¿Cómo incide la guerra de Ucrania en la política energética suiza?
La guerra en Ucrania y la consiguiente amenaza de inseguridad energética están obligando a muchos países a replantearse sus políticas energéticas. El efecto dominó también ha llegado a Suiza, que está reconsiderando el abastecimiento de gas para el próximo invierno.
Rusia −como mayor exportador de petróleo y gas combinados del mundo− es una pieza fundamental en el rompecabezas energético mundial. Que Rusia haya invadido Ucrania −y las consiguientes sanciones− influye y mucho en de dónde van a proceder, en el futuro, el petróleo y el gas. Estados Unidos ha anunciado que prohíbe la importación de petróleo ruso. Y la Comisión Europea, por su parte, ha presentado un plan para reducir este año en dos tercios la dependencia del gas ruso. Suiza también está evaluando la seguridad futura de su suministro y de la producción de energía.
«Para Suiza y el resto de Europa, Rusia es un proveedor importante de gas natural y uranio. Por eso, la invasión rusa de Ucrania y la forma en la que el resto del mundo −incluida Suiza− ha reaccionado con sanciones contra Rusia han desestabilizado el abastecimiento energético», afirma Aya Kachi, profesora de Política Energética de la Universidad de Basilea.
El gas representa en torno al 15 % del consumo final de energía de Suiza y se utiliza sobre todo en la calefacción y para cocinar. Aunque no existen relaciones contractuales directas con empresas rusas, la mitad del gas aproximadamente proviene de Rusia. Y los distribuidores suizos se abastecen sobre todo del gas que llega de la Unión Europea (de países como Alemania y Francia).
El Gobierno suizo −según ha anunciado a principios de este mes−, de cara a prepararse para el invierno 2022-2023, ha intensificado sus esfuerzos para adquirir gas y mejorar la capacidad de almacenamiento y las importaciones de gas natural licuado. Y el Ejecutivo suizo también ha renunciado a las leyes antimonopolio, para que las empresas de gas puedan llegar a acuerdos en materia de almacenamiento y distribución.
Así, aunque el Gobierno garantiza que el suministro de gas este invierno está asegurado, advierte que la escasez sigue siendo un «riesgo residual». De momento Suiza no tiene ni una gran capacidad de almacenamiento de gas natural ni una reserva de gas propia. Lo cual significa que cualquier interrupción importante −como que Rusia corte el avituallamiento de gas a Europa− obligaría a los consumidores a reducir su uso.
«Se tendrá que hacer un esfuerzo fuerte y concertado para garantizar la disponibilidad de la energía necesaria para la demanda residencial e industrial», afirma Beat Ruff, subdirector de Infraestructuras, Energía y Medioambiente de Economiesuisse, la federación empresarial suiza.
Energía en transición
El gas −que en Suiza es una fuente de energía relativamente pequeña− solo es una parte de este asunto. De hecho, la Confederación está embarcada en la Estrategia Energética 2050, un ambicioso plan de transición energética que se inició tras el desastre del reactor de Fukushima en Japón, en 2011. Los objetivos principales de esta estrategia son mantener un suministro energético seguro, eliminar gradualmente la energía nuclear y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
La guerra en Ucrania está acelerando estos debates y obligando a Suiza a afrontar su estrategia energética más a largo plazo. «La necesidad de aumentar la seguridad del suministro se ha vuelto aún más urgente. Dado que hay que sustituir las fuentes fósiles en la movilidad y en la calefacción, tenemos que construir nuevas capacidades para generar energía», afirma Patrick Dümmler, miembro del grupo de expertos Avenir Suisse.
Esta urgencia se puso de manifiesto la semana pasada en un largo debate en el Parlamento suizo sobre la política del Gobierno y las posibles consecuencias de la guerra en Ucrania.
«Tenemos que ampliar las energías renovables con todas nuestras fuerzas, hay que ir más rápido. También tenemos que reducir el despilfarro energético», declaró la ministra de Energía, Simonetta Sommaruga.
«La trinidad energética»
A corto plazo, esto significa que Suiza tendrá que reforzar su capacidad de almacenamiento y establecer una combinación energética y una cartera de múltiples proveedores. Según Dümmler, esto puede incluir aumentar la energía hidroeléctrica y sustituir el gas ruso por gas natural licuado procedente de Estados Unidos.
A Suiza −un territorio sin salida al mar− esto le plantea el reto de cómo acceder al gas natural licuado. El gas natural se licúa para reducir su volumen unas 600 veces y así se pueda transportar fácilmente en buques cisterna. El gas vuelve a su estado original cuando se calienta (regasificación) y de este modo se puede introducir en la red de gasoductos. Pero −y según datos de Reuters− las terminales portuarias de Europa necesarias para este proceso están llegando al límite.
