Crece la presión para un boicot diplomático a Juegos de Pekín
Si otros Estados democráticos deciden organizar una presión diplomática a Pekín 2022, Suiza tendrá que luchar para hacer frente a las peticiones de no participar en los Juegos Olímpicos de Invierno.
La ceremonia de apertura de unos Juegos Olímpicos, según el Comité Olímpico Internacional (COI), es una “extravagancia extraordinaria”, una oportunidad única para que el país anfitrión haga todo lo posible por mostrar su historia y su cultura. Presidentes y primeros ministros observan desde las gradas cómo el jefe de Estado del país anfitrión declara inaugurados los Juegos y se sueltan palomas blancas como símbolo de la paz.
Sin embargo, en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín, el próximo mes de febrero, si un número cada vez mayor de activistas de los derechos humanos y políticos de Occidente se salen con la suya, ese público entusiasta de mandatarios podría reducirse.
“Si todo el mundo está allí aplaudiendo los Juegos sin plantear ninguna preocupación sobre los derechos humanos en China, ¿cuál sería el efecto?”, plantea Fabian Molina, miembro de la Cámara de Representantes de Suiza y de su Comisión de Asuntos Exteriores. “Creo que no es el momento de celebrar en un país en el que se producen crímenes contra la humanidad”, dice.
Molina respalda un boicot diplomático al evento, lo cual supondría que los jefes de Estado y otros altos cargos se mantuvieran alejados de los Juegos, pero que los atletas siguieran compitiendo. Los grupos pro derechos humanos piden el boicot como una forma de protestar contra “los reprobables abusos de China contra los derechos humanos”. Entre los atropellos enumeran la detención de uigures en la provincia de Xinjiang, el encarcelamiento de activistas a favor de la democracia en Hong Kong y la situación del pueblo tibetano.
“Mientras no haya una protesta internacional, China seguirá [reprimiendo los derechos]”, afirma Christoph Wiedmer, cuya organización con sede en Berna, Society for Threatened Peoples (Asociación para los Pueblos Amenazados), participa en esta campaña de presión.
Hasta ahora el Gobierno suizo se ha mantenido en silencio sobre sus intenciones, ya que quiere conservar las buenas relaciones con China. El ministro de Asuntos Exteriores, Ignazio Cassis, incluso tiene previsto visitarEnlace externo China antes de fin de mes para reunirse con su homólogo.
Es probable que Suiza primero quiera ver qué hacen otros países. La Casa Blanca, por ejemplo, en medio de las persistentes tensiones entre Estados Unidos y ChinaEnlace externo, ha consultado a sus aliados sobre la posibilidad de renunciar a los Juegos. Las mayorías parlamentarias del Reino Unido, Canadá y la Unión Europea, así como los miembros republicanos y demócratas del Congreso estadounidense, están a favor del boicot.
Altavoz mundial
La frustración de los grupos de defensa de los derechos viene gestándose desde hace años. La predicción del COI de que los Juegos de Verano de 2008 en Pekín fueran a ser un catalizador de los avances en materia de derechos humanos en China resultó errónea, según confirmó en una carta abiertaEnlace externo a los Gobiernos.
“En 2008 todavía había alguna esperanza de que las cosas pudieran mejorar”, dice Wiedmer. “Pero desde la llegada de Xi Jinping [el presidente chino] esto ha cambiado drásticamente”. Desde que Xi Jinping asumió el cargo en 2012, se ha denunciado un aumento de la represión de los derechos y libertades de las minorías en el país.
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Los Juegos de Invierno son un hito para China. Al igual que la Copa Mundial de Fútbol, los Juegos Olímpicos son un altavoz para que los Estados se comuniquen con el mundo y con su propio pueblo, según Patrick Clastres, profesor del Instituto de Ciencias del Deporte de la Universidad de Lausana. El país anfitrión, durante la ceremonia de apertura, puede “imponer su historia y sus valores singulares”, declara. El evento atrae a cientos de millones de telespectadores en todo el mundo.
