La crisis, ¿una ocasión para mejorar el freno a la deuda pública?
A escala internacional, Suiza destaca por su baja deuda pública como resultado de la introducción en 2003 del denominado ‘freno al endeudamiento’. Este mecanismo centra el debate en un momento en que se hace el balance financiero del primer año de pandemia.
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Me gusta conocer gente. Mis campos favoritos son la política, el asilo y las minorías nacionales. Me formé como periodista de radio, y he trabajado antes en las emisoras de radio del arco del Jura, así como de freelance.
En 2017, la deuda pública de SuizaEnlace externo representaba el 29% del producto interno bruto (PIB), una de las tasas más bajas en Europa. La Confederación debe este buen resultado al mecanismo del freno del endeudamiento, que entró en vigor en 2003 después de ser aprobado en votación popular con casi el 85% de votos a favor. El principio es sencillo: sobre el conjunto de un ciclo coyuntural, los gastos no deben ser superiores a los ingresos. Las cuentas a veces pueden tener un saldo positivo, otras veces negativo, pero tienen que cuadrar sobre un período de varios años.
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La crisis provocada por la pandemia de coronavirus ha obstruido un poco este mecanismo bien engrasado, lo reaviva el debate sobre la eventual necesidad de adaptar el freno al endeudamiento. Este año se han desbloqueado cerca de 80 000 millonesEnlace externo de francos para hacer frente a la COVID-19, y muchos parlamentarios se preguntanEnlace externo cómo flexibilizar las reglasEnlace externo para evitar presupuestos de austeridad en los próximos años.
“El freno a la deuda es un mecanismo bastante flexible que puede servir incluso en plena pandemia”, afirma el economista Beat KappelerEnlace externo. Hay que tratar la crisis del coronavirus como una crisis coyuntural, con gastos importantes y pocos ingresos fiscales. La situación debería volver a la normalidad en los próximos años, puesto que la estructura económica de Suiza no está amenazada”.
>> Para comprender cómo funciona el mecanismo del freno al endeudamiento:
Beat Kappeler destaca que Suiza estaba bien preparada para afrontar esta crisis, precisamente gracias al umbral máximo de endeudamiento. Según Bernard DafflonEnlace externo, profesor emérito de finanzas públicas de la Universidad de Friburgo, habría podido prepararse incluso mejor. Cuando se elaboró el principio del freno al endeudamiento, el Parlamento decidió utilizar los excedentes presupuestarios para reembolsar la deuda y no para aumentar el tope máximo del gasto público.
Una decisión que Bernard Dafflon lamenta, pues si se hubieran reservado los excedentes de los años de bonanza, se podrían utilizar directamente en los tiempos difíciles que corren. “Si hubiéramos alimentado el fondo de compensación, ahora ascendería a cerca de 20 000 millones de francos y cubriría sin duda los gastos derivados de la primera y la segunda ola” de la pandemia, explica el profesor. “No necesitaríamos recurrir a préstamos ni amortizar estas nuevas deudas”.
“No hay que aflojar el freno. No se cambia una regla estructural cada vez que se presenta una situación extraordinaria”
Bernard Dafflon
Tal y como subraya Bernard Dafflon, el freno al endeudamiento ha permitido resistir bastante bien –y sin cambios relevantes–las crisis de 2008 (crisis del petróleo) y 2009 (crisis de las hipotecas de alto riesgo). “Mi previsión es que se demostrará que es un instrumento adecuado también durante esta crisis, considerando que de aquí al año 2022 se logrará contener la pandemia, gracias a la vacuna, aunque las consecuencias económicas probablemente se prolongarán un poco más”, sostiene.
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Bernard Dafflon confía en que esta pandemia incite al Parlamento y al Gobierno a utilizar el mecanismo base del freno al endeudamiento y a alimentar el fondo de compensación, pero lanza una advertencia: “No hay que aflojar el freno. No se cambia una regla estructural cada vez que se presenta una situación extraordinaria”. El profesor cita el ejemplo del cantón de Ginebra que ha flexibilizado el mecanismo en varias ocasiones ante las persistentes dificultades presupuestarias. “El resultado es un endeudamiento considerable que pesa sobre las finanzas públicas y pesará durante mucho tiempo sobre las generaciones futuras”, dice.
