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«Prohibido para perros e italianos»

Emigrantes italianos en la estación de Brig en 1956 donde eran sometidos a pruebas médicas. RDB

En Suiza se suele citar a la colonia italiana como un modelo de integración lograda. Nuestra memoria es corta. Pues hasta hace pocos años los italianos encabezaban la lista de la xenofobia, como recuerda el libro 'Des Ritals en terre romande'.

‘Ritals’, ‘Piafs’, ‘Pioums’, ‘Maguttes’ … Los calificativos intraducibles atribuidos a los emigrantes italianos en la región francófona son múltiples. Una emigración que, como confirma esta larga lista de términos peyorativos, es todo menos sencilla.

«Hace algunos decenios el extranjero, el mal cuervo, el hombre con navaja (…), era el italiano, un chivo expiatorio responsable de todo lo que funcionaba bien en Suiza, que debía limitarse a trabajar y no abrir el pico», recuerda en el preámbulo del libro Raymond Durous.

El historiador del cantón de Vaud recoge en esta obra el testimonio de 22 emigrantes o hijos de emigrantes italianos que llegaron a Suiza en el curso de una de las tres grandes olas migratorias: en la segunda mitad del siglo XIX, después de la Primera Guerra Mundial y después de la Segunda.

Un pasado de pobreza

Las historias de los inmigrantes italianos suelen tener como característica común un pasado de pobreza y a veces de injusticias, sufridas a lo largo de una trayectoria sinuosa, dolorosa. Historias que, no obstante, muchas veces les permitieron conquistar un lugar al sol, conseguido gracias «a una voluntad tenaz, un trabajo férreo y a costa de grandes sacrificios», subraya Durous.

Sacrificios como los que hizo Dante Baudrocco, abuelo de la escritora Mireille Kuttel-Baudrocco, quien abandonó en 1896 Sala Biellese, en el Piemonte. Tras años dedicados a ahorrar y enviar dinero a su esposa y cinco hijos en Italia, fundó -junto con sus hermanos- una empresa de construcción en Lausana, convirtiéndose así en una persona adinerada.

Pero la vida desahogada no logró borrar los recuerdos de los años de pobreza, «una pobreza que no conocía desde hacía tiempo, pero que le obsesionaba», señala Mireille Kuttel-Baudrocco al evocar a su abuela.

Infancias robadas

De los relatos emergen sobre todo las páginas más oscuras de la emigración italiana en Suiza. Por ejemplo, la de aquellos centenares de niños, hijos de trabajadores temporeros (quizás unos 5.000 a inicios de los años 70) que vivían escondidos, ya que el permiso de trabajo de sus padres no les permitía traer a sus hijos a Suiza.

Una realidad que retrata ‘Lo staggionale’ (El temporero, 1971), una conmovedora película del director Alvaro Bizzarri que vivió el senador italiano Claudio Micheloni a finales de la década de los 50 cuando, a la edad de tres años y medio, tuvo que permanecer encerrado durante dos años en un piso de Boudry, en el cantón de Neuchâtel.

Por su parte, Maria Paris, oriunda de un pueblo cercano a Bergamo, jamás olvidará el 20 de agosto de 1946, fecha en que se subió a un tren en Milán rumbo a Lausana. Al llegar a la estación de Brig (Suiza), todos los inmigrantes italianos tuvieron que desnudarse en dos tristes hangares y ducharse antes de ser fumigados con DDT y pasar la prueba médica. Una mujer embarazada que se negaba a desvestirse fue devuelta a la frontera.

Algunos años después, el procedimiento del ‘control del ganado’ – como lo definía Maria Paris – tuvo que ser modificado: una italiana de 23 años que regresaba a Neuchâtel tras las fiestas navideñas se resfrió durante la visita médica en Brig y moría quince días más tarde de una bronco-pulmonía.

Las iniciativas Schwarzenbach

La vida de los emigrantes italianos en Suiza nunca fue fácil, pero el periodo de finales de los años 60 y principios de los 70, marcado por las iniciativas Schwarzenbach contra la sobrepoblación extranjera, fue especialmente penoso.

