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Los demócratas radicales del desierto

directora de Debswana
"Los diamantes nos pertenecen a todos", subraya la directora financiera de la empresa Debswana. swissinfo.ch

Cómo un país africano con abundantes yacimientos de diamantes en bruto instauró la democracia directa, despertando así el interés de Suiza. Reportaje desde Botsuana.

“Cuando salgo de la cantera al volante de un camión plenamente cargado, llego a una velocidad de nueve kilómetros por hora. Al bajar, sin embargo, avanzo a 40 kilómetros por hora”, dice Mosah Kgautle, al tiempo que mira hacia al asiento del conductor de su vehículo, situado cuatro metros más arriba.

La camionera de 38 años de edad conduce desde hace ya casi una década los vehículos de transporte híbridos de fabricación japonesa con un peso de cerca de 300 toneladas. De alguna manera, con su trabajo también ha influido en el destino de su país Botsuana, en el África del sur.

una especie de tractor enorme
En el extremo sur del desierto de Kalahari, en Botsuana, Mosah Kgautle (izquierda) dirige su vehículo de trabajo, que pesa 300 toneladas. swissinfo.ch

Nos encontramos al borde de una abertura enorme en la superficie terrestre. El agujero tiene un diámetro de casi dos kilómetros y una profundidad de cerca de 600 metros.

El comercio de diamantes genera la mitad de los ingresos del Estado

Cada día que Mosah Kgautle y sus colegas trabajan, se ensancha y se ahonda un poco más la cavidad en la mina de Jwaneng, mientras que Botsuana se convierte, cada vez más, en un país más próspero y más seguro de sí mismo.

Estamos a aproximadamente doscientos kilómetros de la capital Gaborone, en la zona meridional del desierto del Kalahari.

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“Con mi empleo no solo trabajo para mi empleador, mi familia o para mí, sino también para todo el país”, recalca Mosah Kgautle.

La mina de diamantes de Jwaneng es una de las más grandes del mundo. De su explotación se ocupa la compañía Debswana. Se trata de una empresa conjunta del Gobierno de Botsuana y de la sociedad minera surafricana De Beers.

Mosah Kgautle conduciendo
Mosah Kgautle en la cabina de su camión/tractor. swissinfo.ch

Los beneficios del lucrativo negocio de los diamantes representan hoy aproximadamente la mitad de los ingresos estatales de Botsuana. Supone un contraste notable con el negocio de diamantes que se desarrolla en otras partes del sur de África, donde la piedra preciosa ha recibido el nombre nada glorioso de “diamantes de sangre” por las inhumanas condiciones laborales que, notoriamente, se producen durante su explotación, pero también por la corrupción y la destrucción del medio ambiente.      

Mientras muchas de las antiguas colonias europeas en el sur de África tienen problemas a la hora de gestionar sus materias primas, Botsuana sigue por la senda del éxito. Este verano, el Gobierno de Gaborone logró asentar sobre una base nueva su colaboración con el gigante minero surafricano De Beers. El acuerdo prevé que, en el futuro, el Estado botsuanés recibirá el 50 % de los beneficios del comercio de diamantes en lugar del 25 %, como era hasta ahora. 
En Gaborone se establecerá una academia de diamantes que se hará cargo de garantizar la trazabilidad de la procedencia de las piedras preciosas. Finalmente, la empresa en participación Debswana, que además de la de Jwaneng también explota tres minas de diamantes más pequeñas, asume el compromiso de invertir miles de millones en un “fondo para el futuro” del que se beneficiará toda la población de Botsuana, un instrumento análogo al Fondo del petróleo noruego. “Con estos fondos se realizarán inversiones en sectores como la agricultura, el turismo y la tecnología”, afirma la directora financiera de la empresa, que añade: “Los diamantes nos pertenecen a todos.” 

“Cuando fundamos nuestro Estado, éramos el país más pobre en toda África. En 1966 existían apenas siete kilómetros de carreteras asfaltadas”, apunta Kebapetse Lotshwao, director del Instituto de Ciencias Políticas en la Universidad de Botsuana. “Pero tuvimos dos veces suerte: por un lado, los primeros diamantes se descubrieron todavía después de la declaración de independencia y, por otro, nuestro presidente de la república, Seretse Khama, se interesó más por fundar una universidad que por formar un ejército.”

