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Retrospectiva de las cuentas suizas del Holocausto

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Hace 15 años, un litigio iniciado en EEUU condujo a la plaza financiera suiza a devolver los activos que tenía de las víctimas del Holocausto y de sus herederos. Dos diplomáticos que fueron clave en el proceso presentan una visión contrastada, pero coinciden en que Suiza hizo justicia.

En aquel 1996, Thomas Borer trabajaba para el Ministerio de Exteriores y era considerado una joven promesa de la diplomacia suiza. Por su parte, Madeleine Kunin estrenaba el puesto de Embajadora de EEUU en Suiza, nombramiento hecho por el presidente Bill Clinton.

Ambos estaban lejos de imaginar que tomarían parte en una profunda crisis bilateral que durante años puso a prueba tanto al gobierno como a la población de las dos “repúblicas hermanas”.

Entrevistados por separado, los dos ex embajadores reflexionan para swissinfo.ch sobre la divergencia de intereses de Suiza y EEUU con respeto a las cuentas inactivas del Holocausto y narran cómo se resolvió el conflicto en los 90’s.

¿Cómo comenzó todo?

En 1995, el Congreso Judío Mundial presentó una demanda colectiva ante la Justicia de Nueva York argumentando que la banca suiza había negado a los supervivientes del Holocausto y a sus herederos el derecho a recuperar las “cuentas dormidas” que había en la plaza financiera helvética.

En Suiza, el asunto recibió poca atención. Thomas Borer considera que esto se debió a que “tanto los banqueros suizos como la población creían que todos los problemas vinculados a la Segunda Guerra Mundial –incluidos los de orden bancarios- se habían zanjado tras la guerra”.

Pero no era así.  Kunin recuerda que en agosto de 1996 –cuando llegó a la Embajada de EEUU en Berna- “el problema del rol que Suiza había jugado durante la Segunda Guerra Mundial estaba en plena ebullición”. Asunto que la mantuvo ocupada durante prácticamente toda su gestión como embajadora.

A principios de ese año, el senador neoyorquino Alfonse D’Amato había iniciado una serie audiencias relacionadas con las denominadas cuentas suizas del Holocausto.

“Los bancos tardaron mucho en colaborar; imponían grandes barreras burocráticas a todo el que intentara rastrear una cuenta dormida”, recuerda Kunin.

Para Borer eso se debió a que la atención general y las demandas del Congreso Judío Mundial se centraron desde el principio en las cuentas inactivas, por lo que el gobierno suizo consideró que eran los bancos los únicos que debían ocuparse del tema.

Por ello, en mayo de 1996 la Asociación Suiza de Banqueros (SwissBanking) y organizaciones judías crearon el llamado Comité Independiente de Personas Eminentes, encabezado por el ex presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Paul Volcker, para realizar una investigación independiente sobre las cuentas del Holocausto.

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La política suiza

En su turno, Washington también puso en marcha una iniciativa parecida. Durante el otoño de 1996, el  presidente Bill Clinton solicitó al subsecretario de Comercio, Stuart Eizenstat, investigar los esfuerzos que EEUU y sus aliados habían hecho para recuperar el oro y los activos que habían sido saqueados por los nazis durante la conflagración.

Una decisión que comenzó a gestar una tormenta política que el gobierno suizo tardó en identificar. Al carecer de un presidente y tener un gobierno conformado por siete ministros, “el sistema es poco propicio para manejar crisis políticas”, reconoce Borer.

Dado que este conflicto contemplaba aspectos históricos, legales, financieros, económicos y de relaciones exteriores, cada uno de ellos debía ser atendido por un ministerio diferente. Diversos ministros se involucraron, pero cada uno pensó que sería otro de sus colegas quien se ocuparía del asunto.

Finalmente, fue el entonces ministro de Exteriores, Flavio Cotti, quién tomó el timón del problema y creó un tercer grupo de trabajo sobre el tema, esta vez encabezado por el gobierno.

Toma de decisiones

El grupo de trabajo suizo sobre la Segunda Guerra Mundial fue constituido en octubre de 1996 bajo las órdenes de Thomas Borer, quien teóricamente vivía en Berna pero pasaba la mayor parte del tiempo volando hacia Nueva York, Washington, Londres, Jerusalén y otras ciudades. Sin embargo, el tema se había politizado y demandaba toda su atención.

