La Quinta Suiza durante mucho tiempo ha estado privada de derechos políticos
Las personas suizas que residen en el extranjero hasta 1966 fueron ignoradas por la Constitución. Aunque el derecho de sufragio activo y pasivo se les concedió en teoría en 1976, en la práctica este derecho solo es efectivo desde 1992. Toda una carrera de obstáculos para la Quinta Suiza.
En Suiza, durante mucho tiempo, el derecho a votar y ser elegido ha estado reservado a los ciudadanos modelo: hombres adultos, nativos, que trabajaban en Suiza y tenían una vida impecable. De hecho, la historia de estos derechos ha sido más una historia de exclusión que de inclusión.
Conviene hacer un breve repaso. Hasta 1971, Suiza fue la última democracia de Europa en la que solo tenían derecho a voto los hombres.
De emigrante a actor económico
La exclusión también se aplicaba a la llamada Quinta Suiza, la población suiza que vive en el exterior. Se les consideraba emigrantes que habían dado la espalda definitivamente a la madre patria. Se habían alejado de Suiza en busca de mejores condiciones, casarse o pasar su vejez en el extranjero.
Esto comenzó a cambiar tras la II Guerra Mundial, ya que cada vez más personas salían del país para trabajar fuera de Suiza. Ya no era una marcha definitiva, sino con el deseo de regresar a Suiza algún día.
Este perfil migratorio temporal se correspondía con el personal empleado en las embajadas suizas en el extranjero. Pero no eran los únicos.
El artículo constitucional de 1966
Aunque en 1966 la Constitución Federal ya dedicó un artículo a la Quinta Suiza, esa primera ley que regulaba los derechos políticos de esta gente no se ratificó hasta 1976. Y lo hacía solo en teoría, ya que para votar las personas expatriadas tenían que volver a su último lugar de residencia conocido en Suiza. El voto por correo se extendió a las personas suizas residentes en el extranjero en 1992.
El artículo constitucional de 1966 autorizaba a la Confederación a “reforzar los lazos que unen a los suizos residentes en el extranjero entre sí y con su patria, y a apoyar las instituciones creadas a tal fin”. La Confederación así pudo promulgar disposiciones sobre sus derechos políticos, el servicio militar y el deber de auxilio.
Oficialmente, sí
Este artículo fue apoyado por el Consejo Federal y aprobado por unanimidad en las dos cámaras del Parlamento, con el argumento a favor de que la Quinta Suiza estaba formada por una cohorte de embajadores y embajadoras que actuaban como correa de transmisión. Por lo que cuidar sus vínculos con Suiza era importante.
Durante la campaña previa a la votación, todos los grandes partidos se mostraron favorables. En el Consejo Nacional (Cámara Baja), solo se abstuvieron los independientes. Pero ninguno de los grandes partidos abogó por el no en las urnas.
Escepticismo el día de la votación
La propuesta, no obstante, no cosechó la unanimidad del pueblo y el resultado no estuvo a la altura de lo que la Quinta Suiza esperaba. A pesar de contar con un 68 % del apoyo y el respaldo de los cantones, casi un tercio del electorado se negó a introducir este artículo en la Constitución.
Poca gente esperaba este resultado. Además, una baja participación (48 %) demostró que el destino de la Quinta Suiza no entusiasmaba en realidad.
En los círculos conservadores, sobre todo en las zonas rurales, la introducción de este artículo no había despertado muchas simpatías. Sin alimentar los vínculos con el mundo exterior, estos círculos seguían apegados a la idea de una Suiza tradicional que no podía dejarse atrás. Pero en los años 60 la imagen de la Quinta Suiza había cambiado mucho.
Resistencia interna y externa
Berna se vuelca por primera vez con su población expatriada en 1972. El 1 de agosto [fiesta nacional suiza] de ese año se recogieron donativos para ayudar a las organizaciones que trabajan para reforzar los lazos entre la Quinta Suiza y la madre patria.
Y el tema de los derechos políticos no tardó en volver a estar encima de la mesa. Se planteó en el 50 Congreso de Suizos en el Extranjero, en 1972. La cuestión de concederles el derecho a votar suscitó divisiones, ya que para quienes estaban a favor la Quinta Suiza tenía derecho y debía estar representada en el Parlamento.
El primer obstáculo llegó desde Estados Unidos. Conceder derechos políticos a la población suiza que vivía al otro lado del Atlántico —por la presión de Washington— habría costado la ciudadanía estadounidense a las personas suizo-estadounidenses.
Una comisión de expertos nombrada por el Consejo Federal zanjó la cuestión y declaró que estos derechos podían ejercerse desde el último domicilio conocido en Suiza de las personas interesadas.
Al final, esta ley sobre el derecho de voto no fue más que una victoria pírrica, ya que no hubo ningún avance real.
Una supuesta evolución
En 1992 —con la introducción del voto por correo tanto para el electorado de dentro como el de fuera— la situación cambió. Se eliminó la obligación de retornar a Suiza para votar, y por fin se reconocía su importancia.
En aquella época se debatía si Suiza debía o no adherirse al Espacio Económico Europeo (EEE) o a la Unión Europea (UE). La noción de fronteras se desmoronaba. Discriminar a la población suiza residente en el extranjero se habría considerado bastante inapropiado.
Al final, la cuestión se pudo resolver a través de un acto meramente administrativo sin tener que llevarlo a referéndum.
Últimos obstáculos
La Quinta Suiza, sin embargo, sigue enfrentándose a una serie de obstáculos. Las personas suizas que residen en el extranjero y quieren ejercer plenamente sus derechos siguen teniendo que inscribirse para ello. Algo que no se le exige al resto de la ciudadanía. De ahí la escasa participación de la Quinta Suiza en votaciones y elecciones.
También parece que el voto por correo no ha resuelto todos los problemas. No hay más que ver la lista de tareas que hay que realizar desde el extranjero. Otro inconveniente, por ejemplo, es que durante las segundas votaciones en las elecciones al Consejo de los Estados —la Cámara Alta del Parlamento— los sobres suelen llegar con retraso.
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Pero introducir una novedad tecnológica no está exenta de temor, a veces combinado con el reiterado rechazo a que las personas suizas de otros lugares también puedan elegir y votar.
Texto adaptado del francés por Lupe Calvo
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