El Estado paga por la formación de sus estudiantes

Hasta el día de hoy, el Estado se hace cargo al cien por cien de los gastos educativos de los estudiantes botsuanos, también en el extranjero.

En el momento de su independencia estatal, ninguna de las antiguas potencias coloniales ni otras poderosas naciones regionales como Sudáfrica se interesaban por Botsuana, un país poco poblado en el interior del continente africano. En la región de la actual capital Gaborone, muy próxima a la línea ferroviaria Sudáfrica-Rodesia inaugurada ya en 1896,  apenas vivían unos centenares de habitantes.

Democracia más antigua de África

Después de casi seis décadas de crecimiento económico sólido y continuo con cifras de crecimiento de dos decimales, la democracia más antigua de África es uno de los Estados más prósperos del continente. En la capital, Gaborone, donde hoy viven casi 300.000 habitantes, dominan los rascacielos de vidrio y los grandes centros comerciales. En el distrito parlamentario se puede apreciar cómo Botsuana ha conseguido, a lo largo de los años, evitar los desórdenes y las tragedias que habitualmente azotan a la región. Los 65 escaños en la Asamblea nacional se renuevan cada cinco años en votaciones populares directas. Desde los primeros comicios en 1965, el conservativo Partido Democrático de Botsuana siempre ha obtenido la mayoría de los votos para formar gobierno.

Al lado de la sede de la Asamblea nacional se encuentra un complejo más pequeño con profusión de detalles decorativos. Se trata del Ntlo ya Dikgosi, la “Casa de los jefes de tribu”. “No representamos solo a las distintas tribus y regiones del país, sino también las numerosas asambleas populares democrático-directas, las Kgotlas”, señala Kgosi Puso Gaborone, quien, desde el año 2009, preside la pequeña cámara, siendo, por tanto, el “jefe de todos los caciques” del país.

Kgosi (que significa “rey”) Puso Gaborone recibe al periodista de SWI swissinfo.ch no en su despacho en el distrito parlamentario, sino en la plaza de reunión (“Kgotla”) en Tlokweng, un barrio urbano de Gaborone.

Democracia directa en el ámbito local

“La gran mayoría de las decisiones en el ámbito local se toman en Botsuana en asambleas populares. Aquí, todo el mundo puede terminar de hablar y siempre se busca el consenso”, explica Gaborone, y añade: “Eso requiere tiempo y paciencia, pero a largo plazo merece la pena porque se llegan a decisiones legitimadas.”

Un grupo de personas sentadas alrededor de una mesa
Kosi Gaborone en el Tlôkwa Kgotla (Gabarone es la persona que se encuentra detrás de la mesa a la derecha) swissinfo.ch

Con orgullo cuenta cómo el presidente suizo Alain Berset le visitó, esta pasada primavera, en la modesta Kgotla. Más tarde, cuando el presidente de la República Mokgweetsi Masisi correspondió la visita con un viaje a Suiza, pudo seguir los debates de la Asamblea popular en Appenzell Rhodas Interiores. “Somos tan parecidos”, exclama.

El presidente de Botswana en Appenzell Rodas Interiores.
Mokgweetsi Masisi, presidente de Botsuana, en Appenzell Rodas Interiores. © Keystone / Pool / Alessandro Della Valle

Entre ambos países sin acceso al mar no existen, en estos momentos, relaciones amplias y estrechas. Apenas 13 botsuanos viven actualmente en Suiza, mientras que el número de suizos en Botsuana cuatriplica esta cifra con 53 residentes. También los vínculos económicos siguen siendo débiles entre ambas democracias modélicas con amplio desarrollo de los derechos populares. En la actualidad, algunas empresas suizas con sede en la vecina Sudáfrica están planteándose abrir sucursales en Botsuana. 
Sin embargo, ambos Estados acapararon este año los titulares de la diplomacia con sendas visitas oficiales: primero viajó el presidente de la Confederación Alain Berset al país africano a principios de febrero.
Y solo dos meses más tarde, el presidente de Botsuana Mokgweetsi Masisi correspondió este acercamiento diplomático con otra visita de Estado de varios días en Suiza, acompañado por varios ministros y altos funcionarios del Estado. Ahora hay, por lo menos en Botsuana, grandes esperanzas en un ulterior desarrollo de las relaciones bilaterales “entre naciones afines”, como se resaltó reiteradamente durante las visitas oficiales.

