Suiza ya no quiere peregrinas para el ‘striptease’
Más de 5 mil mujeres de República Dominicana, Rusia, Tailandia, Marruecos y otros países recibieron el permiso temporal de bailarinas de ‘striptease’ en 2005. Actualmente son menos de mil. Reportaje sobre las mujeres que alimentan el negocio del desnudo con un permiso de acceso a Suiza en vías de extinción.
Ha caído la tarde en la capital helvética. Un joven se acerca a ver las fotos de las mujeres que un cabaré presenta en su cartelera. Dentro, cinco chicas enfundadas en vestidos cortos y ceñidos aguardan a los primeros clientes de hoy. Provienen del ex bloque soviético y de República Dominicana.
“Vendemos sueños”, describe Max Hufschmid, propietario del negocio desde hace 33 años: “La presencia de estas chicas hace fantasear a los clientes. El 80% de esta emoción está en sus cabezas, no debajo de sus pantalones. Les vendemos ilusiones: Son felices de poder ‘sacudir su corazón’ una noche, ser escuchados por ellas, divertirse”.
Las bailarinas de cabaré “extraeuropeas” (que no pertenecen ni a la Unión Europea ni a la EFTA) pueden trabajar en Suiza con un permiso especial de residencia de corta estancia (Permiso L).
Esta autorización es una excepción de las leyes migratorias actuales para permitir el acceso de este personal no cualificado de “terceros países”, durante un máximo de 8 meses al año.
Este permiso, establecido en la década de los noventa para proteger de la explotación, no permite otra actividad que no sea la de bailarina de cabaret.
Según un folleto de la Oficina Federal de Migración (OFM) esta actividad “consiste exclusivamente en desvestirse total o parcialmente sobre un escenario al compás de la música y repetir esta función varias veces cada noche. Queda prohibido animar a los clientes a consumir alcohol y ejercer la prostitución”.
El Gobierno propone abolir esta autorización especial. No obstante, decidió que primero es necesario establecer nuevas medidas en contra de la explotación en el sector erótico-sexual en general.
El bernés reconoce que los tiempos de oro del cabaré quedaron atrás. “Con la nueva competencia de los locales de sauna, los clubes de contacto y el internet, la clientela ya no es la misma”. También hay otra razón de la disminución del interés. “Ahora, con los teléfonos inteligentes, muchos tienen miedo de que alguien les tome una foto con una chica sentada en sus piernas. Antes, durante el periodo de sesiones en el Parlamento las ganancias aumentaban 30%. Esto terminó”.
Sus trabajadoras están en Suiza con el Permiso L de corta estancia para artistas de cabaré, que permite emplear en el striptease a mujeres de países que no se rigen por las reglas del mercado laboral con la Unión Europa y los tres países socios de Suiza en la EFTA (Islandia, Liechtenstein y Noruega).
Pero el Gobierno Federal quiere terminar con esta excepción de la regla migratoria. Argumenta que las bailarinas con el Permiso L son las menos protegidas contra los abusos y que hoy la demanda para el ‘striptease’, a la baja, puede ser cubierta por las mujeres de la UE y la EFTA.
“¿Por qué quitar este permiso?”
En el cabaré bernés, una dominicana, madre soltera, que por cuarto año consecutivo entró a Suiza como bailarina, afirma: “Si algo no estuviera bien con este trabajo, ya no vendríamos”.
Las intenciones gubernamentales no le complacen: “He ganado aquí en dos años lo que no gané en seis años de trabajo allá. En nuestro contrato se puede ver lo que aportamos a Suiza: pagamos impuestos y seguros. ¿Por qué quitar este permiso? Muchas chicas se van a quedar sin futuro”.
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«No restamos, sumamos»
Los contratos que reciben las residentes con el Permiso L son mensuales. De este modo, las bailarinas cambian de lugar de trabajo y de empleador cada mes.
El salario ronda los 4.300 francos mensuales. Unos 2.300 francos netos, tras las siguientes retenciones: seguro médico, impuestos, cotización para el retiro, provisión para la agencia suiza de colocación y el pago de la renta por una habitación, que el mismo patrón impone.
Beber por dinero
“Ayer me bebí diez mil francos”, me comenta otra joven, a la espera de un parroquiano. “Me dijo que vendrá hoy… tiene dinero”, me susurra la también madre de familia.
Y si el dinero le interesa es, entre otros motivos, porque el caballero puede permitirse ofrecerle algunas botellas de champaña, mientras lo acompaña en el cabaré. Las bailarinas reciben un suplemento por el alcohol consumido.
“Los cabarés tenemos prohibida la oferta sexual. El único instrumento para generar ganancias es la venta de champaña. Pero se nos ha criticado porque algunas de las chicas han bebido hasta enfermar. Por eso establecimos la solución de la bebida espumosa sin alcohol, que pueden solicitar tras la segunda o la tercera botella de champaña”, explica Hufschmid, que representa la Asociación suiza de salas de conciertos, cabarés y discotecas (ASCO) en Berna y Solothurn.