“El país anfitrión intentará llenar el palco de funcionarios gubernamentales para mostrar su influencia y peso en las relaciones internacionales”, indica Clastres, cuya investigación se centra en la diplomacia deportiva. El mensaje de China en 2008 –el mismo que volverá a intentar enviar en febrero– fue que “los derechos humanos son un invento de Occidente”, explica el profesor.
Los llamamientos de quienes defienden los derechos humanos para que el COI prive a Pekín de los Juegos Olímpicos de Invierno no han recibido respuesta, y un boicot por parte de los equipos nacionales parece tener poco apoyo en el mundo. Dick Pound, un destacado miembro del organismo mundial con sede en Lausana, ha declarado a la BBCEnlace externo que impedir que los atletas compitan sería “un gesto que sabemos que no tendrá ningún impacto”.
Los activistas están aumentando la presiónEnlace externo sobre los Gobiernos para que no participen en los Juegos. Para Wiedmer, un boicot de los representantes suizos “es lo mínimo que esperamos […] para no ser cómplices del sistema de violaciones de los derechos humanos del Partido Comunista de China”.
En palabras del socialdemócrata Molina, boicotear Pekín 2022 demostraría que “el mundo no ha olvidado a las víctimas de la brutal represión en China”.
“En diplomacia es importante mostrar señales evidentes, y los Juegos son un momento para mostrarlas. La comunidad internacional debe ceñirse al concepto de derechos humanos tal y como son, y no como los ve China”, añade Molina.
En 2014, los jefes de Estado de Alemania, Reino Unido, Francia y Estados Unidos se mantuvieron al margen de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi. La delegación estadounidense, por su parte, incluyó a la extenista Billie Jean King, una destacada activista de los derechos de las personas homosexuales, según parece en respuesta a la muy criticada nueva ley rusa contra la “propaganda” homosexual. Suiza, en cambio, envió a los Juegos a su presidente.
Valorar los riesgos
Este año, en el Parlamento, Molina ha preguntado en dos ocasiones si el Gobierno suizo está dispuesto a renunciar en 2022 a una delegación oficial, teniendo en cuenta lo que –de acuerdo a muchos especialistas– equivale a crímenes contra la humanidad sobre la población uigur.
El Consejo Federal (órgano ejecutivo) ha respondido que se niega a asumir ningún compromiso, pero reconoce que la situación de las minorías y los defensores de los derechos en China “se ha deteriorado”. Y ha añadido que la decisión de enviar dignatarios a Pekín se tomará más adelante. Contactado por SWI swissinfo.ch a través del correo electrónico, el Departamento de Asuntos Exteriores ha dado una respuesta similar.
A principios de 2021, China arremetió contra Suiza por expresar –en su primera estrategia de política exterior hacia China– su preocupación por los derechos humanos. Posteriormente, Suiza ha decidido no imponer sanciones al gigante asiático por sus supuestas acciones en Xinjiang, como sí han hecho Estados Unidos y la UE. Las autoridades chinas han negado que existan medidas opresoras contra los musulmanes uigures y han dicho que los campos instalados en la provincia son para detener a personas extremistas.
El ministro de Asuntos Exteriores Cassis recientemente ha declaradoEnlace externo al periódico Neue Zürcher Zeitung que “Suiza persigue una política exterior independiente”. Y ha añadido “Queremos tomar un camino especial que nos permita celebrar cumbres en Ginebra como la realizada entre Joe Biden y Vladimir PutinEnlace externo”.
Este otoño la delegación suiza también se ha negado a firmar en las Naciones Unidas una declaración conjunta sobre el trato a los uigures, justo cuando la ciudad de Zúrich acogíaEnlace externo una reunión de alto nivel entre autoridades estadounidenses y chinas. En años anteriores, Suiza sí había firmado declaraciones similares.
Para Molina, desempeñar un papel de buenos oficios y llevar a las partes a la mesa de negociaciones, aunque es una pieza importante de la política exterior suiza, no debería producirse a costa de dejar de hablar cuando los países rompen las normas internacionales. “Como país pequeño, dependemos de un orden internacional estable”, señala.
