El tren Jungfrau se mantiene en la cima
No hay muchos récords que esta estación ubicada en el Oberland bernés haya conservado en los últimos 100 años. Pero sí mantiene orgullosa el trofeo a “la más alta de Europa”. Y el día de la Fiesta Nacional de Suiza cumple un siglo.
En 1913, su primer año de operaciones, el Jungfraujoch atrajo un total de 42.880 turistas. El año pasado, fueron 765.000 los viajeros que emprendieron la ruta hacia el Top of Europe, la cima de Europa.
En un día entre semana de verano, swissinfo.ch se sumó a la multitud de turistas que cada media hora están en posibilidad de iniciar un viaje que dura 48 minutos, tanto para el ascenso como para el descenso.
El ritmo del viaje es lento, debido a la elevada pendiente y a la necesidad de irse ajustando a la altura. Sobre este trayecto, en 1923, la guía de viajes británica Muirhead dejó asentado: “El tránsito a lo largo del túnel –que dura unos 30 minutos– es bastante tedioso”.
Desafortunadamente, en esta jornada en particular, la deslumbrante vista panorámica que suele ofrecer el tren Jungfrau desde su sitio web, se ve opacada por un cielo nublado, lo que no impide hacerse a la idea de la escala del glaciar Aletsch. Una vista impresionante.
La visión de un hombre
Este tren es la creación de un solo hombre: Adolf Guyer-Zeller. Un emprendedor que no vivió para ver su obra concluida.
Empresario y viajero asiduo, se vio parcialmente inspirado para crear esta ruta ferroviaria cuando fue testigo de la construcción del Canal de Suez. Estaba tan convencido de construir este nuevo trayecto ferroviario que destinó una gran parte de su vasta fortuna personal al proyecto.
Los trabajadores italianos que materializaron las vías férreas imaginadas por Guyer-Zeller obtenían escuálidas remuneraciones de 4,5 francos suizos por día, mientras se sumergían a la monumental tarea que se desarrolló entre 1896 y 1912, con una pausa de dos años. En este proyecto perdieron la vida 30 hombres y 90 resultaron heridos.
Los trabajadores arriesgaban diariamente su vida en una empresa que se realizaba de forma ininterrumpida durante todo el año y que exigió dinamitar una zona curva para construir un túnel de siete kilómetros de longitud que atravesaría los picos alpinos Eiger y Mönch para emerger en la cima del Jungfrau.
En aquel periodo debieron realizarse grandes agujeros en los costados de las montañas para desechar los despojos que generaban las perforaciones. Hoy, dichos orificios se utilizan como grandes ventanales en los que el tren se detiene para que los turistas puedan admirar el paisaje.
La ‘trenmanía’
El tren Jungfrau fue concebido en medio de una fiebre de trenes turísticos en Suiza.
Guyer-Zeller se vio motivado por el éxito de otras líneas ferroviarias del estilo, como el Rigi en el lago de Lucerna, concluido en 1871, que aún se jacta de haber sido el primer tren de cremallera de Europa.
“Durante su primer año de operación en el Monte Rigi, se recuperó un 20% de los fondos invertidos en la construcción de esta línea de tren”, relata a swissinfo.ch Kilian Elsasser, experto en historia ferroviaria.
El sistema de cremallera para los trenes fue la idea más importante que aportaron los ingenieros suizos a la industria de los ferrocarriles del siglo XIX. “De los cinco sistemas de tren de cremallera que existían en la época, cuatro fueron desarrollados por ingenieros suizos”, refiere Elsasser.
“Este sistema permitía a los trenes subir cuestas empinadas. La citada cremallera se insertaba en un riel dentado que corría por el centro de las vías permitiendo a la locomotora ascender”, detalla.
Nuevo mundo
Esta tecnología abrió un nuevo mundo para el sector turístico, pero puso en marcha un mercado cada vez más competitivo.
“En el siglo XIX las cosas eran más o menos como ahora en materia turística, se necesitaba siempre un destino estelar para vender. Tras el primer ferrocarril de montaña de Europa, que fue el Rigi, había que encontrar un nuevo récord. Llegó entonces el Pilatus, el tren con la trayectoria más empinada, y luego vino el Jungfrau, que era –y es aún–la estación de tren más alta de Europa”, cita Elsasser.
La guía Muirhead’s dio sus impresiones a los turistas en aquellos primeros días de operación del Jungfrau. Lo clasificó como “una de las más interesantes líneas de montaña… capaz de conducir a los menos atléticos hasta cimas a las que solo accedían los alpinistas expertos”.
Pero también advirtió que el viaje solo era recomendable “cuando se tiene la certeza de que el tiempo será lo suficientemente bueno y despejado como para asegurar una buena visión desde las alturas”.
El tren Jungfrau fue inaugurado por etapas para facilitar la financiación del resto de la obra. Alcanzó la ladera norte del Eiger por el túnel; fue el primer gran avance que permitió a los turistas disfrutar de una vista espectacular desde la estación Eigerwand (ladera del Eiger) en 1903.
