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La inclusión, arma pacífica de la democracia contra crisis y guerras

Chica bailando
La fundadora de Diverse City y campeona de disco, Claire Hodgson, baila el éxito de Sister Sledge "We Are Family" en el Camp Bestival del Reino Unido. Avalon All Rights Reserved.
Serie Inclusión, Episodio 2:

El ascenso global de las autocracias, la pandemia, las noticias falsas (fake news), la guerra de Putin contra Ucrania: ante estas amenazas, la democracia debería ser más resistente, afirman los políticos al unísono. Para que la democracia sea más sólida, también debe ser más equitativa, con una amplia participación de todas las minorías en los procesos políticos, señalan activistas y expertos. swissinfo.ch dedica una serie a esa supuesta inclusión.

«La guerra de Rusia contra Ucrania es una guerra contra todas las democracias de Europa» y «La resistencia es fundamental para la democracia en sí».

Esas fueron dos frases clave que se repitieron constantemente en la reciente Conferencia Internacional de Reconstrucción de Ucrania en Lugano, en el sur de Suiza. Las reiteraron en repetidas ocasiones, por ejemplo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, Ruslan Stefanchuk, presidente del parlamento ucraniano, e Irène Kälin, presidenta del Parlamento suizo.

Definir esta cuestión de quién puede participar políticamente en una democracia y quién está excluido de los derechos políticos es absolutamente fundamental.

Las democracias de todo el mundo están en crisis. Desde hace unos 15 años, existe una tendencia hacia el autoritarismo y las dictaduras.

Suiza, en cambio, es un remanso de estabilidad. Casi todos los partidos se sientan juntos en el gobierno, nunca hay elecciones anticipadas y, sin embargo, los ciudadanos con derecho a voto pueden votar sobre distintas cuestiones en iniciativas y referendos con más frecuencia que en cualquier otro país del mundo.

Pero la historia de la democracia suiza es también una historia sobre a quién se permite opinar y a quién no. Cuando se fundó el Estado federal en 1848, solo el 23% de la población tenía derecho a voto, y durante más tiempo en su historia, la democracia suiza excluyó a la mitad de la población: las mujeres solo han tenido derechos políticos durante unos 50 años. Sin embargo, hoy en día, muchos suizos siguen sin poder expresar su opinión.

Quién puede opinar y quién no es políticamente controvertido. Hasta ahora, la clara mayoría de la población suiza siempre ha rechazado una ampliación de los derechos políticos, por ejemplo, a los extranjeros asentados. Como la política y abogada del Partido UDC (Unión Democrática de Centro) Demi Hablützel, que escribe en su artículo de opinión: «Los derechos políticos no son una herramienta para la inclusión».

Pero las democracias tienen que enfrentarse una y otra vez a la delicada cuestión de quién puede opinar y hasta qué punto. Especialmente cuando la democracia liberal ya no es la norma mundial indiscutible, los Estados democráticos deben estar a la altura de sus propias expectativas.

Por eso SWI swissinfo.ch dedica esta serie a la inclusión política. Examinamos los debates y discusiones sobre quién tiene voz en Suiza y en qué medida. Hablamos con expertos. Presentamos a personas y movimientos que trabajan por la plena inclusión política de diversas minorías y personas marginadas en Suiza.

Por cierto, los suizos residentes en el extranjero también estuvieron excluidos durante mucho tiempo: solo se les permitió votar a partir de 1992.

La inclusión integral -inclusión profunda en inglés- desempeña un papel fundamental en un intento de fortalecer la democracia desde dentro. El experto en democracia, Marc Bühlmann, nos da a conocer su principal argumento:

«Quienes niegan el acceso a los derechos políticos a grupos como las mujeres, los migrantes, los jóvenes de 16 y 17 años o las personas con discapacidad, se privan de otras perspectivas. Desde un punto de vista democrático, se les está negando algo».

La diversidad, recurso democrático por excelencia

La base de ese «algo» es la diversidad. Es básicamente la gran ley no escrita de la democracia, que se apoya en la diversidad y polifonía de opiniones de los ciudadanos.

En los negocios, la diversidad es algo que la mayoría de las empresas consideran un activo. Para tener éxito, las empresas dependen de toda su plantilla. La diversidad en términos de edad, nivel educativo, identidad, valores, lenguas y culturas se considera una ventaja para desarrollar y mejorar las estrategias, los productos y el ambiente de trabajo, pero también para reducir los errores y los riesgos.

