Los científicos confían, los políticos desconfían
A fines de 2013 expira la moratoria que prohíbe en Suiza las plantas transgénicas, aunque podría prorrogarse. Las conclusiones de los científicos no parecen convencer a los políticos, y menos aún a los enemigos de estos cultivos.
En América e India se cultivan a gran escala desde hace una quincena de años. En Europa y Suiza, en particular, las plantas genéticamente modificadas (PGM) causan recelo. En 2005, los ciudadanos suizos aprobaron una moratoria de cinco años sobre su comercialización. En 2010, el Parlamento decidió prolongarla tres años.
A petición del Gobierno, el mundo científico ha estudiado la utilidad y los riesgos de la diseminación de las plantas transgénicas, en el marco del Programa Nacional de Investigación (PNR) 59. Se lanzó en 2005 simultáneamente a la moratoria y el pasado 28 de agosto los autores presentaron sus conclusiones.
Los resultados son inequívocos. No se ha encontrado “ningún riesgo, ni para la salud ni para el medio ambiente”. Los científicos agregan que el beneficio económico que podrían aportar las PGM a la agricultura helvética es por el momento “escaso”, aunque podría mejorar “con las variedades que combinan varias características, como una resistencia a los herbicidas y a las enfermedades”.
Recelo en Suiza…
Un llamamiento bien documentado, pero que tiene escasas posibilidades de encontrar un oído amigo; o por lo menos no en lo inmediato. Un día después de la presentación del informe, el diario Tages Anzeiger, de Zúrich, sondeó el terreno entre los parlamentarios suizos. La derecha también respalda la prórroga, y eso que en su momento los círculos empresariales se opusieron a la moratoria.
En febrero, el agricultor y diputado demócrata cristiano, Markus Ritter, candidato a la presidencia de la Unión Suiza de Agricultores (USP), presentó una moción que pide prolongar la moratoria hasta el año 2017. La propuesta, que defienden 121 de los 200 diputados, cuenta también con el apoyo del Gobierno.
La mayoría de los agricultores suizos se opone a los cultivos transgénicos, aunque no se trata de una “oposición de principio”, explica a swissinfo.ch Bernard Nicod, miembro del comité directivo de la USP.
“La producción de PMG debe cumplir tres condiciones: ser interesante desde los puntos de vista ecológico, agronómico y económico. Y actualmente, no se respeta ninguno de estos criterios”, anota el agricultor del cantón de Vaud.
Además, solamente uno de cada cuatro consumidores se declara dispuesto a ingerir transgénicos, incluso si el 80% es favorable a poder elegir libremente entre productos naturales y productos transgénicos.
… y aún más en las ONG
La reacción de Greenpeace Suiza a las conclusiones del PNR 59 fue inmediata. La ONG denuncia, ante todo, “la ausencia de un análisis exhaustivo de los riesgos que representa el consumo de plantas genéticamente modificadas para la salud humana y animal”.
Sobre los aspectos ligados a la salud, los científicos no han realizado investigaciones nuevas. Su trabajo se centra en analizar la bibliografía científica que existe (más de 1.000 estudios). Como subraya el informe del PRN 59, “no hay razones para suponer que en Suiza los organismos humano o animal tengan reacciones diferentes respecto a otros países”.
Estos estudios, sin embargo, presentan lagunas, ya que las repercusiones de los transgénicos sobre la salud podrían manifestarse solamente a largo plazo, denuncia Greenpeace. Además, la organización de defensa del medio ambiente duda de la independencia de estas investigaciones, que muchas veces subvenciona la industria de las PGM.
“No se trata de un no de principio a todas las formas de la ingeniería genética”, puntualiza Françoise Minarro, portavoz de Greenpeace Suiza.
“Estamos a favor de que se investigue en espacios limitados, por ejemplo, con fines médicos. Pero un cultivo a escala industrial no tendrá en absoluto los mismos efectos que estos experimentos realizados en un laboratorio o en pequeñas parcelas al aire libre. Queremos sencillamente que prime el principio de precaución”. Por consiguiente, la ONG insiste en prolongar la moratoria.
La fundación suiza para la cooperación, Swissaid, también es partidaria de una prórroga. Las PGM, sostiene, no hacen sino “agravar el problema del hambre en el mundo”.
El papel de Monsanto
“Las plantas genéticamente modificadas (PGM) son sinónimo de contaminación, producción intensa y desaparición de los cultivos tradicionales. Y la mayor parte de estas plantas ni siquiera tiene un rendimiento superior a las otras”, afirma Françoise Minarro, en alusión a El mundo según Monsanto, obra de Marie-Monique Robin.
Desde Estados Unidos hasta Vietnam y desde Europa hasta Paraguay, la periodista de investigación francesa (Premio Albert Londres en 1995) reveló las controvertidas prácticas comerciales de la multinacional agroquímica estadounidense, que hoy es líder en el sector de las PGM.
