Aflujo de clandestinos en la frontera sur de Suiza
La presión migratoria en los confines de la Unión Europea repercute directamente en la frontera entre Suiza e Italia, en el cantón helvético del Tesino.
Entre el flujo de clandestinos y el turismo de la criminalidad, la policía fronteriza resulta con frecuencia desbordada. Sobre todo en fin de semana. Reportaje en Chiasso.
Si la frontera verde que separa el cantón del Tesino de Italia (Lombardía y Piemonte) tiene varias decenas de kilómetros de extensión, apenas en una reducida franja de entre 5 a 10 kilómetros se produce más de la mitad del tránsito de personas que ingresan clandestinamente a Suiza.
En un perímetro que comprende la estación ferroviaria, un centro de registro de solicitantes de asilo, varias aduanas en la carretera, y el enlace de la autopista A2 que lleva de Chiasso a Basilea, los guardias fronterizos de la región IV del Tesino patrullan día y noche.
“Los ingresos por las montañas de los alrededores son más bien raros”, indica el sargento Michele Corti, al mostrar el paisaje que rodea la región de Chiasso. “Son utilizados generalmente por aquellos que explotan a las personas que quieren entrar a Suiza de forma clandestina haciéndoles creer que es el único modo de llegar».
Pasos ilegales y asaltantes
Hay vigilancia permanente en las colinas cercanas a la estación y en varios senderos bien conocidos por los paseantes, merced a las bandas de asaltantes originarios de Europa del Este, instalados en la gran periferia de Milán y de Turín (Italia).
Estos estrechos y discretos pasos atraviesan incluso terrenos de hortalizas e inmuebles y cercados de casas. Es el caso en los barrios de Sasso y de Budella, que forman parte de los caminos preferidos de los viajeros sin documentos de viaje adecuados.
Estos sitios son vigilados con cámaras infrarrojas, cuyas imágenes son transmitidas por una decena de pantallas a la central de guardias fronterizos en Chiasso. De este modo, los agentes pueden fácilmente ver las siluetas humanas que buscan cruzar la frontera.
Son las nueve con veinte minutos de la noche, la zona está en calma. En un edificio de departamentos en Sasso, ancianos que miran la televisión se asoman por la ventana para saludar a los patrulleros y cruzar algunas palabras. “Ocurre que los habitantes nos adviertan de comportamientos sospechosos”, comenta Michele Corti, que agradece esta colaboración.
Persecución
En ese momento, uno de sus hombres le previene por la radio de un movimiento sospechoso de un auto alemán, gris metálico. “Se trata del modelo preferido de los ‘sinti’, nómadas con base en los alrededores de Turín, y que multiplican sus incursiones al Tesino para cometer asaltos”, explica uno de los dos agentes que se aprestan a seguir al vehículo en cuestión.
En su automóvil, con las sirenas en funcionamiento, se dirigen a Vacallo, donde encuentran el vehículo gris. Falsa alarma.
Uso del tren
“En los últimos meses, los viajeros sin documentos de viaje son más frecuentes en fin de semana y utilizan el tren”, explica el portavoz de la guardia fronteriza suiza, Davide Bassi. De acuerdo a sus estimaciones, de aquí a finales de este año, el número de clandestinos interceptados rebasará al menos 25% la cifra del mismo periodo de 2009.
“Se suben en el tren de Milán y bajan en Chiasso conociendo ya el camino del centro de registro de asilo, explica Michele Corti, al apuntar con el dedo hacia el gran complejo azulado de la Oficina Federal de Migraciones (OFM);
Son las 23 horas con 43 minutos. Un chillido estridente anuncia la llegada del tren, abollado y pintado con grafitis, llega cada hora de la capital lombarda. Entre los pasajeros, un africano interceptado por los guardias fronterizos.
El joven duda por un momento, afirma primero que quería dirigirse hacia Alemania. Al final, admite su intención de solicitar asilo en Suiza. Lo llevan hacia la pequeña oficina de los vigilantes, en la zona aduanera de la estación férrea. Un procedimiento que se repite al día, y decenas de veces en una jornada de fin de semana.
Jóvenes afganos
Entre tanto, cuatro jóvenes afganos, temblando de frío, llegan a la sala de la estación, con un documento del centro de solicitantes de asilo de Zug (entre Zúrich y Lucerna, en la parte norte y germanófona de Suiza), visiblemente desbordado. Envía a este grupo al sur de los Alpes. Lo dirigen hacia el centro de registro tesinés.
Dos treinta de la madrugada. Para los patrulleros, la noche aún es larga. Michele Corti y su compañero recorren los caminos mientras que el sargento explica que la noche anterior estuvo aún más agitada, puesto con “la llegada de varios grupos de iraquíes”. Otros compañeros también están emplazados controlando la zona.
Cuatro con veinte minutos: intercepción de un lujoso vehículo deportivo alemán, con matrícula rumana. Es una prostituta de 22 años que ha terminado su trabajo en los numerosos burdeles del sur tesinés.
Michele Corti le devuelve sus papeles. La patrulla regresa a la central, donde Corti se reúne con sus hombres para establecer un informe y descansar.
En 2009, 1600 personas intentaron internarse sin documentos de viaje a Suiza por la frontera sur.
Al final del tercer trimestre de 2010, el número de ingresos interceptados fue de 1900.
En el Tesino, 300 agentes vigilan los confines del cantón, frontera con Italia.
Un número insuficiente, según algunos políticos del partido de derecha Unión Democrática de centro, que solicita se duplique el número de vigías.
Suiza enviará unos 30 guardias fronterizos a Grecia para vigilar las fronteras de ese país, por donde ingresan inmigrantes de Oriente y Asia. La tarea es en el marco de una colaboración con la Unión Europea.
Los nigerianos son mayoría en la búsqueda de asilo en Suiza. Llegan casi todos de Italia, donde con frecuencia han permanecido ya por un buen periodo y buscado asilo.
El rechazo de sus solicitudes por parte de las autoridades italianas, los lleva a Chiasso donde prueban nuevamente suerte.
Además de la llegada de refugiados y del “turismo de asaltantes” procedente de las zonas periféricas urbanas de Italia, también llegan al Tesino de modo masivo prostitutas rumanas, controladas generalmente por proxenetas. Fenómeno casi inexistente antes de que se estableciera el acuerdo de libre circulación de personas con la Unión Europea y su extensión con Rumania.
Traducción: Patricia Islas
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