El viajero del siglo XXI redescubre las peregrinaciones
El fuerte descenso que se registra actualmente en las cifras de turistas no sólo se debe a la crisis económica mundial, sino también a un cambio en la mentalidad, a una necesidad de la humanidad de reinventar la manera de viajar.
Sieglinde Geisel, corresponsal suiza en Berlín y autora del libro Viajeros errantes y trotamundos (2009), sostiene que los viajeros de hoy buscan vivencias más profundas.
«El Hombre necesita sentir y meditar cuando viaja. Y la forma de viajar hoy es una alienación absoluta», explica Sieglinde Geisel a swissinfo tras presentar su libro en Berlín. «Se vuela miles de kilómetros sin sentir nada. Se desciende del avión sin haber experimentado ninguna vivencia trascendente, ninguna aventura en los lugares visitados», agrega.
En su libro de casi 250 páginas, la corresponsal cultural del diario suizo Neue Zürcher Zeitung (NZZ) en Berlín traza con grandes pinceladas la evolución histórica del arte de viajar, desde los tiempos pretéritos de la humanidad hasta nuestros días.
«La guerra fue uno de los primeros motivos por los cuales los hombres abandonaron su patria», señala. «La guerra movilizó a los soldados alistados para librarla y a los refugiados que trataban de escapar de ella».
Más allá de la temeraria hazaña del general cartaginés Aníbal, con su ejército de 28.000 hombres y 37 elefantes en el año 217 antes de Cristo, hasta el siglo XIX los Alpes eran sólo transitables a pie o con recuas.
«En el cantón suizo de los Grisones, los ciudadanos se pronunciaron» (en un referéndum) «en 1900 en favor de prohibir los automóviles», evoca la periodista, formada en Filología Germánica y Teología en Zúrich y Berlín.
La prohibición no sólo estaba dirigida a los turistas que viajaban en automóvil de forma desconsiderada por la región de la Engadina, sino también a atajar los enormes costes que representaría construir túneles, puentes y pasos de montaña para estos vehículos.
«Hasta hoy continúan las discusiones sobre el lastre que significa para los valles alpinos el enorme tránsito vehicular» que circula por Suiza hacia otros países.
El motor a explosión trajo la última gran revolución en el transporte registrada hasta ahora en el mundo, y a partir del siglo XIX no sólo se incrementó la velocidad de los viajes, sino también de la vida en general, apunta Geisel.
Fin de una era
Ya hacia finales de la época de las diligencias, el tiempo que duraban las travesías en carruaje (por imponderables climáticos o accidentes, por ejemplo), perdía su elasticidad con la introducción del correo exprés, que cronometraba sus escalas en ciudades y pueblos y los recambios de caballos. El ferrocarril redujo después este tiempo a una quinta parte.
«Pero la más espectacular de las conquistas de la humanidad en la locomoción es la aeronáutica. A lo sumo en 24 horas se puede alcanzar un continente desde cualquier otro continente. Y sin embargo, volar es una decepción, porque en el avión, como en ningún otro medio de transporte, se nota aún menos el desplazamiento de un sitio a otro».
«Cuanto más rápido avanza el Hombre, menos se mueve él mismo, reza la inexorable ley de la movilidad», afirma la periodista suiza, quien entre 1994 y 1998 fue también corresponsal del NZZ en Nueva York.
«Nunca antes se había viajado tanto como ahora. Viajamos cada vez más lejos, pero cuanto más lo reflexiono mayor conciencia adquiero que, en realidad, todo es un embuste. La movilidad ha adquirido una tendencia a su autosupresión», señala Sieglinde Geisel.
«Ahora podemos hacer los viajes que hace 200 años nunca hubiéramos podido realizar, pero estos no significan nada más para nosotros. Volamos a todos lados, estamos tres días aquí, otros cuatro allá, pero la aventura y ese sentimiento de que nos hemos puesto en marcha es muy difícil de reconocer en este tipo de periplos. Los viajes mismos están desvalorizando el viajar».
Peregrinaciones y búsqueda espiritual
Por eso no es de extrañar que el turismo vuelva otra vez su mirada a las peregrinaciones de la Edad Media, como el Camino de Santiago de Compostela, que ha experimentado un enorme auge en los últimos años, o las travesías a pie a Tierra Santa, en Jerusalén.
Si en 1978 13 peregrinos recibieron el documento que certifica haber recorrido la Ruta Jacobea, en 1990 fueron casi 5.000; en 2000 cerca de 50.000 y en 2004 alrededor de 180.000. «Todo un récord en los tiempos modernos», puntualiza Geisel.
El Camino de Santiago pasa por Suiza, tras reunir a los peregrinos del centro y este de Europa, y atraviesa diagonalmente el territorio helvético de noreste a suroeste, desde Constanza y desde Rorschach, en la frontera con Alemania, pasando por Herisau, Einsiedeln, Interlaken, Romont y Lausana, hasta Ginebra, en la frontera con Francia.
«Como el Hombre no es dueño y señor de sus máquinas, no puede anular la aceleración. Esto no significa que no haya una añoranza por la lentitud. En los últimos años se experimenta un notable renacimiento de las caminatas».
«Nuestra sociedad parece haber reinventado la lentitud, como antídoto contra el estrés de la sobrecargada vida cotidiana». Sin embargo, «este moderno renacimiento del caminar (…) es ante todo una experiencia espiritual. Como viajero de a pie uno puede crecer» espiritualmente.
«La peregrinación promete un viaje al interior de cada individuo. El ritmo de los pasos tiene algo que invita a la meditación. En las largas marchas a pie se abren áreas del alma que permanecen cerradas para la conciencia (…)», concluye la autora de Viajeros errantes y trotamundos.
Juan Carlos Tellechea, Berlín, swissinfo.ch
Sieglinde Geisel nació en 1965 en Rüti, cantón de Zúrich.
Estudió Filología Germánica y Teología en Zúrich y Berlín.
Es autora de otros tres ensayos: McDonald’s Village (2002), Viajeros errantes (2004) y Ruido (2007).
Viajeros errantes y trotamundos (2008) fue publicado por la editorial wjs de la capital alemana.
Entre 1994 y 1998 fue corresponsal del Neue Zürcher Zeitung (NZZ) en Nueva York.
Casada con el pianista suizo Tomas Bächli y madre de dos niños, desde 2005 escribe para la página mensual de literatura infantil y juvenil del
Además de corresponsal cultural del NZZ, Sieglinde Geisel trabaja para la emisora de radio Deutschlandradio Kultur, en Berlín.
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