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El asilo en Suiza sigue siendo difícil para el pueblo afgano

una manifestación en Ginebra en solidaridad con los afganos
La situación de los derechos humanos —en especial para mujeres y niñas—se ha deteriorado gravemente en Afganistán bajo el régimen talibán, un hecho sobre el que intentaron llamar la atención en Ginebra el pasado mes de febrero. Sulaiman Panahi

A pesar de que la situación de los derechos humanos se ha visto deteriorada en Afganistán bajo el régimen talibán, las autoridades suizas siguen rechazando a la gran mayoría de personas afganas que buscan protección. Una política que contrasta —y mucho— con la acogida que el país ofrece a quienes llegan de Ucrania.   

Aresu Rabbani calcula que, desde que en agosto de 2021 los talibanes tomaron Kabul, ha ayudado a solicitar un visado humanitario suizo a más de 1 000 personas de nacionalidad afgana. La mayoría había logrado cruzar la frontera con Irán o Pakistán. Con un visado humanitario, estas personas podrían llegar a Suiza de forma segura y legal y solicitar asilo.

Rabbani —que huyó de Afganistán en 2008 después de que los talibanes encarcelaran a su padre— ha hecho todo lo que estaba a su alcance para mejorar las posibilidades de obtener una respuesta positiva. Ha llegado incluso a traducir al farsi la herramienta para solicitar visados.

“Intenté ayudarles día y noche, porque sé lo que significa estar en esta situación”, dice esta residente en Zúrich. A pesar de sus esfuerzos, ni una sola de las personas a las que ayudó con su solicitud ha conseguido un visado de la Secretaría de Estado de Migración (SEM). Esto incluye a su prima, a la que militantes talibanes saquearon la casa en la ciudad afgana de Herat. Su prima había defendido los derechos de las mujeres, lo que la convirtió en objetivo del grupo extremista.

“Enviamos todos los documentos que respaldan su solicitud, pero nunca recibimos una respuesta”, explica Rabbani, voluntaria de AsyLex, servicio de apoyo al asilo. Finalmente, antes de desistir, Rabbani hizo varios intentos de seguimiento con las autoridades suizas. También, infructuosos. Su prima permanece en Irán con sus dos hijos pequeños.

La Cruz Roja Suiza, en un informe de 2021, concluyeEnlace externo que el caso de Afganistán muestra claramente una “falta de voluntad política en Suiza” para ofrecer protección internacional. Mientras que el estallido de la guerra civil en Siria, en 2011, llevó al Gobierno a aceptar a más de 5 000 personas refugiadas, hasta ahora se ha resistido a los llamamientos para facilitar la entrada a quienes proceden de Afganistán. De las 1 759 solicitudes de visado humanitario presentadas en 2022 por población afgana, la SEM concedió 98, lo que significa una tasa de aceptación del 5,5 %. Mientras tanto, solo el 13 % de las personas afganas que solicitaron asilo en Suiza obtuvieron el estatuto de persona refugiada, muy por debajo de la media europeaEnlace externo del 46 % (Estados de la Unión Europea más Noruega y Suiza).

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Criterios difíciles de cumplir

Con los talibanes haciendo retroceder los derechos de las mujeres y las niñas de manera sistemática y persiguiendo a las personas que han trabajado para los aliados occidentales o el régimen anterior, la demanda de protección entre la población afgana es elevada. SegúnEnlace externo la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), desde agosto de 2021, más de 1,6 millones han huido a países vecinos —Irán y Pakistán, sobre todo—. Con unas 129 000 solicitudes, en 2022, la población afgana es el segundo grupo más numerosoEnlace externo de solicitantes de asilo en Europa.

Enseñándoles cómo solicitar un visado humanitario, Rabbani ha querido lanzar un salvavidas a sus compatriotas que esperan ponerse a salvo. Desde 2013, Suiza permite obtener un visado por motivos humanitarios en una embajada o consulado suizo, una vía de protección que los países de la UE no ofrecen en este momento.

Aresu Rabbani y otras dos mujeres, miembros de la Asociación de Mujeres Afganas de Suiza
Aresu Rabbani, a la derecha, es miembro de la Asociación de Mujeres Afganas de Suiza. Sulaiman Panahi

Quienes solicitan el asilo tienen que demostrar “una amenaza inmediata, específica y grave para su vida e integridad física”. En el caso de la población afgana, la amenaza debe ser “individual y específica”, por lo que no es suficienteEnlace externo con pertenecer a un grupo de riesgo (como ser mujer o niña). También deben tener un “vínculo estrecho y actual con Suiza”, como parientes o residencia previa en el país. La SEM evalúa caso por caso si se cumplen estos criterios de acuerdo con la ley, precisa su portavoz, Samuel Wyss, a SWI swissinfo.ch a través del correo electrónico. Pero para los grupos de ayuda a personas refugiadas los requisitos son demasiado restrictivos.

