Cuando la hormiga es mayor de lo que es
Entre la hormiga y el ser humano hay muchas similitudes. Muchas más de las que uno se puede imaginar. De la agricultura a la división del trabajo, estos pequeños insectos son precursores de nuestra sociedad. Encuentro con el hombre de las hormigas, el profesor Laurent Keller, ganador del prestigioso premio científico Marcel Benoist 2015.
Piense dos veces antes de aplastar una hormiga de un manotazo. Observándola tal vez podríamos aprender algo sobre nosotros mismos. Comprender ciertos comportamientos y el modo de interactuar con los demás. “En términos de organización social, el ser humano está rehaciendo el mismo camino de la hormiga”, dice Laurent KellerEnlace externo, director del Instituto de Ecología y Evolución de la Universidad de Lausana.
Observar a las hormigas, hasta seguirlas una por una, es lo que hace Laurent Keller desde hace unos treinta de años. En el suelo y en el laboratorio. De joven quería estudiar a los primates, los grandes simios. Pero una conferencia sobre las hormigas le hizo cambiar de opinión. “Me fascinó la evolución de su organización social”, recuerda, instalado en el sofá de su oficina.
Lo que despertó la curiosidad del investigador -convertido ahora en un mirmecólogo conocido internacionalmente merced a sus publicaciones en revistas científicas de prestigio- fue ante todo una pregunta: ¿cómo logró un organismo con un cerebro tan simple adoptar comportamientos sociales que le permiten estar presente en todas partes de la Tierra, desde el Sahara hasta las regiones más frías?
70 millones de años de retraso
En el reino animal, las hormigas -cerca de 12 000 especies identificadas- están entre los organismos más importantes en el plano ecológico. Mejoran la calidad del suelo, facilitan la dispersión de las semillas y eliminan parásitos y organismos muertos, explica Laurent Keller. “Un planeta sin hormigas es difícilmente imaginable. Su peso total representa el 10% de la biomasa animal terrestre. El único con una biomasa similar es el hombre”.
Una de las claves de su éxito ecológico, dice el experto, es la cooperación. “Las hormigas han logrado cambiar su entorno, por ejemplo, mediante la construcción de nidos complejos en el suelo o en los árboles. Con la división del trabajo han podido aumentar la productividad del grupo. Han desarrollado mecanismos para reducir los conflictos y limitar la propagación de parásitos al interior de sus colonias”. Existen hormigas-policías responsables de alejar o eliminar a los operarios que se comportan de una manera nociva para la sociedad. Por ejemplo, con egoísmo.
Rasgos todos que se encuentran en la sociedad humana, anota el especialista. “Al igual que las hormigas, hemos modificado nuestro medio ambiente con la construcción de ciudades que nos protegen de la naturaleza y de los depredadores. Nos hemos especializado en determinadas tareas, lo que ha permitido incrementar nuestra productividad”.
Las analogías entre la especie humana y las hormigas son múltiples y sorprendentes. Es difícil imaginar que algunas de las grandes invenciones de la humanidad fueron logradas por un organismo de unos pocos milímetros. Y de eso hace 70 millones de años.
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El mejor amigo de las hormigas
Las hormigas también tienen sus ‘vacas’
Para alimentar a las colonias, que pueden tener hasta 5 millones de individuos, “las hormigas han inventado la agricultura y la ganadería”, sostiene Laurent Keller. Algunas especies cultivan hongos y controlan su crecimiento con las enzimas. Crían también áfidos (pulgones de las plantas) que se mueven de un árbol a otro. Las hormigas se alimentan de su melado, una sustancia azucarada rica en aminoácidos, y, si es necesario, se los comen. “Exactamente lo que hace el hombre con la vaca: bebe su leche y come su carne”, asienta el biólogo.
La forma en que se comunican y eligen un camino para buscar alimentos es una fuente de inspiración. “Hay programas informáticos que se basan en el comportamiento de las hormigas. Por ejemplo, para resolver el “problema de los viajeros comerciales y establecer el camino más corto para llegar a diferentes lugares”.