Fueron años grises en los que «algunas personas no perdieron ocasión para hacernos sentirnos, a los italianos, que valíamos menos que los demás», escribe Massimo Lorenzi, hoy un rostro conocido de la televisión suiza de habla francesa, en su prefacio titulado ‘Sin rencor, pero sin olvidar’.

Manuela Salvi, hoy periodista de la radio suiza de expresión francesa, recuerda que en 1974, cuando contaba 14 años, sus compañeros se reían de ella, pues de haber sido aceptada en las urnas la iniciativa ‘Para la protección de Suiza’ habría sido expulsada a Italia.

Cuatro décadas después, Oscar Tosato, miembro del Ejecutivo municipal de Lausana, siente aún rabia cuando recuerda el día en que vio colgado en la entrada de una discoteca de Biel un cartel que rezaba: Prohibido para perros e italianos’.

Ni de aquí, ni de allí

Estas vicisitudes tuvieron por lo menos un mérito: muchos emigrantes y sus hijos se inmunizaron contra el virus de la xenofobia, un virus que hoy tiene como blanco a los musulmanes, balcánicos o africanos… Muchos, aunque no todos, subraya Manuela Salvi, hablan de la enorme pérdida de memoria de aquellos italianos -algunos emigrantes, otros no- que hoy sienten miedo y a veces incluso odio hacia los extranjeros.

Los testimonios recopilados por Durous tienen también el mérito de sacar a la superficie un sentimiento de desarraigo. «Un pie en el asfalto ginebrino, otro en Veneto, pero no me siento nunca en el buen lugar», escribe Massimo Lorenzi en el prefacio.

«Un sentimiento de extrañeza que a veces me produce malestar, pero que seguramente ofrece una ventaja: estoy vacunado contra toda forma de patriotismo a ultranza. Ni patria a la que amar con desmesura, ni bandera frente a la que postrarse».

Daniele Mariani, swissinfo.ch
(Traducción: Belén Couceiro)

1970: 526.579

1980: 421.542

1990: 379.734

2000: 321.639

2009: 289.111

A fines de 2009 los italianos constituían la colonia extranjera más numerosa en Suiza, con un porcentaje del 17,2%. Les seguían los alemanes (250.471 personas, 14,9%) y los portugueses (205.255, 12,2%).

El número de italianos ha disminuido constantemente desde 1974 (entonces sumaban 559,184), principalmente porque muchos regresaron a su patria u optaron por la nacionalidad suiza.

La primera iniciativa contra la denominda ‘Überfremdung’ (sobrepoblación extranjera) la lanzó en 1965 el Partido Demócrata del cantón de Zúrich. Tras ser rechazada en el Parlamento, sus autores la retiraron en 1968. Los ciudadanos no llegaron a pronunciarse.

La segunda se presentó en mayo de 1969. Su principal artífice fue el parlamentario de Acción Nacional (extrema derecha) James Schwarzenbach. Esta iniciativa pedía que la proporción de extranjeros no superara el 10% de la población, lo que hubiera supuesto la expulsión de 300.000 personas. Esta propuesta fue rechazada en junio de 1970 por el 54% de los votantes.

La tercera iniciativa se presentó en noviembre de 1972, también por James Schwarzenbach. Pretendía limitar el número de extranjeros a 500.000 y al 12% de la población (a excepción del cantón de Ginebra). Fue rechazada en octubre de 1974 por el 65,8% de votos y todos los cantones.

Los ciudadanos suizos volvieron a ser convocados a las urnas en marzo de 1977 para pronunciarse sobre una iniciativa que pedía limitar la población extranjera al 12,5% de la población a escala nacional. El texto fue rechazado por el 70,5% de los suizos. El mismo día, rechazaron también una iniciativa que pretendía limitar las naturalizaciones.

Otras dos iniciativas destinadas a limitar el número de extranjeros fueron sometidas a votación en diciembre de 1988 y septiembre de 2000. Ambas fueron rechazadas.

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