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La historia de la familia Guggenheim: de Argovia a Nueva York

Edificio Guggenheim
El Museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York. KEYSTONE/Sergi Reboredo / VWPics

Los espectaculares museos Guggenheim de Nueva York, Venecia y Bilbao atraen a amantes del arte del mundo entero. La historia de éxito de la familia Guggenheim —una saga de industriales estadounidenses— comenzó en un humilde pueblo del noroeste de Suiza.

La familia Guggenheim es conocida sobre todo por su excepcional colección de arte, pero su historia —y la de sus famosos museos— comenzó en Lengnau, un pequeño pueblo suizo del cantón de Argovia [actualmente tiene menos de cinco mil habitantes].

A principios del siglo XIX, tras renunciar a su trabajo para cuidar de su esposa enferma, Simon Guggenheim cayó en la pobreza. Cuando ella murió, su hijo Meyer tenía seis años y —al igual que sus cinco hermanos— fue colocado con una familia de acogida y Simon, el padre, fue nombrado tutor legal.

Mientras tanto, Meyer trataba de ganar algún dinero vendiendo artículos de puerta en puerta después de salir de la escuela. “El siglo XIX fue una época difícil, un periodo de hambre. El cantón de Argovia tenía que dar sopa varias veces a la semana para evitar que la gente muriera de hambre”, explica Roy Oppenheim, un periodista que ha estudiado la historia judía de Lengnau.

Foto en blanco y negro de varios hombres con traje
El comienzo de una dinastía: Meyer Guggenheim (cuarto por la izquierda) y sus siete hijos. Public domain/Wikimedia Commons

Tras la muerte de su mujer, Simon Guggenheim quiso volver a casarse. Su prometida, la viuda Rachel Weil, tenía cinco hijos de su primer matrimonio. Las autoridades cristianas locales pensaron que Simon Guggenheim sería incapaz de mantener correctamente a la familia.

“Le prohibieron casarse porque, supuestamente, era demasiado pobre. Había muchas razones para el veto, algunas también eran una excusa”, declara Oppenheim. Así que Rachel Weil, Simon Guggenheim y Meyer Guggenheim —que para entonces tenía 19 años— decidieron emigrar a los Estados Unidos, donde no había restricciones matrimoniales. Esperaban encontrar trabajo y construirse una vida mejor.

Suiza apoya la emigración de la gente pobre

“Emigrar era una aventura. En aquella época había, sobre todo, barcos de vela, así que la travesía podía durar más de un mes”, expresa Oppenheim.

La aventura la financió el Estado suizo. “Las comunidades suizas lo apoyaban. La gente pobre solía solicitar básicamente ayuda para emigrar”, explica.

Los municipios suizos esperaban deshacerse de la gente más pobre mediante ayudas puntuales. Y, como resultado, decenas de miles de personas abandonaron Suiza.

Mapa
Lengnau, en el cantón de Argovia, Suiza OpenStreetMap

Meyer Guggenheim también recibió —según Oppenheim— el apoyo de la comunidad local. “Pero no fue suficiente”. Por eso la salida de parte de su familia se retrasó. “La mañana en que la familia Guggenheim debía partir, dos de las hijas se sentían mal. Se sentían enfermas”, cuenta Oppenheim. “Y finalmente, simplemente, las dejaron atrás”.

Comienza el sueño americano

La familia se fue sin ellas. A principios de 1849, los Guggenheim y los Weil embarcaron en Le Havre (Francia) y pusieron rumbo a los Estados Unidos. Allí Simon Guggenheim finalmente pudo casarse con Rachel Weil. También tenía planes de boda Meyer, quien en la travesía en barco se había enamorado de Barbara, una de las hijas de Rachel Weil.

Meyer Guggenheim se casó con la hija de la segunda esposa de su padre, sentando así las bases de su sueño americano. El dinero, sin embargo, seguía escaseando. Meyer siguió haciendo lo que mejor sabía hacer desde su época escolar: trabajar como vendedor puerta a puerta. Los Guggenheim empezaron como vendedores ambulantes en Estados Unidos, narra Oppenheim.

Para ganar dinero Meyer y Barbara pronto abrieron una pequeña tienda en la que vendían todo lo que podían. Su primer éxito de ventas fue una bebida barata parecida al café. Le siguió un abrillantador de cocinas que —según decían— no manchaba las manos de las amas de casa. Su familia también crecía: Barbara tuvo diez hijos, entre ellos, Solomon, en 1861.

