Suiza, la Sociedad de las Naciones y la hipoteca bolchevique
La fundación de las Sociedad de las Naciones en 1919 fue una respuesta a la explosión bélica que devastó Europa durante cuatro años. También, una respuesta a la agitación social, incluso revolucionaria, que sacudió al continente a partir de la toma del poder por parte de los bolcheviques en Rusia. Un argumento esgrimido por Berna para convencer a los suizos de la necesidad de adherir a la organización que precede a la ONU.
«Suiza combate la revolución realizando todas las reformas sociales que considera posible: con ese objetivo, nuestro pueblo concentra todas las fuerzas económicas y morales”. El consejero federal Félix Calonder, responsable de los asuntos internacionales, recibe ese 2 de julio del 1919 a los representantes de la prensa nacional para defender la candidatura Enlace externo de Suiza a la Sociedad de las Naciones.
Una institución para la paz. La Sociedad de las Naciones nace de la voluntad de no repetir el baño de sangre de la Primera Guerra MundialEnlace externo. Implica un cambio histórico mayor: la SdN Enlace externo es el primer organismo que trata los asuntos internacionales de manera institucional. El principal promotor de este proyecto es el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson. Las potencias europeas, que en un primer momento se muestran reticentes, ratifican finalmente el proyecto de la SdN.
Porqué Ginebra. La ciudad de Calvino alberga ya desde 1863 el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Pero es sobre todo gracias a los esfuerzos combinados del consejero federal Gustave Ador Enlace externo y del economista William E. Rappard Enlace externoque Ginebra primará sobre Bruselas o La Haya. Luego de una votación popular que se ganó por escaso margen, Suiza adhiere a la nueva organización internacional en mayo de 1920. Esta fecha marca el verdadero punto de partida de la vocación internacional de Ginebra. Esta votación es la primera en decidir sobre una temática de política internacional en la historia de la democracia directa.
Ese miércoles, la temperatura no superaba los 15 grados en la capital suiza, como en una buena parte de Europa. Y la actualidad no era más clemente que el clima Enlace externo. Sobre las ruinas de la Gran Guerra, la agitación social, incluso revolucionaria, agita numerosos países del continente, en particular Alemania y Austria. El temor a la revolución rusa y a la toma del poder por parte de los «bolcheviques» acecha a los Estados que acaban de firmar el Tratado de Paz de Versalles.
Félix Calonder, quien se ocupa de las relaciones internacionales suizas, afirma: “Hay un solo camino para salir de este estado caótico en el que se desatan las pasiones. En lugar del equilibrio mecánico de fuerzas que ha prevalecido hasta ahora (desde los tratados de Westfalia Enlace externode 1648), el equilibrio moral de la Sociedad de las Naciones es el que debe reinar. La paz entre los pueblos es la condición de la paz social al interior de los Estados”.
«Las atrocidades de la revolución rusa»
Mirando el propio país el ministro agrega: «¿Debería la democracia suiza retirarse y mantenerse al margen mientras espera la gran conmoción y negarse a entrar en la Sociedad de las Naciones? ¿No son suficientes las atrocidades de la revolución rusa y las pruebas terribles que han confrontado otros países como resultado de la dictadura del proletariado?
Esta perspectiva revolucionaria es tanto más aterradora para el Gobierno suizo en la medida que amenaza la instalación de la sede de la SdN en Ginebra. Un telegrama Enlace externo enviado por la Legación (embajada) suiza en París a inicios de agosto a Félix Calonder subraya los dos motivos que, según el Gobierno francés, impedirían que la SdN se establezca en Ginebra: “Primero: una mayoría insuficiente en el referéndum a favor de la Sociedad de las Naciones [que finalmente se realizará con éxito el 16 de mayo de 1920]. En segundo lugar: el agravamiento de las maquinaciones bolcheviques en Suiza, y demasiada paciencia de las autoridades hacia los promotores”.
En un informe Enlace externo enviado un mes más tarde al jefe de la diplomacia suiza, el embajador Alphonse Dunant es aún más explícito: “en varias ocasiones la Legación tuvo el honor de informarle que los dirigentes bolcheviques, que actúan en nuestro país, habían sido utilizados a veces por ciertos grupos para hacer campaña contra la elección de Ginebra como sede de la Sociedad de las Naciones y para pedir que se nos retirara ese honor y se le concediera a Bruselas».
