“El precio no es alto, pero el beneficio es grande”
La mañana del 29 de enero de 1523 se agolpan en el Ayuntamiento de Zúrich 600 clérigos y respetables ciudadanos. A invitación del gobierno municipal, Ulrich Zwingli, el contestatario prelado de la Grossmünster, y Johannes Fabri, vicario general del obispado de Constanza, van a debatir sus diferencias teológicas. Zwingli aprovecha la oportunidad para promocionar una nueva Biblia. “Cada cristiano piadoso” –exhorta a los presentes–, debería comprar un ejemplar para “conocer la voluntad de Dios”.
No es una Biblia cualquiera de la que Zwingli hace tan fervorosa publicidad. Se trata del Nuevo Testamento que el reformador alemán Martin Lutero acaba de traducir y que se ha imprimido el mes de septiembre anterior en Wittenberg. La edición se ha convertido en un éxito de ventas. A pesar de su elevado coste de un florín y medio, los 3 000 ejemplares se agotaron en un santiamén. Se ha publicado una segunda edición en Basilea, que es la que en ese momento se vende en Zúrich.
La traducción de Lutero es objeto de numerosos elogios porque, a diferencia del resto de traductores de la época, utiliza la versión original en griego. Además, ha inventado numerosas y poderosas metáforas, como “echar perlas a los cerdos”, “construir sobre arena” o “un lobo disfrazado de cordero”, y ha utilizado la lengua popular para llegar a una audiencia amplia en un lenguaje comprensible.
Sin embargo, los pueblos de Suiza y del sur de Alemania, con sus lenguas dialectales, tienen dificultades para leerla. Pero esas nimiedades parecen carecer de importancia para Lutero. Él afirma, con toda naturalidad, que la lengua de esas minorías “no es la lengua alemana correcta, ya que contiene numerosos diptongos y sonidos guturales”.
Esto lleva a los reformadores zuriqueses a pensar en la necesidad de elaborar una traducción para sus propios compatriotas. Zwingli contesta la arrogancia cultural de Lutero afirmando: “Soy suizo y quiero dar testimonio de Cristo entre los suizos”.
En el verano de 1525 Zwingli acondiciona el coro de la Grossmünster, la gran catedral de Zúrich, donde oficia. Allí, cada mañana, salvo viernes y domingos, un equipo de eruditos trabajará en la traducción del Antiguo Testamento. Entre ellos se encuentra Felix Manz, que ha estudiado hebreo con Zwingli.
Los especialistas discuten las versiones griega y latina y las comparan con el texto original en hebreo. Apenas se terminan las traducciones se explica al pueblo desde el púlpito el significado para la época actual. Por las tardes se actúa de la misma manera con el Nuevo Testamento en la Fraumünster, al otro lado del río Limmat.
Finalmente, la traducción se termina en 1531. Los traductores albergan grandes expectativas y confían en que con su obra “el mundo sea mejor y más justo”. Por eso, en el Prefacio invitan a los creyentes a comprar esa Biblia, porque “su precio no es alto, pero su beneficio es grande”. Para ellos, sería obligación de cada “jefe de familia” comprarla y leerla a sus hijos y criados.
Esta Biblia será impresa por Christoph Froschauer, un bávaro que probablemente aprendió el oficio de su tío en Augsburgo y que se estableció en 1515 en Zúrich, donde entró como oficial de la imprenta de Hans Rüegger. Al morir el patrón, dos años más tarde, Froschauer se casó con su viuda y se hizo cargo de la imprenta. Y como era un excelente impresor, obtuvo la ciudadanía zuriquesa en 1519.
Christoph Froschauer no era solo un maestro en su campo, sino también un ferviente partidario de Zwingli. Nueve años antes había puesto a disposición su taller para el provocador episodio de las salchichas, considerado como el preludio de la Reforma en Zúrich.
Su Biblia supera en calidad todas las ediciones publicadas hasta ese momento, ya que contiene 200 ilustraciones, entre ellas algunas pertenecientes a Hans Holbein el Joven. Además, tras esa profusa ilustración se encuentra un concepto educativo moderno. Para Froschauer, las imágenes debían ser “divertidas y estimulantes” y contribuir así a desarrollar la memoria del lector.
La Biblia de Zúrich es la primera Biblia de la época de la Reforma que contiene a la vez el Antiguo y el Nuevo Testamento. Y a diferencia de la Biblia completa de Lutero, que aparecerá tres años más tarde, es el resultado de un trabajo de equipo fuera de lo común.
Hoy solo quedan en el mundo tres ejemplares de esa primera edición. Una de ellas se conserva en la Grossmünster, el lugar en el que Zwingli y su grupo de eruditos llevaron a cabo durante años un meticuloso trabajo de traducción.
Traducción del alemán: José M. Wolff
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