El suizo-alemán, su idioma

foto retrato en blanco y negro
Meyer Guggenheim tuvo diez hijos. Pasó los últimos años de su vida en Florida y se dedicó a causas benéficas. Public domain/Wikimedia Commons

En 1870, Meyer Guggenheim se había convertido en mayorista de especias; en 1873 empezó a producir lejía [un producto alcalino obtenido por lixiviación de cenizas de madera con agua, comúnmente utilizado para lavar y en la fabricación de jabón]. Más tarde, la familia compró a bajo precio una línea de ferrocarril en quiebra, que luego se convirtió en una pieza clave de la red ferroviaria estadounidense. Los Guggenheim pudieron venderla algo después y obtener grandes beneficios.

También invirtieron en una fábrica de bordados en San Galo e importaron a Estados Unidos productos de su patria. Los hijos de Meyer y Barbara cada vez se fueron involucrando más en el negocio familiar.  

En Estados Unidos causaba extrañeza el idioma de los Guggenheim. No hablaban muy bien en inglés y tenían acento. “La gente de Estados Unidos pensaba que era yidis. Aunque, en realidad, era suizo-alemán”, dice Roy Oppenheim.

De la industria al arte

A finales del siglo XIX, uno de los hijos de Meyer Guggenheim compró acciones de una mina de plomo y plata en México. Su inversión de 5.000 dólares rápidamente se disparó a 15 millones de dólares (500 millones de dólares actuales).

Junto con las familias Rockefeller y Vanderbilt, a finales del siglo XIX los Guggenheim eran una de las tres familias más ricas de Estados Unidos. “Es conmovedor ver cómo se abrieron camino”, señala Oppenheim.

Toda la historia de los Guggenheim es una historia de progreso. “Los Guggenheim procedían de la pobreza, de un pequeño pueblo agrícola suizo”.

Más tarde, con el gran capital, llegó su interés por la cultura. Solomon Guggenheim fue el primer miembro de la familia que empezó a comerciar con arte. Coleccionó obras de Wassily Kandinsky, pionero del arte abstracto. Gracias a la ayuda de Peggy —sobrina de Solomon—, se añadieron otros grandes nombres e incluyeron obras de artistas como Pablo Picasso, Paul Cézanne, Salvador Dalí, Piet Mondrian, Pierre-Auguste Renoir, Vincent Van Gogh y Jackson Pollock, entre otros. “Un gran logro”, según Oppenheim, dado el poco tiempo que tardaron en reunir su colección.

Comunidades judías en Surbtal

Hombre con abrigo negro y sombrero
Solomon R. Guggenheim (1861-1949) nació en Filadelfia y sentó las bases de los Museos Guggenheim. Apic

En el transcurso de una generación, la familia que había salido de Lengnau se abrió camino hasta la cima en Estados Unidos. Pero nunca olvidaron de dónde venían. En 1903 los Guggenheim fundaron una residencia de ancianos en Lengnau; establecimiento que hoy sigue funcionando como residencia para gente mayor de distintas confesiones.

La residencia la sigue gestionando la comunidad judía, y es el único lugar de Lengnau en el que todavía se puede comer comida kosher, dice Oppenheim. Una de las razones por las que, cuando lleva a grupos de visitantes por el pueblo, es huésped del asilo. Sin embargo, cada vez hay menos gente judía en las dos localidades suizas donde, hasta 1866, las personas de esta comunidad podían vivir.

No es un problema, ya que hoy tienen el Estado de Israel, dice Oppenheim. Pero la desaparición de las voces judías hace difícil recordar la antigua coexistencia en ambos pueblos.

Derramar una lágrima en Argovia

Los Guggenheim mantienen una vaga conexión con Lengnau. “No todo el mundo muestra su orgullo por proceder de una pequeña comunidad agrícola”, afirma Oppenheim. La parte de la familia que está detrás de los museos Guggenheim ahora está en las altas esferas de la sociedad estadounidense, añade.

Si algún descendiente de la familia Guggenheim visita el valle de Surbtal, en el cantón de Argovia, suelen ponerse en contacto con Roy Oppenheim. Igual que hizo un pariente de Meyer Guggenheim que dirigía la empresa de servicios financieros globales Guggenheim Partners. Oppenheim le llevó al antiguo cementerio judío, situado entre Lengnau y Endingen.

Aquella persona estaba increíblemente emocionada. “En el cementerio le puse delante de las dos lápidas de sus tatarabuelos, enterrados en Lengnau. Mientras estábamos delante de la tumba, vi una lágrima en sus ojos. Había venido a otro mundo, a un pueblo agrícola del cantón de Argovia que engendra gente como él”, relata Oppenheim.

Texto adaptado del inglés por Lupe Calvo / Carla Wolff

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