El director general, que reina como un lobo solitario sobre «su» empresa, ha pasado de moda. Tomemos como ejemplo la inmovilización de Swissair, la aerolínea suiza, en 2001. La razón principal del desastre fue la estrategia errónea y muy arriesgada de los últimos directivos. La compra de pequeñas aerolíneas en dificultades fue un gran error. Sin duda, los atentados terroristas del 11 de septiembre también contribuyeron al colapso, pero una gestión empresarial más horizontal probablemente habría evitado lo peor.

Amplio beneficio

Volviendo a la política, el uso inteligente de la diversidad como recurso aparece así como el significado y propósito primordial de la democracia. Las ventajas más importantes son las siguientes:

  • la participación política como instrumento de integración;
  • mayor número de argumentos;
  • un debate público más animado;
  • más base para la toma de decisiones, soluciones más sólidas;
  • una mejor representación de los diferentes grupos de una población;
  • moderación de las diferencias en lugar de polarización, exclusión o escalada;
  • mayor legitimidad de los resultados de las elecciones y los votos;
  • mejor apoyo a las decisiones;
  • mayor confianza en el Estado y sus instituciones políticas;
  • refuerzo de la cohesión social
  • formación de la autoimagen política de los ciudadanos («yo político»)
  • más estabilidad.
  • diversidad en lugar de homogeneidad
  • tolerancia en lugar de exclusión y discriminación;
  • la justicia en lugar de los privilegios;
  • más capacidad de resistencia para evitar las crisis y los ataques.

La inclusión, antítesis de la guerra

La guerra de Putin contra su vecina Ucrania es probablemente el resultado de haber destruido prácticamente el «potencial discursivo de los argumentos» tanto en el Kremlin como en toda Rusia. Ha silenciado las voces críticas de políticos, activistas y medios de comunicación con persecuciones, campos de prisioneros, multas y prohibiciones.

Putin es el autócrata que puede enviar a decenas de miles de personas a la guerra con una sola orden y hacer que el resto del mundo tiemble ante él.

Si en un extremo de la democracia hubiera una inclusión «profunda», en el otro extremo habría un gobierno totalitario, una dictadura, que llevaría a la sociedad a su destrucción.

Suiza, con una inclusión limitada

Pero el mundo no es blanco o negro. La inclusión, que es el «más democrático de todos los principios democráticos», lo tiene difícil en muchos países, incluso en Suiza, que a menudo es elogiada como una democracia modelo.

Hoy cuenta con 8,6 millones de habitantes. Más del 25% de ellos son migrantes sin nacionalidad suiza. Como tales, no tienen derechos políticos en la democracia suiza.

La proporción de personas que no pueden votar en Suiza llega al 37% si solamente consideramos a los mayores de 18 años.

Mujeres excluidas durante casi 125 años

Al igual que los inmigrantes, las mujeres suizas compartieron el mismo destino político. No ejercieron el derecho de voto y la posibilidad de presentarse a las elecciones hasta 1971. Durante 123 años, la democracia en Suiza fue un evento exclusivamente masculino y, por tanto, una democracia a medias. Suiza, fundada sobre los principios liberales de la democracia con sufragio universal, solo es una democracia de pleno derecho desde hace poco más de 50 años.

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Hasta la fecha, en Suiza también están excluidas las personas con deficiencias que están bajo tutela integral, así como los jóvenes de 16 y 17 años.

Principio de ascendencia o de sangre

«El derecho a voto de la ciudadanía suiza no es gratuito. Solo se concede a través del proceso de naturalización», señaló Thomas Burgherr, consejero nacional de la Unión Democrática de Centro (UDC, derecha conservadora) en una conferencia sobre democracia celebrada en 2016.

El principio «derecho de voto solo para los ciudadanos suizos» corresponde a la opinión de la mayoría en Suiza. En el Parlamento, la izquierda promueve regularmente iniciativas para introducir el derecho a voto de las personas de origen migratorio, proyectos que, sin embargo, son echados por tierra por la mayoría burguesa.

Por ejemplo, a principios de junio, el Consejo Nacional (Cámara Baja) rechazó de forma contundente dos iniciativas parlamentariasEnlace externo que pretendían conceder derechos políticos a las personas con antecedentes migratorios que hubieran residido en Suiza durante al menos cinco años. El Partido Verde había exigido que se concediera el derecho de sufragio activo y pasivo a los extranjeros a nivel nacional, y el Partido Socialista a nivel municipal.

La idea parte de la creencia de que la ciudadanía suiza debe concederse como recompensa a los esfuerzos realizados para integrarse y asimilarse en el país de acogida.

