Una cumbre antirracista debilitada por la polémica
Precedida por una serie de críticas, parcialmente boicoteada, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Racismo inicia este lunes en Ginebra en un contexto de polémica. Un evento riesgoso, del que Suiza es anfitriona.
«Los discursos de odio y los insultos carácter racista serán prohibidos en la Conferencia de las Naciones Unidas contra el Racismo y la Intolerancia». Esta consigna, un poco surrealista, fue lanzada la semana pasada por Maríe Heuzé.
«No vamos a permitir una reedición de Durban 2001», explica la directora del servicio de información de la ONU en Ginebra.
En ese entonces, la cumbre de la ONU sobre el racismo (cuyos efectos serán evaluados ahora en Ginebra) se convirtió en teatro de manifestaciones y de declaraciones de odio contra Israel, en particular en el marco del Foro de las ONG que había acompañado la conferencia sudafricana.
Pero la advertencia de la ONU vale sin duda también para los participantes de la conferencia misma, comenzando con el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad conocido por sus declaraciones incendiarias y antisemitas en contra de Israel. Incluso antes de salir hacia Ginebra lanzó nuevas acusaciones contra ese país.
Un pasado mal asumido
¿Cómo explicar un clima semejante sobre un tema – el racismo – que debería unir más que dividir, ya que la xenofobia y las discriminaciones raciales persisten en el mundo entero?
Yves Lador – consultor especializado en derechos humanos – subraya en primer lugar las secuelas de un pasado mal asumido por los países occidentales. «El problema de la herencia colonial todavía está ahí, suscitando frustraciones y cólera en los países antiguamente colonizados. Las antiguas potencias coloniales no concedieron el reconocimiento necesario a esta realidad».
Fue el caso de Durban donde las demandas de compensaciones financieras de la colonización europea fueron rechazadas. Una frustración perpetuamente alimentada por el poco sitio concedido a África en la escena internacional, como lo mostró nuevamente la reciente cumbre del G-20 en Londres.
Un conflicto emblemático
Según Yves Lador, las críticas en contra de Israel, sean en Durban o en Ginebra, se inscriben en este contexto: «El conflicto israelo-palestino es percibido en los antiguos países colonizados como el seguimiento de la colonización occidental. De ahí una identificación con los palestinos una buena parte de cuyo territorio está colonizado por Israel».
A su manera, Hillel Neuer no dice otra cosa. «Este tipo de conferencias de la ONU sólo tienen por objeto atacar a los países occidentales, Israel y la libertad de expresión», estima el director de Watch, una ONG pro-israelí muy activa en la campaña contra la conferencia de Ginebra.
«Mientras que esos asuntos (la colonización y sus impactos) no hayan sido abordados francamente, resurgirán siempre en los recintos de la ONU y serán instrumentalizados por algunos gobiernos», anota, por su parte, Yves Lador.
Una ocasión perdida
De ahí una paradoja que subraya Adrien-Claude Zoller, director de la ONG Ginebra por los Derechos Humanos:
«Esta conferencia no tendrá ningún impacto sobre los asuntos más polémicos. No busca resolver el conflicto israelo-palestino. Y la cuestión de la difamación de las religiones – la otra gran polémica en los preparativos de la conferencia ginebrina – continuará siendo planteada por los países de la Organización de la Conferencia Islámica, que impulsa este tema desde finales de los años 90».
El resultado: «Estas polémicas han ocultado el debate sobre los derechos humanos cuyo elemento clave es justamente la no-discriminación».
«Se estima que la conferencia de Ginebra es un examen de seguimiento de Durban. Pero ese asunto apenas es abordado. Es pues una ocasión perdida de evaluar con profundidad lo que ha sido cumplido o no desde Durban en 2001».
Impactos positivos
Sin embargo, la conferencia de Ginebra todavía puede generar una serie de efectos positivos. Adrien-Claude Zoller cita la idea de la Alta Comisaría de los Derechos Humanos de crear un Observatorio del Racismo.
«Podemos esperar también un fortalecimiento del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, un mecanismo muy eficaz, y otros procedimientos como los relatores especiales bajo el mandato del Consejo de los Derechos Humanos.
Pero el impacto más profundo de una conferencia semejante sólo puede medirse al nivel nacional, según Adrien-Claude Zoller. Es decir, se trata de saber de qué manera los gobiernos y las sociedades civiles integran las propuestas de la declaración que deben adoptar los Estados al final de la conferencia.
ONG divididas
Una puesta en ejecución que depende mucho del compromiso de las ONG. Sin embargo, esas entidades se presentan sin cohesión en Ginebra.
«Nadie tenía ganas de reeditar el episodio de Durban. Fue en el Foro oficial de las ONG donde se produjeron los resbalones más importantes», recuerda Yves Lador.
Adrien-Claude Zoller alude, por su parte, a la dispersión de las ONG y a su débil impacto sobre la conferencia misma. «El comité preparatorio de la conferencia es un órgano del Consejo de los Derechos Humanos, una instancia que da todavía menos espacio a las ONG que la antigua Comisión de los Derechos Humanos».
swissinfo, Frédéric Burnand, Ginebra
(Traducción: Marcela Águila Rubín)
2001: En septiembre se realiza en la ciudad sudafricana de Durban, una cumbre de la ONU contra el racismo.
La conferencia da lugar a manifestaciones contra Israel y a una declaración de la sociedad civil considerada antisemita.
La conferencia evita in extremis el naufragio mediante la adopción por unanimidad de una declaración final y un plan de acción cuyo contenido suscita el alivio del Gobierno israelí que se había retirado de las negociaciones, lo mismo que Estados Unidos.
Como es costumbre en la ONU, la cumbre de Durban es objeto de una conferencia de seguimiento encargada de evaluar la puesta en ejecución de los textos adoptados en septiembre de 2001.
La conferencia de examen de Durban se celebra en Ginebra del 20 al 24 de abril 2009.
Israel, Canadá, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Alemania, los Países Bajos, Italia y Polonia anunciaron que no participarán en la conferencia.
Esos países temen que se produzcan ataques antisemitas, Para ellos, como para la Unión Europea, el mayor problema estaría en eventuales declaraciones en ese sentido por parte del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, conocido por sus discursos incendiarios contra Israel.
Suiza no ha decidido aún a qué nivel va a participar. En entrevista televisada, la ministra suiza de Exteriores, Micheline Calmy-Rey, señaló la víspera que no le gustaría participar a un «resbalón» sobre una temática tan seria como el racismo.
Publicado el viernes, el proyecto de declaración fue acogido por los países occidentales con reserva, en particular sobre su contenido en materia de libertad de expresión.
Sin embargo, el documento no menciona dos temas delicados para los países occidentales: Israel y la difamación de las religiones. En cambio, y contra la opinión de Irán, dedica un párrafo al Holocausto.
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