Suiza, nido de espías
Hace ya tiempo que las autoridades suizas tienen asumido que la ciudad de Ginebra es uno de los puntos neurálgicos del espionaje mundial.
En la primavera de 2022, poco después de que Rusia invadiera Ucrania, unos 500 diplomáticos rusos fueron expulsados de países europeos bajo la sospecha de espionaje. El único país que no actuó así fue Suiza.
Unas 220 personas trabajan en las representaciones diplomáticas y consulares que Rusia tiene en Berna y Ginebra, según el informe de situación del Servicio Federal de Inteligencia suizo (FIS) de 2023, que afirma que “es probable que al menos un tercio de estas personas sigan en activo para las agencias de inteligencia rusas”.
En el resto de la mayoría de los países europeos el trabajo de las redes rusas de espionaje resulta cada vez más difícil por el último enfrentamiento Este-Oeste. En el comunicado del FIS se puede leer que “es muy probable que los servicios de inteligencia rusos tengan más margen de maniobra en Suiza debido a su gran presencia”.
Riesgo de tensiones diplomáticas
La honestidad del informe refleja cómo trata Suiza a las redes de espionaje dentro del país. En Suiza los servicios de inteligencia están prohibidos si recopilan información política, económica y militar y la utilizan en perjuicio del país, sus instituciones, empresas y residentes y la transmiten a agentes extranjeros.
Aunque en la realidad acabar con dichas redes resulta bastante difícil; ya que el personal acreditado diplomáticamente —que a menudo se despliega para tales operaciones— goza de inmunidad y difícilmente puede ser procesado. La única opción es expulsarlos, pero Suiza casi nunca lo hace.
“En el ADN diplomático de Suiza está el expulsar diplomáticos solo en casos excepcionales”, manifiesta el historiador Adrian Hänni, especializado en servicios de inteligencia. Suiza no quiere provocar tensiones diplomáticas, y Hänni no cree que las expulsiones resuelvan el problema. “Una vez que se expulsa a un espía, el siguiente ya está dispuesto”.
A la contrainteligencia probablemente le resulte más eficaz poner bajo vigilancia a un agente de inteligencia concreto que poner en marcha medidas enérgicas a gran escala. Y esto lo saben todos los países que han expulsado a diplomáticos rusos. “Las expulsiones pueden considerarse también una señal política”, expone Hänni. “Desde febrero de 2022, sin embargo, algunos países europeos han expulsado a funcionarios de inteligencia que eran esenciales para las actividades de espionaje en las embajadas. En algunos casos, los puestos en cuestión fueron eliminados totalmente para asegurarse de que Moscú no pudiera sustituirlos por un nuevo agente”.
Suiza, en cambio, en estos casos, se aferra a su tradición de permanecer pasiva, al menos públicamente. Hänni considera que, si al personal sus actividades se le fueran de las manos, las autoridades suizas presentarían (probablemente entre bastidores) una queja a los gobiernos de los respectivos países.
Las autoridades suizas tienen experiencia en espionaje, ya que el espionaje ha estado muy extendido en Ginebra desde la Primera Guerra Mundial. En la actualidad hay casi 240 representaciones extranjeras, decenas de organizaciones internacionales y cientos de organizaciones no gubernamentales (ONG) en Ginebra.
No es de extrañar, pues, que numerosos agentes de los servicios de inteligencia deambulen por la ciudad. Junto con Bruselas y Viena, Ginebra es uno de los tres epicentros de las actividades de espionaje en Europa.
Durante la Guerra Fría, Viena fue considerada la “ciudad de los espías”. La presencia de organizaciones internacionales, la neutralidad y la situación geográfica de la ciudad también desempeñaron un papel clave. El trato que durante mucho tiempo el personal diplomático que trabajaba para los servicios de inteligencia recibía en Austria era similar al que recibía en Suiza: en gran medida era ignorado.
Pero la cosa cambió el año pasado cuando Austria siguió los pasos de otros países de la Unión Europea y expulsó a varios espías. Ocurrió después de que Austria recibiera duras críticas de otros países occidentales por mostrarse demasiado favorable a Rusia. Hubo quien incluso fue acusado de trabajar directamente con las autoridades rusas.