Estados Unidos es otro ejemplo que no hay que seguir, según Beat Kappeler: “Tienen un mecanismo fantasma de freno a la deuda, que siempre es ampliado por el Congreso. Desde hace ocho años se ha convertido en un tira y afloja y no se respeta”. El economista se opone a cualquier reforma del freno al endeudamiento en Suiza. “Está pensado para hacer frente a situaciones desfavorables. No hay necesidad de flexibilizarlo ni de abolirlo, ni siquiera en períodos de crisis”.
“Una garantía estatal para hacer frente a cualquier veleidad económica sería nefasta, porque se tendería a pensar que ya no hay riesgo”
Beat Kappeler
Cédric TilleEnlace externo, profesor de economía en el Instituto de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo en Ginebra, considera que el freno a la deuda es un buen instrumento y lo suficientemente flexible para cumplir su función en períodos de crisis. “A nivel político, sin embargo, se percibe la crispación que genera la idea de aumentar la deuda pública”, dice. Lo que preocupa al profesor es el futuro: “Temo que se decida que hay que apretarse el cinturón para reembolsar la deuda, cuando en realidad no hay necesidad de ello, ya que una vez superado el gran bache de 2020-2021 la economía volverá a crecer y la deuda derivada de la pandemia disminuirá lentamente respecto al PIB”.
Cédric Tille subraya que, pese al aumento en 2020, la deuda sigue estando muy por debajo del nivel registrado durante la primera mitad de la década de 2010. A su juicio, la Confederación tiene que elegir entre socorrer a los sectores más afectados o dejar que se desencadene una ola de quiebras en el país y provoque una profunda recesión. “Vamos a tener que endeudarnos, y nos corresponde a nosotros decidir si preferimos hacerlo limitando los daños o en un escenario bastante más doloroso”, afirma el profesor.
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Una visión que no comparte Beat Kappeler. Según él, esta crisis es una ocasión para recordar a las empresas y a los particulares la importancia de ahorrar antes de emprender una actividad. “Una garantía estatal para hacer frente a cualquier veleidad económica sería nefasta, porque se tendería a pensar que ya no hay riesgo, que es posible iniciar cualquier actividad y confiar en que ahí estará el Estado para rescatarnos”, explica el economista.
“Esta crisis podría ser la ocasión para mejorar el freno al endeudamiento y definir un objetivo de estabilización de la deuda en función del PIB”
Cédric Tille
“La idea de que cuantas menos deudas se contraigan, mejor nos irá no es válida para un Estado”, sostiene Cédric Tille. Si una deuda excesiva es a todos los efectos peligrosa, la ausencia de deuda es igualmente problemática, según el profesor, porque representa un activo de referencia para los mercados financieros y una inversión sin riego para los inversores.
A juicio de Tille, el freno al endeudamiento se ha interpretado de manera demasiado restrictiva. Desde los años 2000, las previsiones de presupuesto han sido exageradamente prudentes, dice, lo que ha generado excedentes que se han destinado a reducir la deuda. “El problema en Suiza es que existe esta voluntad de estabilizar la deuda en valores absolutos. Esta crisis podría ser la ocasión para mejorar el instrumento del freno al endeudamiento definiendo explícitamente un objetivo de estabilización de la deuda a largo plazo en función del PIB”, concluye Cédric Tille.
Según las estimaciones de la Administración Federal de Finanzas, la deuda pública bruta debería aumentar unos 8 700 millones de francos en 2020 para situarse en 105 600 millones. El Gobierno decidirá a finales de este año cómo gestionar este incremento. Una decisión que seguramente reavivará el debate en el Parlamento sobre el papel y el funcionamiento del freno al endeudamiento.
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Fuera de la Unión Europea (UE), Suiza forma parte de los raros países europeos que responden desde el inicio a los “criterios de convergencia” del Tratado de Maastricht, que colocó las bases de la unión económica y monetaria de la UE y la creación del euro. Los países candidatos a adherirse a la moneda única debían empeñarse, en particular, en contener la deuda pública por debajo del 60% del Producto Interno Bruto (PIB).
Ya al momento de su adhesión al euro, ciertos Estados no respetaron ese criterio: Grecia, 107%; Italia, 109%; Bélgica, 114%. Con la crisis financiera y económica, diversos países europeos se vieron obligados a aumentar fuertemente sus inyecciones financieras para apoyar al sector bancario y relanzar la coyuntura. Hoy, la deuda pública de las principales economías de la zona euro, y también del Reino Unidos, rebasa el 60%.
