Federalismo suizo en tiempos de crisis: entre conflicto y amor
"Alfombrilla de retales", "cuña de freno", "test de estrés", "avería" o incluso "caos" y "cacofonía": estos son algunos de los términos que se pueden encontrar en los comentarios de los medios de comunicación sobre las desavenencias políticas.
La crisis del coronavirus es como una lupa bajo la cual lo bueno y lo malo se ve con mayor claridad. Esto vale también para el federalismo.
Sommaruga, una acérrima partidaria
La conclusión es que es una gran bendición, y lo ha sido desde que se fundó Suiza. Una de las mayores partidarias del federalismo en el país es … la presidenta federal Simonetta Sommaruga. Una vez lo definió como un «tema de corazón», que crea cercanía y genera identidad.
Pero en la actualidad, este “clásico” del poder democrático compartido desvela también su lado oscuro sin tapujos.
Sin embargo, para Sommaruga ahora sería ya demasiado: hace unas semanas invitó a los representantes de los 26 gobiernos cantonales a participar en una cumbre de crisis en Berna. Con esta conferencia, a la que también asistieron el ministro del Interior, Alain Berset, y el ministro de Economía, Guy Parmelin, Sommaruga quería lograr dos objetivos: en primer lugar, poner fin a la disputa con los cantones por la reapertura de grandes eventos. Más concretamente, esto significa que deben establecerse criterios uniformes a partir de los cuales las autoridades cantonales puedan tramitar la autorización de estos actos.
Por otro lado, la presidenta federal aspira alcanzar un federalismo de crisis. En otras palabras, un mecanismo que sea capaz de evitar las fricciones federalistas entre el Consejo Federal (gobierno federal) y los cantones en futuras situaciones de crisis. Suiza quiere aprender las lecciones del coronavirus y mejorar.
“No es una cumbre de crisis”
La cumbre no produjo ninguna solución concreta. «Nos reunimos hoy con los cantones para mantener un debate», declaró Simonetta Sommaruga a los medios de comunicación al término de la reunión. No fue una cumbre de crisis. “El objetivo es garantizar una buena cooperación, de ese modo saldremos ganando todos”, afirmó la presidenta federal.
Christian Rathgeb, presidente de la Conferencia de Gobiernos Cantonales, se refirió a un análisis del estado actual de la cooperación entre el gobierno federal y los cantones. Es probable que haya más reuniones.
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¿Qué es el federalismo?
Mucha confusión
Desde la llegada del coronavirus y el comienzo de la lucha contra la pandemia COVID-19 se han acumulado muchas cosas. Entre otras, ha habido dificultades y desacuerdos sobre estos puntos:
- Cierre de fronteras nacionales y de empresas;
- Falta en todo el país de mascarillas y medios de desinfección;
- Registro en la Oficina Federal de Salud Pública (BAG) de los casos de nuevos infectados y de fallecidos;
- Comunicados generales de la BAG (efectividad de las mascarillas protectoras, información de falsas defunciones, etc.);
- Restricciones de salida para ancianos;
- Momento en que se decreta el cierre y reapertura de negocios.
Pero, ¿qué es exactamente este federalismo que, en lugar de unir al gobierno y los cantones, los convierte en adversarios durante esta fase de crisis? Al final, se trata de proteger a la población lo mejor posible.
Un vistazo a la naturaleza y objetivos del federalismo pone sobre la mesa una gran variedad de aspectos. El federalismo es:
- el mecanismo por excelencia para el reparto del poder: crea el contrapeso necesario entre los cantones y el gobierno central;
- el garante de la amplia autonomía de los cantones; se refiere, entre otras cosas, a la política económica, cultural y fiscal, a la educación, y a la convocatoria de elecciones y votaciones;
- un factor político: los cantones han aumentado su influencia política en el escenario federal en los últimos años (Conferencias de Jefes de Departamentos Cantonales);
- un instrumento de equilibrio: asegura la influencia política de las autoridades regionales y de las minorías políticas o lingüístico-culturales; impide que el gobierno central pueda «atropellar» a las regiones y a los cantones individuales con sus decisiones;
- una cámara de resonancia de las divergencias y discrepancias y, al mismo tiempo, una plataforma para la moderación y la mediación; es un mecanismo para evitar conflictos;
- un sistema político de alerta temprana: las iniciativas populares a nivel cantonal indican a la Confederación dónde le aprieta el zapato a la población;
- un instrumento de solidaridad: en el sistema de compensación financiera suizo, los cantones «ricos» y económicamente fuertes apoyan a los más débiles;
- un instrumento de integración, como garantía de la diversidad y la identidad culturales;
- un canal para la democracia directa: las propuestas que no tienen ninguna posibilidad de prosperar a nivel federal pueden acabar llegando a la agenda nacional por la denominada “ruta federal”, es decir, a través de iniciativas populares en los cantones;
- un área de investigación: el Instituto para el Federalismo de la Universidad de Friburgo existe desde hace más de 50 años. Fue fundado por los cantones;
- y, finalmente, un «producto de exportación«: los expertos suizos suelen asesorar a gobiernos y organizaciones extranjeros sobre asistencia técnica y buenas prácticas en materia de gobernanza federal.
El federalismo tiene un precio
En lugar de una única solución, en Suiza es frecuente tener 26 soluciones diferentes. Y luego hablamos –quitándole importancia- del espíritu cantonal.
El federalismo va a la zaga de la evolución de algunos aspectos sociales, como puede ser la libre circulación, y ralentiza el ritmo de la política. Y hace que sea difícil seguir la pista con claridad. Y esto no solo vale para nosotros, los profesionales de los medios de comunicación.
En resumen: el federalismo es una fuente voluntaria y permanente de contradicciones y conflictos que obliga constantemente a los adversarios a equilibrar sus intereses.
Preservador de la integridad estatal de Suiza
No obstante, la tendencia es clara: cada vez más competencias pasan de los cantones a la Confederación. Esto se debe a que a los cantones entregan gustosamente a la Confederación tareas que implican costes.
Sin embargo, a la inversa, corresponde a la lógica federal que los cantones se muestran reacios a aceptar que el gobierno federal les asigne responsabilidades que impliquen costes.
Pero a pesar de todos estos problemas nadie en Suiza pensaría en abolir el federalismo. Porque es el mecanismo que impide que las fuerzas políticas centrífugas se desarrollen en esta heterogénea y multicultural Suiza, lo que podría acabar desgarrando el país.
El federalismo es nada menos que el gran pilar que asegura la integridad estatal de Suiza.
Traducido del alemán por José Manuel Wolff
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