«El hisopo es mi planta aromática preferida»
Desde hace más de 30 años, Jakob Studer cultiva hierbas aromáticas al pie del Jura, en particular para una famosa marca de caramelos. ¿La receta de su éxito? Un especial respeto por la Naturaleza y un gusto muy pronunciado por el riesgo.
Se alza cerca de medio metro de altura, sus florecitas son de un azul brillante; sus hojas, largas y puntiagudas y pertenece a la familia de las lamiáceas: el hisopo es también y, sobre todo, la planta preferida de Jakob Studer. Su nombre proviene del hebreo y significa “hierba sagrada”. “Se parece al tomillo, pero en realidad es muy diferente. Es una planta robusta, siempre en busca de nuevos territorios y capaz de sobrevivir en un medio salvaje”, afirma el herbolario de 68 años, residente de Attiswil, en el cantón de Berna.
El sitio, denominado Alpfelenhof ha pertenecido por generaciones a la familia Studer. Jakob nació y se crió ahí. Después de algunas escapadas en Suiza y al extranjero, regresó para establecerse. Desde la propiedad, ubicada a 600 metros sobre el nivel del mar, a unos diez kilómetros de la ciudad de Solothurn, la vista se abre sobre la Meseta suiza y los Alpes. El Alpfelenhof es un lugar verde y tranquilo, donde florecen árboles frutales centenarios. Frente de la casa hay cinco cajas de madera delante de los pequeños jardines dedicados al cultivo de hierbas aromáticas. Esas parcelas son propiedad exclusiva de los nietos de Jakob Studer.
A pocos metros de la terraza, en la parte delantera de la casa, Jakob Studer nos señala un hormiguero. “Esas hormigas no entran a la casa”, dice con orgullo, como si se tratara de mascotas bien amaestradas. En el medio del hormiguero se encuentra un hisopo, lo que hace que se ponga de buen humor.
Inspiración bernesa … y danesa
A lo largo de los años de aprendizaje, que lo convirtieron en un herborista excepcional, Jakob Studer se inspiró en figuras prominentes. “Después de la escuela de reclutas, cuando todavía no cumplía los 20 años, fui a Dinamarca a hacer un año de prácticas con un agricultor un poco loco, pero con un talento increíble en términos técnicos. Exploraba cultivos intensivos y probaba constantemente cosas nuevas. Produjo, por ejemplo, semillas de coles rojas que no se encuentran en ninguna otra parte”.
Jakob Studer recuerda todavía el tercer día de su estancia en Dinamarca. «Mi supervisor me preguntó si conocía a Jeremias Gotthelf». Las lecturas del escritor bernés, que consagra una gran parte de su obra a la vida campesina en el Siglo XIX, al parecer habían sido integradas al plan de estudios de los ingenieros agrónomos daneses.
El joven agricultor tuvo que confesar que no. Pero, aguijoneado por la curiosidad, decidió meter un libro de ese autor en su cartera durante un curso de actualización en el ejército suizo. Los libros de Jeremias Gotthelf lo acompañaron desde entonces durante toda su carrera de herbolario. “La novela Uli der Knecht (Uli el Criado) me enseñó que no se debe invertir sino el dinero ya ganado y no el que uno piensa ganar más tarde”. Un precepto al que se ha atenido siempre. “Nunca tomé riesgos que pudieran arruinarme, aun cuando no todo fue siempre fácil”.
Lo mismo que su mentor danés, Jakob Studer ha tratado de producir semillas. “En la ausencia de granos de pimpinela (las raíces de pimpinela son un remedio para el dolor de estómago y la tos) en el mercado mundial, intentamos una nueva experiencia: fue una apuesta, pero funcionó”.
Un gánster amante de las hierbas aromáticas
Hasta 1981, Jakob Studer laboró especialmente en la producción lechera y la ganadería. Este año, con la ayuda de su esposa, horticultura de la región bernesa de Seeland, decide iniciar el cultivo de hierbas aromáticas. Quiso el azar que en ese momento trabajara en la granja un detenido de la prisión de Schöngrün. “Era un gánster profesional, un ladrón de bancos reincidente, pero al que le encantaba cultivar hierbas aromáticas”.
“El responsable del vivero de la prisión nos proporcionó las primeras semillas. El detenido, un tipo muy inteligente, elocuente, y todo, menos perezoso, envió cartas a las autoridades competentes y a Ricola”. En 1982, Jakob Studer pudo entregar sus primeras hierbas secas a la sociedad de Basilea. Solamente cinco agricultores suizos producían entonces la famosa marca de caramelos helvéticos. Hoy, hay más de 100.
La mayor parte de la cosecha de Jakob Studer es adquirida por Ricola.
En las 23 hectáreas de la granja, son cultivadas cerca de 30 diferentes hierbas según normas biológicas: toronjil de menta (o menta piperita), tomillo, toronjil (u hoja de limón), orégano, salvia, hinojo, pie de león, milenrama, etc. Durante la fase de la cosecha, que dura de finales de mayo a finales de septiembre, tres toneladas de hierbas son puestas a secar cada dos o tres días. Ocho trabajadores agrícolas procedentes de Rumanía, Ucrania y Polonia vienen a echar una mano. Jakob Studer prefiere apostar a las variedades antiguas más que a las nuevas.
Una pasión inextinguible
Aunque la mayor parte del trabajo es realizado con máquinas, el agricultor bernés mantiene su sentido del detalle y de la Naturaleza. Cuando se desplaza en bicicleta, humecta las plantas, las praderas, la hierba podada, y su nariz reconoce los diferentes aromas.
Y cuando habla de las plantas autóctonas que no resisten las tormentas, de las hierbas que requieren mucho cuidado so pena de perder su aroma, o incluso de las plantas que nos han llegado desde los Balcanes y el Mar Negro un poco por el azar de las migraciones, uno tiene la impresión de que Jakob Studer describe a seres humanos.
Hace tres años, Jakob Studer entregó su campo a uno de sus tres hijos. Pero mantuvo el gusto por las hierbas aromáticas y el trabajo intensivo. Se advierte en sus manos, que todos los días están en contacto con la tierra.
Traducción, Marcela Águila Rubín
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