Las finanzas públicas suizas pudieron, al contrario, gozar de una solidez económica inesperada, que permitió mantener un buen balance fiscal. La economía helvética, que registró una contracción solo en 2009, salió rápidamente de la crisis internacional: el consumo aumentó, las exportaciones no sufrieron frenos notorios, pese a la disminución de la demanda de los mercados de la UE, y la tasa de paro se mantuvo entre el 3 y el 4%.
La Banca Nacional Suiza (BNS) jugó, por su parte, un papel importante, participando en la salvaguardia del banco UBS, y contribuyendo por varios años a evitar el aumento en la apreciación del franco frente al euro. Suiza se vio favorecida por el hecho de que los gastos estatales registraron una baja histórica con respecto al PIB, una diferencia de lo que ocurrió con otros países europeos, imposibilitados a seguirle el paso, a causa de un pesado aparato administrativo y de empresas públicas.
Pero también determinante para el buen estado de salud de los haberes públicos fue el “freno a la deuda”, un mecanismo introducido en 2003 por la Confederación (gobierno) para evitar desequilibrios estructurales de las finanzas federales e impedir un aumento de la deuda, como ocurrió en la década de los Noventas. Este mecanismo busca el reequilibrio de los ingresos y egresos en el arco de un ciclo coyuntural: en los años de desaceleración económica se producen déficits limitados, mientras que en los años de alta coyuntura deben conseguirse excedentes. Modelos análogos fueron introducidos también en muchos cantones suizos.
El freno al endeudamiento permitió reestablecer rápidamente el equilibro de las finanzas públicas: la deuda total (administración pública y seguridad social) pasó así del 50,7% en 2003 al 33,1% en 2015. En el último decenio, con una sola excepción en 2014, las cuentas de la Confederación registraron sistemáticamente utilidades de miles de millones de francos. Un resultado prácticamente único a escala europea.
La recuperación financiera es un objetivo de todas las fuerzas políticas, ya que además de permitir reducir los gastos relacionados con el pago de intereses de la deuda, también refuerza la resistencia de Suiza ante nuevas crisis. Para algunos partidos – y para diversos economistas – la política del ahorro ha llegado al exceso: en el último decenio la Confederación consiguió incluso excedentes en años de desaceleración coyuntural. Y, pese a estas utilidades, el gobierno presenta cada año nuevos planes para reducir el gasto público. Según la izquierda, las fuentes financieras de la Confederación deberían ser empleadas principalmente para reforzar el Estado social y para sostener la economía y la creación de puestos laborales en tiempos de baja coyuntura. Para los partidos de centro y de derecha, la economía no requiere apoyos estatales, pero si de aligerar más la política de gravámenes fiscales.
A pesar del buen funcionamiento de las finanzas federales, la política financiera figura desde hace años entre los temas más combatidos en el Legislativo. Es el caso también este año. En el marco de la nueva reforma sobre la imposición tributaria a las empresas, la mayoría del centro y la derecha en el parlamento ha aprobado una serie de aligeramientos de orden fiscal a la iniciativa privada de miles de millones de francos. Esta reforma representa un ataque contra los fondos del Estado, considera la izquierda, que tiene la intención de lanzar un referéndum en contra de estas modificaciones. Entre tanto, el ministro de Finanzas, Ueli Maurer, ya ha anunciado tres planes de ahorro para los próximos años, que afectan, en particular, a los presupuestos de la previsión social, la formación y la ayuda exterior. Pero no serán tocadas las carteras de la defensa nacional, la agricultura y los transportes viales. Asuntos que también son objeto de una gran batalla entre los partidos.
Come gli altri paesi europei, anche la Svizzera è chiamata ad affrontare ben presto due fattori che rischiano di gravare pesantemente sulla spesa pubblica: l’invecchiamento della popolazione e l’esplosione dei costi della salute. Nei prossimi 30 anni saranno necessari 150 miliardi di franchi per finanziare le spese legate all’evoluzione demografica, avverte il nuovo rapporto del Dipartimento federale delle finanze sulle Prospettive a lungo termine delle finanze pubbliche. Senza misure di risparmio o di aumento del gettito fiscale, il debito pubblico salirà al 59% del PIL entro il 2045.
Le riforme dell’assicurazione malattia e della previdenza sociale sono però in cantiere da quasi una ventina d’anni e finora i partiti non sono riusciti a raggiungere un compromesso. Una soluzione dovrà però essere trovata ben presto, poiché l’evoluzione demografica si prospetta come una bomba ad orologeria che minaccia di far esplodere l’equilibrio delle finanze pubbliche.
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