Delincuentes juveniles e infancia problemática
El juico contra tres jóvenes suizos acusados de atacar a varias personas en Alemania relanza el debate sobre los menores que emplean la violencia extrema.
Un estudio realizado por la Universidad de Zúrich analiza por primera vez en Suiza las evaluaciones psiquiátricas ordenadas por los tribunales a adolescentes condenados por asesinato, violación u otros crímenes, para observar sus pautas y qué es lo que se puede hacer.
“Nos preguntamos de qué tipo de menores se trata”, dice a swissinfo.ch Cornelia Bessler, principal responsable del informe del departamento universitario de Psiquiatría infantil y adolescente.
Bessler explica que el análisis muestra que los menores presentan más riesgo de cometer crímenes graves cuando tienen una edad de entre 15 y 17 años. Dos tercios de los 106 adolescentes examinados se encontraban en esas edades, después de que la justicia les ordenara que pasaran un examen psiquiátrico tras cometer delitos graves.
Quizá es más preocupante el dato de que uno de cada cuatro jóvenes que se sometieron a las evaluaciones ya había empezado a incumplir las leyes antes de cumplir los 14 años. Los delitos normalmente se vuelven peores.
“Si resultas herido, si eres una víctima, eso hace que te enfades y quieres ver que se castiga a esa persona” según Bessler. “Lo entiendo pero esto no sirve para nada, ya que con frecuencia estos jóvenes empeoran dentro de la cárcel. Hay que tratarlos”.
En resumen, el castigo puede hacer a los jóvenes delincuentes todavía más delincuentes, indica Bessler.
Larga historia
Los menores suizos procesados en Múnich tenían 16 años cuando arrasaron con todo a su paso durante 30 minutos en un viaje de estudios. Momento en el que atacaron a cinco personas, entre los que había un discapacitado y un vendedor de seguros, cuya cara resultó gravemente dañada tras la agresión. Estos jóvenes ya tenían antecedentes penales.
Manuel Eisner, profesor de Sociología de la Universidad de Zúrich y subdirector del Instituto de Criminología de la Universidad de Cambridge, está de acuerdo en que los jóvenes raramente cometen delitos graves de forma inesperada. De sus hallazgos se hacen eco el informe de Bessler, que indica que una mayoría de jóvenes violentos ya habían tenido problemas como preescolares.
“Existe a menudo una larga historia que empieza incluso en la guardería”, señala a swissinfo.ch, Eisner.
“Los jóvenes usan la fuerza. Se pelean por los juguetes y eso no es problemático. Muchos paran. Aunque hay un pequeño grupo que continúa, que se vuelve cada vez más peligroso mientras crece, ganan en fuerza y aparecen las drogas y el alcohol. La gran pregunta ahora es cómo difiere este grupo de todos los demás”.
El estudio de Bessler no trata de dar respuesta a esto. En cambio, se propone observar a los delincuentes desde un punto de vista estadístico.
Integrar, integrar, integrar
Para completar el análisis, Bessler y su equipo de seis investigadores analizaron las evaluaciones realizadas entre 2004 y 2006 en jóvenes de entre 10 y 18 años de edad.
Algunos de los temas que aparecieron eran comunes: hombres que viven en la pobreza, ofensivos y las familias sin educación de origen inmigrante figuran, a menudo, en los informes. Otros eran más sutiles. Muchos infractores tenían madres sin capacitación profesional (75%) que aquellos que tenían padres con poca o ninguna formación (68%).
Casi la mitad de los criminales estudiados no eran suizos, y una cuarta parte de éstos pertenecían a familias procedentes de la antigua Yugoslavia. Eisner, que no tomó parte en el análisis, observó “un bucle de reacción negativa”, con discriminación y estigmatización, a menudo guiados por “un círculo vicioso de estereotipos” entre los jóvenes balcánicos.
Pero Bessler expone que el análisis debe servir más como un llamamiento a la sociedad para plantearse sobre cómo tratamos a los jóvenes que cometen crímenes crueles.
“Si estos jóvenes acaban en la cárcel y no mejoran, pierden su oportunidad de integrarse”, indica.
“Ellos deben ser castigados. Deben sentir la reacción de la sociedad ante lo que hicieron. Pero deben tener la oportunidad de integrarse”.
Y esto significa que la sociedad tiene que mirar a las familias de los jóvenes y debatir las maneras de apoyarlas y ayudarles con trabajos y educación, dice Bessler.
“Es otra dirección y una oportunidad”, concluye.
Tim Neville, swissinfo.ch
(Traducción: Iván Turmo)
Tres jóvenes de 16 años del cantón de Zúrich comparen ante la justicia de Múnich durante la segunda semana de marzo.
La próxima vista se celebra el 29 de marzo y posteriores se harán en abril. El veredicto se espera para el 7 de abril.
Están acusados de haber atacado a tres hombres en el centro de Múnich el 1 de julio de 2009.
Después de agredir casi hasta la muerte a un hombre de negocios alemán, a su vuelta a casa atacaron a un estudiante.
Los menores habían consumido alcohol y habían fumado un porro antes de las presuntas agresiones.
Ya tenían antecedentes penales en Suiza.
Uno fue condenado por robo y allanamiento, otro por causar lesiones físicas y el tercero por agresión e intento de robo.
Los tres chicos tuvieron que realizar servicios comunitarios de entre nueve días y cuatro semanas por sus delitos. Uno de ellos estuvo en terapia por orden judicial en septiembre de 2008.
Son estimaciones del Informe de la Oficina Federal de Policía. La mayoría de ellos son hombres jóvenes con antecedentes migratorios.
Con frecuencia estos chicos se unen a bandas, provienen de capas sociales de baja formación escolar y su comportamiento es problemático en la familia, la escuela o el trabajo.
Las drogas juegan un papel en su actitud.
Los inmigrantes implicados proceden con frecuencia de la zona de los Balcanes y Turquía, además del norte africano y otras regiones de ese continente.
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