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«Quedaros en vuestra casa y reproduciros menos»

"No queremos un nuevo Manhattan entre los lagos de Costanza y Leman". Los promotores de la iniciativa Ecopop temen una escasez de espacio en Suiza. Keystone

Tras la iniciativa ‘Contra la inmigración masiva’, los suizos votarán, quizás este año, una propuesta que pide restringir la migración. Sus promotores pretenden frenar el crecimiento demográfico dentro y fuera del país para evitar la sobreexplotación de los recursos naturales.

“Mi reconocimiento a la UDC y al pueblo suizo por atreverse a decidir contra el alarmismo de la patronal Federación de Empresas economiesuisse y todas las ventaja económica posibles”. No es el tribuno y figura clave de la Unión Democrática de Centro (derecha conservadora, UDC), Christoph Blocher, quien se congratula, sino una reacción de Andreas Thomen sobre la aprobación en las urnas de la iniciativa Contra la inmigración masiva. Thomen es militante del Partido de los Verdes, amo de casa y alcalde del pueblo de Effingen, en el cantón Argovia.

“En Suiza se cubre un metro cuadrado de espacio natural con hormigón cada segundo. Y, personalmente, me preocupa mucho”. No lo dice un verde alternativo autosuficiente, sino Thomas Zollinger, asesor personal en un banco y presidente de la UDC de Würenlos (Argovia).

“Hay que conseguir que Suiza deje de ofrecer ventajas fiscales a las empresas extranjeras”. No son palabras sacadas del programa del Partido Socialista, sino de Marianne Manzanell, directiva de una empresa familiar dedicada a la maquinaria y miembro del Partido Liberal Radical (PLR, derecha) en los Grisones.

La asociación ecologista Ecopop (Ecología y Población) pretende conservar, según sus términos, “los recursos naturales y la calidad de vida en Suiza y el mundo”. Y en primer lugar plantea limitar el crecimiento demográfico.

Con la iniciativa Alto a la superpoblación – sí a la conservación de las bases naturales de la vida, la asociación fundada hace 40 años ha ganado notoriedad. El texto exige, en primer lugar, que la inmigración no exceda el 0,2% y, en segundo, que un 10% del presupuesto de la cooperación suiza al desarrollo sirva para promover la planificación familiar voluntaria (control de natalidad).

La cámara alta debatió esta semana la iniciativa y recomienda a los votantes que la rechacen. La otra cámara se pronunciará antes de que la propuesta sea sometida a referéndum a finales de este año o, lo que es más probable, en 2015.

Escasea el espacio

Manzannell, Thomen y Zollinger integran el comité propulsor de la iniciativa Ecopop Alto a la superpoblación – sí a la conservación de las bases naturales de la vida, que surge de la asociación ecologista suiza Ecología y Población (ver columna derecha). Lo que les une y motiva, además de contestar los argumentos de sus adversarios políticos, es su preocupación por salvar el mundo, sobre todo en Suiza, y también a nivel global.

“Ya no me siento bien con tanta gente”, señala el militante de la UDC Thomas Zollinger. El ecologista verde Andreas Thomen desea tener enfrente de su casa, ahora y en el futuro, “un pedazo de área verde”; y la liberal Marianne Mazanell quiere “impedir la aparición de una Manhattan entre los lagos de Constanza y de Ginebra”. Por eso se han unido para luchar contra el crecimiento demográfico.

“El problema a escala mundial radica en el excesivo índice de natalidad. En Suiza está en el alto índice de inmigración”, señalan. Su iniciativa plantea que -por razones ecológicas- el Gobierno invierta un 10% de la cooperación al desarrollo en la planificación familiar voluntaria, para frenar el crecimiento demográfico global. Y por otra parte, subraya la necesidad de estabilizar el número de habitantes.

En su opinión, el saldo migratorio neto (número de inmigrantes menos el número de emigrantes) tendría que ser 0,2% para equiparlo con el crecimiento demográfico medio en Europa. En el futuro, la población suiza no aumentaría en más 16.000 personas, en vez de las 80.000 actualmente.

Los extranjeros que llamamos…

“Hemos renovado un poco nuestra casa, pero el único (de los obreros) no extranjero era el electricista, todos los otros hablaban algún idioma ajeno al alemán suizo. Cuando nuestra empresa publica una oferta de empleo recibimos muchas solicitudes de Alemania”, precisa Marianne Manzanell tomando como ejemplo su entorno personal para ilustrar la fuerte inmigración y sus consecuencias:

“Ante la llegada de tantos extranjeros, Suiza debe seguir ampliando su infraestructura; y para hacerlo vuelve a hacer falta más gente, etcétera. El personal llamado por el sector dedicado a los cuidados de la salud también tendrá que ser atendido algún día”. Hay que poner fin a esa espiral, aunque sea doloroso.

