La ropa atrevida de verano suscita la duda de si las escuelas suizas necesitan códigos de vestimenta.
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Originaria de Pekín, Jie se trasladó a Suiza en 2003 y estudió pedagogía (licenciatura en Pedagogía, máster en Pedagogía Comparativa e Intercultural por la Universidad de Friburgo). Jie pasó a trabajar como periodista y entró en swissinfo.ch en 2011. Habla francés, alemán e inglés. Cubre una amplia gama de temas, principalmente en la Suiza de habla francesa y alemana.
No contenta con ocuparse de sus propios asuntos, Susan estudió periodismo en Boston con objeto de tener la excusa perfecta para ponerse en el lugar y el mundo de otras personas. Cuando no escribe, presenta y produce podcasts y vídeos.
A principios de este mes, una escuela secundaria de una localidad al norte de Berna envió al alumnado un correo electrónico aconsejando cómo había que vestir para ir a clase. El correo electrónico con dibujos y fotos de prendas prohibidasEnlace externo (como camisetas escotadas y pantalones cortos) solo lo recibieron las chicas. Y algunas de ellas se han quejado en los medios de comunicación locales por sentirse discriminadas. Especialmente después de saber que el documento original sobre las prendas prohibidas también incluía consejos para que los chicos vistan de manera apropiada.
La directora de la escuela, Barbara Kunz, una semana después de enviar el correo a sus alumnas, declaró al periódico ‘Bernerzeitung’ que “es un tema que surge cada vez que sube la temperatura”. Kunz indicó que había querido concienciar a las chicas sobre el efecto que su imagen puede generar en el resto. “Recordad que vais a la escuela; no, a la discoteca o a la playa”, decía la nota enviada a las alumnas. Para hacer cumplir el nuevo código de vestimenta no amenazó con sanciones.
Libertad personal
“Los vaqueros de talle bajo, las camisetas cortas y el maquillaje intenso son lícitos”, afirma la asociación que coordina al profesorado suizo, LCH, en un informe sobre el código de vestimentaEnlace externo (en alemán). “La ropa forma parte del modo de expresarse como persona y, por lo tanto, está protegida por la libertad personal. También en el caso de niños y adolescentes”.
La libertad absoluta, sin embargo, no existe. “Es importante que la ropa no sea provocativa y no ofenda a otros estudiantes o profesores”, ha declarado a swissinfo.ch el director del Sindicato suizo de profesores de habla francesaEnlace externo (SER), Samuel Rohrbach.
¿Qué tolerar?
Ambas asociaciones de profesores creen que los códigos de vestimenta para la escuela podrían ayudar. Sin embargo, el LCH cree que un código de vestimenta vinculante con especificaciones claras no es ni deseable ni necesario. “La información interna sobre la ropa poco recomendable o inadecuada es suficiente”, afirma la asociación de docentes más grande de Suiza.
Las regulaciones escolares deben desarrollarse a través de un acuerdo entre especialistas, juntas escolares y profesorado, dice Rohrbach, sugiriendo que se tenga en cuenta cierto margen de tolerancia. Para facilitar su aplicación, las normas deben quedar claras.
Asimismo, añade que los debates abiertos con los jóvenes pueden desempeñar un papel crucial en este proceso. Un buen punto de partida podría ser, por ejemplo, hablar de una indumentaria adecuada para la enseñanza.
Velo, sí
También ha habido desacuerdos sobre la indumentaria de carácter religioso, como el velo, durante años. En 2015, el Tribunal Federal suizo desestimó la apelación de una escuela de San Galo que quería prohibir el velo. El tribunal dictaminó que los pañuelos en la cabeza no entorpecen las clases. Y en 2017, los políticos del cantón del Valais impidieron votar el uso de tocados en las escuelas.
En la vecina Francia, los estudiantes no pueden utilizar símbolos o ropa que expresen la religión que profesan.
¿Y los uniformes escolares?
Las dos asociaciones de profesores citadas coinciden en que los uniformes escolares no solucionan el problema de que el alumnado vista de manera inapropiada.
“Los efectos positivos son muy dudosos, la ofensa a la libertad personal sería enorme y el costo de los uniformes no está regulado”, afirma el LCH en su informe sobre los códigos de vestimenta. Su homólogo francófono, SER, está de acuerdo en que los uniformes no son una solución práctica.
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Resulta inquietante y revelador imaginar cómo vestirá la gente en el futuro. Seguramente las impresoras 3D, presentes en las Jornadas Textiles y de la Moda de Zúrich, serán parte de esa realidad. Pero aún está claro cómo y cuándo empezarán a competir de lleno con las máquinas textiles tradicionales.
Por lo pronto, la diseñadora israelí Danit Peleg tiene claro que no le interesa perder el tiempo en fabricar telas y utilizar máquinas de coser tradicionales para confeccionar sus prendas. Su innovadora visión de la moda la convirtió en una de las oradoras más solicitadas durante la reciente edición de las Jornadas Textiles y de la Moda en Zúrich. Peleg no es pionera en la impresión de piezas de vestir, pero sí es la primera diseñadora que produce toda una colección en impresoras 3D.
