona.
Con la movilidad de la fuerza de trabajo, la globalización, reconocemos que la ciudadanía múltiple es un activo. Esas personas son los intermediarios entre los países, las economías, los entornos empresariales, las plataformas culturales y puedan crear riqueza para ambos países.
Entonces, debemos valorar la ciudadanía múltiple.
Lo anterior quiere decir que el discurso público de los políticos acerca de la ciudadanía también tiene que cambiar. Usted tiene combates defensivos de gente que no confía en las personas con múltiples ciudadanías, arguyen que no se debe permitir a las personas elegir una ciudadanía por conveniencia, como si un montón de gente hiciera eso. Es otro mito del que se alimentan los movimientos populistas.
swissinfo.ch: ¿Eso significa que debe separarse la ciudadanía de la identidad?
F.C.: En los últimos 200 o 300 años, la identidad ha sido reducida con frecuencia a la identidad nacional y a una persona que pertenece a un estado. Hemos hecho de la identidad nacional el criterio supremo para identificar a la gente. Pero identidad y ciudadanía son diferentes aspectos de nuestra personalidad.
Ser francés puede ser menos importante que ser madre, por ejemplo. Muchas personas dejan su país porque se casan con alguien de otro, y se mudan al extranjero. No es que no amen su país de origen. Es que otro aspecto de su personalidad es más importante en ese momento de su vida. Así que tenemos que desmitificar la idea de que la nacionalidad es la lealtad última.
Traducción del inglés, Marcela Águila Rubín
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