«Construyo la Iglesia, pero no de ladrillo»
En una de las regiones más aisladas de Bolivia, en San Borja, en el Beni, se encuentra el Coliseo Christian Frésard Joly, nombre del redentorista suizo que en 40 años de misión ha dejado su huella indeleble.
Integrado a un contexto de pobreza, el religioso ha sido el motor del desarrollo en varias comunidades y precursor de la lucha contra la enfermedad tropical leishmaniasis.
El redentorista Christian Frésard este 2010 cumple 40 años de misión en Bolivia. “Llegué en barco en un recorrido de 21 días”, recuerda de su arribo en 1970, recién ordenado sacerdote en su pueblo natal, Noirmont, en el cantón de Jura.
Eran tiempos del programa nacional de colonización en las tierras recónditas bolivianas en el Chapare, Santa Cruz, el Alto Beni, entre otras. “El oriente estaba ocupado por las tribus, se debía construir”, contextualiza Frésard.
Y construir de la nada. Para el joven suizo, entonces de 28 años, esa tarea de edificar se centró en “una choza de bambú con cemento”.
En el Beni, el río homónimo diseñaba a su antojo la zona y la humedad era intensa, de tal modo que el reumatismo comenzó a provocar problemas al recién llegado y a sus compañeros de misión.
Pero el teólogo se entusiasma al recordar esos primeros momentos: “Una noche mientras dormía, sentí algo sobre mi piel: una rata se paseaba entre mis ropas”, recuerda con una prolongada risa. El combate a roedores no sería su preocupación primera, le esperaba otra mucho más dura de apalear.
La espundia, la “la lepra blanca”
“La lucha contra la leishmaniasis, provocada por el mosquito que por la tarde se concentra en el río. Es como una lepra. En cada casa había una o dos personas con llagas”.
El sacerdote helvético pidió el apoyo en 1974 del doctor francés Philippe Desjeux, quien junto con Francois Le Pont del Ibba, de La Paz, investigaron soluciones para su combate; y Frésard a su lado y al lado de los afectados.
“Con la ayuda de religiosas alemanas, tratábamos a los enfermos. Les aplicábamos una inyección de glucantima o anfoterisima B todos los días, durante dos meses. El dinero para esta tarea lo obtuvimos de la pastoral social, de Caritas Suiza y de Alemania”, una ayuda que fluyó desde los templos católicos europeos hasta Bolivia, gracias al esfuerzo del sacerdote.
Hoy día, los mosquiteros en las chozas más humildes están presentes. Una protección que fue difundida en esta campaña contra la “lepra blanca” en la que el mensaje de que los infectados “no tuviesen vergüenza de salir de casa y recibir el tratamiento” resultó fundamental.
Defensa de los chimanes
La defensa contra la explotación de los chimanes fue otra tarea emprendida por Frésard y su compañero francés Martin Baur:
“Todavía hay temor en ellos, pese a que, como pueblos originarios, tienen mucho que decir, para reclamar y pedir justicia”, escribe Frésard en uno de sus libros ‘Martin Baur, misionero redentorista. Un chimán nacido en Alsacia’.
Los chimanes son una etnia de la selva amazónica boliviana y sufren de los abusos de otros grupos.
El paso misionero de este religioso de excepción por el Alto Beni, Rurrenabaque, San Buenaventura, San Borge y Yucumo, dejó semillas florecientes en rubros diversos.
En San Borge, donde permaneció de 1980 a 1998, “a caballo, acompañado de varias religiosas, visitaban a los miembros de cada comunidad. Hemos construido unas 15 a 20 capillas con material local”.
Y en el deporte, de propia mano haciendo canchas, siendo el entrenador del equipo de basquetbol para mujeres, de equipos de balompié y organizando el concurso de la reina para crear fondos y construir un centro deportivo, que hoy lleva su nombre.
“Todo el mundo lo quiere por su forma de ser, por su desprendimiento. Ayuda a mucho a las personas y a San Borja, tanto en lo espiritual como en el progreso del pueblo. Más que un sacerdote lo consideran, un amigo, una autoridad en el pueblo”, indica Luzmar, una joven de San Borja.
”Un visionario”
“Él vino acá de párroco de la localidad, muy jovencito. Antes de carnavales, y bailando. Todo el mundo lo aprecia. Un tipo muy correcto. En el Beni no hay nadie que no lo conozca”, dice Nello, un buen amigo suyo de Rurrenabaque.
Pero si bien esa tarea ha sido y sigue siendo parte de su misión redentorista, Frésard aún hoy es visto más bien como un visionario, opina otro nativo de Reyes:
“Tiene una capacidad asombrosa de asimilar los contextos; se integró perfectamente a la idiosincrasia beniana, evidentemente viendo las carencias y deficiencias que tenemos. La creación de los centros de madres fue un aporte muy importante, con el problema de la madre niña, una catástrofe para nuestra región”.
Hubo un momento en el que Frésard formaba parte de más de 8 comités cívicos, de electrificación, de agua potable, para combatir las consecuencias del narcotráfico, la educación o el deporte.
“Es que Christian enganchaba proyectos, convenciendo a las autoridades políticas. El padre Christian colaboraba e insistía ante las autoridades a que contribuyeran al desarrollo, que no se dedicaran sólo a la politiquería. Logró hacer muchos proyectos como catalizador”, señala Jürg Steiger.
Este último, otro suizo singular, desarrolla un proyecto hotelero en Rurrenabaque y está convencido de que Frésard, totalmente fuera de la ayuda oficial helvética, es el mejor ejemplo de disposición y entrega de la comunidad suiza en el territorio boliviano.
Patricia Islas Züttel, swissinfo.ch
Nació en 1942 en Noirmont, cantón de Jura
Estudios de Teología en París
Salida de Bolivia el 15 de diciembre de 1970.
De 1991 a 1973, cura del Alto Beni, en el Vicarito Apostólico de Reyes
De 1974 a 1979, cura de Rurrenabaque y de San Buenaventura.
En 1979, año sabático en el Instituto Pastoral del Consejo Episcopal Latinoamericano en Medellín, Colombia, diploma en pastoral social.
De 1980 a 1998, cura de San Borja, en el departamento del Beni. Superior de la regio redentorista de Reyes de 1987 a 1993.
Actualmente, jefe de la misión redentorista en Bolivia
De Suiza, el jesuita Hans Roth Merz restauró templos del siglo XVII en la Chiquitanía boliviana, hoy legados reconocidos incluso por la Unesco.
Estas construcciones son obra del también suizo Martin Schmid, (1694-1772). sacerdote, arquitecto y músico que dejó más de 5 mil páginas de partituras barrocas.
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