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Mary Robinson: «todos tenemos derechos humanos fundamentales»

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Illustration: Helen James / swissinfo.ch

Cuando aceptó el cargo de Comisaria de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en 1997, Mary Robinson ya había tenido una carrera estelar.

Creció en la Irlanda de los años 50, siendo la única hija de cuatro varones, y recuerda que tuvo que desarrollar «codos afilados», pero que sus padres le aseguraron que no sería tratada de forma diferente a sus hermanos. No lo fue, dentro de su familia. Fuera, en la sociedad irlandesa, las cosas eran distintas.

Estudió Derecho en Dublín y abogó por el fin de la prohibición del divorcio, la legalización de los anticonceptivos y la despenalización de la homosexualidad. En 1969, con sólo 25 años, entró en política como senadora irlandesa. Allí continuó su campaña. Pero intentar legislar sus ideales era muy distinto a debatirlos en la universidad.

A lo largo de 2023, SWI swissinfo.ch ha estado conmemorando el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un conjunto de principios pioneros y también -dato curioso- el documento más traducido del mundo. El actual Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, describe la declaración como «un documento transformador… en respuesta a los cataclísmicos acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial».

El primer comisionado de la ONU, el ecuatoriano José Ayala Lasso, tomó posesión de su cargo en 1994. ¿Por qué se tardó tanto en nombrar a alguien cuando la Declaración Universal se redactó en 1948?

Nuestro podcast Inside Geneva, en inglés, ha entrevistado a todos los antiguos Altos Comisionados de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (un puesto que a veces se denomina el más difícil de la ONU) para conocer sus experiencias, sus éxitos y sus retos.

Hubo una «indignación increíble», recuerda. «Recibí cartas muy inquietantes». Sin inmutarse, siguió adelante, e incluso llevó algunos casos al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. A pesar de la oposición, también gozó de una enorme popularidad, y en 1990 se convirtió en la primera mujer presidenta de Irlanda.

Experimentada, acostumbrada a la crítica, incansable defensora de los derechos y libertades fundamentales. ¿Quién mejor para que el Secretario General de la ONU, Kofi Annan, la eligiera como próxima Comisaria de Derechos Humanos? Sin embargo, Robinson dudó. «Todos mis amigos me dijeron: ‘sabes Mary, yo no aceptaría ese trabajo'».

Humillación, agotamiento y perseverancia


No les hizo caso y en 1997 aceptó el papel. Pronto, las reservas de sus amigos parecieron justificadas. Su primer viaje fue a Ruanda, donde hacía poco que un genocidio se había cobrado casi un millón de vidas. Los ruandeses recordaban el fracaso de la ONU para impedir la violencia, y Robinson, que había sido recibido en Ruanda como presidenta irlandesa, recuerda: «cuando llegué con mi sombrero de la ONU me humillaron un poco».


Sin dejarse intimidar, viajó de Ruanda a Uganda y luego a Sudáfrica (donde Nelson Mandela se había convertido en un buen amigo). Cuando regresó a Irlanda se sentía agotada y desmotivada, y ni siquiera quería ver a su familia.


Recuerdo que me dije a mí misma: «Voy a salir adelante de alguna manera. Este trabajo es imposible, pero de algún modo voy a superarlo. Y mejoró».


Algunos éxitos y muchos retos

Hoy, Mary Robinson sigue sintiendo el dolor y la frustración de Durban. Sigue manteniendo que el documento final de la conferencia fue visionario y estableció los principios de la ONU para combatir el racismo. Pero algunos sectores de la prensa estadounidense e israelí la acusaron de antisemita, algo que, según ella, estaba tan lejos de la realidad que ni siquiera pudo defenderse.

Robinson abandonó su puesto de Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos en 2002, pero sigue dedicándose a este rubro, ahora con especial atención al cambio climático.

«Los derechos humanos son la respuesta. Tenemos que entender que todo el mundo tiene estos derechos humanos fundamentales, que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos», declara.

Robinson decidió que la mejor manera de promover la labor de derechos humanos de la ONU era visitar tantos países como fuera posible. Volvió a África, visitó China -algo que la mayoría de los funcionarios de derechos humanos de la ONU han sido incapaces de hacer- e incluso al Tíbet.


Entonces llegó un acontecimiento que muchos esperaban que permitiera a la ONU brillar: la Conferencia Mundial contra el Racismo, celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2001.


Robinson acudió a Teherán a una reunión preparatoria de Durban, y fue allí donde las cosas empezaron a torcerse. Robinson no eligió celebrar la reunión en Irán, ni estuvo de acuerdo con la redacción del documento final, parte del cual fue ampliamente considerado antisemita.


En la tortuosa burocracia habitual de la ONU, toda la redacción polémica aparecía entre corchetes, lo que significaba que no se había acordado y, en opinión de Robinson, «nunca se acordaría». La conferencia de Durban comenzó con polémica y terminó en debacle, cuando tanto Estados Unidos como Israel se retiraron.

Adaptación del inglés al español: Patricia Islas

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