«Un foco de la revolución mundial»
Difícil imaginar hoy a Suiza como centro de la revolución mundial. Era, sin embargo, el temor expresado por los Aliados en el otoño de 1918. Eso le vale un primer fracaso diplomático a Suiza, que había hecho grandes esfuerzos para acoger la conferencia de la paz que se realizará, finalmente, en París, como lo explica el historiador Hans Beat Kunz en un artículo Enlace externopublicado en 1982:
En el marco de la serie Quaderni Enlace externo di Dodis, los documentos diplomáticos suizos van a publicar en línea, en septiembre, un dossier Enlace externo dedicado al 100 aniversario de la SdN. El centro de investigación Dodis es el polo de competencia independiente en materia de historia de la política exterior y de las relaciones internacionales de Suiza desde la fundación del Estado Federal en 1848. Dodis Enlace externorealiza, en este marco, una investigación fundamental en historia contemporánea.
«En enero de 1919, el coronel House, consejero del presidente estadounidense, declara al presidente de la Confederación, Gustave Ador Enlace externo ‘que la Conferencia de Paz había estado a punto de realizarse en Ginebra a inicios de noviembre de 1918 a iniciativa del Presidente Wilson quien había avanzado esa propuesta. Inglaterra se sumó a la iniciativa, Italia la asumió con entusiasmo y Francia estuvo a punto de aceptarla cuando el estallido en Suiza de la huelga general hace descartarla definitivamente’. Desde entonces el Consejo Federal comprendió que ese fracaso diplomático se debía a la situación interna del país”.
Esas presiones exteriores, acompañadas de noticias falsas, explican en parte la fuerte reacción de las autoridades helvéticas ante el anuncio de una manifestación obrera en Zúrich en noviembre de 1918 para conmemorar la revolución rusa. Un endurecimiento que provocó el llamado a la huelga general por parte del Comité de Olten, (formado por la izquierda -partido y sindicato- para dirigir la huelga general de noviembre de 1918).
+ Cuando Suiza estuvo al borde de la guerra civil
¿Y la neutralidad?
Como lo han demostrado numerosos trabajos de historiadores, en esa época no había realmente riesgos revolucionarios en Suiza a pesar del fuerte descontento social. Pero ese argumento va a marcar durante mucho tiempo la política interior y exterior del país. Frente a la « peste roja », no hay espacio para la neutralidad.
Convicción repetida por Giuseppe Motta Enlace externo en la sexta comisión de la Asamblea de la SdN, el 17 de septiembre de 1934, para explicar la oposición suiza a la entrada de la URSS a la organización. Este discurso Enlace externo muy comprometido va a crear sensación.
«Se puede observar que la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas constituye un inmenso territorio de ciento sesenta millones de seres humanos. En tanto Estado que integra de una parte Asia y de la otra Europa, en cierta manera montado en dos continentes, sería peligroso ignorarlo y alejarlo deliberadamente. La Sociedad de las Naciones es una nueva forma de colaboración internacional, no es un instituto de moral, es una asociación política que busca, sobre todo y antes que nada, impedir guerras y mantener la paz. Si la admisión de Rusia puede servir a la causa de la paz, conviene adaptarse a esta idea, sean cuales fueran los temores, los escrúpulos, las repugnancias que muchos de los gobiernos manifiestan. No está prohibido esperar que la continua colaboración de la Rusia soviética con otros Estados dentro de la Sociedad de las Naciones facilite un desarrollo positivo para todos y, en primer lugar, para la propia Rusia».
Pero Suiza no cree en esa evolución:
«El Gobierno suizo, siempre animado por la más fuerte amistad hacia el pueblo ruso, nunca quiso reconocer de jure su régimen actual. Está decidido a permanecer en su posición de rechazo y espera. Nuestra legación en Petrogrado (ahora San Petersburgo) fue saqueada en 1918, uno de sus oficiales fue masacrado. Nunca hemos recibido ninguna apariencia de disculpa. Cuando en 1918, un intento de huelga general casi nos sumió en la agonía de la guerra civil, una misión soviética que habíamos tolerado en Berna tuvo que ser expulsada, manu militari, porque había estado involucrada en estos disturbios».
Rigor que la Confederación no aplicó contra la Alemania nazi ni la Italia fascista, regímenes percibidos por algunas élites suizas (y europeas) como baluartes contra la revolución bolchevique.
+ ¿El CICR, un mecanismo al servicio de los intereses suizos?
Traducido del francés por Sergio Ferrari
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