El coronavirus y la paz de los sepulcros
La muerte es parte de su vida cotidiana. Sin embargo, la preparación de los cuerpos de víctimas de COVID-19 es un desafío extraordinario. Pero, sobre todo, el acompañamiento de las familias de los difuntos es una experiencia que marca profundamente a los trabajadores funerarios.
“En 33 años de actividad, nunca viví una situación tan triste. Es el aspecto más sombrío de esta situación. Me pone la piel de gallina”, comenta Eros BruschiEnlace externo, de 70 años, propietario de la empresa funeraria homónima.
Nos recibe en sus oficinas en Bellinzona, la capital del Tesino, el cantón de Suiza que tiene la mayor incidencia de muertes por coronavirus proporcionalmente al número de habitantes.
Cuando nos habla del dolor de los allegados en el momento del adiós, la tristeza que se lee en la mirada de Eros Bruschi y que se advierte en su voz es más impresionante que sus propias palabras.
Escenas que rompen el corazón
Un puñado de parientes cercanos se encuentran delante de un ataúd sellado y desinfectado, alejados unos de otros. Debido a las medidas sanitarias para combatir la pandemia, ya no pudieron ver a su ser querido después de su hospitalización, ni vivo, ni muerto.
Durante la breve ceremonia, permanecen inmóviles, encerrados en un mudo sufrimiento. Luego, al final de ese fugaz momento de recogimiento, se van, cada uno en su propia dirección, sin poder abrazarse, sin siquiera poder intercambiar un apretón de manos, describe Bruschi.
“Estas son escenas que provocan una sensación indescriptible, que te conmueven profundamente”, agrega el empresario con voz débil, casi como si se hablara a sí mismo. Esas escenas que ha presenciado repetidamente lo estremecen, “hasta tal punto que incluso me pregunté si no hubiera sido preferible para los miembros de la familia no hacer ninguna ceremonia”.
Es diferente la reacción de su hijo Igor, profesor de informática y que colabora en la empresa familiar. En entrevista por separado, también evoca el dolor de los deudos cuando le preguntamos sobre lo peor que ha enfrentado durante la pandemia.
Pero a diferencia de su padre, Igor Bruschi nos confía haberse dicho a sí mismo en esos momentos: “Afortunadamente, tuvieron al menos esta oportunidad de despedirse de su ser querido. Pensé que si hubiera estado en esa situación, habría sido importante para mí poder decir adiós a mi familiar.
Una transmisión como paliativo
“Vivir un duelo ya es doloroso en sí mismo, pero si estás rodeado de familiares, amigos y conocidos encuentras consuelo. En estas circunstancias, sin embargo, también estás privado de ese ritual de consolación”, declara Emiliano Delmenico, director de un centro funerarioEnlace externo familiar y presidente de la Asociación de Empresarios de Pompas Fúnebres del Tesino, contactado por teléfono.
Las personas que se han visto en esta situación, a pesar del enorme sufrimiento, entendieron la necesidad de respetar las medidas sanitarias. “Han demostrado una gran capacidad de adaptación y mucho coraje”, señala.
Las severas restriccionesEnlace externo impuestas para las ceremonias fúnebres en el Tesino son aplicadas en todos los casos y no solamente en los de personas que murieron por el coronavirus. La diferencia es que el ataúd de aquellos que fallecieron por otras causas puede mantenerse abierto. “Generalmente, la exposición del cuerpo es muy limitada, unas pocas horas para permitir que parientes y amigos se despidan del difunto. Solo dos personas pueden ingresar a la morgue a la vez”, precisa Eros Bruschi.
Algunas empresas de pompas fúnebres, como la del Grupo Delmenico, han tratado de ofrecer una especie de alternativa para compensar la imposibilidad de un funeral tradicional: la transmisión en vivo de la ceremonia para posibilitar la participación virtual de un gran número de familiares y amigos. Si bien no la consideran una solución óptima, esperan poder brindar un poco de ayuda.
Lo desconocido desestabiliza
También el miedo al contagio a través de los cuerpos de las personas fallecidas por coronavirus perturbó a los operadores de las funerarias. Especialmente al principio, cuando había una gran incertidumbre sobre la transmisión de la infección y ninguna disposición específica, explican nuestros interlocutores.
“Las autoridades no podían responder a algunas de nuestras preguntas”, recuerda Eros Bruschi. Mientras tanto, ante los ojos de los tesineses las imágenes del drama que se vivía en la vecina Italia alimentaba los temores.
Dos empleados de Eros Bruschi se rehusaron a ocuparse de los fallecidos por la COVID-19 por miedo a resultar contagiados. Reconoce que él mismo se sintió inseguro en ciertos momentos. “Cuando es necesario, vas al terreno y no lo piensas. Pero por la noche, un poco de tos es suficiente para que nazcan las dudas. Además, está la familia que se preocupa. Mi esposa me preguntaba continuamente si estaba seguro de no exponerme”. Incluso su hijo Igor no oculta que estaba preocupado, especialmente por su padre, que trabaja mucho. Durante esta pandemia, su compañía ha realizado más del doble de servicios que el promedio.
Protocolo estricto
Las empresas del ramo, en acuerdo con las autoridades del cantón de habla italiana, han adoptado normas estrictas para proteger la salud de las familias de los difuntos y de los empleados. Estos últimos se protegen usando overoles especiales con capucha, guantes, mascarillas y gafas. Los cuerpos son introducidos rápidamente en bolsas especiales y los ataúdes son sellados con silicona y desinfectados también externamente.
Las autoridades cantonales incluso habían pensado en imponer la cremación, nos dicen Emiliano Delmenico y Eros Bruschi. Pero los directores de funerarias los convencieron de no dar ese paso, teniendo en cuenta las recomendaciones de la Oficina Federal de Salud Pública, según las cuales no era necesario. “Hubiera sido una especie de forzamiento. El problema sanitario habría podido convertirse en un problema político-religioso”, subraya Delmenico. De hecho, aunque la gran mayoría de los fallecidos en el Tesino son incinerados incluso en tiempos normales, no todos lo aceptan.
Funerales
Los cuerpo de personas fallecidas por el coronavirus no transmiten el virus puede tener aún fluidos infecciosos. Por lo tanto, debe tratarse con precaución, recomienda la Oficina Federal de Salud PúblicaEnlace externo.
Los cadáveres de las personas que murieron por el coronavirus “pueden ser enterrados o cremados. El embalsamamiento también es posible”.
Al principio, solamente estaba permitida la presencia de familiares cercanos (cinco personas) en los entierros. Desde el 27 de abril se amplió a 20 personas, que “deben observar estrictamente las reglas de higiene y comportamientoEnlace externo”.
En el Tesino, el número de participantes está vinculado al espacio disponible en el centro funerario: una persona cada cuatro metros cuadrados.
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Coronavirus: la situación en Suiza
traducido del francés por Marcela Águila Rubín
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