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¡Muerte… a la pena de muerte!

La jefa de la diplomacia suiza, Micheline Calmy-Rey, tras la ceremonia de clausura del IV Congreso contra la Pena de Muerte en Ginebra. Keystone

“Mientras en este mundo haya lapidados, fusilados, guillotinados, no debemos conocer reposo. ¡A ustedes, abolicionistas, les toca salvar esas vidas…!”

El exhorto de Robert Badinter, ex ministro de Justicia, y artífice de la supresión de la pena de muerte en Francia, arrancó un nutrido y prolongado aplauso de los asistentes a la clausura, este viernes, del IV Congreso contra la Pena de Muerte en Ginebra.

Durante tres días, representantes de todos los confines del mundo se reunieron para afinar la estrategia contra la pena capital, una punición que aplican aún 58 Estados en detrimento principalmente de los más pobres, los opositores políticos o los miembros de minorías.

“Hace 200 años, si alguien hubiera hablado de abolición de la esclavitud, hubiera parecido un sueño. Hoy estamos juntos para luchar por el sueño de la abolición de la pena de muerte”, subrayó la abogada iraní Shirin Ebadi, Premio Nobel de la Paz 2003.

Micheline Calmy-Rey, ministra suiza de Exteriores, acotó la necesidad de mostrar un mundo que no requiera esa forma de castigo. “La pena de muerte no proporciona ni compensación, ni reparación; ni tiene efecto disuasivo alguno”. Empero, añadió, es una ofensa a la dignidad humana “que nos hacer perder humanidad”.

Y, en refrendo de esa postura que excluye del castigo máximo cualquier efecto positivo, Navanethem Pillay, alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, se refirió al caso de Ruanda, víctima de un terrible genocidio “cuya sociedad tiene sed de justicia y que decidió suprimir la pena de muerte. ¡Ruanda, dijo, es un ejemplo a seguir!”

“Soñaba con besar a mi madre”

Viernes 26 de febrero, última jornada del IV Congreso contra la Pena de Muerte. Personalidades del mundo entero se suceden en el Centro Internacional de Congresos de Ginebra para aportar su contribución a la lucha contra las ejecuciones.

Pero no sólo. También hay testimonios. Recreaciones de sucesos conmovedores que estremecen a los auditores. La narración de Antoinette Chaine, la joven libanesa que pasó más de cinco años en prisión por el solo hecho de ser hermana de un opositor.

“Pensé que me liberarían pronto. Tomé mis cosas y me despedí de mis compañeros de celda. Cuando me dijeron que estaba condenada a muerte sufrí un ataque de parálisis y por varios días no pude hablar”. Con la voz entrecortada, Antoinette narra las torturas de que fue objeto y que la condujeron hasta en dos ocasiones al hospital. Habla de la operación posterior sin anestesia, en la propia mazmorra.

“Soñaba con besar a mi madre y ni siquiera podía tocarla”. Liberada por fin gracias a la intervención de Amnistía Internacional, Antoinette se consagra ahora a la lucha contra la tortura y la pena capital. Exhorta a no abandonar a los que siguen en prisión.

“Créanme, para un prisionero, la soledad es la cosa más dura de vivir en la obscuridad de la celda. Cada carta que recibía era para mí un rayo de sol”.

Declaración final

Arnaud Gaillard, coordinador del Congreso, da lectura a la declaración final del evento y lanza un llamado a los Estados abolicionistas “a integrar el desafío de la abolición universal de la pena de muerte mediante la adopción, en particular, de resoluciones que proclamen la moratoria de las ejecuciones; el apoyo a acciones de educación y una cooperación mayor con las ONG abolicionistas que actúan in situ”.

Los encargados de entregar el texto a la Sra. Pillay son tres niños, familiares de un condenado a muerte en Estados Unidos y miembros de la organización ‘Niños contra la Pena de Muerte’. Y es que la pena capital concierne a todos los seres humanos sin distingo de edad o de raza. Sus muy diversas facetas fueron analizadas a lo largo de tres días por especialistas de más de un centenar de países.