El desafío que se ha fijado es que uno día solo envíe a sus clientes los archivos de las prendas que diseña para que ellos puedan imprimirlas cuándo y dónde quieran. Como la mayoría de la gente aún carece de impresoras 3D, Peleg concentra sus esfuerzos en producir una edición limitada de chaquetas personalizadas. Además de obtener una prenda de vestir hecha a la medida, sus clientes pueden elegir el color de la misma y el forro con el que vendrá. Y es que sin forro o ropa interior, los ligeros diseños de Peleg pueden resultar fríos al contacto con la piel y también excesivamente reveladores para mucha gente.
Textiles suizos
La tendencia de la ropa impresa en 3D contrasta con el delicado mundo de los encajes, los bordados y las telas finas que hicieron de Suiza uno de los principales centros mundiales de la moda en el pasado. El sector textil es, de hecho, la rama industrial más antigua de Suiza y San Gall fue su punto de partida en la Edad Media.
El negocio de bordados desarrollado en esta ciudad alcanzó su cima en el año 1870, pero se vio golpeado por la guerra franco prusiana, de cuyos estragos jamás logró recuperarse del todo. Lo que sí ha sobrevivido es la reputación de calidad e innovación textil. Hoy San Gall es cuna de algunos de los más exclusivos grupos manufactureros textiles como Jakob Schläpfer y Forsten Rohner, cuyos tejidos se utilizan en colecciones de alta costura.
Instituciones como el Swiss Textil College de Zúrich ayudan a preservar la tradición de la moda helvética y a asegurar su futuro a través de la formación de unos 700 estudiantes.
En las Jornadas Textiles y de la Moda, patrocinadas por la citada escuela, las impresoras 3D esculpieron caprichosos botones de plástico y algunos de los diseños de Peleg.
Imprimiendo la ropa
En lugar de hilos tradicionales, Pleg utiliza filamentos plásticos. Durante sus estudios de ingeniería, diseño y arte en la Univesidad Shenkar en Israel, dedicó mucho tiempo a buscar los mejores materiales y la impresora más adecuada para su trabajo. Varias empresas y laboratorios en Tel Aviv la apoyaron en este proceso de experimentación y en la consecución de su licenciatura en diseño de moda.
Para Peleg, las principales ventajas de la moda impresa en 3D son la individualidad, la flexibilidad y la sostenibilidad.
“El desperdicio en la producción se reduce a cero” [no hay sobrantes ni ropa no deseada en las tiendas], dice. Además, cuando uno se cansa de una prenda, simplemente la funde y la convierte en otra nueva, explica.
Edición limitada
Como era previsible, la industria textil europea se muestra escéptica ante la perspectiva de que las impresoras 3D sustituyan un día a las máquinas de textiles. La tecnología 3D “es una interesante aportación a la industria”, reconoce no obstante Ernesto Maurer, presidente de Swissmem que representa los intereses de la industria de la maquinaria suiza y vicepresidente del Comité Europeo de la Maquinaria Manufacturera Textil (CEMATEX).
Pero por ahora no está claro que las impresoras 3D se conviertan en un riesgo real para las 40 empresas helvéticas que se dedican a la fabricación textil tradicional.
Y aunque el concepto que defiende Peleg permite, en teoría, que cualquiera que tenga un carrete con filamentos (que vale 30 francos suizos) y una impresora 3D (que cuesta 2 000 francos) obtenga el color y ajuste perfecto para una prenda, la realidad es que la inversión de tiempo es colosal. Hoy se tarda alrededor de 100 horas en imprimir un vestido. Y aunque este lapso es tres veces menor que hace un solo año, la velocidad de producción está muy por debajo de la que caracteriza a la producción textil. Una máquina tejedora de tela puede producir suficiente materia prima para un vestido en ochos minutos.
Material moderno
Otra desventaja de las prendas en 3D –hechas esencialmente de plástico– es su rigidez. Peleg reconoce que es mucho más agradable la sensación que producen el algodón y la seda. Pero los gustos y la tecnología se transforman de forma permanente. Maurer recuerda, por ejemplo, que hace solo 30 años la mayor parte de la ropa se fabricaba a partir de materiales naturales. “Las medias de nilón eran una excepción y nadie quería ir por la vida vestido en poliéster”, dice.
Eliane Diethelm, cofundadora de la firma de ropa zuriquesa Little Black Dress, coincide con esta visión. “Las primeras fibras de poliéster de los años 50 y 60 eran terribles, pero han evolucionado mucho. Observemos la ropa deportiva actual, sería inimaginable sin el poliéster”, afirma.
Diethelm y su socia, Johanna Skoczylas, diseñan ropa confeccionada en algodón tipo jersey y seda, y producen series pequeñas de sus modelos en Suiza y Bosnia. Por ahora, la impresión 3D no forma parte de sus planes.
“Me parece interesante el concepto 3D en la moda. Ofrece nuevas posibilidades para los diseños”, expresa Diethelm, “pero creo que está en una fase inicial. Puede usarse y se ve bien, pero aún no es del todo funcional”.
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