“Siempre rodeados, pero siempre solos”
Desapercibido para la mayoría de la gente, un suizo viaja por medio mundo en nombre de la paz. Con la maleta hecha permanentemente, se pasa el día negociando, si es preciso incluso con el diablo. Julian Hottinger, experto del Ministerio suizo Asuntos Exteriores en fomento de la paz, ofrece a swissinfo.ch una panorámica sobre su solitario trabajo.
swissinfo.ch: Se dice que la vida de un mediador es como la de un agente comercial: viajar de un lugar a otro en nombre de alguien, sin saber nunca cuándo se regresa a casa.
Julian Hottinger trabaja para el Departamento suizo de Asuntos Exteriores [ministerio de Exteriores] como experto en mediación y facilitador. Ha estado de misión, entre otros lugares, en Sudán, Uganda, Burundi, Liberia e Indonesia.
Dirige negociaciones en inglés, francés, español y árabe. Actualmente está involucrado en seis conflictos diferentes. Hottinger no puede facilitar ninguna información sobre los países y las partes implicadas de las negociaciones en que participa.
Tras su formación en Suiza, se especializó en mediación de conflictos internacionales en el Instituto Internacional Canadiense de Negociaciones Aplicadas (CIIAN, por sus siglas en inglés) y ha trabajado como mediador para Canadá, entre otros países.
Julian Hottinger: Cuando me estaba formando como mediador se nos comparaba siempre con los misioneros que en el sur de EE. UU. van de puerta en puerta distribuyendo ejemplares de la Biblia. Esa imagen tiene algo de cierto: viajo muchísimo, es parte de mi trabajo. A lo largo del año duermo solo unas 65 o 70 noches en mi cama. Resulta duro cuando una misión lleva más tiempo de lo esperado o cuando me llaman directamente para otra misión. En esos casos mi regreso a casa se retrasa inesperadamente.
swissinfo.ch: Suena agotador.
J. H.: No, está bien. Durante mi formación me prepararon para ese tipo de vida. Nos ejercitábamos día y noche. Los mediadores conservan algunos hábitos de manera consciente, sin importarles dónde se encuentren. Para ellos esos pequeños automatismos son un sucedáneo de estar en casa.
swissinfo.ch: ¿Qué espacios de confort se construye usted para sus viajes?
J. H.: Cuando dispongo de tiempo leo. Preferiblemente historias que no tengan nada que ver con mi trabajo. Además doy pequeños paseos, si puedo varias veces al día, y por la noche trato de cenar algo y dormir lo suficiente.
swissinfo.ch: Un ciclo de negociaciones dura normalmente entre dos y tres semanas. Luego envían a casa a las partes en conflicto. ¿Por qué?
J. H.: Es importante evitar que se establezcan dos realidades. Una en la mesa de negociaciones y otra en casa. Las partes deben hablar con su gente, consultar a las bases e informarles del estado de las negociaciones. En la siguiente reunión las partes informarán para identificar posibles problemas. Si no se cuenta con el apoyo de casa, todo es una pérdida de tiempo.
«Hoy ya no vale negociar solo una tregua. Ahora, las partes en conflicto quieren saber qué les depara el futuro.»
swissinfo.ch: Esas reuniones cíclicas pueden durar años.
J. H.: Sí. Es imposible saber de antemano cuánto va a durar un proceso. El desarrollo de las negociaciones se asemeja a un embudo. Paso a paso nos vamos abriendo camino hacia la cuestión más importante. Por ejemplo, si negociamos la implantación de un sistema jurídico empezamos con cuestiones teóricas y generales sobre diferentes modelos. El objetivo de esta primera fase es que las partes cuenten con los mismos conocimientos.
swissinfo.ch: Entonces, las partes mejor preparadas se aburrirán.
J. H.: Es importante que todas las partes participen en la discusión. Pero también hay que desarrollar un lenguaje común. Idealmente, las partes en conflicto empiezan en esa fase de las negociaciones a intercambiar puntos de vista. Este suele ser el caso, porque en esa fase se tratan las cuestiones a un nivel teórico y no se aborda aún el caso concreto.
swissinfo.ch: Tampoco en la segunda fase hablan las partes de su situación.
J. H.: Solo de forma indirecta. En ese momento discutimos problemas, inquietudes, objeciones y sugerencias que las partes han recogido durante las consultas a sus bases en casa. Pero la tercera fase cuesta Dios y ayuda. Es entonces cuando se aborda el caso concreto; las partes luchan por soluciones o, siguiendo con el ejemplo anterior, por ponerse lo más posible de acuerdo sobre un sistema jurídico.
swissinfo.ch: Y como mediador, ¿puede también proponer soluciones?
J. H.: Mi tarea como mediador consiste en acercar tanto a las partes que ellas mismas sean capaces de ver las posibles soluciones. Son siempre las partes en conflicto las que tienen que dar el último paso hacia el otro. Yo puedo expresar mis dudas cuando creo que la solución hallada yerra el objetivo, por ejemplo, si no se tienen en cuenta las causas fundamentales del conflicto. O, usando el ejemplo del sistema jurídico, si veo que podría haber problemas con la separación de poderes. Pero la última palabra la tienen siempre las partes.
swissinfo.ch: Quedémonos con el ejemplo del sistema jurídico. Para poder acompañar a las partes en su proceso tiene usted que tener un inmenso conocimiento.