Cassis también ha insinuado que Suiza quiere preservar las buenas relaciones económicas con China evitando cualquier acción que pueda molestar a la superpotencia. Sacar el tema de los derechos humanos con el tercer socio comercial del país es “un acto de equilibrio”, indica el ministro al NZZ.
China es conocida por tomar represalias cuando otros Estados han ido en contra de sus deseos. Hace poco –después de que Taiwán abriera una oficina diplomática en Lituania– China ha reducidoEnlace externo los lazos diplomáticos con el Estado báltico. Asimismo, Australia ha sufridoEnlace externo restricciones comerciales por parte de Pekín por apoyar las peticiones para que se investigaran los orígenes de la COVID-19.
Pero –de acuerdo a Patrick Clastres– el coste de un boicot diplomático puede no ser tan elevado. “[Un boicot diplomático] es un golpe menor que no pesa en el comercio ni en las relaciones políticas cotidianas entre países. Pero no es insignificante simbólicamente”, argumenta Clastres.
Mantener la política fuera del deporte
Los llamamientos al boicot han recibido el rechazo de las personas críticas, que afirman que este tipo de acciones no van a contribuir a mejorar la situación de los uigures o de los tibetanos. Para Rusia, que ya ha anunciado que su presidente asistirá a los Juegos, hablar sobre un boicot sonEnlace externo “tonterías”.
El Ministerio de Asuntos Exteriores chino, por su parte, ha declarado a la BBCEnlace externo que “es muy irresponsable que algunas partes intenten perturbar, intervenir y sabotear la preparación y celebración de los Juegos para servir a sus intereses políticos. Tales acciones no serán apoyadas por la comunidad internacional y nunca tendrán éxito”.
En octubre, el vicepresidente del COI, John Coates, rechazó la idea de un boicot, afirmando que su organización no tenía por qué inmiscuirse en los asuntos internos de los países. Y declaró a los periodistas: “No somos un gobierno mundial”.
Mientras Occidente hace cábalas sobre si conviene o no hacer un bloqueo diplomático a los Juegos de Invierno de Pekín, surge la preocupación por el bienestar de la tenista china Peng Shuai. Después de acusar a un antiguo alto cargo del Gobierno chino de agredirla sexualmente, Shuai, antigua deportista olímpica, ha desaparecido de la escena pública. Tras la protesta internacional por su desaparición, los medios de comunicación públicos chinos han difundido vídeos que pretenden mostrar que está bien.
Poco después, el presidente del COI, Thomas Bach, ha mantenido una videollamada con Shuai. Según un portavoz del COI, la estrella del tenis se encuentra bien, pero quiere privacidad. La Asociación Femenina de Tenis (Women’s Tennis Association), que en repetidas ocasiones ha pedido que se investigue a fondo la acusación de agresión que ha hecho Shuai y ha amenazado con cancelar futuros torneos en China, no ha quedado convencida. Grupos a favor de los derechos humanos, por su parte, han criticado la actuación del COI, y Human Rights Watch ha acusado al organismo mundial de no proteger los derechos y la seguridad de los atletas y de colaborar con las autoridades chinas para destruir las libertades.
El comité olímpico suizo ha afirmadoEnlace externo que “es difícil –incluso imposible– que [nosotros] tengamos influencia en la situación política de China”.
“Podemos entender que la política de China pueda dar lugar a debates”, responde a SWI swissinfo.ch el portavoz Alexander Wäfler a través del correo electrónico. “En nuestra opinión, los Juegos Olímpicos ayudan a mantener un cauce de comunicación de contactos directos abierto entre […] diferentes naciones [lo cual está] separado de la política”.
Para Suiza, en última instancia, puede resultar difícil mantener la política al margen de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín. Molina cree que si otros países democráticos no van a los Juegos, Suiza tal vez tendría que hacer lo mismo.
“Es difícil imaginar que el presidente suizo o el ministro de deportes vayan a Pekín sin ningún otro jefe de Estado de los países occidentales”, dice el parlamentario.
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Traducido del inglés por Lupe Calvo
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