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«No soy un héroe, sólo luché por una causa justa»

Certificado de identidad que la República expidió a Eolo Morenzoni en Cataluña. Archivos personales de Eolo Morenzoni

Al cumplirse este miércoles 70 años del fin de la Guerra Civil española swissinfo traza el retrato de uno de los voluntarios suizos que lucharon en el frente republicano: Eolo Morenzoni, uno de los últimos brigadistas vivos.

A sus 88 años, este nativo del cantón Tesino es el único de los cinco supervivientes conocidos de las Brigadas Internacionales que goza aún de salud suficiente para contar su experiencia.

Difícilmente este hombre, que partió a la guerra con sólo 16 años, hubiera podido imaginar que la odisea que comenzaba en 1936 terminaría hace pocas semanas con la histórica decisión del Parlamento suizo: la rehabilitación de los voluntarios que lucharon en la Guerra Civil española.

A pesar de ciertos problemas de oído, Morenzoni mantiene una lucidez envidiable para su edad, aunque a veces se hace ayudar por su esposa cuando las dificultades auditivas se hacen notar.

Nacido en el seno de una familia «visceralmente antifascista», ya de adolescente escribía artículos «en una publicación comunista». Antes de partir dejó una carta a sus padres en la que explicaba su decisión.

Pasó por Basilea y Lyon (Francia) antes de cruzar la frontera española y tuvo que mentir sobre su edad para poder llegar a Girona (Cataluña) y luego a Albacete.

«No fui a la Guerra de España por una locura de juventud», explica con firmeza, «sino que yo era una persona muy comprometida políticamente». Sin empachos, Morenzoni se define claramente como «un comunista, que siempre ha sido comunista».

Incorporado al Batallón Chapaieff de la XIII Brigada participó en las batallas de Teruel y Sierra Nevada antes de ser incorporado a la Brigada Garibaldi, que contaba en su seno con la mayoría de combatientes de origen italiano.

«En abril de 1938, por una decisión del Partido Comunista Italiano debí partir de España», comenta antes de aclarar perplejo: «Y al día siguiente de mi retorno a Suiza me arrestaron. ¡Nunca entendí cómo supieron de mi llegada!». Le esperaba una semana de prisión preventiva y luego 45 días en confinamiento solitario.

Morenzoni recuerda aún con cierta amargura «los años en que Suiza ilegalizó al Partido Comunista» y la persecución de toda actividad antifascista o de corte socialista. De hecho, el anciano brigadista no es el único en señalar con el dedo a las autoridades de Berna de la época acusándolas de «simpatías filonazis».

De los cerca de 800 hombres y mujeres que lucharon junto a Enzo Morenzoni, unos 185 dejaron la vida en los campos de batalla de la Guerra Civil. De hecho, el caso de Morenzoni no fue excepcional, pues muchos de los que sobrevivieron se enfrentaron tras el regreso a Suiza con penas de prisión por «haber servido en un ejército extranjero» rompiendo así la política de neutralidad helvética. Muchos fueron condenados al ostracismo bajo la etiqueta de «peligrosos izquierdistas».

«Combatiente por una causa justa»

Interrogado por sus experiencias en el frente, Morenzoni se niega a entrar en el juego periodístico. «No me gusta contar batallitas», dice firme, «pues yo no soy un deportista ni un héroe. Sólo fui un combatiente por una causa justa en un momento preciso y con una realidad política determinada».

¿Y cómo valora uno de los últimos cinco supervivientes la decisión del Parlamento suizo? «Era algo que se debía hacer», razona, «pero para nosotros ya no cambia nada. Nadie me puede quitar de encima la experiencia de la cárcel y todos los problemas que tuve».

«El castigo al que fueron sometidos estos voluntarios se explica por un artículo del Código Penal Militar, que sigue aún vigente», explica Ralph Hug. Este historiador y periodista, fundador de la Asociación ‘IG Spanienfreiwillige’, se ocupa de defender los intereses de estos veteranos y es uno de los cerebros detrás de la exoneración de culpa y cargo a los brigadistas.

Hug precisa a swissinfo que el gran problema de los voluntarios que fueron a España fue que «se les percibió como comunistas a sueldo de Moscú». De hecho, los combatientes en la Legión Extranjera o en la Resistencia francesa no pasaron por el mismo calvario.

