‘Barracas, xenofobia e hijos escondidos’, vía crucis del temporero
El 30 de noviembre la población helvética votará por segunda vez este año una iniciativa antiinmigrante. Tras la aprobación de la primera (febrero 9), UNIA lanza una campaña para recordar los perjuicios a la dignidad humana que pueden derivarse, como en el caso del estatuto de temporero.
“No queremos que la historia se repita”, enfatiza Vania Alleva, copresidenta de UNIAEnlace externo, la mayor agrupación sindical helvética. La iniciativa EcopopEnlace externo , que busca establecer el saldo migratorio en Suiza en 0,2% de la población permanente, tendrá un impacto importante sobre los puestos de trabajo en Suiza, subraya, pero también sobre las condiciones laborales de todos los asalariados.
“Ya no queremos un estatuto discriminatorio”, reitera la sindicalista.
Entre los esfuerzos para evitarlo, UNIA organizó una jornada informativa en Berna (7.11) con la participación de académicos, juristas, escritores y protagonistas de ese largo período de la historia de Suiza (1931-2002) en que con el estatuto de temporero se escamoteó un trato humano a miles de trabajadores procedentes de otros países.
Asimismo, inauguró la exposición ‘Barracas, xenofobia e hijos escondidos’Enlace externo que será presentada también en Ginebra y Zúrich, y que incluye una serie de gráficas de archivo y la reconstitución de una de esas rústicas casetas en la que los inmigrantes se hacinaban durante los meses de su estancia en Suiza.
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Sin prestaciones sociales ni familia
Llegaban por el mes de marzo y volvían a su país a finales de noviembre. Trabajaban en el campo o en la construcción. Recibían los contratos apenas poco antes de que empezara la temporada y tenían que abandonar Suiza inmediatamente después de finalizados. No podían venir con los suyos.
Las condiciones eran degradantes, recuerda el italiano Bruno Canelloto, otrora temporero. “La empresa (contratante) nos recogía los permisos de trabajo y los pasaportes y los depositaba en la comuna y solamente podíamos recogerlos al final de la temporada y una vez pagados los impuestos”.
Si el obrero debía volver con urgencia a su país para el entierro de algún familiar y la administración estaba cerrada… Los abusos eran constantes, señala, bajos salarios, horas suplementarias no remuneradas. Hacinamiento en barracas en la periferia de las ciudades. “Pero nadie luchaba contra esas condiciones. Era tal la incertidumbre respecto a los contratos…” Y los trabajadores dependían de ellos. No podían cambiar de empleo.
Cumplidos 45 meses de trabajo, es decir, luego de 5 años de estatuto de temporero, los empleados podían obtener un permiso de estancia anual. Sin embargo, era menester cumplir las temporadas íntegramente. Con un solo día de ausencia, ya no contaban. A Cannellotto le llevó nueve años lograr ese documento.
En vista de que el reagrupamiento familiar no estaba permitido, las mujeres se registraban con el nombre de solteras y venían por su lado. Los hijos quedaban internados en instituciones o con algún pariente.
Violencia estructural
“He tratado a muchos de esos jóvenes que guardan un enorme resentimiento. Se sentían abandonados por sus padres”, narra la psicóloga Marina FrigerioEnlace externo, autora de ‘Niños Prohibidos’ Enlace externo. Padres e hijos sufrieron de esa violencia estructural que se dio en Suiza contra los extranjeros, acusa.
“Ruth DreifussEnlace externo me contó cuánto la había conmovido observar a esos trabajadores tratando de ver a sus hijos a través de las ventanas de las instituciones en que se encontraban”.
Muchos padres que no soportaron el dolor de la separación trajeron a sus hijos de manera subrepticia y los mantuvieron ocultos. En el video proyectado por UNIA, esos hombres y mujeres que en su infancia fueron “clandestinos” narran esas largas jornadas de su niñez a la sombra, entre el miedo y la soledad.