La empresaria de los Grisones no solo quiere frenar el crecimiento demográfico en Suiza y el mundo, sino también el económico. “Nos dejamos llevar enormemente por el dinero. ¿No sería una oportunidad el tener menos?” A la posibilidad de que su empresa familiar deje de existir en pocos años si no crece, responde: “Si queremos resolver con el crecimiento os problemas de nuestro mundo, se vendrá abajo”.

Alliance Sud, coalición que agrupa varias ONG de cooperación al desarrollo, rechaza la iniciativa, “porque no se puede hacer política ambiental con política demográfica”, afirma su director Peter Niggli. “Limitar la población en Suiza no cambia en nada que las personas que viven aquí consuman más recursos que no son renovables. Lo mismo ocurre con la población mundial: “Si la India tuviera solo 4.000 millones de habitantes –actualmente son 1.200 millones–, emitiría el mismo volumen de CO2 que EEUU con apenas 313 millones de habitantes”.

Alliance Sud impugna asimismo el segundo punto de la iniciativa. Desde hace años, la cooperación al desarrollo coincide en que “los instrumentos eficaces para reducir el índices de natalidad son mejorar el bienestar, la educación y el empoderamiento de la mujer”. Eso se consigue, señala Niggli, con un abanico de medidas, y la planificación familiar es solo una de ellas. “Suiza ya invierte más del 10% que reclaman los promotores de la iniciativa”.

Las asociaciones económicas también se oponen. Considera que, al igual que la iniciativa Contra la inmigración masiva, no es compatible con el acuerdo sobre libre circulación de personas. Su aplicación perjudicaría a la economía y al bienestar de Suiza, sostienen.

Aunque la iniciativa persigue un fin ecológico, los Verdes la rechazan. Según los resultados de encuestas no representativas, apenas una minoría de las bases verdes concuerdan con la iniciativa.

Al texto se oponen los socialistas, los liberales radicales (derecha), los demócrata cristianos y el conservador Partido Democrático Burgués.

La Unión Democrática de Centro (UDC, derecha conservadora), cuya iniciativa Contra la inmigración masiva fue aprobada por estrecho margen votos el pasado 9 de febrero, aún no ha tomado posición.

La iniciativa cuenta, en cambio, con el respaldo de Asociación por una Suiza Independiente y Neutral (ASIN).

A Andreas Thomen también le preocupa –“coincidiendo con todos los científicos serios”-, el futuro del planeta. Si aspiramos a un mundo sostenible habría que detener el crecimiento demográfico.

A la pregunta de cuánto cambiaría el mundo si su vecino alemán conduce un automóvil aquí en lugar de hacerlo en su país, Thomen señala: “Los inmigrantes vienen por el bienestar y consumen más. Si viven aquí consumen el doble de lo habitual”. La calidad del aire, por ejemplo, no es compensada. “Cuando una caravana de coches fatiga el túnel Baregg, todos sufrimos los altos índices de ozono, mientras que ni siquiera los vecinos de la Selva Negra se percatan”.

El dumping salarial molesta a Zollinger, asunto que habitualmente disgusta a los sindicatos: “Si contratamos sin restricción mano de obra extranjera barata, perjudicamos el cambio estructural necesario, porque al hacerlo mantenemos la vida de empresas que no podrían existir en el panorama salarial de aquí”, indica y cita un ejemplo de la gastronomía: “Gracias a la oferta ilimitada de personal se puede abrir en alguna parte un bistró con empleados infrapagados”. Ese tipo de medidas para el mantenimiento estructural deberían ser indagadas, precisa.

Frenar la inmigración: ¿pero cómo?

“La economía es la que actualmente determina cuánta gente debe venir a Suiza”, recalca el ecologista Thomen. “Nosotros exigimos que el Gobierno asuma la responsabilidad de la planificación del crecimiento demográfico”. Las medidas para detener la inmigración “dejamos que las decida el Parlamento. Hay múltiples posibilidades”, sostiene. “Una solución sencilla –que existe en los países tradicionales de inmigración -, sería introducir una Green Card (tarjeta de residencia)”.

Para Zollinger, podría controlarse la inmigración con un certificado de comercio que establezca una distribución equilibrada de la mano de obra: “Si un trabajador deja Suiza, la empresa recibe un certificado para contratar a otro extranjero. Y si no lo necesita, puede vender su certificado a otro empleador”.

Manzanell, por su parte, se opone a que se fomente el crecimiento económico mediante el dumping fiscal. Podemos prescindir de las empresas que reclutan, sobre todo, mano de obra extranjera y no pagan impuestos. “Suiza no puede guiarse únicamente por la economía”, sostiene la empresaria, aun sabiendo que no será del agrado en su partido. “También en el sector empresarial hay personas que piensan distinto y yo me cuento entre ellas”.

Traducción del alemán: Juan Espinoza

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