A diferencia de muchos otros Estados de la región, que con frecuencia tienen que lidiar con problemas más importantes, Botsuana no necesita ninguna ayuda económica convencional al desarrollo.

Uno de los paralelismos históricos que une al país africano con Suiza es que Botsuana, como Estado neutral, se ha mantenido, tradicionalmente, alejado de los conflictos (muchas veces armados) en el África meridional. Al mismo tiempo, el Estado africano ha ofrecido asilo político a los disidentes de otros países. “Durante las últimas décadas del régimen del Apartheid en Sudáfrica, inmigró mucha gente inteligente e innovadora”, afirma Tefo Paya, director del Teatro Nacional Maitisong, ubicado en la parte occidental de la ciudad de Gaborone: “Desde el principio, la idea fundamental de nuestro Estado consistía en la convivencia pacífica de personas, grupos éticos y culturas muy diferentes.” Al igual que Kgosi Gaborone en la Asamblea popular, este director de teatro se siente “casi como en casa” en Suiza, donde, recientemente, ha pasado un año en lugares distintos a invitación de la Fundación cultural Pro Helvetia. 

Hay incluso ámbitos como la digitalización de la Administración y la política o el desarrollo de vacunas, donde la nación en el sur de África se adelanta a Suiza.

Al mismo tiempo, las diferencias entre ambos países sin acceso al mar son tan grandes que la tradicional diplomacia bilateral se queda corta si se compara, por ejemplo, con las relaciones que suelen mantener los países vecinos en Europa.

Suiza no tiene embajada en Botsuana

Además, Suiza no dispone de embajada ni consulado en Botsuana (competente es la representación suiza en Pretoria, Sudáfrica). Por el contrario, Botsuana sí tiene embajada en Ginebra.

Investigaciones de SWI swissinfo.ch indican que por este motivo existe, en estos momentos, cierta perplejidad en los círculos diplomáticos de ambos países. No está claro cómo se van a desarrollar las relaciones después de las dos visitas de Estado de alto perfil. Y eso a pesar de que tanto la política de neutralidad “comprometida” de los dos países como la voluntad política de desarrollar la democracia también más allá de las fronteras podrían servir de punto de partida común para una cooperación más estrecha.

Alain Berset bailando en Botswana.
Alain Berset bailando en Botsuana. © Keystone / Peter Klaunzer

Ya existen primeros planteamientos para esta nueva forma de cooperación diplomática. Así se pudo comprobar, por ejemplo, cuando, a mediados de mayo, el presidente de la Confederación Alain Berset dirigió en Nueva York una sesión sobre el hambre y la protección civil en el marco de la presidencia de Suiza del Consejo de Seguridad de la ONU, reunión en la que Botsuana asumió un papel importante aportando la perspectiva del África meridional. 

Al igual que Suiza, el país africano es sede de varias organizaciones multilaterales, como la Comunidad para el Desarrollo del África Meridional (SADC, por sus siglas en inglés), además de ser Estado miembro de la Unión Aduanera del África Meridional (SACU, por sus siglas en inglés). Con este último organismo, la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC), de la Suiza es miembro, ha cerrado un acuerdo de libre comercio.

Nuevas formas de cooperación democrática con Suiza

Otra vía para reforzar la colaboración ofrece, además, la nueva estrategia del ministerio suizo de Asuntos exteriores (DFAE), que pretende desarrollar una política exterior práctica apoyándose en el artículo 54.4 de la Constitución Federal. Este artículo contiene un mandato constitucional único en el mundo para el “fomento de la democracia internacional”, asunto del que se ocupa, en estos momentos, la sección Paz y Derechos Humanos del DFAE.

“Botsuana está bien posicionada en las clasificaciones internacionales de la democracia y tiene interés en un intercambio. De este modo podría servir como modelo de democracia consolidada en África para otros países”, sostuvo esta pasada primavera Simon Geissbühler, el director de dicha sección, en entrevista con SWI swissinfo.ch. En la capital botsuanesa de Gaborone ya hay ideas concretas que esbozan cómo Suiza podría ser de ayuda en la cooperación democrática: “Nos gustaría instituir en la universidad un Centro para la Democracia para toda el África meridional”, señala el profesor de Ciencias Políticas Kabepetse Lotshwao.

Texto adaptado del alemán por Antonio Suárez Varela

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