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“Afganistán ha caído en el olvido”

Los Sajadi* comparten una vivienda en el centro de solicitantes de asilo de Hinterkappelen. swissinfo.ch

El número de solicitantes de asilo afganos en Suiza vuelve a aumentar. La mayoría forma parte del éxodo a lo largo de la transitada ruta balcánica. Es la que recorrieron los Sajadi para llegar a Suiza. Desde el 20 de octubre, esta familia afgana vive en un centro de asilo del Ejército de Salvación, en las cercanías de Berna.

Callados, tímidos y algo tensos, están sentados en torno a la mesa de la cocina de la buhardilla de una granja de Hinterkappelen, a las afueras de Berna, que pertenece a un centro de refugiados del Ejército de Salvación: el padre Hossain (40 años), la madre Zahra (37), Mohsen (10), Sajjad (14), Mohdi (17) y Maryam (20)*. Solo falta la pequeña Asma, de cinco años, que hoy tiene su primer día en el jardín de infancia. Además de esta familia afgana, en el centro viven otros 30 solicitantes de asilo, en su mayoría jóvenes eritreas.

Los Sajadi son oriundos de Sharistan, una localidad de la provincia Uruzgan, situada en el centro del país, entre Kandahar y Bamyan. Pertenecen a la etnia hazara, que representa alrededor del 10% de la población y hablan dari, una lengua persa. A diferencia de la mayoría suní del país, los hazara son de credo chií están considerados como una comunidad inferior. Son discriminados y perseguidos. Una gran parte de la diáspora vive en Irán y Pakistán.

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El largo camino a Suiza

Los Sajadis dejaron su casa a principios de 2011. La situación en Afganistán era difícil, especialmente para su comunidad. El padre, sastre de profesión, trabajaba con un hermano, un médico, para la ONU y el Gobierno, entre otros. Sufrían amenazas continuas por parte de los talibanes.

La educación de los hijos constituía otro problema. Las escuelas permanecían a menudo cerradas. “Los talibanes no quieren que las niñas vayan a la escuela”, explica Maryam, quien habla fluidamente inglés, gracias a su afán de aprender y a la ayuda de su tío.

La familia huyó a Irán, donde vivió en la colonia afgana, en la clandestinidad, sin esperanza de un futuro mejor. Los niños no podían acudir a la escuela. Al cabo de un año llegaron a Turquía, con la ayuda de traficantes. “Anduvimos horas y horas, incluso de noche, atravesamos montañas y zonas intransitables. Fue muy duro”, relata la mayor de las hijas.

En Adana, la quinta ciudad más poblada de Turquía, se quedaron cuatro años. Al ser refugiados, no podían trabajar legalmente, pero los niños al menos podían ir a la escuela. Maryam estudió el primer año de Arquitectura en la universidad. Y Mohdi, el segundo de los hermanos, aprobó el examen de ingreso para cursar Medicina e Ingeniería, solo que la familia no podía pagar la matrícula.

En septiembre de 2015 retomaron el camino: de Çanakkale, ciudad en el noroeste de Turquía, se embarcaron rumbo a una isla griega, cuyo nombre ninguno de ellos logra recordar. “El bote medía 7 metros de eslora y tenía capacidad para 25 personas, pero éramos 65”, relata Maryam. Llegaron a un campo de refugiados griegos y desde allí tomaron la ruta de los Balcanes, que cruza Macedonia, Serbia, Croacia, Eslovenia y Austria, hasta Suiza, donde llegaron el pasado 1 de octubre.

La guerra olvidada

“Afganistán está en guerra desde hace 35 años, sin esperanza de que haya paz. Yo quiero que mis hijos tengan una vida mejor que yo”, dice Hossein. Su padre le contó que Suiza era un país pacífico, que se mantuvo al margen durante la Segunda Guerra Mundial. “Por eso vinimos, a pesar de que no conocemos a nadie”.

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Para ilustrar lo peligroso que es vivir en su país, Maryam saca su teléfono inteligente para mostrar fotos de niñas golpeadas a muerte. En la carretera que conduce a la ciudad Mazar al Sharif han vuelto a asesinar a una docena de hazaras, dice. Zahra, la madre, se tapa los ojos y comienza a sollozar. Padece una depresión y necesita tratamiento.

