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Apostar por la palabra para curar las heridas del pasado

Exhumación de los restos de víctimas de la Guerra Civil y el franquismo. Reuters

El Parlamento español acaba de aprobar la primera ley que reconoce a las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo, un nuevo avance en la justicia contra el olvido.

El periodista ginebrino Pierre Hazan analiza esta nueva dinámica en el libro ‘Juger la guerre, juger l’Histoire’, fruto de una investigación sobre los primeros sesenta años de la justicia internacional. Entrevista.

¿La justicia puede reconstruir sociedades desgarradas por una guerra o una dictadura? Después del proceso de Núremberg, y más tarde, la creación de los tribunales penales internacionales y las comisiones de la verdad, cada vez más países creen en la fuerza de la justicia.

Pierre Hazan, investigador, periodista y especialista en temas humanitarios, analiza estos nuevos procesos que los expertos denominan ‘justicia de transición’. Sus reflexiones son objeto de un libro apasionante: ‘Juger la guerre, juger l’Historie’ (Juzgar la guerra, juzgar la Historia).

Judío de Oriente, nacido en Egipto en 1956 en plena guerra del Canal de Suez, Pierre Hazan lleva en las entrañas el final de la cultura alejandrina, célebre por su vitalidad. Durante mucho tiempo Alejandría de Egipto fue una encrucijada de culturas: judía, egipcia y griega.

Pierre Hazan ha sido atento observador y testigo de numerosos conflictos (antigua Yugoslavia, Ruanda, Oriente Medio, Sudán…) que cubrió para los diarios ginebrino ‘Le Temps’ y francés ‘Libération’. En algunos casos, estos conflictos dieron paso a un proceso de reconciliación. Entrevista.

swissinfo: España acaba de aprobar una ley que reconoce a las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo. ¿Significa que frente a los crímenes de masa y las dictaduras la justicia es un principio adquirido?

Pierre Hazan: Durante mucho tiempo España se mostró como una sociedad que se convirtió a la democracia sin realizar un trabajo de memoria sobre su pasado. Con la ley de Memoria Histórica, que el Parlamento adoptó más de medio siglo después de la Guerra Civil, España emprende un proceso en el que reconoce los crímenes cometidos para construir una memoria más integradora de su pasado.

swissinfo: De hecho, este proceso de reconocimiento es muy reciente?

P.H.: Durante mucho tiempo se consideró que el olvido y el silencio eran imprescindibles para reconstruir las sociedades que fueron víctimas de dictaduras y crímenes. Durante la Guerra Fría, para impedir la difusión del documental histórico ‘La pena y la piedad’ (sobre el régimen pronazi de Vichy, 1969) De Gaulle dijo: «Nuestro país no sólo necesita la verdad, sino también unidad nacional y esperanza».

Hoy, se considera que la palabra – y no el silencio – es fundamental para cicatrizar las heridas de los conflictos.

Los tribunales de Núremberg en 1945-1946 emprendieron este proceso frenado durante decenios de Guerra Fría. Hubo que esperar la caída del Muro de Berlín para ver cómo algunos países del Sur asumían un importante papel en la puesta en marcha de políticas de reconciliación.

swissinfo: ¿Cómo se apropiaron esos países de ese proceso que nació en Europa?

P.H.: A finales de los años 80, se producen tres fenómenos casi simultáneos: el fin de las juntas militares en América Latina, el desmoronamiento de los regímenes comunistas en el centro y este europeo y el desmantelamiento del ‘apartheid’ en Sudáfrica.

Todos esos países tenían un desafío común: ¿Cómo emprender la transición de un régimen autoritario o racista a la democracia? Y su respuesta fue idear mecanismos de búsqueda de la verdad.

La idea fundamental residía en desvelar los crímenes, con el fin de elaborar una nueva memoria nacional que no estuviera fundada en la negación de la represión, sino en el reconocimiento de los crímenes cometidos. Argentina y Chile tuvieron un papel clave al crear las primeras comisiones de la verdad.

swissinfo: Sin embargo, al comienzo la comisión de la verdad en Argentina se concibió como un instrumento para impedir que los militares responsables de la muerte de 30.000 personas fueran procesados.

