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Inclusión y poder compartido «impulsos» a las democracias

Una mujer deposita su boletín de voto.
La ciuddanía suiza es la única del mundo que puede votar sobre las medidas contra la pandemia de COVID. Sin embargo, expertos critican la democracia suiza por excluir a grupos de personas desfavorecidas, como los inmigrantes. Keystone / Peter Klaunzer

Más polarización, más desconfianza, más desigualdad social y menos colaboración: la pandemia del coronavirus supone un duro golpe para casi todas las democracias. Especialistas exigen una mayor inclusión social.

Para Estefanía Cuero, asesora en cuestiones de diversidad, estas consecuencias de la crisis sanitaria son, especialmente en Suiza, un síntoma de problemas de fondo que existen desde hace ya mucho tiempo. 

“En esta crisis del coronavirus muchas personas privilegiadas, también en Suiza, han vivido por primera vez la experiencia de perder su puesto de trabajo y de ver su movilidad restringida”, afirma.

Pero para las personas desfavorecidas, como los migrantes y los discapacitados, esta situación ya era cotidiana con anterioridad, indica Cuero. “Los grupos desfavorecidos están excluidos, especialmente en la democracia suiza. Para ellos, los privilegios y estándares de vida de los demás significan su exclusión”, añade.

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En su concepción de una democracia justa, la inclusión de estos grupos es absolutamente central. Pero para ello, las personas privilegiadas deberían compartir sus recursos, dice Cuero. Sin embargo, la doctoranda de la Universidad de Lucerna constata una predisposición insuficiente en Suiza en relación a esta cuestión.

“Grupos sin representación alguna”

Cuero es apoyada por Sanija Ameti, copresidenta de Operación Libero, una organización de gente joven que lucha contra el populismo, la exclusión y el aislamiento social en Suiza. “En Suiza hay muchos colectivos con poca confianza en el Estado porque no tienen ninguna representación.” Ameti habla por experiencia propia esta jurista nacida en Bosnia.

Las repercusiones de la pandemia sobre la democracia son perjudiciales, incluso amenazantes, así lo ven actualmente todos los grupos políticos: el pegamento social de la cohesión y la solidaridad —los dos pilares siempre tan invocados de la Suiza heterogénea— muestra ahora sus grietas más importantes de las últimas décadas.

Para Cuero, Ameti y otras expertas y expertos está claro que Suiza debe convertirse en un país no solamente más justo, sino también más resistente. La inclusión de grupos desfavorecidos no es solo un postulado para Cuero, sino también la fuerza propulsora para el cumplimiento consecuente de obligaciones existentes como los convenios en defensa de los derechos humanos y las leyes de protección contra la discriminación.

Para llegar a las personas desfavorecidas e integrarlas en la sociedad no se requieren necesariamente de instrumentos nuevos en Suiza. Pero es necesario un cambio de perspectivas, opina Cuero. “La política debe ponerse a la altura de los grupos más marginalizados y desfavorecidos y solidarizarse con ellos.”

Agudización de las desigualdades

Pero el test de realidad hecho por Cuero resulta decepcionante. En lugar de más inclusión, la asesora observa con la pandemia una agudización de las desigualdades y una proliferación de las declaraciones racistas y antisemitas en Suiza. “Si en una ciudad como Lucerna los datos de las personas sin nacionalidad suiza, que en tiempos de inestabilidad y amplias restricciones durante el confinamiento perciben prestaciones sociales, son notificados directamente a la Oficina de Migración, las desigualdades aumentan”, señala Cuero.

Por ejemplo, no es de recibo que en Suiza las autoridades no asignen partidas presupuestarias a la traducción de informaciones políticas oficiales al lenguaje de señas. Y eso que en Suiza viven, según la organización central Agile, 1,7 millones de personas con alguna forma de discapacidad, conforme a la definición más amplia del término si se tiene en cuenta que la población del país alcanza los 8,6 millones de habitantes.

swissinfo.ch realizó las entrevistas y conversaciones con los expertos y expertas en el 1º Foro Internacional Zofingia, celebrado este otoño sobre el tema “La democracia a prueba del coronavirus”. swissinfo.ch fue socio mediático del evento, en el que han participado en torno a cien representantes del ámbito de la investigación, la política, la economía, los medios de comunicación y la sociedad civil. Organizadora del foro ha sido la Fundación Democracia Suiza.

Vivirlo en sus propias carnes

La polarización, las polémicas, la marginación social, la división y el acoso son para la especialista en derecho público e internacional Sanija Ameti experiencias traumáticas, que ella y su familia han tenido que vivir en sus propias carnes durante la guerra en la antigua Yugoslavia. Fueron esas vivencias personales las que la obligaron en los años noventa a huir de su patria bosníaca para refugiarse en Suiza.

Si bien es verdad que en Suiza no peligraba su vida, Ameti permanecía aquí en la exclusión social. “Esta exclusión fue la razón para mi activismo político en Suiza”, dice.

