“Suiza debería creer más en su capacidad de integración”
Suiza tiene una de las leyes de nacionalidad más estrictas en Europa. El país siempre ha considerado a los extranjeros como mano de obra temporal y no como ciudadanos a los que hay que integrar, sostiene Brigitte Studer. La autora del libro ‘El derecho de ser suizos’ analiza cómo ha evolucionado esta relación a lo largo de los años.
swissinfo.ch: Suiza tiene una de las legislaciones más restrictivas en Europa en materia de naturalización. En 1848, cuando se fundó el Estado moderno, era bastante más liberal. ¿Qué significaba entonces ser ciudadano?
Brigitte Studer: La Constitución federal de 1848 introduce el derecho a la nacionalidad, pero la Confederación [Estado] da carta blanca a los cantones y las comunas [municipios]. En esa época la nacionalidad se entiende desde un prisma liberal, como un instrumento para que los hombres puedan participar en la vida política como electores y votantes.
Pero las prácticas liberales de algunos cantones generan malestar en los países vecinos. A pesar de no vivir en Suiza, algunos extranjeros consiguen la nacionalidad y se escabullen del servicio militar [en su país de origen]. La Confederación se ve obligada a actuar. Lo hace, pero con moderación: el único requisito para la nacionalidad es que el solicitante viva en Suiza desde hace al menos dos años.
swissinfo.ch: La Primera Guerra Mundial marca un punto de inflexión. ¿Cuáles son las consecuencias?
B.S.: A finales del siglo XIX surgen los movimientos nacionalistas y la ciudadanía se vuelve un tema de debate. La filosofía liberal, según la cual la integración de los extranjeros es necesaria para evitar una sociedad de dos velocidades, pierde terreno frente al discurso nacionalista. En este periodo nace el término ‘extranjerización’ [Überfremdung, en alemán] y el sentimiento de que Suiza tiene que proteger sus fronteras.
La guerra acentúa el nacionalismo, y no solo en Suiza. En 1917, la Confederación crea la policía de extranjería y en 1930 incluye el principio de defensa en la ‘Ley federal relativa a la residencia y el domicilio de los extranjeros’.
swissinfo.ch: ¿De qué tiene miedo Suiza?
B.S.: A comienzos de siglo XX teme, sobre todo, la revolución rusa y el avance de los comunistas. Más tarde, se suma el miedo a la crisis económica y al fantasma del extranjero que nos quita el empleo.
Es durante la Segunda Guerra Mundial cuando Suiza más restringe el acceso a la nacionalidad y el Consejo Federal [gobierno] adopta por decreto –que no requiere el visto bueno del Parlamento– la posibilidad de revocar la nacionalidad. Una medida muy fuerte.
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swissinfo.ch: ¿Cuándo nace la retórica del ‘suizo de pura cepa’ y de los ‘valores helvéticos’?
B.S.: Es un proceso largo que tiene su origen en el siglo XX. Los cantones introducen las pruebas de aptitud en los procedimientos de naturalización. El primer requisito es la independencia económica del solicitante. Después de la Segunda Guerra Mundial se le exigen también conocimientos sobre la vida cívica y política.
Con la nueva ley de 1952, los extranjeros tienen que someterse obligatoriamente a una prueba de cultura general y demostrar que respetan los valores helvéticos. Además, la normativa eleva a doce los años de residencia requeridos para solicitar la nacionalidad y acepta que las mujeres casadas con un ciudadano extranjero conserven la ciudadanía helvética.
swissinfo.ch: A diferencia de otros países, Suiza ve la naturalización como la culminación del proceso de integración y no como un instrumento para facilitar la integración. ¿Por qué?
«Suiza se considera un país al que llegan muchos extranjeros, pero del que al cabo de un tiempo tienen que irse.»
B.S.: Suiza jamás se ha definido como un país de inmigración. Por norma general, el criterio en los países de acogida suele ser el ‘ius soli’ [derecho de suelo, es decir, nacionalidad por nacimiento], como en Estados Unidos, Canadá y también en Francia, que intenta aumentar la natalidad.
Suiza nunca ha tenido interés en ampliar la población. Al contrario, siempre ha temido un aumento incontrolado. Se considera un país al que llegan muchos extranjeros, pero del que al cabo de un tiempo tienen que irse. Es una clara elección política: Suiza quiere controlar la inmigración y prescindir de la mano de obra extranjera cuando la economía ya no la necesita.
swissinfo.ch: En la década de 1970 Suiza se abre un poco…
B.S.: Sí, en los años 70 el Ministerio de Justicia y Policía propone simplificar los procedimientos de naturalización, “eliminar todo elemento arbitrario” y facilitar el acceso a la nacionalidad suiza a los extranjeros nacidos en Suiza y bien integrados. La naturalización facilitada se percibe como un instrumento para luchar contra la ‘extranjerización’. No olvidemos que entre 1965 y 1974 el pueblo fue convocado cinco veces a las urnas para pronunciarse sobre iniciativas populares de índole xenófoba, de las cuales una pedía limitar el número de naturalizaciones. Todas fueron rechazadas, aunque algunas por un estrecho margen de votos.
swissinfo.ch: Sin embargo, los suizos se negaron en cuatro ocasiones a facilitar la nacionalidad a los jóvenes inmigrantes de la segunda y la tercera generación. ¿Cómo se explica?
B.S.: En 1983, el Gobierno y el Parlamento piden facilitar la nacionalización no solo de los ciudadanos extranjeros nacidos en Suiza, sino también de los refugiados y los apátridas. Y es sobre todo este segundo aspecto el que desata las críticas. En 1994, todos los partidos respaldan el proyecto de revisión de la Constitución, que es menos ambicioso. Los suizos lo aprueban, pero la mayoría de los cantones lo rechazan, sobre todo los cantones rurales.
Finalmente, el 26 de septiembre de 2004, el pueblo se opone a facilitar la naturalización de los jóvenes inmigrantes de la segunda generación y a conceder automáticamente la nacionalidad a los de la tercera generación. En este caso, es la propuesta para adoptar el principio del ‘ius soli’ el que inclina la balanza hacia el no.
swissinfo.ch: Estos jóvenes nacidos y criados en Suiza pueden solicitar la nacionalidad a través del procedimiento habitual. Muchos, sin embargo, no aprovechan esta opción. ¿Cuáles pueden ser las causas?
«Sería como una bofetada para estos jóvenes, un mensaje inequívoco de que la sociedad suiza tolera su presencia, pero no los considera parte de ella.»
B.S.: En primer lugar, cuando uno es joven huye de todo lo que implica trámites burocráticos. Y el procedimiento habitual es largo y costoso. A menudo los candidatos tienen que someterse a entrevistas minuciosas, que según la comuna [municipio] pueden ser muy invasivas. Y estos factores no son precisamente alentadores.
No obstante, es probable que las solicitudes de nacionalización aumenten este año, dado que la nueva ley –que entrará en vigor en 2018– prevé normas más estrictas.
swissinfo.ch: El 12 de febrero Suiza vuelve a votar la naturalización facilitada para los jóvenes de la tercera generación. A su juicio, ¿qué consecuencias puede tener un no en las urnas?
B.S.: Sería como una bofetada para estos jóvenes, un mensaje inequívoco de que la sociedad suiza tolera su presencia, pero no los considera parte de ella. Un no significaría también que Suiza no confía en su capacidad de integración. Porque si estos jóvenes, los nietos de los inmigrantes de la primera generación nacidos y escolarizados en Suiza, no están integrados, entonces el país se enfrenta a un problema. ¡Suiza debería creer más en su capacidad de integración!
Traducción del italiano: Belén Couceiro
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