¿Por qué los inmigrantes coquetean con la derecha?
El término ‘democracia directa’ cobra una nueva dimensión cuando se adquiere la nacionalidad suiza y se elige a qué partido votar. ¿La Unión Democrática del Centro, autora de varias iniciativas antiinmigración, convence también a los extranjeros naturalizados?
Estamos en la primera semana de la sesión de primavera del Parlamento. La puerta de uno de los salones de la cámara baja se abre para dar paso a Toni Brunner. El presidente de la Unión Democrática del Centro (UDC, derecha conservadora) se acerca a mí a grandes zancadas para estrecharme la mano.
La UDC -fuerza motriz de controvertidas iniciativas, como las que proponían expulsar a los extranjeros delincuentes, prohibir la construcción de minaretes, o más recientemente, limitar la inmigración- se ha ganado una reputación de rechazo hacia los extranjeros. ¿La merece realmente?
“Para nada”, responde Brunner. El político se inclina ligeramente y su gesto luce sincero. “Los extranjeros son totalmente bienvenidos en el partido”. Pertenecer a la UDC, dice, ofrece a los inmigrantes que se afilian al partido la posibilidad de conocer mejor la democracia y, sobre todo, de ayudar a modelarla.
De hecho, Brunner sostiene que la UDC cuenta con un amplio respaldo de la comunidad extranjera residente en Suiza, particularmente entre los jóvenes inmigrantes de segunda generación. Aunque el partido no tiene estadísticas que sustenten dicha afirmación, el político afirma que constantemente asiste a eventos donde esto se hace patente.
Muchos inmigrantes valoran el compromiso de autonomía que posee la UDC, dice Brunner. “Queremos tomar las decisiones sobre nuestro futuro y creemos que los ciudadanos deben tener siempre la última palabra”.
Fuerza de atracción
Yvette Estermann, diputada nacional de la UDC, nació y creció bajo el régimen totalitario de la antigua Checoslovaquia y se mudó a Suiza en 1993.
En su país natal había pocas posibilidades de influir en el curso de los acontecimientos, afirma. A diferencia de Suiza, de la que destaca “la libertad, los derechos democráticos y el poder que ejerce la gente a través del voto”.
Hoy, Estermann encabeza el grupo político Neue Heimat Schweiz (Nueva Patria Suiza), fundado en 2010, que busca acercarse a los extranjeros -nacionalizados suizos o no- interesados en comprometerse con el país a través de vías diversas.
Aunque este grupo se dice “independiente” y en su sitio web hay muy pocas referencias directas a la UDC, los valores de ambas agrupaciones concuerdan plenamente. En junio de 2011, unas 140 personas asistieron al primer simposio organizado por Neue Heimat Schweiz y uno de sus oradores fue Roger Köppel, periodista de derechas que abordó el tema: Sí a la inmigración, pero con límites.
Apoyo de los extranjeros
Tras la votación del pasado 9 de febrero, la inmigración rumbo a Suiza enfrentará un camino mucho más escarpado. Con el 50,3% de votos a favor, los electores y la mayoría de los cantones avalaron la iniciativa de la UDC destinada a frenar la llegada de trabajadores extranjeros.
Concretamente, el partido propone cupos de trabajadores foráneos, el principio de la preferencia de la mano de obra nacional para cubrir una vacante profesional, así como restringir las prestaciones sociales que reciben los inmigrantes.
¿Entonces por qué hay extranjeros en Suiza que respaldan este tipo de iniciativas o al partido que las promueve?
Gianni D’Amato, politólogo de la Universidad de Neuchâtel, considera que puede deberse a la necesidad de sentirse “reconocidos y aceptados”.
A su juicio, la UDC ofrece “una sólida imagen” de lo que significa ser suizo. Pero “se trata de un imagen antigua de la Suiza de los años 50 y 60, de un periodo en el que todo estaba bien y en orden”.
La UDC requiere nuevos integrantes en sus filas y si los extranjeros se suman a este partido, es una forma de legitimar sus políticas y de dejar en evidencia que no promueve la discriminación, destaca el académico.
Provocar cambios
Niko Trlin, de nacionalidad croata y suiza, participó en la fundación del Neue Heimat Zug, el primer grupo cantonal desprendido del Neue Heimat Schweiz. En su opinión, es fundamental que los extranjeros que se han integrado perfectamente en el país contribuyan a la construcción de un “modelo suizo exitoso”.
