Dos generaciones de españoles unidas por Suiza
El español Ramón Varela es un emigrante retornado de Suiza algo atípico, ya que conserva muchos vínculos con el país alpino.
Pasó más 40 años en la Confederación, lugar donde conoció a su mujer, donde viven sus dos hijos y en el que pasa varios meses al año.
Ramón Varela, gallego de A Laracha, llegó a Suiza en 1967 con algo menos de 18 años de edad, para reunirse con su padre que había llegado previamente a Berna para trabajar.
Empezó como bodeguero en un hotel de la capital helvética. Años más tarde, se enteró de que la embajada de Arabia Saudí en Berna buscaba un conductor. Entonces contrataron al gallego y allí estuvo cinco años recibiendo un “trato especial” por parte de su nuevo empleador.
Con los idiomas, Varela confiesa entre risas: “hablaba todo y nada: algo italiano, el francés lo entendía bien y tenía un nivel pasable. Sabía un poco de inglés, alemán y un poco de árabe por mi trabajo en la embajada. Mis dos hijos -Sandra y Miguel- nacieron en Suiza y para ellos la barrera del idioma no ha sido ningún problema al haberse criado allí”, indica el español.
“Cosas de la emigración”
Poco después conoció en Berna a la que seria su mujer, la también española Regina, que había emigrado a Suiza unos años después de Ramón. “Cosas de la emigración, porque los dos veníamos de la misma zona de Galicia, pero nos conocimos en el extranjero”, explica Varela.
A continuación, entró en una fábrica de rotativas para el sector de la prensa y la impresión, situada también en Berna. Allí estaría 18 años de su vida. Mientras tanto, tuvo tiempo para entrar a formar parte de la directiva del Centro Gallego de Berna, una entidad que llegó a presidir durante 10 años. Este emprendedor compaginó durante 12 años este trabajo en la fábrica con la representación en la capital suiza de la agencia de viajes Benítez, tienda a la que iba tras terminar su jornada laboral.
Retorno
Tras estos años, en 2004 dejó la agencia de viajes y se volvió a España con su mujer, aunque nunca de manera definitiva. Ahora está prejubilado y mantiene todavía la residencia en Berna, donde normalmente pasa varios meses al año. Por ejemplo, este año he viajado cinco veces a ver su familia residente en Suiza.
“Si estoy con mi familia, me encuentro mejor en Suiza que en España, aunque la verdad es que yo me integraría en cualquier parte, pero si tuviera que elegir, tras 40 años, sería Suiza”, confiesa Ramón Varela. “Me da más satisfacción pero eso es algo que hay que vivir para entenderlo. Es una forma muy diferente de vivir, hay una gran diferencia”.
En España, lo que más echa de menos Varela es el trato humano con la gente de nivel medio-alto. “En Suiza era amigo de jueces, jefes de policía o el director de un hospital, estaba todo más mezclado mientras que en España se nota un mayor clasismo”, recuerda Varela. La burocracia y la seguridad social -y sus listas de espera- es lo que peor lleva el gallego tras su retorno a España.
Churros y paella
La familia Varela se integró perfectamente en la sociedad suiza. “Por nuestra forma de ser siempre tan abierta, nos hemos relacionado con todo el mundo”, comenta.
Los hijos de los vecinos suizos eran habituales de la casa de los gallegos. La mujer de Ramón era conocida en todo el barrio por su chocolate con churros, sobre todo a la hora de la merienda. A veces invitaban a todos los niños de la calle, hasta 40 personas, y su jardín era conocido por las paellas que hacían, especialmente el 1 de agosto, día de la Fiesta Nacional de Suiza.
Sandra Varela, hija de Ramón, es una emigrante española en Suiza de segunda generación. Perfectamente integrada en la vida suiza, el caso de Sandra ilustra con precisión lo problemas que padecen los denominados ‘secondos’ en la Confederación. “Cuando estoy en España soy la suiza y cuando estoy en Suiza, entonces soy la española”, dice. “En Berna es donde me siento en casa, aunque la tierra siempre tira. Aquí de familia solo tengo a mi hermano”.
“Otra generación”
A diferencia de los primeros emigrantes españoles llegados a Suiza en los 60, sus hijos, como dice Sandra, “somos otra generación. Hablamos alemán y por eso somos más independientes. Antes, la vida era más difícil para los emigrantes que venían. Ellos buscaban más juntarse y reunirse con otros españoles. Así había mucha más vida en los centros españoles. Ahora a estos lugares la gente joven ya va ya tanto”, señala.
Como les sucede a muchos de los españoles de segunda generación de emigrados no piensa volver a España. Primero por la crisis económica y después porque tienen buenos puestos de trabajo en Suiza.
Aunque también lamenta que los nacidos en el país no tengan derecho a recibir la nacionalidad de forma automática si la solicitan. “No comprendo por qué a la segunda generación de emigrantes, tras 20 o 30 años de vivir aquí no nos dan la nacionalidad. Hablamos alemán, pagamos nuestros impuestos, seguimos la actualidad y estamos al tanto de lo que pasa. Mostramos interés por el estado del país. No entiendo por qué existen tantas diferencias”, plantea.
En resumen, dos generaciones de emigrantes muy vinculadas con Suiza, pero muy diferentes entre sí. No en vano, se acaba de cumplir medio siglo de la primera emigración española a Suiza, con todos los enormes cambios producidos en los últimos 50 años en ambos países.
Según el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE) de enero de 2010, 90.142 españoles vivían todavía en Suiza.
Una cantidad menor debido a la no inclusión de los menores de edad, de 72.291 españoles, figuraba en el censo electoral de españoles residentes en Suiza (CERA), en septiembre de 2010.
Retornados españoles de Suiza. Bajas consulares.
3.821 en 2005
4.068 en 2006
3.942 en 2007
1.784 en 2008
1.536 en 2009
Más de 40.000 gallegos residen actualmente en la Confederación Helvética, la octava comunidad extranjera del país, frente a los más de 58.000 registrados en el año 2004.
El gallego se sitúa en quinto lugar entre las lenguas extranjeras más habladas en Suiza, lo que representa el 0,7% (45.178 personas en números absolutos), superada sólo por el inglés (1%), portugués (1,2%), albanés (1,3%) y serbio-croata, hablado por el 1,4% de la población extranjera.
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