La libertad y la justicia solo son posibles con la plena inclusión

La experta en diversidad Estefanía Cuero forma parte de un grupo de activistas que vinculan los dos grandes valores fundamentales de la democracia, la libertad y la justicia, con la inclusión. La estudiante de doctorado de la Universidad de Lucerna centra su investigación principalmente en las personas desfavorecidas, incluidas las de origen migratorio. «Especialmente en la democracia suiza, las personas socialmente desfavorecidas son excluidas. Para ellos, los privilegios y las normas de los demás significan exclusión y desventaja», dice Cuero.

La experta explica que las personas con privilegios deben estar dispuestas a compartir sus recursos para permitir la inclusión de nuevos grupos de población. El publicista y escritor Roger von Weck también señala que la inclusión en los procesos políticos está vinculada al concepto de libertad. «Debemos interponer la libertad de defender nuestros privilegios a la libertad de todos», argumenta.

Inconveniente: falta de representación

Sanija Ameti, copresidenta de la Operación Líbero, recuerda los costes de la inclusión parcial en la democracia suiza. La representación incompleta de las minorías provoca «una falta de confianza de muchas personas en el Estado porque ni ellas ni sus grupos se sienten representados». Ameti habla desde su experiencia personal, ya que huyó con su familia de la guerra en la antigua Yugoslavia a la edad de nueve años, dejando Bosnia e instalándose en Suiza.

«La paradoja de la democracia»

En Suiza, la población extranjera tiene algunos derechos políticos. No obstante, son mínimos: solamente dos de los 26 cantones y unos 380 municipios de un total de 2148 han concedido el derecho de voto a quienes no tienen pasaporte suizo.

Adrian Vatter, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Berna, habla de una «paradoja de la democracia suiza». De hecho, la mayoría del electorado está en contra de ampliar el derecho de voto, por ejemplo, a los menores de 18 años, lo que dificulta enormemente cualquier nueva concesión democrática.

Ambivalencia en Estados Unidos

Estados Unidos, el primer modelo de democracia de la era moderna, también presenta un panorama contradictorio. Por un lado, es un país clásico de inmigración que otorga la ciudadanía estadounidense a todos los nacidos en su territorio.

Por otro lado, especialmente los gobernadores leales a Trump en los estados republicanos se dedican a la llamada supresión de votantes, que excluye de las elecciones a millones de ciudadanos estadounidenses con derecho a votar o, establecen obstáculos tan altos que disuaden a muchos de participar. Todo por ley, es decir, legalmente.

La supresión del voto va dirigida a los expresos, a los que asisten a las universidades y a los que votan por correo, que Trump describió como «un pase libre para el fraude electoral».

Esas prácticas han provocado críticas incluso dentro de los republicanos. «Estas leyes no se aprueban en interés del pueblo, sino en interés del partido político que controla la legislatura estatal», comentó a swissinfo.ch Dane Waters, un estratega político republicano de Virginia, en vísperas de las últimas «presidenciales».

Taiwán, de nuevo

Sin embargo, también hay buenas noticias y nos llegan desde Taiwán. Allí, la ministra de Digitalización, Audrey Tang, desempeñó un papel fundamental en la introducción de la llamada cogobernanza. Un término que resume la idea de gobernar juntos y de forma inclusiva. “No trabajamos para la gente, sino con la gente en conjunto», dijo Tang a finales de 2021 en una conferencia a la que asistieron expertos suizos en democracia.

Al final del simposio, llegaron a la siguiente conclusión: «Luchamos contra la pandemia a través de la cooperación con la gente».

Los adolescentes y los niños en edad escolar también están incluidos en el enfoque ‘Co-Gov’. A través de plataformas en línea pueden plantear problemas sociales o personales y proponer posibles mejoras. Si sus propuestas cuentan con el apoyo de 5 000 personas, las partes interesadas, las autoridades y el grupo promotor se reúnen y desarrollan posibles soluciones. Juntos y de igual a igual.

Hoy en día casi parece un cuento de hadas. Y, sin embargo, es ya una realidad. En el ‘Índice de Democracia’ de la revista británica The Economist, durante los dos años pandémicos 2020 y 2021 Taiwán dio un salto y subió 23 puestos en el ranking para convertirse en uno de los diez primeros estados del mundo en términos de democracia. Al situarse en el octavo lugar, incluso superó a Suiza, que pasó del 12º al 10º puesto el año pasado.

Adaptado del alemán por Carla Wolff

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