En la capital austriaca tienen su sede varias organizaciones importantes como las Naciones Unidas, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
Hay diversos factores que hacen que Suiza resulte un país atractivo para el espionaje: Suiza se encuentra en el corazón de Europa, tiene muy buenas conexiones de transporte, ofrece todas las comodidades de un Estado occidental y democrático, y —debido a su amplia concepción de la democracia— se esfuerza por mantener las mejores relaciones posibles con todos los países. Otro factor decisivo es que el discreto centro financiero suizo es práctico para financiar servicios de inteligencia, que son caros, al mismo tiempo que oculta la procedencia del dinero.
Un lugar cómodo para los agentes
Ginebra es el lugar perfecto para preparar y llevar a cabo complejas operaciones de inteligencia. Los documentos que Edward Snowden filtró revelaron que los Estados Unidos dirigen un Servicio de Recolecciones Especiales en Ginebra: una estación de escucha diseñada para interceptar comunicaciones en lugares de difícil acceso. Israel, por su parte, en 2015, espió las conversaciones nucleares entre Irán y varias potencias mundiales. Hace mucho tiempo que los servicios de inteligencia franceses operan en la ciudad; unos servicios que ni siquiera se inmutaron en la década de 1950 cuando hubo diversos intentos de asesinato.
El informe del FIS se concentra en el espionaje ruso, chino e iraní. Algo que probablemente se deba a la situación geopolítica actual, así como al hecho de que Suiza no quiere llamar la atención sobre las actividades de espionaje de sus países socios. El FIS distingue entre varios tipos de espionaje. Del espionaje de Rusia dice que es “tradicional” y que está dirigido a otros países, mientras que señala que China e Irán espían —principalmente— a su propia diáspora.
Hänni, en este punto, no está del todo de acuerdo con el FIS. “No se puede hacer una distinción clara. Rusia también espía a su propia gente y, en los últimos años, China ha ampliado sus operaciones de espionaje”. Hänni menciona que recientemente ha observado un aumento de las operaciones que intentan influir en la opinión pública de Occidente.
El informe del FIS observa que “Es muy probable que los servicios de inteligencia chinos coloquen menos agentes de inteligencia que Rusia bajo cobertura diplomática”. Lo cual significa que introducen a sus agentes en la ciencia, en los medios de comunicación o en las ONG.
Cuando se trata de servicios de inteligencia, estos agentes se denominan “ilegales”, mientras que quienes realizan su labor de espionaje bajo una cobertura diplomática se denominan “legales”. La terminología utilizada en este contexto muestra el pragmatismo con el que se trata a los servicios de inteligencia.
Hänni cree que las expulsiones harán que cada vez resulte más difícil que los servicios de inteligencia rusos operen en Europa y espera que, en el futuro, Rusia despliegue más agentes de inteligencia “ilegales”. No obstante, recientemente se han producido varios casos en los que este tipo de agentes “ilegales” han quedado al descubierto en países europeos.
Pero descubrir a un espía podría interferir en los intereses de un gobierno, ya que las relaciones bilaterales pueden deteriorarse y se encuentran a menudo con represalias. El año pasado, Rusia, por ejemplo, expulsó a numerosos diplomáticos europeos.
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Suiza y las sanciones
Para Hänni el mayor reto de Suiza está en otro ámbito que el informe de situación del FIS no menciona de manera destacada. En su opinión, existe la amenaza de que Suiza pueda convertirse en un centro de evasión de sanciones. Y, una vez más, la historia se repite. “Durante la Guerra Fría, Suiza desempeñó un papel clave en la transferencia de tecnología de Oeste a Este”, asegura Hänni.
Hay muchas formas de eludir las sanciones. Una es utilizar en Suiza empresas tapadera —bajo la dirección de un servicio de inteligencia— que hacen negocios o acumulan conocimientos. Otra forma es reclutar personal de empresas tecnológicas locales. Esto a veces se hace mediante tratos comerciales regulares con empresas locales que actúan de buena fe y los productos llegan a Rusia a través de terceros países.
Las sanciones impuestas en Rusia —un país tecnológicamente avanzado— han provocado escasez de bienes industriales, por lo que —sobre todo para los productos de gama alta— el país depende de las importaciones de Occidente. Y estos a menudo se importan a través de otros países, lo que elude parcialmente las sanciones.
Hänni espera que Rusia amplíe su espionaje político y económico. Si el FIS se saliera con la suya, Suiza sería más activa y empezaría a expulsar espías. El Gobierno, sin embargo, sigue aferrado a su tradicional moderación.
Texto adaptado del inglés por Lupe Calvo
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