«La diplomacia suiza apoyó a Franco»
El historiador y periodista Ralph Hug publica un nuevo trabajo sobre la Guerra Civil española (1936-1939). El libro ‘Schweizer unter Franco’ (Suizos bajo Franco) ilustra la complicidad que existía entre Berna y el régimen franquista.
En 2006, fundó una asociación para rescatar del olvido a los cerca de 800 voluntarios suizos que lucharon en las Brigadas Internacionales. Los trabajos de Ralph Hug fueron clave para que estos ciudadanos, condenados por la justicia militar y privados de sus derechos cívicos al regresar a su patria, fueran rehabilitados. Pero la rehabilitación llegó setenta años después del fin del conflicto bélico.
Giuseppe Motta, miembro del Gobierno suizo desde 1912 hasta 1940, fue el mayor responsable de las buenas relaciones de Suiza con el franquismo durante la Guerra Civil. Ocupó la cartera de Exteriores durante dos décadas.
En octubre de 1938, el banco Schweizerischer Bankverein prestó al régimen de Franco 12 millones de francos suizos de la época. Una suma “astronómica” para entonces, según explica el historiador Ralph Hug.
La Guerra Civil estalló el 18 de julio de 1936. En Suiza, 780 voluntarios dejaron todo para apoyar al ejército republicano. Proporcionalmente, el contingente helvético (constituido por 626 suizos, 128 residentes extranjeros y 26 indocumentados) fue uno de los más importantes.
Eran comunistas, socialistas, anarquistas y antifascistas sin una vinculación política específica. Entre 1936 y 1939, la lucha contra el fascismo le costó la vida a cerca de 170 de ellos. La Guerra Civil terminó oficialmente el 1 de abril de 1939.
Al regresar a su patria, la justicia militar falló 420 condenas
sobre la base del artículo 94 del Código Penal Militar que prohibía a los suizos alistarse en un ejército extranjero sin autorización expresa del Gobierno. Fueron privados de sus derechos cívicos hasta su rehabilitación en 2009.
swissinfo.ch: ¿Quedan aún pendientes revelaciones del franquismo?
Ralph Hug: Claro que sí, y aquí tenemos un buen ejemplo. El resultado más significativo de mis investigaciones reflejadas en este libro es que la diplomacia suiza fue claramente profranquista y negligente con los derechos de nuestros ciudadanos víctimas de la Guerra Civil por causas políticas. Simplemente, se ignoraron sus problemas.
swissinfo.ch: ¿De cuántos ciudadanos suizos estamos hablando?
R.H.: Hubo varias docenas de suizos víctimas de la dictadura. Franco y quienes le apoyaron en su lucha contra la democracia establecieron un reinado del terror y de aniquilación de todas las fuerzas de oposición. El Generalísimo no estableció solamente una dictadura militar, sino un Estado fascista siguiendo el modelo italiano establecido por Benito Mussolini. Todos los medios democráticos fueron destruidos y todos los opositores al régimen fueron encerrados en los más de 150 campos de concentración que existían en España entonces. Una vez allí, fueron torturados y murieron por miles. Entre ellos, el zuriqués Karl Brunner, quien en España pasó a llamarse Carlos Brunner. Era comerciante de vinos cerca de Barcelona, en Villafranca del Penedés. Durante la revolución de julio 1936 su tarea era actuar como empleado en los comités revolucionarios locales y escribía los protocolos a máquina.
swissinfo.ch: ¿Qué fue de él?
R.H.: Tras la victoria de Franco, Brunner fue víctima de una delación. La policía franquista pudo arrestarle inmediatamente y, poco después, el tribunal militar le condenó a muerte. ¡Solo por haber pasado a máquina algunos protocolos! El proceso fue una farsa, sin opción de una defensa digna de ese nombre. Este caso ilustra que los tribunales franquistas no eran independientes, sino una mera excusa para poder liquidar a los enemigos del régimen bajo un manto de apariencia legal. Por suerte, Brunner se salvó gracias a los buenos oficios del cónsul de Suiza en Barcelona, Adolf Gonzenbach, un diplomático liberal que no estaba en absoluto de acuerdo con el régimen franquista. De hecho, tuvo que volver a Suiza a los pocos meses de instalarse Franco en el poder. Le sucedió el cónsul General Giacomo Balli, quien era un partidario declarado de Franco y, por tanto, hizo poco y nada por librar de la cárcel a Karl Brunner. Brunner estuvo en prisión hasta 1942, cuando las autoridades franquistas le echaron del país y pudo volver con su familia. De todas maneras, su existencia estaba ya totalmente arruinada y le costó mucho recomenzar una nueva vida.
swissinfo.ch: ¿Cuántos suizos padecieron la represión franquista?
R.H.: Unos 30. Su único crimen fue no estar de acuerdo con el nuevo gobierno fascista. O sea, fueron víctimas y sufrieron penas de prisión por el mero hecho de ser demócratas. En esos tiempos, ser demócrata bajo el franquismo era un delito grave y muy peligroso. En el libro explicamos también la historia de once brigadistas suizos que sufrieron largas penas de prisión. Permanecieron un año en el campo de concentración de San Pedro de Cardeña, cerca de Burgos, en condiciones de detención inhumanas y sometidos a torturas diarias. Jamás fueron formalmente condenados por un tribunal.
swissinfo.ch: ¿Puede citar otro ejemplo?