J. H.: Hoy día, la mayoría de los mediadores somos expertos en determinadas cuestiones. La composición del grupo cambia a lo largo del proceso. Entre 17 y 25 expertos asesoran y acompañan a las partes en conflicto en diferentes momentos de las negociaciones. Personalmente soy experto en acuerdos de alto el fuego. No valgo para asuntos judiciales o económicos.
swissinfo.ch: ¿Las negociaciones de paz son hoy más complicadas que ayer?
J. H.: Hoy ya no vale negociar solo una tregua. Ahora, las partes en conflicto quieren saber qué les depara el futuro y qué papel les espera. Cada vez es más frecuente que se negocie una visión general de la sociedad. Todo eso exige una increíble cantidad de tiempo y experiencia.
«Durante los primeros tres años cometí todos los errores que se pueden cometer. Estaba convencido de ser el peor mediador de la historia.»
swissinfo.ch: ¿Cómo se prepara usted para una misión?
J. H.: Normalmente, dos o tres semanas antes sé que es posible que me encomienden una misión. Hablo con expertos, leo y me pongo en contacto con representantes de las partes en conflicto. Cada uno de ellos me explica con claridad su punto de vista de la situación. Eso es exactamente con lo que cuento y de lo que también informo. De esta manera, consigo hacerme con una primera impresión del caso concreto.
swissinfo.ch: Dice usted también que la mediación puede implicar tener que hablar con el diablo. En concreto, su encuentro con el presunto criminal de guerra ugandés Joseph Kony provocó algunas controversias. ¿Comprende usted esas críticas?
J. H.: Naturalmente. Creo que mucha gente tuvo en aquel momento la impresión de que las negociaciones proporcionaban una ventaja a Kony. Pero, permítame ser claro: si se han cometido crímenes hay que pagar por ello. Desde el primer momento dejamos esto muy claro al jefe del LRA [Ejército de Resistencia del Señor], Kony, y a sus cuatro cómplices, sobre los que pesaba una orden de arresto internacional. Informamos a Kony que no podíamos hacer nada por él. Durante los 18 meses de negociaciones solo se discutió la reintegración del ‘Ejército de Resistencia del Señor’ (LRA, por sus siglas en inglés) en el norte de Uganda.
swissinfo.ch: ¿Le quitan a veces el sueño esas reuniones?
J. H.: Voy a serle completamente sincero: cuando uno se reúne con esas personas, no son diferentes de usted o de mí. Han hecho cosas terribles y tendrán que pagar por ellas. Pero mi trabajo no consiste en coger a una persona de la mesa de negociaciones, ponerla bajo una lupa y averiguar qué fue lo que hizo. Tampoco los juzgo. Esa es tarea de otras personas. Mi trabajo consiste en apoyar a un país, a una sociedad, a encontrar un nuevo camino para resolver problemas que no sea por la fuerza. Para mí dormir es difícil antes de que empiece un proceso de negociación. En esos momentos duermo poco o casi nada. Me siento nervioso, pienso en los errores que he cometido en el pasado e imagino cosas que podrían suceder.
swissinfo.ch: ¿Ha cometido muchos errores?
J. H.: Durante los primeros tres años cometí todos los errores que se pueden cometer. Estaba convencido de ser el peor mediador de la historia. Un desastre. Incluso empecé a mirar ofertas de trabajo porque pensaba que me despedirían pronto. Pero aprendí muchísimo. Un mediador experimentado me estuvo acompañando y poco a poco fue confiándome mayores responsabilidades. Y ahora hace ya casi 30 años que estoy en esta profesión.
swissinfo.ch: En ese sentido, usted es una excepción. Muchos de sus colegas trabajan como mediador entre 10 y 15 años y luego se dedican a otra cosa.
J. H.: Empecé joven y nunca he hecho nada más. No sé qué significa dedicarse a otro trabajo. Los mediadores padecemos una especie de “enfermedad” que yo describiría como “estar rodeado de gente y, sin embargo, siempre solo”. Tenemos que tener cuidado con lo que decimos y a quién se lo decimos. Incluso en casa. En cierto sentido, tenemos que mantener una cierta distancia con todas las personas de nuestro entorno.
swissinfo.ch: En cuanto a la vida familiar, imagino que es extremadamente complicado.
J. H.: Así es. Porque comportarse en casa de forma distante puede generar dificultades. En algún momento, los miembros de tu familia se van a preguntar con quién están tratando, quién es esa persona de la que tienen la impresión de que su mente está siempre en otra parte.
swissinfo.ch: Muchos conflictos vuelven a estallar de nuevo y después de algunos años regresa la violencia. ¿No es frustrante?
J. H.: Me entristece mucho. Especialmente cuando las partes en conflicto ya han participado en un proceso de negociaciones y sé que podrían hacerlo de otra manera.
Traducción del alemán: José M. Wolff
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