Guerra Fría, diplomacia helvética y maniqueísmo
Jacobo Arbenz, Fidel Castro y Salvador Allende olían a comunismo. Y el comunismo olía a azufre. Por ello, diplomáticos suizos los vieron con recelo y les dieron la espalda. Eran los tiempos de la Guerra Fría, cuando una dictadura “amiga” era preferible a una democracia “roja”. El investigador Ivo Rogic desvela las claves helvéticas de esa época.
“La élite suiza no quiere renunciar a su democracia, pero acepta la dictadura en el extranjero cuando esta es anticomunista y permite a las empresas de Suiza y a su colonia hacer buenos negocios”, anota el autor de ‘Diplomacia y “Revoluciones”. Mirada de Suiza sobre Guatemala, Cuba y Chile, de 1950 a 1976”, en entrevista con swissinfo.ch.
Documentos Diplomáticos Suizos
DDS es un proyecto de edición de los documentos clave de la política exterior de Suiza. Cuenta con una edición impresa y una base de datos (dodis.chEnlace externo), concebida esta última para la publicación de documentos y para permitir el acceso a una cada vez mayor cantidad de datos por vía digital.
Su objetivo es a la vez científico y práctico. Se trata de poner a disposición de investigadores y profesionales, las fuentes oficiales útiles para la reconstitución y la comprensión de la historia de la política exterior de Suiza, un Estado neutral, pero profundamente involucrado en el sistema político internacional.
Séptimo Cuaderno de los Documentos Diplomáticos Suizos (DDS), el texto analiza la política de Berna en relación con los movimientos emancipadores de esos países latinoamericanos a través de la correspondencia del servicio exterior helvético. La fuente informativa revela la complacencia de representantes de diversos sectores suizos con Fulgencio Batista, Carlos Castillo Armas y Augusto Pinochet, golpistas y dictadores que representan el lado “bueno” de la visión maniquea predominante.
El bueno, el malo y los feos
Con su afán de repartir entre los campesinos las tierras ociosas en manos de extranjeros y de nacionalizar infraestructuras básicas y recursos naturales de sus países, los líderes revolucionarios se ubican en el otro extremo. Personalizan “el mal”, el “complot comunista”. Y las poblaciones que los apoyan son “oportunistas”, “faltas de civismo”, “presas fáciles del comunismo”, “incapaces de gestionar una democracia”
¿Por qué ese desprecio hacia los pueblos? “Hay imaginarios más positivos hacia los latinoamericanos, pero una mayoría de funcionarios y diplomáticos suizos se expresan usando clichés negativos cuando describen a los partidarios de un proceso de cambio radical o revolucionario”, señala Ivo Rogic.Enlace externo
Los estereotipos, añade, asumen una “función explicativa” de lo que esos diplomáticos no quieren admitir, como la integración de la minoría comunista en el Gobierno de Arbenz, ocultando la mayor apertura democrática, o “justificando lo injustificable, como la dictadura de Batista en Cuba o la de Pinochet en Chile, que nada tienen que ver con la querida democracia de Suiza”.
Berna, alineada con Washington
Puntualiza el historiador que detrás de esos clichés se esconde la ideología anticomunista que supera el valor de la democracia cuando la lucha se hace fuera de Suiza.
Ivo Rogic atribuye esa postura a diversos factores: Estados Unidos es el país grande y fuerte, triunfador en la II Guerra Mundial. Representa la seguridad para toda Europa del Oeste ante eventuales veleidades expansionistas del Kremlin, y, más concretamente, es un socio comercial fundamental: por ejemplo, en los años 50, cerca del 25% de las exportaciones anuales de armas suizas van al gigante americano.
Estados Unidos es también la fuente privilegiada de información, además de aquella de medios elitistas y politizados, para diplomáticos y funcionarios suizos que poco saben de Latinoamérica y no siempre tienen voluntad de buscar datos alternativos.
Pocos suizos comprendieron
Los embajadores Augusto Lindt y Emil Stadelhofer se encuentran entre los muy pocos suizos que denuncian las campañas de satanización impulsadas por la Casa Blanca y alimentadas por parte de la prensa, de las empresas y de las colonias suizas.
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La obsesión suiza por el comunismo
“Algunas empresas suizas y la colonia suiza permiten al anticomunismo latente de sus instituciones surgir vigorosamente, así como un hoyo en la costra terrestre permite al magma salir con toda su fuerza”, subraya Rogic. A guisa de ejemplo alude al pánico fomentado en Berna por los residentes suizos en Guatemala y Chile antes de los triunfos electorales de Arbenz y Allende.