Maryam, una joven de aspecto frágil, se queja de que en Europa las portadas solo hablen de la guerra que vive Siria desde hace cuatro años. En Afganistán estalló hace varias décadas, pero ha caído en el olvido. “Los sirios tienen más posibilidades para exponer su situación, su nivel de educación es superior al nuestro. En Afganistán hay mucho analfabetismo”.

Alexandra Geiser, responsable de analizar la situación en los países de la Organización de Ayuda a los Refugiados (OSAR), confirma que las noticias sobre Afganistán escasean en la prensa. Y eso que la situación se ha deteriorado drásticamente desde la retirada de las tropas internaciones a finales de 2014, dice. “Desde entonces, los enfrentamientos entre los diferentes grupos talibanes y las milicias del Estado Islámico han desestabilizado aún más el país”.

Pocos consiguen asilo

Una razón del aumento de los solicitantes de asilo afganos en Suiza se debe a la política de Alemania, que ha decidido no acoger a más refugiados afganos. Pero las probabilidades de que obtenga asilo en Suiza son mínimas.

Refugiados afganos en Suiza

  • Solicitudes de asilo de abril a junio: 344
  • Agosto: 461
  • Septiembre: 658
  • Octubre: 1 533
  • Aceptadas: 10%
  • Acogida provisional: 42%
  • Casos Dublín: 42%
  • Devoluciones a un país de Dublín (hasta finales oct). 87 personas
  • Repatriación a Afganistán hasta finales oct: 3 personas
  • Salida voluntarias hasta finales oct: 13

El 11% de los solicitantes obtiene el estatuto de asilo y cerca del 42%, una acogida provisional. En lo que va de año y en cumplimiento del acuerdo de Dublín, unas 87 personas han sido devueltas al primer país de la UE que pisaron. Y al menos tres personas fueron expulsadas a Afganistán en ese periodo.

Aunque las autoridades suizas lo consideran un país “inseguro”, las ciudades de Kabul, Herat y Mazar al Sharif son “seguras”, según tres veredictos del Tribunal Administrativo Federal. Dada la situación que vive el país, las expulsiones no son una opción realista, afirma Alexandra Geiser, de OSAR. Desde 2011, OSAR recopila información para demostrar la inseguridad que reina en las citadas ciudades.

También Denise Graf, de Amnistía Internacional, sostiene que las devoluciones son extremadamente problemáticas. “Cuesta entender que Suiza no haya modificado esta práctica desde 2010, pese al constante deterioro de la situación”, dice. “Para expulsar a alguien, es suficiente que un afgano joven y sano tenga un tío lejano en Kabul”.

Según Martin Reichlin, adjunto del jefe de Comunicación de la Secretaría de Estado de Migración (SEM), las autoridades analizan constantemente cómo evoluciona la situación en los países de origen. “Examinamos caso por caso si el retorno es una opción razonable. Si la conclusión es que están reunidas ciertas condiciones marco, como la garantía de una vivienda y una red social estable, en principio, la repatriación es posible”.

El día a día de los Sajadi: Hoy hace buen tiempo para poner la ropa a secar. swissinfo.ch

Nadie sabe hoy qué va a ocurrir con la familia Sajadi. Según Marcel Blaser, responsable del centro de Hinterkappelen, la familia permanecerá de 3 a 12 meses en la vivienda. “Lo importante ahora es escolarizar a los niños y que aprendan alemán. Una gran ventaja es que, después de vivir cuatro años en Turquía, conocen nuestro alfabeto”, dice.

Hossain, el padre, recalca la importancia de que los niños reciban una buena educación. “Nos fuimos por la inseguridad en la que vivíamos y perdimos nuestra patria. Pero nadie nos puede impedir una buena educación”.

El sueño de Mohdi es ser médico. Maryam quiere retomar la carrera de Arquitectura, aunque no sabe si va a ser posible. “A saber qué va a pasar con nosotros, si nos podemos quedar o nos expulsan… Después de todos estos años empiezo a estar cansada”, confiesa la veinteañera.

La pequeña Asma regresa del jardín de infancia feliz y con un dibujo en la mano. Le brillan los ojos. Parece que el primer día le ha gustado. Ha cantado y jugado, y no ha derramado una lágrima, dice la maestra de párvulos. Al menos un pequeño rayo de esperanza.

*nombres ficticios

Traducción del alemán: Belén Couceiro

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