Conflicto del Jura: nunca una minoría ha sido tan libre para separarse
En el panorama actual de los Estados nación, el deseo de separación y los movimientos que surgen de ese anhelo resultan bastante indiferentes al poder estatal. En Suiza, sin embargo, la región del Jura pudo separarse pacífica y democráticamente del cantón de Berna. Esto fue posible porque Suiza está construida de manera especial, escribe el autor invitado Andreas Gross.
Hasta hace 100 años, no eran solo Estados sino imperios los que gobernaban a la mayoría de los pueblos de Europa. Todas las guerras que se han producido a lo largo de los siglos entre los imperios, con sus cambiantes composiciones y alianzas, ha puesto una y otra vez en tela de juicio la filiación de los pueblos particulares que los componían. Porque esos pueblos pertenecían al botín de guerra de los respectivos vencedores. Si ganaba el zar ruso, reclamaba para sí territorios polacos. Si eran los prusianos los que ganaban, Alsacia tenía que aceptarlo.
En el Congreso de Viena de 1815, tras la derrota de Napoleón, las potencias imperiales de Rusia, Gran Bretaña, Austria y Prusia, unidas en la «Santa Alianza», se propusieron redistribuir los botines de las guerras napoleónicas. Lombardía y Venecia volvieron a estar bajo la férula de los Habsburgo; Dinamarca perdió Noruega en beneficio de Suecia.
La decisión de la Viena imperial fue decisiva para la organización territorial de la Confederación suiza: el Jura, territorio del antiguo obispado de Basilea, fue cedido al cantón de Berna. Aparentemente, como compensación por el hecho de que Berna no recuperara los antiguos dominios berneses de Vaud y Argovia, que habían sido liberados por Napoleón.
Sin embargo, fue más importante la intención de los gobernantes imperiales de Europa de situar un vecino fuerte en las fronteras de Francia, para frenar desde un principio posibles nuevos deseos expansionistas de algunos franceses.
Promotor de la autodeterminación y la democracia
Entre las figuras más influyentes de la Conferencia de Versalles, al final de la Primera Guerra Mundial, y de la organización de la Europa postimperial se encontraba el presidente estadounidense Woodrow Wilson. Un vencedor de la guerra que, aprovechando el conflicto, quería dar un impulso a la democracia y al «derecho de las naciones a la autodeterminación». Wilson pensaba sobre todo en «naciones históricas» como polacos, checos, eslovacos, belgas o italianos. Muy consciente del carácter multinacional de la mayoría de los «Estados nacionales», Wilson creía principalmente en la «autodeterminación democrática».
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Cuando el Jura ardía
De los viejos imperios surgieron entonces nuevos «Estados nacionales», como la República Checoslovaca y el Reino de Yugoslavia. Pero se organizaron y estaban gobernados al viejo estilo monárquico-autocrático, es decir, como un Estado nación. Eso significaba que un pueblo, normalmente el «pueblo mayoritario», dominaba, y los otros pueblos, como minorías, se sentían discriminados, oprimidos o amputados, según el caso.
Sin derecho a la secesión
Tras la Segunda Guerra Mundial y ante el incipiente proceso de descolonización, el derecho de los pueblos a la autodeterminación se estableció como un valor fundamental de la Carta de la nueva ONU. En otras palabras, todos los Estados del mundo se comprometieron a observar y respetar la autodeterminación. De este modo, la autodeterminación se convirtió en un derecho humano.
Pero como el derecho internacional actual también protege la «integridad territorial de todos los Estados» y el mundo aún no ha sido capaz de ponerse de acuerdo sobre los conceptos de «pueblo» y «nación», no existe el «derecho de secesión del pueblo». En consecuencia, el carácter todavía multinacional de muchos de los llamados «Estados nación» provocó y sigue provocando tensiones y conflictos a veces violentos, que pueden degenerar en guerras civiles.
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Una guerra civil habría podido estallar en Suiza
El federalismo como un golpe de suerte
Los habitantes del Jura fueron afortunados en su desgracia. Al principio -los más sensibles ya desde la década de 1830- sintieron que su anexión a Berna por el Congreso de Viena era una «injusticia», una desgracia. Afortunadamente, pudieron pronto comprobar que Berna se convertía en 1848 en un cantón más de un Estado concebido de manera muy federalista, la primera democracia duradera de Europa.
El acentuado federalismo se ajustaba perfectamente al Estado democrático de Suiza, porque sus cantones se consideraban a su vez asociaciones autónomas de municipios más o menos autónomos.
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“Para una solución pacífica hará falta una generación”
Así, Suiza se construyó desde abajo; los municipios se unieron para formar cantones, que a su vez se unieron para formar el primer Estado federal europeo, en el que los cantones reclaman hasta el día de hoy el concepto de «Estado» y la autonomía asociada a él.
