En esta granja también los clientes trabajan
Aquellos que consumen productos de la granja suiza ‘Radiesli’ (‘Rábanito’) deben participar en las tareas y las despensas necesarias para la producción agrícola. El objetivo es cultivar la tierra de modo solidario.
Cuarenta empresas solidarias
La agricultura suiza está bajo presión. Debido a su política de precios, los grandes distribuidores e importadores obligan a los agricultores a usar sus tierras intensamente.
Algunos agricultores buscan escapar de esta tendencia. Logran vivir según un modelo agrícola en el que los consumidores y los productores tiran en la misma dirección de la cuerda, con una participación solidaria de las tareas y los costes de producción.
Según el Centro de Cooperación para la Agricultura SolidariaEnlace externo hay alrededor de 40 empresas en Suiza que asocian a los consumidores con el trabajo agrícola.
«¡Usted les ha despertado falsas esperanzas!», me indica un hombre al acercarme al gallinero con cámara en mano. «Las gallinas creyeron que usted las alimentaría», me indica Christoph Schüep, biólogo en la industria alimentaria y uno de los muchos voluntarios que vienen a trabajar a ‘Radiesli’, granja ubicada a unos diez kilómetros de la ciudad de Berna.
«Quiero saber qué significa producir alimentos y trabajar la tierra que nos alimenta», indica para justificar su compromiso con este singular tipo de granja comunitaria. Hoy Schüep ayuda con el desmalezado y el empaque de las hortalizas. «Verduras orgánicas frescas de la mejor calidad», subraya.
Los voluntarios trabajan al menos cuatro medios días al año en la granja. «Todos tenemos un interés personal en producir alimentos buenos y saludables porque nos los comemos», dice Christoph Schüep.
Para otros voluntarios es importante traer a sus hijos para que comprendan de dónde vienen los alimentos. Y para otros también es un sitio de encuentro con personas de intereses afines.
Aquí los pollitos machos no son gaseados
Además de verduras, en esta granja también se producen cereales, carne y huevos. Toda esta producción está certificada como orgánica y, por supuesto, se hace con respeto a los animales.
Aquí no solo las gallinas ponedoras, sino también sus hermanos, pueden alcanzar la edad adulta.
Millones de pollitos gaseados
La cría comercial de aves es muy especializada. Hay algunas granjas que se concentran en la producción de huevos y otras en la producción de carne de pollo.
En la cría de gallinas ponedoras solo se usan hembras de una raza determinada. Los machos no producen suficiente carne, por lo que se consideran «inútiles». De allí que sacrifiquen inmediatamente después de su eclosión.
En Suiza, dos millones de pollos macos de la raza ponedora son gaseados anualmente inmediatamente después de la eclosión. Y apenas solo hace unas semanas, también estaba permitido triturarlos vivos.
Las llamadas gallinas de doble uso, que son adecuadas tanto para el engorde como para la puesta de huevos solían ser la norma en Suiza, pero ahora son una rareza. Esto se debe al hecho de que son menos eficientes para la producción de huevos y carne y, por lo tanto, más caras para el productor.
Por eso, en ‘Radiesli’ el lema es: «Si quieres huevos, también tienes que comer al hermano de la gallina», sentencia Christoph Hirsbrunner, uno de los miembros fundadores de la granja.
Cosecha compartida
Unos 320 voluntarios participan en las tareas de la granja bajo la dirección de seis profesionales de la agricultura.
“Aquí no vendemos productos a un precio por kilo, como es habitual en la venta agrícola. Nuestro objetivo es administrar toda una granja como comunidad y compartir lo que generamos”, explica. Lo que cosechamos del suelo, cultivado de forma sostenible, se distribuye.
Además del trabajo manual, todos los voluntarios también contribuyen al financiamiento de las operaciones por un monto de alrededor de 1 200 francos anuales. Con este dinero se cubren los salarios de los empleados permanentes, la maquinaria, las herramientas, las semillas y todos los gastos para mantener la granja en funcionamiento.
Mostrar más
Buena vida para animales, hortalizas y humanos
Y la fórmula es un éxito.
Como los productos obtenidos en las 10 hectáreas de la granja solo pueden alimentar a unas 320 personas, los interesados en unirse a la comunidad tienen que esperar hasta que un miembro de ella les ceda su puesto.
Modesto salario, pero «trabajo de ensueño»
Los salarios de los empleados permanentes no se basan en el rendimiento, sino en las necesidades. «Nos reunimos una vez al año para determinar quién necesita cuánto para vivir», explica Marion Salzmann, que ha formado parte de esta aventura desde su creación.
Salzmann es maestra, pero trabaja de forma permanente como jardinera especializada en legumbres. La tarea la comparte con otra compañera. «Es un trabajo de ensueño poder dirigir esta granja con el apoyo de tantas personas diferentes», dice.
Cuando se le pregunta cómo es trabajar con 320 voluntarios que no están en el negocio, responde: «Soy 70% horticultivadora y 30% educadora. Cada mañana hay personas distintas aquí y cada día debo tener la voluntad y la perspicacia de decidir dónde y cómo puedo ocupar eficazmente a estos voluntarios”.
Los otros campesinos admiran a ‘Rabanito’
No hay bonificaciones para motivarla, pero poco le importa a Salzmann.
«Estoy feliz de recibir un salario que me permite vivir. Para mí, es mucho más importante tener un trabajo que haga con el corazón.»
Marion Salzmann
«Estoy feliz de recibir un salario que me permite vivir», dice. Para mí, es mucho más importante tener un trabajo que haga con el corazón. Estoy conectada a este lugar y feliz de que el suelo se pueda regenerar, que se esté volviendo más hermoso y más diverso, porque cada vez más especies de plantas y animales encuentran un espacio vital aquí», dice.
Cuando Marion Salzmann, Christoph Hirsbrunner y algunos otros colegas pusieron en marcha el proyecto hace ocho años, y la mayoría de los agricultores del barrio se rieron de ellos. Pero desde entonces, algunos admiran la forma en que ‘Radiesli’ prospera.
«Algunos agricultores nos dicen que la forma en que ellos mismos trabajan no es sostenible», dice Marion Salzmann. Uno de ellos me preguntó detalladamente cómo nos administramos, porque se dio cuenta de que no podía seguir trabajando de la manera convencional».
Las relaciones con los agricultores vecinos son muy buenas, «incluso si ellos ven las cosas de manera diferente a la nuestra», dice Marion Salzmann. Y no hace falta decir que nos ayudamos mutuamente, cuando hay una emergencia o cuando necesitamos pedir prestada una máquina».
Traducción del alemán: Patricia Islas
En cumplimiento de los estándares JTI
Mostrar más: SWI swissinfo.ch, certificado por la JTI
Puede encontrar todos nuestros debates aquí y participar en las discusiones.
Si quiere iniciar una conversación sobre un tema planteado en este artículo o quiere informar de errores factuales, envíenos un correo electrónico a spanish@swissinfo.ch.