R.H.: Walter Otto Lehmann estuvo a punto de morir por falta de medicamentos. El consulado suizo se desentendió completamente de su caso y del de tantos otros suizos presos. Terminada la guerra, muchos de ellos denunciaron la pasividad y el desinterés de la diplomacia suiza.
swissinfo.ch: ¿A qué se debió tanta negligencia?
R.H.: Básicamente a que los funcionarios suizos se sentían bastante cercanos a la nueva España de Franco y eran generalmente favorables a un Estado que prometía implantar la ley y el orden en una sociedad católica y patriótica. En vez de proteger los derechos humanos de los suizos encarcelados que sufrían abusos y malos tratos, nuestros diplomáticos prefirieron fraternizar con las autoridades de la dictadura.
El periodista e historiador, nacido en Goldach en 1954, vive y trabaja en San Gall. Se ha especializado en la investigación histórica de las relaciones entre Suiza y España durante la Guerra Civil.
Es uno de los fundadores en 2006 de una iniciativa para recuperar la memoria de los voluntarios suizos que participaron en la Guerra Civil: Interessengemeinschaft Spanienfreiwillige.
Es, en parte, gracias a los frutos de sus investigaciones que el Parlamento suizo rehabilitó a esos voluntarios en marzo de 2009. Las autoridades abolieron así todas las condenas a los 780 suizos que participaron del conflicto bélico.
Ralph Hug es autor de St. Gallen-Moskau-Aragon, Das Leben des Spanienkämpfers Walter Wagner y Die Schweizer Spanienfreiwilligen. Ein biografisches Handbuch.
En noviembre publicó su nuevo libro: Schweizer unter Franco. Eidgenössische Diplomatie und die vergessenen Opfer des Spanischen Bürgerkriegs (Suizos bajo Franco. La diplomacia suiza y las víctimas olvidadas de la Guerra Civil española), Rotpunktverlag, Zúrich.
Ha sido galardonado con el Premio de la Ciudad de San Gall, dotado con 10.000 francos, por su contribución a la historia de los voluntarios de la Guerra Civil.
swissinfo.ch: ¿Por qué?
R.H.: Porque el primer interés de los diplomáticos era que los generales vieran con buenos ojos a Suiza y así poder cerrar negocios y obtener ventajas para las empresas suizas establecidas en España, bancos, aseguradoras, compañías industriales o eléctricas e incluso multinacionales como Nestlé. De hecho, cabe señalar que Nestlé apoyó a Franco con leche en polvo gratuita. Los tres grandes bancos suizos –Schweizerische Kreditanstalt (hoy Credit Suisse), Bankverein y Bankgesellschaft (hoy fusionados en UBS) concedieron a Franco cuantiosos créditos durante la guerra, a pesar de que estaba prohibido por el embargo decretado por el Consejo Federal. Pero nunca nadie dijo nada, porque hasta ahora nadie sabía todo esto.
swissinfo.ch: ¿Quiénes fueron los responsables del lado suizo?
R.H.: Los altos cargos favorables a la España fascista fueron principalmente Giuseppe Motta, jefe de la diplomacia suiza durante 20 años, así como su círculo íntimo en el Ministerio. Motta optó por estrategia de aproximación al régimen de Franco desde el inicio de la Guerra Civil, pues era católico y anticomunista. Pensaba que en España tenía lugar una revolución bolchevique, lo que no era el caso. Motta nunca creyó en la República española. Fraternizaba con los enviados de Franco a Berna, a pesar de que no eran diplomáticos reconocidos ni aceptados como tales. Con los verdaderos diplomáticos de la Republica nunca tuvo tratos. En el otoño de 1936, Motta intentó impedir la instalación del nuevo enviado de la Republica, don Fabra Ribas, solo porque era socialista, ni siquiera comunista. Pero fracasó en su plan, pues Franco no pudo conquistar Madrid en noviembre de 1936, tal como pensaban los partidos burgueses.
swissinfo.ch: Otros cargos destacados…
R.H.: Hans Frölicher, responsable del dossier español en el Ministerio, la mayoría de los diplomáticos suizos en España, por ejemplo, Eugene Broye, enviado especial ante Franco, y su predecesor Karl Egger. Broye dijo: Franco no es un dictador. La idea central del franquismo es aportar más justicia social y transformar a España, que tanto se parece a Rusia, en una gran potencia militar e imperial. También los cónsules Giacomo Balli, en Barcelona, o Robert Stierlin, en Sevilla. Todos eran visceralmente anticomunistas y saludaron el golpe de Estado de Franco contra la democracia española.
swissinfo.ch: ¿Y cuál fue la actitud del Gobierno?
R.H.: El 14 de febrero de 1939, Suiza fue la primera democracia en reconocer oficialmente el régimen franquista y aceptar al Generalísimo como único representante legítimo del Estado español. De hecho, cuando Suiza reconoce a Franco, la Guerra Civil aún no había terminado.
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