Se avecina un período de enfriamiento en las relaciones germano-suizas
Alemania redefine su política exterior con Suiza. Las relaciones entre los dos países vecinos han empeorado repentinamente. Y este deterioro también provoca nuevas tiranteces con Bruselas. Un análisis.
Reinaba un ambiente de cordialidad formal con café y zumo de naranja, panecillos y flores rojas y blancas, los colores de la bandera suiza. Pero el momento del encuentro apuntaba a cierta urgencia, o incluso, a estrés.
Era miércoles, 3 de mayo, en Berlín, cuando se celebró este encuentro matinal a puertas cerradas. Se había agendado con premura. Solo dos semanas después de la visita oficial del presidente federal suizo Alain Berset en Alemania, también voló a Berlín Livia Leu, la secretaria de Estado en el Departamento de Asuntos Exteriores suizo. Su visita en Berlín era solo una escala, un pequeño paréntesis en su viaje a Kosovo. En Twitter comunicó que fue a la capital alemana para hablar sobre “actualidades bilaterales”.
Alemania se aparta
Durante el referido desayuno, Andreas Michaelis, secretario de Estado en el Ministerio de Asuntos Exteriores germano, se dirigió a sus interlocutores suizos y dijo: “Las relaciones entre Suiza y la UE juegan un papel crucial a la hora de definir nuestra política exterior con Suiza”.
En el encuentro intervino también el embajador de la Confederación en Berlín, Paul Seger. Tres días más tarde relató el encuentro a una delegación de asociaciones de suizos en el extranjero residentes en Alemania. En aquella ocasión, el diplomático suizo parafraseó un enunciado de Michaelis: “Los alemanes observan muy atentamente cómo desarrollamos nuestras relaciones con la UE, para luego definir cómo desarrollar las relaciones bilaterales con nosotros.”
Esta frase también se puede expresar de forma más directa: Alemania se aparta de Suiza. El poderoso vecino se alinea con Bruselas porque la UE cierra filas y no hace caso a Suiza. Esto es un fracaso para Suiza.
“El Gobierno suizo subestima totalmente la unidad de Europa”, comenta a swissinfo.ch Eric Nussbaumer, diputado socialista especializado en cuestiones comunitarias y miembro de la Comisión de Política Exterior en el Consejo Nacional. La pandemia, la guerra y el Brexit han reforzado la unidad europea. Y en este contexto, Suiza apuesta especialmente por Alemania, explica.
Fracaso de una estrategia
Desde al menos el año 2021, el Gobierno suizo persigue, con no poco esfuerzo, una estrategia europea que apenas comunica, pero que tiene una lectura fácil: consiste en un amplio lobbying unilateral, lo cual viene a significar lo mismo que ir vendiendo de puerta en puerta los intereses nacionales.
Solo en el año 2021, la Confederación participó en más de 50 encuentros internacionales a nivel ministerial. Pretende ganarse la voluntad de un máximo de valedores poderosos para que intercedan a su favor en Bruselas y hagan publicidad para una postura más comprensiva y paciente frente a su excepcionalismo.
En un primer momento, esta estrategia parecía dar sus frutos. Hasta hace un año, el embajador suizo en Berlín afirmaba que Alemania era “uno de nuestros mejores amigos en Bruselas”.
En estas relaciones, un papel clave es el que desempeña Baden-Wurtemberg, una región económicamente importante en la frontera con Suiza que mantiene estrechos vínculos con el país alpino. Ahora, lo que se pretende es que el land interceda en Berlín para que el Gobierno alemán proteja los intereses suizos en Bruselas. El Estado federado en el suroeste de Alemania tiene un interés intrínseco porque está creciendo la frustración ante las dificultades causadas por la relación no resuelta entre Berna y Bruselas.
Táctica de apaciguamiento
Por un lado, la táctica suiza trata de apaciguar los ánimos tras el rechazo unilateral del Acuerdo marco con la UE en mayo de 2021, pues, en Berna se es consciente del descontento en Bruselas y de la incomprensión sobre la postura suiza que hay prácticamente en toda Europa.
Por otro lado, esta táctica ofrece, sencillamente, la mejor de las perspectivas posibles. El diálogo con Bruselas se ha estancado, y en ese sentido, Suiza no está libre de culpa. Pero aun así, podrá seguir explorando la vía bilateral para desarrollar su política de intereses. Eso sí, será un camino lleno de escollos.
Suiza provoca a Francia
Primero se perdió a Francia. En junio de 2021, el Consejo Federal decidió comprar aviones de combate estadounidenses, desdeñando la oferta del fabricante galo Dassault Rafale. Esta decisión ha sido un error garrafal para la ofensiva de seducción suiza porque estaba prácticamente decidido que Francia habría defendido los intereses helvéticos en Bruselas si la Confederación se hubiera decantado por los aviones de caza del hexágono.
Este trato formaba parte de un pacto para la compra de los cazas, que se negoció hasta el detalle, pero que luego se rompió. A continuación, Francia canceló una reunión de Emmanuel Macron con el presidente federal suizo. El embajador francés en Suiza dijo sin ambages: “Tenemos un problema.”