En la actualidad, Ameti se hace cargo de las relaciones mediáticas en la campaña a favor de la iniciativa de Europa. Con esta iniciativa, Operación Libero quiere colocar en la agenda política del país las relaciones con Europa tras el carpetazo que el Consejo Federal dio al convenio marco.

En la antigua Yugoslavia ignoraron las señales de alarma

Ameti advierte, en particular, de la polarización y la división, que para ella son el mayor peligro para la democracia. “En la antigua Yugoslavia tuvimos una guerra también porque mucha gente no se daba cuenta de nada o porque no tomó lo suficientemente en serio la evolución de los acontecimientos.”

La erosión de la confianza en el Estado y sus instituciones preocupa también a Ameti. Particularmente grave para ella es que haya gente que jamás han tenido esa confianza.

Quienes no confían en el Estado son especialmente receptivos para los mensajes de los populistas con sus soluciones sencillas. Por eso, Ameti propone dos medidas: en primer lugar, la mitad de los diputados del parlamento suizo deben ser elegidos mediante sorteo; y, en segundo lugar, deben recibir el derecho de voto en el ámbito municipal los residentes extranjeros, que en Suiza representan una cuarta parte de la población.

Escepticismo de experto internacional

El prestigioso politólogo germano-israelí Yascha Mounk se muestra desengañado ante la escasa resistencia de las democracias en esta pandemia del coronavirus. “Han resistido peor de lo que esperaba”, resume el profesor de la Universidad de Harvard. Mounk es una de las voces más influyentes en el debate global sobre la democracia, sobre todo desde la publicación en 2018 de su best-seller “El pueblo contra la democracia: Por qué nuestra libertad está en peligro y cómo salvarla”.

“Las democracias son mucho más polarizadas que antes de la pandemia. Además, se ha visibilizado una alegría por el sufrimiento de otras naciones y por sus medidas que es difícil de soportar.” Mounk se refiere a los políticos que señalaron con el dedo a los gobernantes de países cuyas estrategias de contención de la pandemia apenas fueron eficientes o que lo fueron tarde.

Autoridades desleales como problema

Mounk también se preocupa por la desconfianza creciente de las personas hacia los gobiernos y las instituciones estatales. En su opinión, no son en primer lugar las noticias falsas las responsables de esta situación, sino la comunicación de los gobiernos y las autoridades en esta pandemia.

“Al principio, cuando las mascarillas protectoras escaseaban, se decía que eran buenas para la protección del personal hospitalario pero que no servían para frenar la propagación del virus. ¿Por qué debemos ante semejante contradicción creer ahora que la vacunación ayuda? Los gobiernos deberían ser transparentes y reconocer sus errores”, afirma.

Desde su punto de vista científico, Mounk asegura que los problemas de las democracias no han surgido ahora con la pandemia. Al contrario, observa desde hace una quincena años una tendencia hacia el desmantelamiento de las libertades y los derechos fundamentales que puede llegar hasta el autoritarismo.

Suiza, un baluarte de antivacunas

Suiza está ciertamente muy lejos de convertirse en un Estado autoritario. Sin embargo, precisamente el país que mejores notas saca en innovación y transferencia de conocimientos de la investigación a la economía es hoy el baluarte del escepticismo antivacuna en Europa Occidental. Los antivacunistas son un grupo muy heterogéneo. Les une su profunda desconfianza en el gobierno y el parlamento como instituciones principales del Estado.

En dos ocasiones, los antivacunas han logrado un referéndum contra la ley Covid. Con el instrumento del veto popular a las leyes aprobadas por el parlamento, han llegado a convocar dos votaciones populares que cuestionan el fundamento jurídico de las medidas adoptadas para combatir la pandemia.

Han perdido la primera votación de forma rotunda en junio. La segunda, que gira en torno al certificado de vacunación, se celebrará el 28 de noviembre. Con sus continuas manifestaciones que prácticamente celebran semanalmente, los antivacunistas están tan presentes en Suiza como en casi ningún otro país.

“Buen momento para la ofensiva democrática”

Frente a las valoraciones más bien pesimistas de Cuero, Ameti y Mounk, el publicista suizo Roger de Weck defiende un optimismo rotundo. “Soy al cien por cien optimista. Los antirracionalistas están reculando en todas partes en Occidente, tanto en EE.UU., Alemania y Francia como en Italia, Austria y Suiza. Esto es una invitación para una promoción ofensiva de la democracia”, afirma de Weck.

Pero para ello las sociedades democráticas tienen que abrirse a todos los grupos, añade. Al igual que Estefanía Cuero, cree que los hasta ahora privilegiados juegan un papel central. “Debemos contrarrestar la libertad para la defensa de los privilegios individuales con la libertad colectiva.”

El exdirector general de la SSR, a la que también pertenece swissinfo.ch, entiende por invitación también la exigencia argumentativa de plantear efectivamente la cuestión del poder.

Traducido del alemán por Antonio Suárez

(Übertragung aus dem Englischen: Renat Kuenzi)

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