 “A partir de octubre de 1996, cada día había algún artículo sobre este tema en la prensa suiza”, recuerda Borer.

Entre las misiones de su equipo estaba la de contrarrestar la publicidad negativa que generaba este conflicto en EEUU, por lo que en mayo de 1997 el diplomático suizo dijo ante D’ Amato y el Comité Bancario del Senado de EEUU que la auditoria de la ‘Comisión Volker’ rendía frutos y que “ni un solo centavo de las víctimas del Holocausto permanecería en la banca suiza”.

Adicionalmente, otra Comisión Independiente de Expertos –a cargo del historiador suizo Jean-Francois Bergier- fue creada por el Parlamento suizo en diciembre de 1996 para estudiar el rol que jugó la plaza financiera suiza durante la Segunda Guerra Mundial, en un intento por “encontrar la verdad histórica”.

1995: el Congreso Judío Mundial presenta una demanda colectiva ante la Justicia de Nueva York para recuperar las “cuentas dormidas” del Holocausto resguardadas en la banca suiza.

Mayo 1996: La Asociación Suiza de Banqueros (SwissBanking) y organizaciones judías crean el Comité Independiente de Personas Eminentes, encabezado por el ex presidente de la Reserva Federal de EEUU, Paul Volcker, para realizar una investigación independiente sobre las cuentas inactivas suizas.

Septiembre 1996: El presidente Bill Clinton solicita al subsecretario de Comercio, Stuart Eizenstat, investigar los esfuerzos que EEUU y sus aliados habían hecho para recuperar el oro y los activos saqueados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Octubre 1996: El gobierno suizo constituye un grupo de trabajo sobre la Segunda Guerra Mundial bajo las órdenes del diplomático Thomas Borer.

Diciembre 1996: El Parlamento suizo crea otra Comisión Independiente de Expertos, a cargo del historiador helvético Jean-Francois Bergier, para estudiar el rol que jugó la plaza financiera suiza durante la Segunda Guerra Mundial en busca de la “verdad histórica”. Un grupo que gozaba de gran credibilidad por su independencia y porque estaba constituido por cuatro suizos y por cuatro expertos extranjeros (de Gran Bretaña, Polonia, Israel y EEUU).

Julio 1997, los bancos suizos publican en la prensa internacional una lista de las cuentas inactivas del Holocausto, para permitir a los sobrevivientes y herederos del mismo reclamar los fondos.

Agosto 1998, los bancos suizos –UBS y Credit Suisse fundamentalmente- se comprometen a devolver un total de 1.250 millones de dólares (1.160 millones de francos suizos) a las víctimas del Holocausto y a sus herederos. La identificación de los beneficiarios de los fondos fue manejada por el Tribunal de Resolución de Reclamaciones de Zúrich. La distribución del dinero comienza en 2001 y ha quedado “casi finalizada” en 2013.

Distorsiones del reporte Eizenstat

El 7 de mayo de 1997, el grupo de trabajo de Stuart Eizenstat presentó un reporte basado en el estudio de 15 millones de páginas de documentos desclasificados y almacenados por los Archivos Nacionales y Administración de Documentos de los Estados Unidos (NARA) de EEUU.

El documento describía a Suiza como el “banquero de la Alemania nazi” y denunciaba que Suiza y otras naciones neutrales habían realizado negocios con Alemania que beneficiaron a todas las partes y permitieron que la guerra se prolongara.

Borer recuerda su reacción de entonces. “Tuve la suerte de leer el reporte un día antes de su presentación y estaba en shock. En aquel tiempo, yo ya era un especialista en la Segunda Guerra Mundial y en el papel que Suiza jugó en la misma. Los hallazgos de Eizenstat, pero sobre todo, el resumen político que hizo de ellos, fueron erróneos. Incluso si había hallazgos hechos por los historiadores, él creó una historia diferente con ellos”.