Suiza ofende a todos
Luego se echa a perder todo. Cuando Rusia atacó a Ucrania, Suiza volvió a causar irritaciones en todos los frentes. En un primer momento, la UE tuvo que presionar a Suiza para que, por fin, adoptara las sanciones. Diez días después de la invasión rusa en Ucrania, Ursula von der Leyen cogió personalmente el teléfono para exigirlo.
Good conversation with Swiss President @ignaziocassisEnlace externo regarding the unprovoked attack of Russia on Ukraine.
— Ursula von der Leyen (@vonderleyen) March 4, 2022Enlace externo
I welcome the decision of the Swiss government to widen sanctions against Russia in step with the measures imposed by the EU. pic.twitter.com/BtLoPBHeKkEnlace externo
Más tarde, Suiza dio lugar a comentarios críticos acerca de su implementación titubeante de las sanciones. Y finalmente, se convirtió en un obstáculo engorroso cuando los países comunitarios empezaron a suministrar armamento a Ucrania. Los Estados europeos necesitan el consentimiento de Suiza para entregar armas a los ucranianos: Alemania precisa la autorización para exportar munición para los carros de combate, España, para los cañones antiaéreos, y Dinamarca, para sus carros blindados de combate.
Como ya había ocurrido antes con la actitud vacilante a la hora de implementar las sanciones, Suiza volvió a encontrarse bajo la presión internacional. Pero esta vez no cedió. Una y otra vez se escudaba en sus leyes y en su neutralidad, y finalmente se echó para atrás. “La prohibición de reexportar armas no se entiende en Europa”, trasladó a los medios de comunicación nacionales la ministra de Defensa Viola Amherd.
Suiza dice “no”
Así las cosas, se avecina un período de enfriamiento en las relaciones germano-suizas. El objeto de discordia son los 96 tanques de batalla suizos del tipo Leopard 2, ya retirados del servicio. Suiza permite que se herrumbren, mientras que Alemania los quiere rescatar. Se trataría de colmar la demanda nacional porque los suministros a Ucrania han mermado el parque de vehículos del ejército alemán. Pero Suiza sigue diciendo “no”.
En el ínterin, Maros Sefcovic, vicepresidente de la Comisión Europea, visitó Suiza a mediados de marzo de 2023. Su actitud fue tan bienintencionada y cordial que sorprendió a todo el mundo. El responsable de las relaciones bilaterales con Suiza en Bruselas se tomó tiempo para el ministro suizo de Exteriores, para los parlamentarios e incluso para un grupo de estudiantes. Escuchó, hizo preguntas, se mostró comprensivo y bromeó.
¿Es tan accesible como parece? En el fondo es la misma persona que antes había contestado a Suiza con ultimátums, negativas y una ostensible indiferencia. Hasta ese momento, su plantilla de colaboradores había organizado en los antedespachos de la vicepresidencia siete conversaciones de sondeo para Livia Leu, la negociadora principal de la Confederación. Él mismo apenas tuvo tiempo.
Poli bueno, poli malo
Pero durante su visita al país alpino no le faltaron elogios para las peculiaridades helvéticas. Además, expresó su deseo de un acercamiento y desprendió un optimismo contagioso. Los parlamentarios suizos se dejaron seducir por él. Hablaron de “ambiente nuevo” y de “avance”. Bruselas actúa de poli bueno.
Un mes más tarde, el 18 de abril, el presidente federal Alain Berset visitó Berlín para encontrarse con el canciller alemán Olaf Scholz. Los tanques, la munición y Ucrania volvían a estar sobre el tapete. Pero Berset se mantuvo firme e insistió en la neutralidad suiza. Volvió a decir “no”. Scholz respondió: “Hemos tomado nota de las decisiones adoptadas hasta ahora y esperamos que todavía pueda pasar algo.” La frase no suena como si hubiera esperanza en un cambio de postura por parte de Suiza.
Pero Scholz tiene que presentar resultados. Todo el mundo sabe que Alemania está bajo presión. Estados Unidos está marcando el paso en el asunto de Ucrania y hace saber a cada país europeo lo que espera de él.
Puñalada de la Unión Europea
Tras el encuentro, el Gobierno alemán está definitivamente disgustado. Incluso se aparta el amigo más fiel de Suiza, el presidente del land Baden-Wurtemberg, Wilfried Kretschmann. Delante de los micrófonos de la SSR comenta el tema de Ucrania, diciendo que en otros conflictos es posible ser neutrales, pero “en este conflicto es necesario posicionarse de forma diferente”.
Así que, durante aquel desayuno servido en una mesa con flores en los colores de la bandera suiza, la República Federal alemana comunica a su pequeño país vecino su voluntad de redefinir su relación con la Confederación. Esta toma de posición no es solo la expresión de la frustración alemana, también supone una puñalada por parte de la Unión Europea. Esta vez, Bruselas actúa de poli malo.
Una semana más tarde, el 10 de mayo de 2023, Livia Leu anuncia su dimisión. La jefa del equipo suizo encargado de negociar con la UE cambia de puesto y se muda a Berlín para ser embajadora. Allí no le espera la vuelta a una situación de comodidad, sino más bien lo contrario: el estrés en estado puro.
Texto adaptado del alemán por Antonio Suárez Varela
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