En sus conclusiones, los expertos dieron cuenta de la aplicación del castigo máximo a menores de edad, a enfermos mentales, a opositores políticos, a homosexuales, a miembros de minorías políticas… a personas que carecen de los medios para asegurarse una buena defensa, a condenados cuya inocencia fue comprobada demasiado tarde…

Desde todos los ángulos posibles se abordaron la pena de muerte y sus consecuencias: desde el punto de vista de las religiones, de la jurisprudencia, de la pedagogía, de la ciencia…

Un exitoso encuentro

“Podemos estar plenamente contentos. Logramos los objetivos previstos: pudimos movilizar a mucha gente, a expertos, a integrantes de la sociedad civil, de gobiernos, de organizaciones internacionales”, comenta a swissinfo.ch, Thomas Greminger, responsable de la División de Seguridad Humana, del Ministerio suizo de Exteriores.

El director de la Asociación Juntos Contra la Pena de Muerte (ECPM por sus siglas en francés), Raphaël Chenuil Hazan, que organizó el evento “apadrinado” por Suiza, comparte su optimismo:

“Estamos muy, muy satisfechos. Los tres días de debates, de exposiciones, de espectáculos y de intercambios permitieron tanto a los activistas como a la sociedad civil comprender mejor la problemática ligada a la pena de muerte”, afirma a swissinfo.ch

Además, subraya el representante del Ministerio helvético de Exteriores, “pudimos identificar pasos importantes para los meses y los años a venir en esta lucha”.

En efecto, el jefe del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, delineó ya, al principio de este IV Congreso, la próxima etapa: la declaración de una moratoria universal para el año 2015.

Moratoria también a las condenas

Empero, no será suficiente. “No podemos contentarnos con una moratoria de las ejecuciones, tenemos que evitar las moratorias sobre las condenas”, subrayó Robert Badinter.

“La pena de muerte es más que un problema filosófico o moral, más que una exigencia política. La pena de muerte es, primero que todo, el suplicio de aquellos que esperan ser procesados, de los condenados que aguardan en su celda ser ejecutados.

Además del caso de Antoinette, las palabras del ex ministro francés hacen pensar en esos condenados que aguardan en el corredor de la muerte años y años y que mueren una y otra vez en la espera antes de ser ejecutados o que una piadosa y simple prueba de laboratorio demuestre su inocencia.

Es el caso de Edward Macarthy, también presente en el Congreso, que pasó 21 años en prisión, que fue juzgado, hallado culpable y condenado a muerte en tres ocasiones hasta que un test de ADN determinara que era ajeno al crimen que se le imputaba.

“¡La pena de muerte es la vergüenza de nuestra sociedad. Hay millares de hombres y de mujeres a los que debemos salvar y ese es un deber de todos. Una exigencia moral!”, concluyó el senador su discurso ante una audiencia que se puso de pie para ovacionarlo.

Marcela Águila Rubín, Ginebra, swissinfo.ch

Tuvo lugar en Ginebra del 24 al 26 de febrero.

Fue organizado por la asociación francesa Juntos contra la Pena de Muerte (EPCM), con patrocinio de la Confederación Suiza y en asociación con la Coalición Mundial Contra la Pena de Muerte.

Es la cita trianual de los abolicionistas del mundo entero que permite reforzar lazos, revisar y fortalecer las estrategias comunes y sensibilizar a la opinión pública sobre la urgencia de erradicar esa práctica contraria a los derechos humanos.

Más de 1.000 congresistas se reunieron en dos sesiones plenarias, 10 mesas redondas y 9 talleres.

Entre la temática: la discriminación social y racial en la aplicación de la pena de muerte; la protección de los grupos vulnerables (menores y deficientes mentales); violencia, víctimas y pena de muerte; religiones y pena de muerte; la situación de la pena máxima en diversas regiones del mundo.

Entre las actividades: representación de la pieza ‘El último día de un condenado’, de Víctor Hugo, y una velada de testimonios de víctimas de crímenes, de terrorismo y de testigos de ejecuciones, y en la que participó la cantante franco-inglesa Emily Loizeau.

Lo anterior amén de una serie de exposiciones de fotografías, caricaturas y afiches y de la proyección de filmes documentales.

Ediciones anteriores: Estrasburgo (2001): Montreal (2004) y París (2007).

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