“Agradeceríamos una mayor consideración […] de las dificultades a las que se enfrentan quienes presentan la solicitud para obtener documentos válidos de su país de origen, por ejemplo”, afirma Martin Rechlin, portavoz de ACNUR Suiza.

Esto incluye no solo las pruebas de identidad o pasaportes, sino también las pruebas de persecución. Para demostrar que su vida corría peligro, la prima de Rabbani presentó una carta que había recibido con amenazas de los talibanes. Pero —según la Cruz Roja— este tipo de cartas ya no se consideran pruebasEnlace externo, porque son fáciles de falsificar. Wyss señala que “el valor que se atribuye a las pruebas [aportadas] depende de varios factores, tales como su oportunidad, inalterabilidad y si se pueden vincular a la persona en cuestión”.

Rabbani dice que si la SEM busca pruebas más gráficas de que alguien ha sido un objetivo directo, es —sencillamente— poco realista. “Si tienes fotos o vídeos de lo que te ha pasado, probablemente ya has muerto”, añade.

Junto a su madre y tres de sus hermanos, Aresu Rabbani huyó en 2008 de Herat, su ciudad natal en Afganistán. Su padre permanecía en la cárcel apresado por los talibanes. Rabbani y su familia viajaron durante varios meses por Irán, Turquía. Finalmente, llegaron a Grecia. Durante gran parte del viaje —siendo una niña de 12 años— llevó en brazos a su hermano pequeño, incluso yendo a pie.

Los recuerdos de aquella experiencia todavía hoy para Rabbani siguen siendo dolorosos, a pesar de que —sostiene— se ha esforzado por olvidar. Pero volvieron con fuerza en agosto de 2021, cuando los talibanes recuperaron el poder. Conocía muy bien el miedo al que se enfrentaba la gente de su país: “Lo he vivido en mi propia piel”, cuenta.

Tras años en Suiza con permisos temporales, en 2016 Rabbani obtuvo la nacionalidad. Hoy estudia para matrona y es miembro de la Asociación de Mujeres Afganas de SuizaEnlace externo. Como voluntaria de AsyLex, servicio de apoyo al asilo, ayuda a cientos de compatriotas a solicitar un permiso B o la reagrupación familiar.

Desde que Suiza cerró su embajada en Kabul —en agosto de 2021—, la población afgana primero tiene que salir del país para presentar su solicitud en una representación suiza en el extranjero. Y esto parece jugar en su contra.

“La experiencia ha demostrado que el factor decisivo para denegar [un visado humanitario] a menudo es el hecho de que, en el momento de la solicitud, la población afgana se encuentra en un tercer país en el que no corre peligro inmediato”, reconoce Wyss.

Sin embargo, para muchas personas refugiadas, la seguridad no es un hecho en lugares en los que luchan por atender el aumento de llegadas. Aunque ACNUR elogia a Irán por acoger a quienes huyen de Afganistán, el país ya alberga una de las mayores poblaciones de refugiados del mundo. Pakistán —que no ha ratificado la Convención de la ONU sobre el Estatuto de los Refugiados—ha deportadoEnlace externo o detenido en los últimos meses a gente afgana por entrar de manera ilegal.

Vidas en un limbo perpetuo

Ante las escasas posibilidades de obtener visados humanitarios, Rabbani ahora ayuda a quienes han llegado a Suiza, pero carecen de estatuto de persona refugiada. El año pasado, poco más de la mitad de las 4 138 personas afganas que solicitaron asilo recibieron la admisión temporal. Se trata de un estatuto que se concede a las personas que no cumplen los criterios de asilo, pero que —por el conflicto en su país de origen— normalmente no pueden ser expulsadas.

A pesar de que la SEM considera que para la población afgana la “tasa de protección” (estatuto de refugiado más admisión temporal) es del 72 %, los grupos de defensa llevan mucho tiempo criticando el permiso temporal F —de un año renovable— que se da a las personas admitidas.

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“A ojos del Consejo suizo para la población refugiada, la admisión temporal es problemática. Limita los derechos de personas que suelen acabar quedándose permanentemente en Suiza”, declara Lionel Walter, portavoz de la organización que agrupa a las personas refugiadas. El carácter temporal del permiso disuadeEnlace externo a posibles empleadores. Además —a diferencia de las personas refugiadas reconocidas— las personas con un permiso F se enfrentan a restricciones para viajar fuera de Suiza, recibir asistencia social u optar a la reunificación familiar.

