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Los JJOO de China y la excusa de la pandemia para el Gobierno suizo

Tibetanos se manifiestan en pro de un boicot diplomático en Ginebra, 4 de enero de 2022
Grupos que representan a tibetanos y uigures habían pedido al Gobierno de Suiza que boicoteara los Juegos Olímpicos de Invierno por el historial sobre derechos humanos de China. Keystone / Salvatore Di Nolfi

La COVID-19 ha ofrecido al Gobierno una coartada para elegir entre el boicot diplomático a los Juegos de invierno de Pekín o participar en la ceremonia de apertura este viernes. Su fracaso a la hora de no destacar los antecedentes de China en torno a los derechos humanos se ajusta a un patrón de silencio sobre el tema más tabú en las relaciones entre Suiza y China.  

El primer país en anunciar un boicot diplomático fue Lituania que hace dos meses dijo que no enviaría a su presidente ni a ningún ministro a los Juegos Olímpicos de Pekín, que comienzan el 4 de febrero. No tardaron en secundarle Estados Unidos, Canadá, Dinamarca, Reino Unido, Australia, Kosovo y Nueva Zelanda. Para justificar su decisión, todos citaron la situación de los derechos humanos en China.

Aunque lleva mucho tiempo gestándose, el anuncioEnlace externo del Gobierno suizo se ha hecho solo nueve días antes de la ceremonia de apertura. En un comunicado de prensa el Gobierno señala que ningún ministro irá a Pekín debido a la “incierta situación de la pandemia” y a las restricciones por COVID en China, que impedirían “reuniones bilaterales importantes” con los representantes chinos. Un portavoz ha aclarado en rueda de prensa que la decisión no es por cuestiones políticas.

A pesar de que los activistas y parlamentarios que han apoyado el boicot diplomático se sienten aliviados por que los ministros suizos se queden en casa, que utilicen la pandemia como excusa les huele a oportunismo.

Para Fabienne Krebs, coordinadora de campañas de la ONG suiza Society for Threatened Peoples (STP, Sociedad para los Pueblos Amenazados), no mencionar los derechos humanos es una “omisión muy deliberada”. Al tiempo que ha dicho que “reuniones bilaterales importantes” es una consigna para hablar de los derechos humanos a puerta cerrada: el enfoque preferido por Suiza y muchos otros países occidentales para abordar cuestiones delicadas con China.

“Como mínimo, deberían haberlo comunicado y asegurarse de que se entiende que los derechos humanos son parte de la razón por la que no van a ir. Lo que criticamos es este silencio”, explica Krebs.

STP es una de las muchas ONG y grupos de la sociedad civil que han instado a los gobiernos a no acudir a los Juegos de Pekín en protesta por lo que los grupos denominan “represión implacable” de los derechos y libertades por parte del presidente Xi Jinping. AleganEnlace externo que el pueblo tibetano se ha convertido en objetivo de una mayor vigilancia, mientras que en la provincia de Xinjiang millones de uigures son detenidos en “campos de reeducación”. El Gobierno chino ha negado repetidamente las acusaciones de persecución.  

El “servilismo” suizo hacia China

Desde que comenzaron los llamamientos al boicot diplomático, el Gobierno suizo ha medido con sumo cuidado su respuesta, optando por no adoptar ninguna posición al respecto. No se ha atrevido a ir tan lejos como los dirigentes de Francia y Luxemburgo, que han declarado públicamente que los boicots son ineficaces. Pero tampoco ha llegado a decir que estaba considerando tal opción, como hizo Estados Unidos cuando –ya en abril de 2021– reveló que estaba consultando a sus aliados sobre un planteamiento común en torno a los Juegos.  

El Gobierno helvético, cuando se le ha presionado sobre la cuestión, ha formulado sus declaraciones en un lenguaje diplomático vago.