Doble nacional, el senador italiano Claudio Micheloni, fue también uno de esos niños escondidos. Vivía en la comuna de Boudry, en Neuchâtel. Apenas tenía cuatro años, pero recuerda nítidamente el drama que se produjo aquella noche en su casa porque un vecino de su edad había venido a jugar con él. Habían sido “descubiertos” y la amenaza de expulsión pendía sobre la familia.
“Esos niños clandestinos y subversivos no creamos ningún problema a Suiza”, pero se les negaba la entrada al país. “En las negociaciones económicas, denuncia, no hay ninguna vacilación. Cuando se trata de dinero, la circulación es más fácil”.
Explicar claramente los riesgos
La aprobación de la iniciativa contra la inmigración de masas el 9 de febrero reactivó la alarma entre sindicalistas y todos aquellos que rechazan las políticas antiinmigrantes. “Hay que explicar claramente los riesgos que conllevan, incluida la violación a acuerdos internacionales en materia laboral y de derechos humanos que Suiza ha suscrito”, destaca, el abogado Marc Spescha.
“La gente no tenía una consciencia clara de las consecuencias”, acota el profesor Sandro Cattacin, de la Universidad de Ginebra, al evocar, a guisa de ejemplo, el impacto inmediato del 9 de febrero en las investigaciones y los intercambios académicos de Suiza.
Habla también de esa actitud antiextranjeros que gana terreno en Suiza. “A partir de los años 70/80 hubo un cambio muy importante. Christoh Blocher hizo que la UDC, un partido que era campesino, estable y conservador, pero para nada xenófobo, se convirtiera en representante de la acción nacional, la derecha suiza y la gobernabilidad de los campesinos. Fue ahí que entraron los discursos xenófobos en las instituciones y luego en los salones”.
“Hay una atmósfera que avanza rápidamente contra los extranjeros”, coincide el poeta y escritor Franz Hohler. “Es un peligro. Vivimos en medio de Europa, pero estamos fuera de Europa, es una gran paradoja, y si continuamos a votar en este sentido estaremos más aislados y no creo que podremos sobrevivir aislados”.
En este país, en el que hay tantas iniciativas, anuncia, yo voy a lanzar una para que la palabra “extranjero” sea reemplazada en todas nuestras leyes por la de “ser humano”.
Ecopop
La iniciativa de la Asociación Ecológica y Población, Ecopop, será sometida a escrutinio el próximo 30 de noviembre.
Pide que la inmigración neta –el número de inmigrantes menos el número de emigrantes– no supere durante tres años una media anual del 0,2% de la población residente y que al menos el 10% de la ayuda pública al desarrollo se destine a proyectos de planificación familiar voluntaria.
Alec Gagneux, miembro del comité de la iniciativa y sin afiliación política, explica que “EcopopEnlace externo quiere contribuir no solo a una calidad de vida sostenible en Suiza, sino también a reducir la inconcebible miseria en algunas regiones desfavorecidas del mundo”.
El grupo Ecopop, que milita por la reducción de la huella ecológica de la humanidad, sostiene que la planificación familiar voluntaria es un derecho fundamental proclamado por Naciones Unidos en 1968.
Critica la política de cooperación al desarrollo del Gobierno por descuidar el control de la natalidad en los países más pobres y concentrarse en otros proyectos.
La iniciativa recogió cerca de 119.000 firmas de ciudadanos suizos en menos de 18 meses, más de las necesarias para someter a votación nacional una propuesta que requiere una enmienda constitucional.
Iniciativa contra la inmigración masiva
El 9 de febrero, los votantes suizos aceptaron con 50,3% de los votos a esa iniciativa acuñada por la Unión Democrática del Centro.
La propuesta prevé que dentro de tres años Suiza tendrá que establecer cuotas máximas para la concesión de permisos de estancia y contingentes anuales para todos los extranjeros. Las limitaciones se calcularán en función de las necesidades del sector económico.
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