Antes de la publicación del reporte Eizenstat “la mayoría de los suizos estaba a favor de resolver el conflicto. Pero acusar al país de ayudar a la Alemania nazi era demasiado; así que la resistencia al interior de Suiza se volvió muy, pero muy dura”, cita Borer.

Madeleine Kunin coincide en que los suizos consideraron que estaban siendo tratados injustamente. “Había un sentimiento de ‘¿por qué estamos siendo agredidos de esta forma?’ Y durante mucho tiempo existió una negación con respecto al hecho de que Suiza hubiera hecho algo malo”.

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La resolución del problema

Kunin cree que no todos los suizos se opusieron a seguir adelante con las investigaciones. “Pues para entonces había mucha gente joven que consideraba que era el momento de debatir ese capítulo de la historia suiza”.

Por su parte, los bancos helvéticos entendieron que su reputación y futuro estaban en riesgo, añade Kunin, por ello “aunque se hizo esperar mucho tiempo, finalmente llegó la aguardada cooperación”.

Así que en julio de 1997, los bancos suizos publicaron en la prensa internacional una serie de listas con las cuentas inactivas que resguardaba la banca suiza. Para Kunin era un logro político, pero ante todo, la aguardaba toda una revelación personal. Nacida en 1933, su familia –de origen judío- se había mudado a Nueva York en 1940.

 “Uno de los momentos más especiales en mi vida llegó cuando vi el nombre de mi madre en una de esas listas, era titular de una cuenta inactiva. Súbitamente, yo también era parte de esta historia”, narra.

Historia a la que tomó un largo rato concluir. “Al final del proceso, las dos partes estaban exhaustas”, afirma Borer.

El 12 de agosto de 1998, los bancos suizos se comprometieron a devolver un total de 1.250 millones de dólares (1.160 millones de francos suizos) a las víctimas del Holocausto y a sus herederos. Tanto el acuerdo, como el largo proceso que lo antecedió, fue encabezado desde NY por el juez Edward R. Korman, “quien hizo un estupendo trabajo de acercamiento de las partes…”, considera Borer.

En 2013 –a 15 años de entonces-, el juez Korman ha girado todas las órdenes relativas a la devolución de fondos y las oficinas del Tribunal de Resolución de Reclamos han cerrado.

Con mirada retrospectiva, Borer considera que “algunas veces este tipo de asuntos exigen tiempo para ser realmente comprendidos por las dos partes. Quizás los suizos teníamos una percepción demasiado positiva sobre el rol que jugamos durante la Segunda Guerra Mundial”. 

Pero destaca también que la posición de Suiza era compleja en aquella época porque “no teníamos el lujo de contar con un océano que mediara entre nosotros y la Alemania nazi. Solo nos separaba el río Rin”.

Ambos diplomáticos coinciden en su diagnóstico final. “El acuerdo alcanzado fue muy bueno para ambas partes y puso fin a tres años de disputas”, apunta Borer. En tanto, Kunin destaca: “Creo que se hizo justicia. Este capítulo de la historia fue complicado, pero al final me quedé con la sensación de que Suiza había hecho lo correcto”.

En 1945, Suiza estaba bajo la presión de EEUU, país que rastreaba los activos nazis en la banca helvética e internacional, recuerda Hans Ulrich Jost, historiador de la Universidad de Lausana especializado en la controversia de las cuentas inactivas de la Segunda Guerra Mundial.

En aquel momento, Suiza -y su plaza financiera en particular- rechazaron firmemente toda solicitud de información sobre cuentas bancarias esgrimiendo la existencia del secreto bancario. Para Suiza, Washington encabezaba una agresiva embestida que timoneaba el Departamento de Estado de EEUU, pero que era impulsada por la comunidad judía para destruir la plaza financiera suiza.

Aun así, en 1946, Suiza y EEUU celebraron un acuerdo que comprometía a Berna a buscar activos judíos en los bancos helvéticos. Pero nada se hizo.

En 1960, el gobierno helvético volvió a ejercer presión sobre la plaza financiera suiza para investigar el asunto, pero los bancos rechazaron “cualquier tipo de control sobre los activos”.

El gobierno dejó de insistir y el problema fue arrastrado hasta los años 90’s.

Traducción, Andrea Ornelas

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