Laurent Keller
Nacido en 1961, es originario del cantón de Argovia. En 1989 obtuvo su doctorado en Biología en la Universidad de Lausana. Experto en evolución y selección natural, se especializa en el estudio de la organización social de los organismos vivos, en particular de las hormigas.
En 1996 fue nombrado profesor de Ecología Evolutiva en la Universidad de Lausana y desde 1998 dirige el Instituto de Ecología y Evolución. Es miembro de numerosos organismos científicos en Suiza y en el extranjero y presidente de la Sociedad Europea de Biología Evolutiva para el período 2015-2017.
Durante su carrera ha obtenido diversos galardones, incluido el Premio Latsis nacional en 2000, una beca del Consejo Europea de Investigación ( ERC Advanced Grant) en 2010 y el Premio Marcel Benoist en 2015 (ceremonia de premiación el 26 de octubre).
Para el investigador de la Universidad de Lausana, entre los aspectos más fascinantes está la excepcional longevidad de las hormigas. En algunas especies, detalla, las reinas pueden vivir hasta 30 años. “Es cien veces más que el promedio entre los insectos”. Protegidas por los trabajadores, las reinas tienen menos riesgo de ser atacadas por los depredadores. En el curso de la evolución, esta vida fuera de peligro ha permitido el desarrollo de mecanismos de reparación del ADN que retrasan el envejecimiento. Según Laurent Keller, “es un buen modelo para estudiar el envejecimiento en los seres humanos”.
Imaginativo y un poco excéntrico -no solamente por el color de su camisa- el biólogo de 54 años ha querido ir más allá de las fronteras de la Biología. En colaboración con la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), ha estudiado el comportamiento de pequeños robots programados sobre la base de las hormigas. “Advertimos que los principios de la selección natural funcionan también en los robots. Colectivamente son mucho más eficaces que cuando trabajan solos”.
Facebook de las hormigas
Primer investigador en descifrar el genoma de la hormiga de fuego (Solenopsis invicta), Laurent Keller también está interesado en las bases genéticas del comportamiento. “Hemos identificado la existencia de un “cromosoma social” que explica por qué algunas colonias hospedan solamente una reina, mientras que otras tienen varias”. Un descubrimiento que podría ser útil en la lucha contra las grandes colonias que dañan los cultivos en Estados Unidos, Australia y China, explica.
Además de nuevos estudios sobre la longevidad, Laurent Keller enfoca ahora su investigación sobre cómo se ajusta la división del trabajo en la colonia. Para ello ha colocado diminutos códigos de barra sobre el dorso de cientos de hormigas. Durante 41 días, un escáner registró el comportamiento de cada una, recogiendo información sobre quién interactúa con quién, en qué momento y en qué lugar. “Es una especie de Facebook de las hormigas”, indica.
Los primeros resultados, publicados en la revista ScienceEnlace externo en 2013, demostraron que las tareas de las hormigas evolucionan con el tiempo. “Los trabajadores más jóvenes se ocupan de los huevos puestos por la reina, los más viejos, de la limpieza del nido y la recolección de alimentos”. Ahora se trata de entender el cómo y el por qué.
Las hormigas, insiste Laurent Keller, constituyen un modelo ideal para estudiar la evolución de la vida en sociedad. “Si queremos evitar un retorno al oscurantismo -dijo hace unos años- es esencial conocer la evolución en detalle. La de las hormigas y la de los seres humanos”.
Premio Marcel Benoist
Fundado por el abogado francés del mismo nombre (quien vivió en Lausana y falleció en 1928), el Premio Marcel BenoistEnlace externo recompensa cada año a un investigador residente en Suiza que logra “el descubrimiento o estudio más relevante para la ciencia, especialmente en disciplinas relacionadas con la vida humana”.
Considerado “el Nobel suizo”, es el premio científico más antiguo de la Confederación. Su importe es determinado año con año (50 000 francos suizos en 2015).
Entre los galardonados se encuentran Paul Karrer (Nobel de Química en 1937), Niels Kai Jerne (Nobel de Medicina en 1984) y Kurt Wüthrich (Nobel de Química en 2002).
Traducido del italiano por Marcela Águila Rubín
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