El sexagenario es férreo defensor de la “mezcla cultural” en su local y por ello siempre tiene bailarinas del Este y del Caribe. Sin embargo, cada vez son menos los establecimientos que emplean a las chicas extraeuropeas.
Mucho más que solo “artistas”
En contacto con los gerentes y las empleadas de los cabarés, Alexander Ott, jefe de Migración de la ciudad de Berna y miembro del Grupo Nacional de Expertos instituido por el Gobierno para analizar medidas de protección en el sector, menciona los grandes peros de este permiso:
“Es anacrónico, una excepción a la regulación migratoria actual. Por otro lado, esta autorización está destinada exclusivamente al striptease y prohíbe la prostitución, así como animar a los clientes al consumo de alcohol. En la práctica no es así”.
Según Ott, otra razón de críticas contra el ‘permiso para el desnudo’ es que en ciertos países – como Brasil, Ucrania, y República Dominicana-, se sabe de redes que extorsionan a las mujeres interesadas en trabajar en Suiza como bailarinas.
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Abusos en el exterior
Estos “intermediarios” les piden pagos ilícitos de entre 4 mil y 8 mil dólares para ayudarles a conseguir los contratos por los primeros 4 meses de trabajo en los cabarés helvéticos, la condición para obtener la visa de ingreso a Suiza.
Favores que cuestan
“Detrás de esos contratos hay un dinero que se mueve y beneficia a muchos”, observa la antropóloga antillana Tahira Vargas, que ha seguido en la última década la evolución de las “suizanas”, es decir, las dominicanas que desde hace más de 30 años alimentan la demanda helvética para el striptease.
“Todas esas redes funcionan aquí en Dominicana y allá en Suiza. Cadenas de familiares y conocidos establecen los enlaces para obtener los contratos, a modo de favores a la hija de la prima, a la sobrina, a la nieta… Todo esto a cambio de buenas sumas de dinero”. En el papel, no queda nada, advierte la investigadora, en conversación telefónica con swissinfo.ch desde su oficina en Santo Domingo.
Según un Informe del Grupo Nacional de Expertos, realizado por encargo gubernamental y publicado en marzo pasado, las condiciones laborales de las bailarinas de cabaré con el permiso L son muy precarias.
Existe un enorme potencial de explotación dentro y fuera de Suiza, porque las bailarinas con frecuencia son obligadas a pagar montos ilícitos por la mediación de los contratos de trabajo en sus países de origen.
Para cubrir sus deudas se vuelven, con frecuencia, dependientes de las agencias de colocación y de sus patrones en Suiza.
Además, la prohibición de animar al consumo de alcohol y de prostituirse con frecuencia no se respeta. El estatuto de bailarina de cabaret es en gran medida un estatuto para la prostitución actualmente.
(Fuente: Informe del Grupo Nacional de Expertos, Marzo de 2014)
Oportunidad única
Vargas asienta que hoy todas “las viajeras” saben que el alcohol y la prostitución van de la mano con esta actividad. En definitiva, para ellas, obtener este trabajo en Suiza es una oportunidad única para salir de la miseria.
En más de diez provincias dominicanas hay barrios y suburbios – algunos conocidos como ‘La nueva Suiza’ o ‘La pequeña Suiza’ –, que se han transformado con el dinero helvético. Donde solo había chozas, ahora hay casas con piso de cemento. “Esas mujeres con sus remesas suplen el vacío del Estado”, afirma.
Y esto no sólo en Dominicana. Sobre las tarimas donde han caído las prendas de cientos de mujeres se han tejido los futuros de doctoras o ingenieras que tras unos años de labor en los cabarés suizos han construido sus consultorios o despachos en Ucrania o Moldavia. Otras han ofrecido casa a sus padres en Marruecos o Costa de Marfil… o financiado así los estudios de sus críos.
El riesgo de la ilegalidad
En más de 40 años del ir y venir de las peregrinas del striptease también ha habido dramas aquí: comas etílicos, contratos finalizados abruptamente, retornos forzados con deudas a pagar, explotación…
Sin embargo, las organizaciones que defienden los derechos de esta mano de obra especial, consideran que la supresión del Permiso L para el ‘striptease’ no es la solución. Ese permiso ha sido hasta ahora la base legal para poder defender los derechos laborales de estas mujeres.
“Si este estatus desaparece se corre el riesgo de que las mujeres opten por la ilegalidad, y se encuentren en una situación aún más precaria. Para luchar contra los abusos, sería necesario reforzar las medidas de protección y el control”, sostiene Martha Wigger, de Xenia, grupo de apoyo a las trabajadoras del sector erótico-sexual en Berna.
Entre tanto, en el cabaré de Hufschmid todo sigue su curso: Un hombre entrado en años, sonriente, conversa con dos rubias que lo escuchan atentas. Se respira un sutil aire de confianza, la música invita a relajarse. Pero ellas no están en pausa, trabajan; cumplen con una de sus tareas principales: vender sueños.
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