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El gaucho suizo que hizo florecer la relojería de lujo en Sudamérica

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Lorenzo Eichmann, suizo de segunda generación, sigue muy apegado a su tierra natal. Cecilia Viscarra

Lorenzo Eichmann es un suizo de segunda generación que, un poco por casualidad, ayudó a establecer importantes marcas de relojería helvética en Sudamérica. Desde hace años, se mueve entre Ginebra y Argentina, los relojes y la agricultura. Retrato.

Si preguntáramos a cualquier persona sudamericana qué le evoca Suiza, es muy probable que nos hablara de quesos y relojes. Este cliché no sorprende si se consideran las categorías socioprofesionales de los suizos que emigraron a este continente desde el siglo XIX. El ginebrino Lorenzo Eichmann se desempeñó en ambos campos.

Pero empecemos por el principio, en la primera mitad del siglo XX. Con una figura esbelta, paso decidido por las calles porteñas y acento suizo-francés, Eichmann nos cuenta su historia y la de su familia. Explica que en 1917 su tío abuelo emigró a Argentina contratado por un británico para conducir una explotación azucarera en la provincia de Tucumán (centro norte). La empresa prosperó y llegó a emplear hasta 4.000 personas en épocas de cosecha. A medida que envejecía, su tío abuelo insistía en que un miembro de su familia se hiciera cargo del negocio. Fue entonces cuando su padre mostró interés y, recién casado, se trasladó a Tucumán, antes de mudarse a Buenos Aires, donde nacieron él y su hermano.

Un puesto temporario para empezar

Lorenzo Eichmann abandonó los estudios luego de graduarse de la escuela secundaria, fundó con un amigo una empresa de construcción de muebles, se casó y a finales de los años ochenta decidió instalarse en Suiza con su esposa argentina. El mundo de la relojería le encantaba y logró ser contratado temporalmente en Baume & Mercier. «Esta marca existía desde 1830, pero, cuando comencé, me preguntaba qué habían hecho desde esa época», bromea. Logró ser transferido al servicio de atención al cliente que, en su opinión, era disfuncional.

Se dedicó entonces al catálogo de suministros y repuestos: “Empezamos a enumerar las piezas de nuestros relojes porque no sabíamos realmente qué componentes contenían. Tuvimos que desmontarlos todos y pegar cada una de las piezas en un cartón para que alguien pudiera dibujarlas y ponerles un número. ¡Fue un trabajo realmente gigantesco, pero también un proyecto brillante!”

Este tipo de catálogo permitía controlar mejor los precios, ya que gracias a él podían conocerse y evaluar con precisión los componentes de un reloj determinado. Además, este sistema prácticamente eliminó los errores de envío que podían costarle mucho a la empresa, especialmente en gastos de aduana, cuando las piezas debían viajar al otro lado del mundo.

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Antes de trabajar para Piaget, Lorenzo Eichmann trabajó durante años en Baume & Mercier. Keystone / Salvatore Di Nolfi

De vuelta a Argentina

La vida de Eichmann dio un giro en 1996. El entonces director de Baume & Mercier le propuso regresar a Argentina para hacerse cargo de una filial recién abierta por la empresa. Así que volvió a Sudamérica con su esposa y sus tres hijos. El cuarto nació poco después de su llegada. Su puesto no dejó de crecer y pronto se sumaron los mercados de Sudamérica y el Caribe. Con el tiempo, sus funciones siguieron evolucionando y se convirtió en responsable de estas plazas para todo el Grupo Richemont, al que pertenece Baume & Mercier.

Sin embargo, los incesantes viajes y los cambios dentro de la empresa llevaron al suizo a reconvertirse. Decidió instalarse en Uruguay donde compró una lechería, cultivó soja y crió vacas para carne. Posee aproximadamente 900 hectáreas, lo que no representa una superficie muy grande para esta región.

Aunque renunció en gran parte a los viajes, sigue trabajando para relojeros ginebrinos en Argentina.

De los relojes al polo

La marca de relojes Piaget lanzó al mercado su modelo Polo. Gracias a sus pampas y cría de caballos, Argentina domina esta disciplina deportiva, con los tres torneos más prestigiosos y récord de medallas en los campeonatos mundiales. Corría 2005 cuando Piaget quiso formar un equipo de polo y le pidió a Eichmann que se hiciera cargo. Tras un estrecho contacto con especialistas y entrenadores de la disciplina, nació el equipo Pilara Piaget.

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Dos polistas argentinos se enfrentan durante un partido. KEYSTONE

Sin embargo, «los campeones de polo son gente de campo, apasionados por los caballos, pero para nada por los relojes». Aun así, había que conseguir que se sintieran vinculados a la marca.

En aquella época, el director de Piaget deseaba llevar a Ginebra a uno de los mejores jugadores de polo de todos los tiempos, Marcos Heguy, con fines promocionales. Pero el argentino no estaba tentado por la propuesta: «Hay que imaginarse a un hombre que vive en el medio de la pampa, a 700 kilómetros de Buenos Aires. Creyeron que una generosa remuneración podría convencerlo de viajar a hacer una sesión de fotos en Suiza ¡Pero no había nada que le interesara menos que el dinero!», recuerda el multifacético Eichmann.

Sin embargo, pudo convencer a Marcos Heguy para que viajara a Ginebra mostrándole los beneficios que podría obtener el equipo; pero el jugador no quiso quedarse más de tres días. «Fuimos al SIHH (Salón Internacional de la Alta Relojería, ahora llamado Watches and WondersEnlace externo), pero como hubo un error de fecha, no tuve tiempo de cambiarme y tuve que ir en jeans y camiseta. ¡Aparezco así en numerosas fotos junto al director de Piaget!», recuerda el ginebrino.

Actualmente sigue volviendo regularmente a Suiza, donde disfruta mucho. Pero no tiene planes de volver. «Mis cuatro hijos no quieren vivir allí; en Sudamérica se sienten en casa. Y cuando no formas parte de la siempre demasiado numerosa proporción de personas que viven bajo el umbral de la pobreza, hay que admitir que la vida en estas tierras es muy agradable».

Texto revisado por Emilie Ridard y adaptado del francés por Norma Domínguez / Carla Wolff

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