Una opción a largo plazo podría ser impulsar la producción de gas renovable o biometano procedente de residuos orgánicos (como el estiércol o restos de comida). El objetivo sería que todo el suministro de gas fuera una energía renovable y medioambientalmente neutra. Pero los expertos coinciden en que cualquier escenario implicará depender de alguna manera de las importaciones, ya que para Suiza resultaría muy costoso ser totalmente independiente energéticamente.
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Según la Fundación Suiza de la Energía, Suiza ya depende energéticamente de otros países en un 74,6 %. Y desde 2001 esto solo ha disminuido un 5 %. Aunque, si Suiza se ciñe a su Estrategia Energética 2050 e invierte en el país en fuentes más respetuosas con el medioambiente (como la energía solar), esta cifra podría reducirse más todavía. No obstante, la dependencia del exterior seguirá siendo alta.
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Aquí el punto de fricción está en el equilibrio entre la seguridad energética, la sostenibilidad y la soberanía. El profesor de Gobernanza Energética en la Universidad de San Gall, Philipp Thaler, lo llama la «trinidad energética inviable». Y dice que «de alguna manera, en esta ecuación hay un objetivo de más». En su opinión, Suiza debería aceptar concesiones, como perder la soberanía energética o sacrificar la sostenibilidad.
Para Kachi el equilibrio entre seguridad y sostenibilidad solo puede lograrse sopesando las distintas opciones energéticas de una vez. «Si el Gobierno propone nuevas centrales de gas, por ejemplo, sus riesgos medioambientales y geopolíticos también tienen que compararse con los de todas las opciones viables: la energía nuclear, la hidráulica y las nuevas energías renovables. Es una tarea difícil que hasta ahora no hemos gestionado bien».
Todos los ojos puestos en Europa
Asegurar el suministro energético en Suiza dependerá, en última instancia, de la estrecha cooperación con Europa. Y es que todas las importaciones energéticas de Suiza dependen de infraestructuras europeas: carreteras, gasoductos y oleoductos.
«Dado que todos los combustibles importados pasan por vías europeas, la buena coordinación con la UE va a ser fundamental», dice Hannes Weigt, profesor de Economía de la Energía en la Universidad de Basilea. «Como actualmente en la UE hay mucho movimiento sobre cómo manejar la actual situación de abastecimiento energético, las opciones que tenga Suiza dependerán, en gran medida, de lo que ellos decidan», explica Hannes Weigt.
Rusia sigue siendo el mayor exportador de petróleo, gas natural y carbón a la UE, que importa de Rusia en torno a un 40 % del gas y un 25 % del crudo. Esta dependencia ha impedido que Europa prohíba directamente la importación energética rusa como sí lo han hecho sus homólogos estadounidenses y británicos. No obstante, el bloque está tomando medidas para impulsar los envíos de gas natural licuado y acelerar el despliegue de gases renovables.
La forma en la que a partir de ahora Suiza se relacione con sus vecinos podría resultar decisiva para este país interior. «En este pequeño país en el corazón de Europa, que no es miembro de la Unión Europea ni tiene ningún acuerdo energético con sus vecinos, ¿qué pasa si hay escasez de electricidad o gas?, ¿los vecinos cortarían el suministro primero a Suiza?», se cuestiona Thaler, profesor de Gobernanza Energética.
En 2021, Suiza puso fin a las negociaciones del acuerdo marco con la Unión Europea, alejando las perspectivas de un acuerdo a corto y medio plazo sobre la electricidad. Esto significa que Suiza está excluida de cualquier acuerdo de solidaridad para el suministro mutuo de gas en caso de emergencia. Dado que las negociaciones previas entre Suiza y la UE se rompieron, Kachi se pregunta si todavía es posible que Suiza «logre la cooperación o consiga el apoyo necesario de la UE si en el futuro se requiere una negociación multilateral sobre el suministro de recursos».
La crisis del precio de la energía
El clima geopolítico y la incertidumbre actual también están provocando un aumento del precio general de la energía. El 18 de marzo el barril de petróleo Brent costaba 106 dólares (99 francos), después de haber estado a punto de alcanzar la semana anterior los 130 dólares. «A medio plazo veremos una reacción en los mercados ante la subida de los precios: va a bajar la demanda, los consumidores se pasarán a tecnologías no basadas en el fósil y aumentarán las importaciones de fuentes no rusas», afirma Dümmler, de Avenir Suisse. Añade que, en Suiza, el aumento del precio de la energía tendrá menor impacto en la inflación porque «un franco al alza amortigua el aumento del precio de las fuentes de energía importadas». El franco suizo ha alcanzado recientemente la paridad con el euro. Un franco vale ahora 0,97 euros.
Las repercusiones, sin embargo, sí se dejan sentir en los hogares suizos. Según estadísticas oficiales, el precio del gasóleo de calefacción aumentó un 8,5 % en febrero, lo que supone un incremento de más del 48 % respecto al mismo período del año pasado. Y el coste de la gasolina, solo entre enero y febrero de este año, también ha subido un 5,3 %.
Traducido del inglés por Lupe Calvo
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