“Locura destructiva”
No todo mundo opinó entonces que instalar rieles y realizar explosiones en la montaña para crear túneles para que los turistas pudieran acceder a los Alpes fuera la mejor de las ideas.
“Tenemos que detener esta locura destructiva y salvar, para nuestros descendientes, lo que queda de la herencia de esta belleza”, escribieron la Liga Suiza para la Defensa de la Belleza Natural y una asociación llamada Patrimonio Suizo, en una petición dirigida al Gobierno. En ella solicitaban también al Estado limitar las concesiones ferroviarias que otorgaba.
“Lamentamos que muchas líneas ferroviarias de montaña se hayan construido para el beneficio económico de unos cuantos, a pesar de que desde un punto de vista ético carecen de utilidad y son incluso dañinas”, afirmaban los activistas de la época.
Finalmente, influyeron en frenar el auge del turismo ferroviario de montaña de aquel periodo. Y tras la Primera Guerra Mundial, los extranjeros dejaron de llegar a este destino, por lo que las estaciones ferroviarias tuvieron que buscar otro tipo de clientela.
“Se había desarrollado una clase media en ciudades como Zúrich o Berna. Las compañías de trenes comenzaron, pues, a vender billetes familiares, o para los domingos, alternativas para quienes estaban interesados en hacer una ida y vuelta en la misma jornada”, afirma Elsasser.
En años recientes, el marketing realizado en Asia ha producido resultados impresionantes y hoy, el Jungfraujoch figura en la lista de destinos “imprescindibles” para los turistas que vistan Suiza, especialmente si vienen de India o Japón.
Actualmente, la estación en la cima alberga diversos restaurantes, incluidos uno indio, y atracciones como el Palacio de hielo
o la Diversión en la nieve”, y cuenta también con terrazas panorámicas y un laberinto para acceder a los túneles. La estación se ve coronada además por el Observatorio de la Jungfrau, un centro de investigación científica.
En el parsimonioso trayecto de regreso, mis vecinos de viaje parecen padecer el joch lag. Hombres, mujeres y niños de todas las nacionalidades abordan el tren y se quedan profundamente dormidos, sueñan quizás con la nieve eterna, con palacios de hielo o con fantasmas de turistas del pasado.
Con ello, se habrán perdido quizás las últimas vistas que se extienden hasta la Selva Negra alemana o los Vosgos franceses. Pero los viajeros se llevarán a casa una prueba irrebatible de su aventura gracias a un documento único: el pasaporte del centenario del tren Jungfrau que les fue sellado a 3.454 metros de altitud.
Se construyó a lo largo de 16 años, más del doble de lo estimado originalmente, y costó 15 millones de francos, también más del doble de lo previsto.
Los 7 kilómetros de longitud del túnel comienzan en la estación del glaciar Eiger, a 2.300 metros de altitud, y termina en el Jungfraujoch, a 3.454 metros, lo que la convierte en la estación ferroviaria más alta de Europa.
Fue abierta al público por partes. En 1903 se inauguró el tramo que llegaba a la estación Eiger –la primera parada dentro del túnel; en 1905, siguió la estación Eismeer.
En 2011, 765.000 personas viajaron hasta el Jungfraujoch.
El tren está en servicio todo el año. En julio de 2012 un viaje de regreso desde Interlaken cuesta 190 francos suizos.
La estación Jungfraujoch cuenta con atracciones como el Palacio del hielo y Diversión en la nieve”, además de terrazas con vistas panorámicas sobre los Alpes.
La estación tiene también un observatorio llamado Jungfrau (esfinge), que opera como centro de investigación científica y al que se accede a través de un elevador de alta velocidad.
Guyer-Zeller (1839-1899) nació en Zúrich. Fue un magnate de la industria textil, pero también financiero y político. Se sintió inspirado para crear el tren del Jungfrau cuando en 1893 pasó unas vacaciones con su hija en Mürren (Alpes berneses), donde visualizó el plan de una ruta ferroviaria que escribió en un cuaderno personal de notas.
Siendo un hombre de acción, solicitó la concesión correspondiente y unos meses después inició la construcción del tren que había imaginado.
Hijo del dueño de un negocio algodonero, durante su juventud viajó a Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Egipto y tierras palestinas.
Además de su imperio textil, este empresario fue muy influyente en el sector ferroviario e hizo una considerable fortuna comprando acciones ferroviarias durante la depresión de los años 1870.
Están previstos varios eventos para festejar los 100 años del tren Jungfrau.
En la cima tendrá lugar una ceremonia oficial a la que asistirán invitados distinguidos.
Un banco de madera perteneciente al ferrocarril Jungfrau viaja por el mundo, con exhibiciones previstas en Berlín, Londres, París y distintos lugares de Asia.
El tren ofrece billetes con descuento para festejar su aniversario.
(Traducción: Andrea Ornelas)
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