Trlin dice apoya a la UDC por ser uno de los pocos partidos que trabaja realmente en la preservación de los principales valores suizos. “Quiero aportar un granito de arena para conservar la vida privilegiada que tenemos en Suiza”.
Pero entiende que su visión sorprenda a algunas personas considerando sus raíces croatas. “Los comprendo, pero desde mi perspectiva, si quieres cambiar las cosas relacionadas con los extranjeros, no es gritando desde el otro extremo del río que lo vas a lograr. Yo tengo que estar en medio de la acción”, dice.
Trlin reconoce, no obstante, que las recientes campañas de la UDC se extralimitaron un poco. Divulgaron la imagen de inmigrantes que han fracasado o que son un mal ejemplo de integración, lo que se traduce en “una mirada negativa sobre la totalidad de los extranjeros, a pesar de que 95% de ellos realiza un trabajo estupendo en Suiza”.
La dirección
Yvette Estermann es diputada nacional desde 2007 y una de las pocas suizas naturalizadas que trabajan en el Parlamento. Adquirió la nacionalidad helvética en 1999 y se sumó a las filas de la UDC en Kriens, Lucerna, en el 2000.
Estermann asegura que decidir a qué partido integrarse integraría no fue difícil, ya que observando los debates políticos en la televisión quedó impresionada con la figura de Christophe Blocher, figura destacada de la UDC. “Pensé: Es tan claro en sus discursos. Es tan genuino”. Así, comenzó a estudiar la plataforma de la UDC y confirmó de esta forma que se hallaba en el camino correcto.
El programa del partido para el periodo 2011-2015 está resumido en un documento de alrededor 100 páginas que es generoso en estadísticas, citas textuales y espectaculares fotos sobre Suiza. El texto describe detalladamente los valores del partido: “Queremos que cuando la gente vota a la UDC sepa exactamente lo que obtendrá. El partido habla claramente y tiene un discurso claro y fiable“, cita en su introducción.
En general, la mayoría de los partidos apoyan valores como la soberanía, la democracia directa y la responsabilidad individual. Sin embargo, hay principios que solo enarbola la UDC, como la oposición a la adhesión de Suiza a la Unión Europea o la reducción de la tasa de criminalidad deportando a los delincuentes de origen foráneo.
Cuando se miran de cerca, muchos de los postulados respecto a los extranjeros parecen negativos. “Aunque no existen estadísticas federales exhaustivas sobre delincuencia juvenil, muchos infractores jóvenes tienen pasaporte suizo, pero los expertos estiman que hasta 75% de ellos tienen antecedentes de inmigración”, según la UDC.
¿Se puede pues hablar de buenos y malos extranjeros?
No, responde Toni Brunner. “Como en cualquier sitio, existe gente buena y mala… lo mismo entre los extranjeros que entre los suizos”, dice el presidente de la UDC. “Son las personas malas que desobedecen las leyes y sobreponen su propia cultura a la legislación del país. Y todo aquel que vive aquí debe respetar la Constitución suiza”.
Más suizos que los suizos
Respetar la cultura helvética no es un problema para Yvette Estermann. En 2008, presentó una moción parlamentaria que solicitaba a sus homólogos cantar el himno nacional antes de iniciar cada sesión. “Mucha gente dijo: ¡Precisamente tú nos dice eso!”, recuerda entre risas. Pero muchos apreciaron la propuesta y me expresaron: “Nos estás enseñando a nosotros, los suizos, como serlo”.
Independientemente del partido que respalden y de que se hayan nacionalizado o no, los extranjeros en Suiza tienen el mismo derecho que los suizos de nacimiento a participar en el diseño del futuro del país.
Cuando supo que me había naturalizado suiza, Toni Brunner se acercó enseguida a estrecharme la mano y me dijo: ¡Felicidades, bienvenida!”.
“No es fácil volverse suizo, pero cuando lo logras, es un privilegio”, dijo Brunner, “la ciudadanía implica ser capaz de contribuir en la toma de decisiones y peler por este derecho merece la pena, aunque esto requiera cinco o diez años de espera”.
Traducción del inglés: Andrea Ornelas
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