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El Eiger aún es fuente de fascinación y temor

De izquierda a derecha: Harrer, Vörg, Heckmair and Kasparek. RDB

Hace 75 años, un cuarteto de alpinistas austriacos y alemanes alcanzaron por primera vez la cima del Eiger tras escalar su portentosa cara norte. swissinfo.ch visitó este “muro de la muerte” para descubrir por qué sigue atrayendo alpinistas de alto nivel y turistas comunes.

Como parte de un grupo de periodistas que ha emprendido una sencilla excursión veraniega al pie de la cara norte del Eiger, me cuesta imaginar que alguien haya sido capaz de escalar ese muro vertical de 1.800 metros de atura –y ya no hablemos de que lo haya conseguido en unas cuantas horas.

Incluso una caminata breve como la nuestra no está exenta de riesgos. El Eiger tiene desprendimientos continuos, y en algunos tramos de la ruta que seguimos observamos trozos de piedra caliza que se bambolean a nuestros pies –un peligro para aquellos que se distraen contemplando el paisaje o charlando. En algún punto, caminamos sobre una resbalosa duna cubierta de nieve que se funde. Durante varios minutos siento escozor en las puntas de los dedos del pie.

Obstinada, la niebla impide una mirada diáfana sobre la montaña, pero le añade también ese toque misterioso que ha cautivado a gente del mundo entero.

“¿Es frecuente poder observarla así?”, pregunto a Stephan Siegrist, alpinista profesional y guía de montaña que ha escalado dicha cara norte en 29 ocasiones.

“Muy seguido durante el verano, las nubes ascienden y se condensan. A menudo hay nevadas en este periodo del año. Algo difícil de creer cuando uno se encuentra aquí abajo con un clima estupendo”, responde Siegrist.

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Recuerdos del pasado

En 2002, Siegrist y el alpinista Michal Pitelka recrearon la expedición de 1938, utilizando la ropa y el equipo de la época. “Las botas pesaban terriblemente y nos dolían los pies”, recuerda Siegrist y agrega que las cuerdas que utilizaron también eran particularmente estorbosas.

Pero fue con ese tipo de materiales que los alemanes Anderl Heckmair y Ludwig Vörg, y los austríacos Heinrich Harrer y Fritz Kasparek, entraron en los anales de la historia como los primeros hombres que conquistaron la pared norte del Eiger hace 75 años (después de que nueve personas murieran en el intento). La expedición les tomó cerca de cuatro días, y no escasearon los momentos difíciles debido a avalanchas y caídas diversas.

Desde entonces, al menos 55 personas más han perdido la vida al escalar los 1.800 metros del muro vertical del ogro –traducción libre de Eiger-, una montaña cuya altura total alcanza los 3.970 metros.

Una de esas víctimas fue el estadounidense John Harlin II, cuya cuerda se rompió a 1.300 metros de altura en marzo de 1966. Harlin intentaba realizar la primera direttissima (ascenso en la forma más directa posible) de la pared norte. El 25 de ese mismo mes, su compañero de origen escocés y cuatro alemanes lograron alcanzar la cima -un mes después de lo previsto. Y la nueva ruta recibió el nombre de Harlin.

Su hijo, John Harlin III, tenía solo nueve años cuando esto sucedió, y la pérdida de su padre le obsesionó e inspiro a partes iguales. En 2005, también escaló la misma pared de la montaña. La película IMAX Los Alpes narra la historia de su ascenso. Posteriormente, Harlin III produjo para swissinfo.ch un blog multimedia que tituló Historias fronterizas.

24 de julio de 1938: Primer ascenso por un equipo de dos alemanes (Anderl Heckmair y Ludwig Vörg) y dos austriacos (Heinrich Harren y Fritz Kasparek) después de tres días y medio de escalada.

12 de marzo de 1961: Primer ascenso en periodo invernal por un grupo de alemanes.

3 de agosto de 1963: El suizo Michel Darbellay realiza el primer ascenso en solitario en un lapso de 18 horas.

3 de septiembre de 1964: La alemana Daisy Voog (con su compañero Werner Bittner) fue la primera mujer en alcanzar la cima de la cara norte.

25 de agosto de 1981: El suizo Ueli Bühler escala la pared norte en ocho horas.

27 de julio de 1984: El austriaco Thomas Bubendorfer alcanza la cima, escalando sin cuerda, en 4 horas y 50 minutos.

9 de marzo de 1992: La francesa Catherine Destivelle se convierte en la primera mujer que realiza el ascenso en solitario y lo logra en 17 horas.