Rabbani ayuda a sus compatriotas a obtener un permiso B (puede solicitarse después de cinco años de residir en el país con un permiso F) que les otorga los mismos derechos que a la población refugiada. Para Rabbani —que, tras años de vivir con permisos temporales, en 2016 obtuvo la ciudadanía suiza— estos esfuerzos le tocan muy de cerca: su madre, Mahjan Rabbani, desde su llegada en 2008 tiene un permiso F. Y, desde entonces, su vida permanece estancada.

“Puede que físicamente en Suiza esté a salvo, pero me siento como si fuera una prisionera”, dice, y añade que estar admitida temporalmente significa que “nunca estoy segura de cuánto tiempo o de si podré quedarme aquí siempre”. Esta incertidumbre, unida a su incapacidad para encontrar trabajo, echar raíces o incluso mudarse de cantón para estar más cerca de sus hijos, ha hecho mella en Mahjan Rabbani, que sufre ansiedad y depresión.

La difícil situación de quienes cuentan con un permiso F se ha agudizado desde la invasión rusa de Ucrania, en febrero de 2022. Más de 76 000 personas que huían de la guerra han obtenido, hasta ahora, un estatuto de protección especial (S). Esto significa que pueden saltarse el procedimiento ordinario de asilo y acceder de inmediato a puestos de trabajo, alojamiento y servicios de apoyo. Un grupo que ha evaluado el permiso S para el Ministerio de Justicia ha reconocido que existe una desigualdad de trato legal entre la población ucraniana y quienes solicitan el asilo de otras nacionalidades. Un hecho que Walter califica de “sorprendente”. 

“Mucha gente refugiada que llega a Suiza procedente de países que no son Ucrania también huyen de combates y bombas. Así que no se justifica una desigualdad de derechos con quienes tienen el estatuto S”, afirma.

Tema delicado en año electoral

La política suiza tampoco va en consonancia con la de la UE, con la que sí ha armonizado partes de su sistema de asilo. Las personas que huyen de un conflicto y no obtienen asilo en la UE suelen recibir protección subsidiaria, que conlleva los mismos derechos que el estatuto de refugiado. El Parlamento suizo en estos momentos examina distintas mociones para suprimir el permiso F y sustituirlo por un estatuto similar a la protección subsidiaria; una idea que hace tiempo que apoya ACNUR. Pero, argumentando que hay planes en marcha para eliminar algunas restricciones del permiso F (incluidas las relativas a viajar y cambiar de cantón), el Gobierno ha recomendado rechazar dichas mociones.

También hay indicios de un cambio de política en la UE; lo cual podría llevar a que más población afgana recibiera el estatuto de refugiado. En enero la Agencia de Asilo de la UE (AAUE) indicó que las mujeres y las niñas afganas “corren riesgo de persecución, en general” y, por tanto, pueden optar al estatuto de personas refugiadas. Aunque la conclusión de la AAUE no es vinculante para los Estados, Dinamarca y Suecia han empezadoEnlace externo a conceder asilo a todas las mujeres y niñas afganas que lo solicitan.

Una miembro del Gobierno adelantó hace poco que Suiza podría estar dispuesta a hacer más por la población afgana. La socialdemócrata Elisabeth Baume-Schneider, nueva ministra de Justicia, dijo en febrero que desea que Suiza —como parte de su programa de reasentamiento de ACNUR— acepte más personas refugiadas de regiones en crisis, como Siria y Afganistán. Su predecesora, Karin Keller-Sutter, por su parte, —tras el regreso de los talibanes— rechazó las peticiones de acoger a miles de personas afganas más. En 2022, Suiza dio el visto bueno a 95 personas procedentes de Turquía para su reasentamiento. Fue uno de los mayores contingentes para un país europeo, aunque inferior a las 255 personas afganas que aceptó Suecia.

Pero los cantones, socios ejecutores del programa de reasentamiento, se interponen en el camino de Baume-Schneider. Las solicitudes de asilo van en aumento —según argumentanEnlace externo— y con un gran contingente en el país de personas refugiadas de Ucrania “no es el momento adecuado” para aumentar el número de reasentamientos, han respondido a la ministra.

Las conversaciones sobre una política más generosa para con las personas refugiadas en Suiza tendrán que esperar hasta después de las elecciones federales de otoño. La migración será uno de los principales temas de la campaña, y es probable que, a la hora de sugerir cambios que puedan aumentar el número de personas refugiadas o solicitantes de asilo, los partidos políticos sean cautos. No obstante, Mahjan Rabbani sigue siendo optimista; incluso aunque le hayan rechazado todas sus anteriores solicitudes de permiso B.

“Me aferro a la esperanza de que las cosas mejoren algún día; que pueda regresar a mi patria sin miedo o que encuentre un sentimiento de pertenencia y seguridad en Suiza”, precisa.

Adaptado del inglés por Lupe Calvo

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