Las pesquisas de Marie-Monique Robin muestran cómo Monsanto dictó literalmente la legislación estadounidense, decididamente liberal, sobre el uso de la ingeniería genética. Dan Glickman, ex ministro de Agricultura de Bill Clinton, admitió ante la cámara haber “sufrido muchas presiones para, digamos, no ser demasiado exigentes”.
Supervivencia del más idóneo… o el más útil
Para realizar sus análisis, los investigadores del PNR 59 no compraron semillas de Monsanto, sino que se dirigieron a los laboratorios públicos y las universidades en Suiza.
Fabio Mascher, de la Estación Federal de Investigación Agroscope Changins-Wädenswil, observó el comportamiento del maíz transgénico en campo abierto para analizar su resistencia a algunos hongos y evaluar los riesgos de diseminación. La creación de PGM, no obstante, no forma parte de las tareas de este doctor en Fitopatología, especializado en los métodos clásicos de la selección de variedades.
“Sí, la evolución de las especies se basa, entre otras cosas, en mutaciones genéticas. Son el motor de la evolución y el origen de la biodiversidad. Según las tesis de Darwin, la naturaleza selecciona los individuos más idóneos para la supervivencia. La selección clásica, en cambio, se interesa en los individuos más útiles para el ser humano, que no son forzosamente los mismos”, explica Mascher.
“Pero esas necesidades no son exclusivamente comerciales”, agrega el experto. “Se trata de incrementar la resistencia a enfermedades o el rendimiento para alimentar a un mayor número de personas y, por ende, asegurar la supervivencia de nuestra especie”.
Alimentar a más personas: Es uno de los objetivos que las autoridades políticas que encargaron el PNR 59 atribuyen a los transgénicos. Solo resta convencerlas de que se puede alcanzar ese objetivo sin excesivos efectos colaterales…
Lanzado en diciembre de 2005 por encargo del Gobierno, el Programa de Investigación 50 Utilidad y riesgos de la diseminación de plantas genéticamente modificadas duró cinco años y costó 15 millones de francos.
En su marco, se realizaron 30 proyectos de investigación en tres sectores principales: biotecnología vegetal y ambiental (19 proyectos); aspectos políticos, sociales y económicos (9); evaluación y gestión del riesgo y procedimientos de toma de decisiones (2).
Debido a la falta de tiempo y fondos, el PNR 59 no analizó las repercusiones a largo plazo de las PGM sobre la salud humana y el medio ambiente. Los científicos evaluaron la bibliografía disponible en el mundo (más de mil publicaciones).
Hace diez años, las plantas y los animales de los que nos alimentábamos no existían en su forma actual. Desde que se estrenó en la agricultura y la crianza, el hombre selecciona las especies, conservando para la reproducción los individuos o las semillas que mejor satisfacen sus necesidades.
Con la ingeniería genética, la selección ha adoptado otra forma. Para mejor el rendimiento o la resistencia de una especie, se introducen uno o varios genes de otra planta o una bacteria. En este caso se habla de planta transgénica.
Por ejemplo: el maíz y el algodón Bt de Monsanto poseen un gen (originalmente presente en una bacteria) que produce naturalmente una proteína tóxica para las larvas de algunos insectos que son nocivos para las plantas. Esta comienza a producir de forma autónoma el propio insecticida.
También la naturaleza, en la que las especies evolucionan por mutaciones genéticas, puede producir ‘organismos transgénicos’. Los científicos han identificado genes de bacterias en las plantas y, viceversa, genes vegetales en bacterias, sin intervención alguna por parte del hombre.
Los OGM tienen un efecto tóxico sobre los animales y quizás también sobre los seres humanos, según un estudio de la Universidad de Caen (Francia) sobre la toxicidad del maíz transgénico y del Roundup (un herbicida producido por Monsanto).
La investigación, publicada el 19 de septiembre de 2012 en la revista digital Food and Chemical Toxicology, se realizó en 200 ratas y duró dos años.
Incluso en dosis mínimas, la absorción a largo plazo de maíz transgénico NK 603 y de Roundup actúa como un veneno potente y a menudo mortal, explica el autor del estudio y biólogo molecular, GillesEric Séralini, que preside el consejo científico del Criigen, una organización crítica hacia los trasnsgénicos.
El mundo científico ha acogido con escepticismo sus conclusiones, que han relanzado el debate sobre los transgénicos en Francia. La elección de cobayas (conocidas por su predisposición a los tumores), la falta de información precisa sobre el tipo de alimentación administrada a los animales y el tratamiento estadístico de los datos recopilados ha causado perplejidad en varios científicos.
Aun así, la Comisión Europea ha pedido a la agencia encargada de la seguridad de los alimentos que examine los resultados de la investigación.
(Traducción: Belén Couceiro)
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