Eran épocas en las que Suiza estaba profundamente marcada por un anticomunismo visceral y el temor a una eventual ocupación soviética en plena Guerra Fría.

Aún hoy, la rehabilitación de Morenzoni y sus compañeros de lucha provoca resquemores en ciertos sectores del arco parlamentario suizo. Muy en particular, entre los miembros de la derechista Unión Democrática del Centro (UDC), partido que acaparó la atención mundial con sus polémicas iniciativas antiinmigración como la famosa campaña ‘de la oveja negra’.

¿Por qué la UDC es el único partido político suizo que boicoteó su rehabilitación? «Para ellos es un problema ideológico», analiza Hug, «puesto que no quieren dar el más mínimo reconocimiento a la izquierda».

De hecho, Christoph Blocher, alma del partido, se sigue pronunciando aún hoy a favor de la neutralidad más absoluta de Suiza. «Y eso le hace imposible digerir el compromiso de estos brigadistas.

En el fondo, los partidarios de la UDC son los franquistas de Suiza», dice entre risas. Ya más serio, Ralph Hug recuerda igualmente que Suiza fue «el primer país democrático en reconocer el régimen de Franco, en marzo de 1939, semanas antes de que terminara la guerra».

El libro del recuerdo

Eolo Morenzoni es, junto con sus compañeros de lucha, el protagonista de un libro de reciente aparición. Se trata de la guía biográfica Die Schweizer Spanienfreiwillige (Los Voluntarios Suizos de la Guerra Civil Española), escrito por el historiador de Basilea Peter Huber en colaboración con Ralph Hug y publicado por la editorial Rotpunkt, de Zúrich.

Como recuerdo y homenaje a esos hombres y mujeres idealistas que lucharon y murieron por defender la II República española, dejaremos constancia aquí del nombre de los otros cuatro supervivientes. Una lista que constituye una primicia suiza.

Esos veteranos, ya nonagenarios y en delicado estado de salud, son Elio Canevascini, Jakob Bosshard, Lucien Reymond y Alice Müller. En representación de todos ellos, Eolo Morenzoni concluye: «Me alegra profundamente la decisión del Parlamento, pero tampoco debemos darles flores por haber hecho justicia».

swissinfo, Rodrigo Carrizo Couto

Nació en Lugano (cantón Tesino) en 1920. Actualmente vive en Ginebra.

Su familia poseía un café y restaurante en el que el joven Eolo entró en contacto con las ideas izquierdistas y la lucha obrera. Siendo muy joven comenzó a escribir artículos políticos en la prensa local.

Mintió sobre su edad para entrar en España y poder participar en la Guerra Civil. Tenía 16 años y viajó a Albacete desde Basilea junto con su amigo Romeo Nesa.

Durante la guerra fue miembro del Batallón Chapaieff y participó de las batallas de Teruel, Granada y Pozoblanco. En julio de 1937 luchó en la legendaria batalla de Brunete.

Hacia el fin de la guerra fue integrado en la Brigada Garibaldi. Antes de ser repatriado en mayo de 1938, sus oficiales le definieron como «un combatiente entusiasta y un buen soldado políticamente consciente».

Eolo Morenzoni es uno de los últimos cinco brigadistas suizos vivos.

La Guerra Civil estalló el 18 de julio. En Suiza, la movilización a favor del bando republicano fue masiva.

780 militantes antifascistas dejaron todo para apoyar al ejército republicano. Proporcionalmente, el contingente suizo (constituido por 626 suizos, 128 residentes extranjeros y 26 indocumentados) fue uno de los más importantes.

Eran comunistas, socialistas, anarquistas y antifascistas sin una vinculación política específica. Entre 1936 y 1939, la lucha contra el fascismo le costó la vida a cerca de 170 de ellos.

Al regresar a su patria, la Justicia Militar falló 420 condenas sobre la base del artículo 94 del Código Penal Militar que prohibía a los suizos alistarse en un ejército extranjero sin autorización expresa del gobierno.

La mayoría fue condenada a varios meses de prisión y privada de sus derechos cívicos. Según la asociación ‘IG Spanienfreiwillige’, hoy viven aún cinco brigadistas.

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