12 de febrero de 2008: El suizo Ueli Steck fija un nuevo récord: 2 horas con 47 minutos.

20 de abril de 2011: El suizo Daniel Arnold mejora la marca de Steck: realiza la misma hazaña en 2 horas y 28 minutos.

“El Everest de los verdaderos alpinistas”

“El Eiger ha fascinado de forma perenne a alpinistas de todo el mundo, y muy probablemente lo hará siempre. Se trata de la cara más grande de los Alpes (y de una de las más grandes del mundo), por lo que escalarla es un proceso arduo. Pero la reputación que tiene el Eiger es casi tan imponente como su tamaño y complejidad”, explica a swissinfo.ch Harlin III. Se refiere al número de muertes que se han registrado, pero también a las increíbles historias de éxito y esfuerzos de rescate –como las tragedias de Toni Kuz (1936) o Claudio Corti (1957)– que rodean a esta montaña (ver galería).

Harlin considera que la reputación del Eiger y su historia hacen que todo alpinista quiera inscribirse en la lista de las leyendas que lo han conquistado.

“Hay pocos acantilados y montañas en el mundo que todo alpinista quisiera ascender alguna vez. En el caso del Eiger, la mayoría debe contentarse con soñarlo. Pero cuando sientes que tienes las habilidades y el coraje necesarios para ello, entonces quieres experimentarlo por ti mismo”, dice Harlin. “Para mí el Eiger es el Everest de los verdaderos alpinistas”.

Siegrist también tiene a esta cumbre alpina en una alta consideración.

“Es una aventura monumental en términos de alpinismo, y siempre es agradable ascenderlo. Además se tiene una maravillosa vista del paisaje, lo que convierte la experiencia en algo muy especial”, apunta Siegrist, describiendo el contraste entre las rocas grises y el verdor de la campiña circundante.

El exitoso ascenso del equipo germano-austriaco que alcanzó por primera vez la cima del Eiger escalando la cara norte posee un lado oscuro. Líderes nazis explotaron la hazaña con fines propagandísticos.

El alpinista austriaco Heinrich Harrer se unió al Partido Nazi en 1938, cuando Alemania tomó el control de Austria. Fue miembro de la SS, el ala policial responsable de muchas de las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial. No obstante, Harrer fue absuelto de cualquier tipo de crimen.

Herrer también fue recordado por los años que pasó al lado del joven Dalai Lama tras escapar de la custodia británica en India para irse a refugiar al Tíbet en 1944.

Atractivo popular

Por ello todos los chalets de la zona han sido construidos para disfrutar de una vista panorámica sobre esta imponente pared rocosa, señala el presidente de la Asociación de Guías de Montaña de Grindelwald.

Fredi Abegglen dice a swissinfo.ch que cuando se está en Grindelwald, observar la cara norte del Eiger es algo tan natural como mirarse en el espejo por las mañanas.

Johann Kaufmann, guía de montaña y jefe de la escuela de deportes de montaña en Grindelwald considera que, de hecho, es el principal atractivo del lugar. “He visto una gran cantidad de montañas, pero muy pocas resultan así de fascinantes”.

Y la mejor prueba de que el Eiger ejerce una fuerte atracción también sobre quienes no son alpinistas es que desde hace casi 30 años existe una oficina de turismo especializada en visitantes japoneses.

“No vienen a escalar, acuden sobre todo a observar a los alpinistas japoneses, como Yuko Maki, que lo hacen”, comenta a swissinfo.ch Yuri Ichikawa, de la Oficina Japonesa de Información. Maki fue parte de un equipo de cuatro hombres que realizaron su primer ascenso por la cresta de Mittellegi (otra ruta de ascenso al Eiger) el 10 de septiembre de 1921.

Pero las decisiones de viaje de los japoneses también reflejan su visión sobre Suiza.

“La gente en Japón tiene una imagen de Suiza, y ésta corresponde plenamente a Grindelwald”, dice Ichikawa, quien recuerda que los artistas japoneses que crearon los dibujos animados de Heidi basaron los paisajes en las cumbres de montañas como el Eiger, el Mönch o el Jungfrau, así como en valle del Lauterbrunnen.

En mi caso, como Heidi, me siento feliz de retozar en estas colinas de suaves senderos, pero sin la incomodidad de un pesado equipo y sin temores de caídas mortales. Sí, prefiero admirar la cara norte del Eiger desde la tierra firme.

(Traducción: Andrea Ornelas)

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