Ni los catalanes, ni los escoceses, ni los húngaros transilvanos de Rumanía, ni los norirlandeses, ni los corsos tuvieron esa suerte: los cinco se encontraron en Estados unitarios inspirados en las antiguas monarquías, en cuyas constituciones centralistas no había lugar para las autonomías y la autodeterminación regionales.
El primer paso que dio el pueblo del Jura, recién organizado, en 1950, fue decisivo: el gobierno del cantón de Berna aceptó una demanda del «Comité de Moutier para la defensa de los derechos del Jura», que se había formado en 1947, y elaboró una enmienda a la Constitución cantonal de Berna.
Autonomía: sí, pero ¿cuánta?
En octubre de 1950, la mayoría de los berneses (hombres) aprobaron esta incorporación a la constitución cantonal. La aprobación legitimó también la reivindicación de cierta autonomía para los jurasianos. Pero, ¿cuánta autonomía debería ser?
Los habitantes del Jura se vieron, en este caso, nuevamente favorecidos por la suerte. Porque Berna no solo estaba familiarizada con la idea de la autonomía como miembro de un Estado federal, sino que también había sido un cantón pionero de la democracia directa. Es decir, en Berna, como en el resto de los cantones, los ciudadanos podían elaborar propuestas constitucionales.
En 1957 una vía hacia la separación
El movimiento separatista Rassemblement Jurassien (RJ), organización sucesora del «Comité de Moutier», utilizó también este derecho democrático. En septiembre de 1957 lanzó una iniciativa popular cantonal sobre la cuestión de si los jurasianos debían crear su propio cantón.
No solo se produjo una clara mayoría de todo el cantón de Berna que dijo que no; los siete distritos «jurasianos» también rechazaron la creación de su propio cantón, aunque de manera menos contundente. Solo hubo una aprobación clara de un nuevo cantón en los tres distritos del Jura más septentrionales, y de mayoría católica, de Pruntrut, Freiberge y Delémont.
Era la primera vez que el Jura se enfrentaba a su división política, o más exactamente, a su propia diversidad. Una división que se vería confirmada en todos los referendos celebrados en el Jura desde 1957 hasta 2013: porque no todos los habitantes del Jura querían abandonar Berna. Los tres distritos jurasianos y protestantes del sur, Courtelary, Moutier y La Neuveville/Neuenstadt, siempre votaron a favor de la permanencia en Berna.
Pero los jurasianos no se rindieron. Con diversas acciones, como la desobediencia civil e incluso la violencia contra la propiedad, indujeron al gobierno de Berna a elaborar un plan «para la solución de la cuestión del Jura». El plan se elaboró siguiendo la tradición comunalista, federalista y de democracia directa de Berna y Suiza.
Votaciones en cascada
Desde el principio, el precio estaba claro para la mayoría: la división interna del Jura. El plan fue incorporado por una clara mayoría de berneses a su constitución cantonal en la primavera de 1970. En él se preveía la famosa cascada de votaciones a nivel de distrito y municipio, que luego llevaría a la creación y los límites del nuevo cantón en 1978.
El 23 de junio de 1974, en una votación regional, los habitantes del Jura se manifestaron, con 36 802 votos favorables y 34 057 en contra, a favor de la separación de Berna y la creación de un cantón separado. En marzo de 1975, los tres distritos del sur del Jura que rechazaron la propuesta confirmaron que deseaban seguir formando parte del cantón de Berna. En septiembre de 1975, los municipios situados en la nueva frontera cantonal decidieron de qué lado querían estar en el futuro, con Berna o en el Jura. Y llegó el momento esperado: en septiembre de 1978, el 82% del electorado suizo aprobó la creación del nuevo cantón (el 26).
El momento decisivo en Moutier
En Moutier, una ciudad antigua y el municipio más importante del sur del Jura, los separatistas habían perdido por poco en 1974. Pero en la década de 1980 la balanza de poder se inclinó del otro lado. Desde entonces, los partidarios del cantón del Jura siempre han tenido una pequeña mayoría en la asamblea y el gobierno municipales. Sin embargo, en 1998 Moutier rechazó, en una votación consultiva, la adhesión al nuevo cantón.
En noviembre de 2013 se produjeron nuevas señales de un cambio de planteamiento. Moutier se convirtió en el único municipio del sur del Jura que se declaró a favor de superar la división interna del Jura y crear un nuevo gran cantón del Jura. En noviembre de 2017, el 51,7% de los votantes de Moutier votó a favor de la adhesión al cantón del Jura en un referéndum municipal. De ese modo, Moutier se convertía en la segunda ciudad del cantón, por detrás de Delémont pero por delante de Pruntrut. Sin embargo, esa votación fue declarada nula un año después por las autoridades bernesas. Una de las razones fue que se descubrió que un puñado de personas se había empadronado y votado de manera fraudulenta. Por eso, el 28 de marzo Moutier se preguntará, por novena vez en 71 años, si quiere ser parte del cantón del Jura o no.
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¿Y si un cantón decidiera irse de Suiza?
Traducción del alemán: José M. Wolff
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