P.H.: Es verdad, pero es fascinante observar lo que ocurrió. Los procesos se detuvieron bajo las amenazas de un golpe militar. Así nació una comisión de la verdad muy atenuada donde los responsables de los crímenes no tenían que declarar públicamente. Se concedieron amnistías y gracias presidenciales a los torturadores.

¿Y qué pasó quince años después? Que la sociedad argentina se ha apropiado de estos primeros procesos y del informe de la comisión de la verdad que se convirtió en un éxito de ventas. El creciente peso de la memoria de los desaparecidos ha generado un debate en todo el país y ha dado paso a una nueva dinámica.

Se han cuestionan las amnistías y las gracias presidenciales, incluso se han abrogado ante la presión de la sociedad civil. El camino hacia la verdad, por imperfecto que fuera al inicio, hizo saltar los cerrojos cuando se creía que iban a permanecer cerrados para siempre.

swissinfo: ¿Se puede decir lo mismo de Sudáfrica?

P.H.: La comisión para la verdad y la reconciliación nació de un acuerdo: la colaboración de los responsables de los crímenes que fueron llamados a contar todo lo que sabían, a cambio de una amnistía. Resultado: decenas de torturadores hablaron públicamente de los crímenes cometidos y desvelaron un sistema de represión cuya existencia hoy nadie puede negar. El reconocimiento de las atrocidades favoreció la construcción de una nueva identidad sudafricana, simbolizada en la imagen de la nación-arco iris.

swissinfo: ¿Pero no se han olvidado las víctimas?

P.H.: Veinte mil víctimas prestaron testimonio durante las audiencias públicas. Sin embargo, es verdad que muchas tuvieron la sensación de que se les pedía perdonar a los verdugos. También hubo mucha amargura, porque las reparaciones que recibieron no sólo llegaron tarde, sino que fueron muy modestas, cuando no se confiscaron los bienes a quienes se habían enriquecido durante el régimen del ‘apartheid’.

‘Juger la guerre, juger l’Histoire’ se publicó en ‘Presse Universitaire de France’ (PUF). Su autor, Pierre Hazan, explica la génesis de su libro con estas palabras:

«Uno de los puntos de partida de este libro fue la guerra en la antigua Yugoslavia que cubrí como periodista. En el mes de diciembre de 1992 los responsables políticos y militares estaban reunidos en Ginebra, en el Palacio de las Naciones, para entablar negociaciones de paz.

En el mismo edificio se encontraban expertos que, a petición del Consejo de Seguridad de la ONU, estudiaban cómo sancionar a los responsables de los crímenes contra la humanidad; y todo esto a sólo unos pasos de distancia.

Este ejercicio de esquizofrenia ‘onusiana’ me dio mucho que pensar porque evidenciaba una cuestión de fondo: ¿Se puede negociar con criminales de guerra? ¿Se puede juzgar la historia a través de la lente de la moral cuando está en pleno curso? En otras palabras: ¿Cómo se articulan Paz y Justicia? Estas preguntas me llevaron a los territorios que quise analizar en mi libro».

El análisis del pasado constituye una etapa fundamental en la fase de transición de la guerra a una paz duradera, según el Ministerio suizo de Asuntos Exteriores. Los objetivos de este proceso son:

– Reconocer oficialmente los hechos y divulgarlos a amplia escala. Especialmente si se trata de individuar los daños sufridos por las víctimas.

– Restablecer la confianza entre las antiguas partes en conflicto, así como entre la sociedad civil y las instituciones estatales.

– Introducir un proceso de reconciliación que goce de un amplio respaldo y que implique a toda la población para prevenir futuros conflictos.

– Establecer nuevas normas sociales e impedir que se violen los derechos humanos y el derecho internacional humanitario, mediante un trabajo de sensibilización de la población.

(Traducción del francés: Belén Couceiro)

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