“[El deporte], en general, y la participación en los Juegos Olímpicos, en particular, no deben ser vectores de expresión política”, escribió el año pasado en respuesta a las preguntas de los parlamentarios.

A mediados de enero, el Gobierno señaló que planeaba enviar un ministro a las Olimpiadas. Pero advirtió que dependería de la evolución de la pandemia.

El anuncio de que es la COVID y no son los derechos humanos lo que, en última instancia, mantienen a los suizos en casa es una muestra del “servilismo” del Gobierno suizo hacia China, según el parlamentario Fabián Molina.

“En lugar de […] defender los derechos humanos de modo que se escuche, [el Gobierno] quiere complacer a todo el mundo y escurre el bulto”, dijo el socialista, que forma parte de la comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes.

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Para Simona Grano, sinóloga de la Universidad de Zúrich, la ambigüedad de Suiza forma parte de la postura intermedia que adopta para tratar con una China más asertiva (el tercer socio comercial de Suiza). Y esto incluye evitar cualquier acción que pueda enfadar a los chinos, algo que el Gobierno helvético se ha esforzado en hacer tras recibir una fuerte reprimenda de Pekín por su primera estrategia de política exterior hacia China, un texto publicado el pasado marzo en el que critica las violaciones de las libertades en el país asiático.

Tras la publicación de la estrategia, Suiza dio marcha atrás y decidió no seguir a la Unión Europea y a Estados Unidos a la hora de imponer sanciones a China por los abusos contra los uigures: crímenes que Estados Unidos y algunos países europeos han calificado como de genocidio. Suiza también se ha abstenido de firmar una declaración de las Naciones Unidas sobre el trato a esta minoría musulmana.

Una vez que los países comenzaron a anunciar un boicot diplomático, China respondió diciendo que “pagarían el precio”, aunque sin precisar más detalles. En cualquier caso, Grano manifiesta que muchos de estos países ya tienen relaciones tensas con China. Australia, por ejemplo, ha sufrido restricciones comerciales por parte de Pekín por instar a que se investigue el origen de la COVID-19. En el caso de Suiza, entrar en la lista negra de China podría significar no solo represalias comerciales, sino también perder ventajas basadas en su neutralidad. Y es que Suiza se enorgullece de sus buenos oficios como anfitrión de reuniones de alto nivel, como la celebrada entre funcionarios chinos y estadounidenses en Zúrich el pasado mes de octubre.

Perjudicar la solidaridad internacional

Dejando las represalias a un lado, es probable que los ministros suizos también quisieran evitar la vergüenza personal de ser vistos en las gradas aplaudiendo mientras el Partido Comunista de China juega con su prestigio internacional como anfitrión de uno de los mayores eventos deportivos del mundo. El público suizo no habría recibido esta imagen con agrado, dice Krebs, de STP. En los últimos años ha crecido la conciencia pública de las acusaciones contra las autoridades de Xinjiang.

Suiza no es el único país que ha luchado por encontrar el enfoque adecuado para estos Juegos. En enero, la UE no logró acordar una posición comúnEnlace externo, dejando a los Estados miembros la posibilidad de tomar decisiones individuales que van desde el boicot hasta la crítica de la “politización” de los Juegos Olímpicos. Los dirigentes suecos, al igual que los suizos, han mencionado la pandemia para no asistir al evento.

Krebs teme que, al elegir su propio camino, Suiza y otros países estén perjudicando los esfuerzos coordinados para limitar el objetivo de China de eludir las normas internacionales.

Puede que un boicot diplomático no cambie de forma inmediata la situación de tibetanos y uigures, pero es una muestra de solidaridad hacia estos pueblos, declara Fabienne Krebs.  

“No llegaremos a ninguna parte y no cambiaremos nada si cada país hace su propio análisis de costes y beneficios. Ningún país es lo suficientemente fuerte como para enfrentarse solo a una China que está debilitando las normas internacionales de los derechos humanos”, explica Krebs.

Traducido del inglés por Lupe Calvo

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