¿Cuál es la esencia del liderazgo moderno?
Mientras el Parlamento de Suiza se dispone a elegir a dos nuevos miembros del Gobierno, preguntamos a lectores, expertos y políticos qué habilidades se necesitan para dirigir una democracia moderna.
¿Qué hace al líder? ¿Es una cuestión de titulación, conexión, temperamento o simple suerte política?
Suiza lleva meses reflexionando sobre esta cuestión, mientras el país se prepara para conocer (el 5 de diciembre) el nombre de los dos consejeros federales (ministros) que van a sustituir a los salientes Johann Schneider-Ammann y Doris Leuthard, que en septiembre anunciaron que dejaban el Ejecutivo.
Algunos requisitos son más prosaicos que otros, por lo menos en esta nación alpina basada en el consenso. En primer lugar, para preservar la denominada “fórmula mágica”, que garantiza el equilibrio en el Consejo Federal de siete miembros, los dos nuevos ministros procederán de los mismos grupos políticos que sus predecesores, esto es, liberales radicales (derecha) y demócrata cristianos (centro).
También está la cuestión del origen. Las diversas regiones culturales y lingüísticas de Suiza tienden a aferrarse con fuerza a los consejeros federales cuando los consiguen. Ambos, Leuthard y Schneider-Ammann, son germanohablantes, lo cual simplifica aún más las cosas. El Parlamento –igual que el proceso de selección– decide en base a las recomendaciones de los partidos.
Si a esto se añaden los cada vez más numerosos llamamientos –de la opinión pública y de la clase política– para que haya una mayor representación femenina, así como el interés por savia joven en un gobierno que envejece, el número de candidatos cae hasta casi el punto mínimo.
Su opinión
Pero ¿qué ocurre con la preparación y las cualidades personales de los candidatos? ¿El país necesita abogados al mando (como tradicionalmente ocurre en el modelo estadounidense) o necesita dirigentes con una mentalidad más técnica (al estilo chino)? ¿Hacen falta más científicos o asistentes tecnológicos para la era digital? ¿Se requiere una positiva cuota de seriedad? ¿Tienen que ser multilingües (incluido el inglés)?
Cuando en las redes sociales hemos preguntado a los seguidores de swissinfo.ch, estos han dado respuestas muy variadas. Un par de lectores, hartos de percibir un dominio de abogados y de sus maneras políticas, han pedido más científicos: “están más cerca de la realidad”; “sería bueno tener una persona que entienda los problemas energéticos y ambientales, y que pueda aportar algunas soluciones”.
Los empresarios –a veces percibidos como ejemplo de dar con soluciones pragmáticas para los problemas de la “vida real”, y que faltan en el Gobierno–, han sido tanto alabados (“alguien que al menos ha trabajado 10 años para empresas privadas”) como criticados (“definitivamente, un hombre de negocios no; no está funcionando bien en EE. UU.”).
También ha aparecido la cuestión de la edad (“al menos 45 años”), el conocimiento de la tecnología (vivimos en un “nuevo entorno”), y la competencia para entender y gestionar expedientes complejos sin fracasar. Un lector ha sugerido que Roger Federer se convirtiera en algo más que un rey simbólico.
El carácter cuenta
El simple hecho de tener “sentido común” ha sido, de lejos, la recomendación más frecuente de los lectores, más allá del debate sobre sus títulos, orígenes y currículos. Una persona incluso lo ha confrontado directamente con la indeseable condición de querer aparentar “demasiados títulos”.
El politólogo Claude Longchamp, del instituto de investigación gfs.bernEnlace externo, coincide con este punto de vista, aunque llega a una conclusión algo diferente. Para el veterano analista, que ha visto la transformación del típico político suizo, que ha pasado de ser un “hombre del pueblo” impulsado localmente a un líder mucho más polifacético, los títulos y conocimientos son secundarios a la seriedad.
“Un consejero federal debería poder representar a Suiza con seriedad”, argumenta. Según Longchamp, debería ser capaz de ir más allá de la “mera” capacidad de gestionar un expediente para demostrar la talla y el carisma de un hombre o una mujer de Estado. El actual consejero federal Alain Berset tiene esas cualidades; y también las tiene Karin Keller-Sutter, que es una de las más proclives a suceder a Schneider-Ammann.
Viniendo de un politólogo, una profesión que a menudo destila los detalles de la vida pública en divisiones racionalizadas y precisas, este análisis puede parecer vago. Después de todo, el carisma no se puede cuantificar. Pero esa es la cuestión. La verdad intangible del liderazgo implica persuasión, conocimiento, humildad y confianza, a partes iguales, más allá de lo medible.
También refleja las particularidades suizas. Los consejeros federales no son como los ministros de otros países europeos, subraya Longchamp. En otros lugares –en Francia, por ejemplo– los ministros pueden ser especialistas que se encargan de expedientes concretos. Aquí, a los departamentos federales llegan una amplia combinación de temas que se adecuan a un amplio espectro de generalistas.
Se buscan generalistas
Longchamp también señala como algo importante la capacidad de superar las afiliaciones partidistas para servir al bien común (nacional), algo de lo que, nuevamente, el actual presidente Alain Berset es un ejemplo positivo. Para los políticos que vienen de posiciones extremas es más difícil que para los centristas tradicionales.
Hasta hace poco, la política del Partido Verde de Ginebra Lisa Mazzone, de 30 años, era el miembro más joven de la cámara baja del Parlamento, el Consejo Nacional. El año pasado fue reemplazada por Fabián Molina, de 28 años.
Mazzone no se presenta como candidata a consejera federal y dice que tampoco le gustaría serlo. Pero, ¿a qué “tipo” de político le gustaría ver sentado en el órgano ejecutivo?
La política ginebrina (que ha estudiado literatura francesa y latina) evita poner demasiado énfasis en la capacitación técnica o la formación. “Es más importante ser generalista”, indica. Considera que son habilidades clave la capacidad de entender un expediente de manera rápida y eficaz y explicarlo a un público saturado de medios de comunicación sin simplificar excesivamente los temas.
Al señalar que el temperamento triunfa sobre casi todo, Mazzone también refleja lo dicho por Longchamp y nuestros lectores. Y ella cita como las cualidades más importantes de un líder el “don de gentes”, la verdadera “conexión con los valores suizos”, y el compromiso de “trascender las divisiones de los partidos” para actuar en interés de la nación.
Los llamados “políticos profesionales”, que se dedican por completo a la política sin previamente haber desarrollado una carrera en otro campo, han aumentado en los últimos tiempos. Mazzone, que técnicamente encaja en esta descripción, es reacia a responder si esos políticos son mejores o peores para el liderazgo, aunque algunos críticos afirman que están divorciados de la vida real de los ciudadanos.
Admite que algunos de sus colegas están quizás más interesados en “ser” políticos que en “hacer” política, aunque sus objetivos y motivaciones son claros. “Entré a la política porque quería cambiar la sociedad”, dice Mazzone.
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Las reglas de oro del Gobierno suizo
Traducción del inglés: Lupe Calvo
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