Miembros de la clase media y alta de las sociedades latinoamericanas, a la mayor parte de los colonos les conviene el sistema clasista y autoritario tradicional, “como les conviene sabotear cualquier intento de expandir la democracia o de cambiar el ‘statu quo’ en esos países”, subraya el historiador.
“Generalmente, la colonia suiza y algunas empresas suizas con inversiones locales (como Nestlé en Cuba y en Chile), orientan a Berna con la difusión de un miedo exasperado y exasperante frente a las reformas de los gobiernos progresistas, alimentan la hostilidad de los diplomáticos y muchas decisiones políticas en la capital suiza hacia esos países”.
¿Por qué ese miedo exacerbado?
La amenaza soviética es el leitmotiv de la época. El miedo de los suizos al comunismo, a decir de Rogic, tiene diferentes explicaciones. Una de ellas, el “síndrome de agresión” que se remonta al nacimiento de Suiza en 1291 y el pacto de asistencia militar entre los tres cantones fundadores contra las amenazas extranjeras. Un temor que agudizan las dos guerras mundiales y la Guerra Fría. Pero no es un sentimiento meramente irracional: la invasión soviética de Hungría (1956) y el sofocamiento de la Primavera de Praga (1968) también le dan sustento.
Los ciudadanos helvéticos temen también al comunismo, de acuerdo con el experto, por el choque de este con sus valores liberales y conservadores: propiedad privada, contra propiedad colectiva, lucha de clases contra orden social liberal o paz laboral contra reivindicación sindical.
Sin embargo, ¿no se actuó en detrimento de valores suizos como la neutralidad, la solidaridad o la democracia al proteger, por ejemplo, a la contrainsurgencia en Cuba, con la reticencia inicial a dar asilo a los chilenos e incluso con el espionaje de simpatizantes suizos en territorio helvético?
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«El embajador suizo descorchó el champán»
Defensa de “algunos” valores suizos
“Sí. Los suizos actuaron también en detrimento de ciertos valores típicos como la democracia y las libertades fundamentales (…) Los representantes del Estado actúan a veces de manera contradictoria. Es algo que diplomáticos y políticos saben bien, contrariamente a la masa de ciudadanos, la gente común que en Suiza no tenía costumbre de criticar y pedir cuentas a sus autoridades”.
El derrocamiento de Arbenz y el triunfo de la Revolución Cubana se registraron en la década de los 50, cuando la confrontación Este Oeste alcanzó su apogeo. Sin embargo, el arribo de Allende a la presidencia y la asonada militar en su contra se produjeron dos décadas más tarde. ¿Cómo se explica ese prolongado “anticomunismo” en Suiza?”
Para Rogic la respuesta está nuevamente en la influencia de Estados Unidos y los vecinos occidentales, así como en la presencia para entonces en Suiza de exiliados de los países del Este. En la consideración del anticomunismo como instrumento de defensa de las exportaciones y fortalecimiento del patriotismo y, por último, en “una vieja generación de diplomáticos con poco conocimiento de América Latina y con una mentalidad cerrada, burguesa, tradicionalista y anticomunista que aún estaba en cargo dentro de las embajadas”.
Cayó el Muro, cayó el miedo
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Cuba-EE UU, hora de arriar la bandera suiza y… ¿reabrir bancos?
Para Ivo Rogic, el temor al comunismo cayó con el Muro de Berlín y ninguno de los países que de alguna forma pueden reivindicarse como socialistas o comunistas representa hoy una amenaza verdadera, o puede ser un concurrente ideológico o un modelo alternativo de sociedad para el occidente:
“Cuba dejó de exportar la Revolución en 1967, con la muerte de Ernesto Guevara y está hoy en marcha hacia profundos cambios. El Bolivarismo venezolano está en crisis bajo una inmensa presión internacional y de la oposición. Corea del Norte es un país grotesco y anacrónico encerrado en sí mismo. China es una potencia mundial pero no es socialista. Bolivia, Ecuador y Nicaragua son pequeños países que no pesan en la política internacional”.
En su opinión, el autoproclamado Estado Islámico, con su ideología fundamentalista, tuvo en estos últimos años, más fuerza en el mundo que cualquier país “comunista”. Se convirtió además en el enemigo común de Washington y de Moscú que ayer fue el nazismo, y hoy no se puede decir que los dirigentes de ambas potencias (con sus nexos poco claros) sean enemigos, sino que son más bien concurrentes.
Cayó el Muro de Berlín y terminó también la Guerra Fría:
“El mundo actual ya no es bipolar, sino multipolar. Es un mundo globalizado en el que ni Rusia ni EE UU representan, de ninguna manera, modelos ideológicos, y no tienen doctrinas que se refieran al mundo entero. En otras palabras, no difunden utopías para un mundo mejor”.
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